sábado, 27 de junio de 2009

A las urnas las carga el diablo. Por Jorge Raventos


Al ingresar en su decisivo domingo electoral, Argentina se acerca, quizás, a un umbral de sinceramiento. Es posible que desde la misma noche del domingo comiencen a registrarse realidades que durante un tiempo largo fueron barridas bajo la alfombra con distintas excusas (que terminaban confluyendo en un motivo central: eran incómodas y se consideraba contraindicada su revelación para el objetivo principal de atravesar con aire de victoria el desafío de las urnas).

¿Se conoce, por ejemplo, toda la verdad sobre la dimensión que alcanza en nuestro país la llamada gripe porcina? Es probable que sólo cuando se haya atravesado la prueba del cuarto oscuro, los argentinos nos enteraremos de que la peste ha avanzado más de lo que se reconoce oficialmente. De hecho muchos familiares de víctimas fatales de ese mal recién son informados de lo que sus seres queridos padecían en el mismo instante en que se les comunica su fallecimiento. Lo que es lo mismo: hasta ese momento no figuraban en la estadística oficial de enfermos de la insidiosa gripe. ¿Cuántos se encuentran en esas condiciones?Es probable asimismo que, con los comicios atrás y las cifras sinceradas, se declare la emergencia sanitaria. Y también que otra persona se haga cargo del ministerio de Salud en lugar de Graciela Ocaña, superada por los compromisos políticos tanto cuando debió afrontar el dengue como ante el virus A (H1N1).
El mismo domingo por la noche se podrá testear el acierto o el error de las consultoras de opinión pública, la veracidad de sus vaticinios. Se podrá tener una idea de cuántos legisladores menos integrarán el futuro bloque oficialista y qué hemorragia de votos sufrió el kirchnerismo desde aquel 45 por ciento que obtuvo 20 meses atrás, en octubre de 2007.
Habrá que ver, sin embargo, si el mismo 28 de junio o al menos el día siguiente la sociedad contará con datos ciertos e inequívocos sobre el resultado de los comicios en la provincia de Buenos Aires. No se trata de un distrito más: allí es donde decidió jugar su suerte Néstor Kirchner y son muchos los que –aliados o adversarios- se muestran convencidos de que el esposo de la presidente está dispuesto a cobrar cara su derrota (o, si se quiere, a comprar caro su victoria). Es el territorio bonaerense sobre el que más se ha especulado con sospechas de irregularidades. “Instalar la idea de fraude es una irresponsabilidad”, se encrespó el ministro de Interior Florencio Randazzo, conciente de las generalizadas prevenciones. Antes de eso, en el programa de cable que conduce Joaquín Morales Sola, el mismo Randazzo había argumentado que nadie podría culpar al gobierno, ya que “los comicios están a cargo de la Justicia Electoral”. La Cámara Nacional Electoral, como si previera problemas, salió al ruedo para responder y advertir: será el ministerio de Interior –puntualizaron los magistrados- el que tendrá a cargo "la organización, desarrollo y difusión del cómputo provisional" de la elección y la justicia electoral tampoco tendrá "ninguna participación" en "el diseño, planificación, organización, procesamiento, cómputo y difusión de los resultados". Como para que no quedaran dudas sobre el motivo de sus inquietudes, los miembros de la Cámara evocaron en su acordada " los problemas denunciados en las últimas elecciones", que aunque no llegaron a poner “en duda la legitimidad de las elecciones" constituyeron “ infracciones al Código Nacional Electoral”. Los jueces agregaron que "en reiteradas oportunidades” habían planteado “ la necesidad de que se estudiasen posibles adecuaciones normativas que fortalezcan la calidad y la transparencia de los procesos electorales y eviten la reiteración de situaciones" como las que fueron denunciadas en los comicios anteriores, pero que "lamentablemente los poderes políticos no han atendido estos requerimientos".Los párrafos de la acordada judicial inducen a suponer que los magistrados temen que los episodios revelados veinte meses atrás se repitan (o se multipliquen) esta vez, y quieren establecer sin que haya margen para la confusión de quién no es la culpa y donde se centra la responsabilidad.En rigor, en el ámbito judicial se recela de que una situación de extrema paridad como la que han registrado las encuestas en la provincia de Buenos Aires, acompañada por episodios equívocos, demoras informativas y denuncias generalizadas, termine endosando a los jueces el veredicto final sobre el resultado de los comicios, como ocurrió en Córdoba en 2007 o como sucedió en Estados Unidos, en el estado de Florida, en aquella célebre final presidencial entre George W. Bush y Al Gore. Se trataría de una situación dramática: no sólo porque revelaría que hubo maniobras inauditas en el procedimiento electoral y porque convertiría a los tribunales en árbitros de lo que debe zanjar limpiamente el sufragio, sino porque indudablemente suscitaría una atmósfera política de inquietud e insatisfacción ciudadana.
En el oficialismo algo intuyen: cuando Luis D’Elía y Carlos Kunkel -dos importantes mosqueteros de Néstor Kirchner- llamaron a los suyos a manifestar en la Plaza de Mayo el 28 al atardecer, lo que querían prevenir era que, en caso de denuncias de fraude, marchas de caceroleros rodearan la Casa Rosada. Desde Olivos tocaron a retirada después de que la amenaza movilizadora tomó estado público: una marcha convocada supone compromisos; si en definitiva acude poca gente, se cuenta como un fracaso. En cualquier caso, la advertencia ya había sido esgrimida: los grupos organizados del kirchnerismo prometen pelea a quien quiera denunciar fraudes ante la sede del gobierno.
¿Terminarán estos comicios de medio término convertidos en un escenario de tensión extrema? Podría suponerse que esa ominosa perspectiva está alentada por la paridad que se prevé que dictaminen las urnas. Una diferencia de uno a tres puntos entre el primero y el segundo es susceptible de ser sospechada o discutida; cuestionar una distancia mayor se vuelve mucho menos sostenible ante la opinión pública.Pero lo cierto es que si hay sospechas y preocupaciones no están centradas exclusiv ni principalmente en una situación de eventual paridad numérica. En la provincia de Santa Fé se vaticina una elección muy pareja entre Carlos Reutemann y el socialista Rubén Giustiniani y son pocos los que visualizan aquelarres santafesinos. La mirada está puesta en la provincia de Buenos Aires porque la paridad allí afecta personalmente a Néstor Kirchner quien, después de forzar la movilización de todas sus tropas y de convocar en su ayuda a personalidades con prestigio y capital político propio, puede ser derrotado por un diputado nacional de extracción empresarial que seis meses atrás no era detectado por la opinión pública.Ya el empate es una catástrofe para Néstor Kirchner. Una derrota sería inadmisible y se sumaría al retroceso que sus fuerzas sufrirán en el país en términos de votos y de representación legislativa. Resultado inevitable: Kirchner no sólo se encontraría ante el fin de su ciclo, también se vería incapacitado para elegir los modos de su retirada. Acostumbrado a gobernar con pocos límites, Kirchner no puede hacerse a la idea de un epílogo de impotencia como el que surgiría de una derrota. Esa es la razón que pone en el comicio bonaerense tanto dramatismo.
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El final de la campaña. Por Claudio Chávez


Al cierre Mauricio Macri pisó el palito. De Narváez un tronco y Michettti se llevó por delante una roca. La inexperiencia política. La carencia de partidos que operen como ámbitos de debate a donde se lleven temas y se promueva la discusión, los ha colocado en esta situación desagradable que, naturalmente, el gobierno ha sabido explotar inteligentemente. Es que PRO no es un partido. Cuando uno observa la línea de funcionarios en cada uno de los ministerios o secretarías encuentra poco y lo de De Narváez es una fundación.
Se metieron ingenuamente en el terreno que el gobierno nacional quería: el de un plebiscito y el debate del modelo nacional. En el mejor de los casos las opiniones apresuradas sobre privatizaciones y estatizaciones ha sido una insensatez. Estas elecciones son legislativas no se discute el modelo de país: estatización, privatizaciones, política exterior. Y, entonces ¿porque hablar de lo que el gobierno buscaba? ¿Confundidos, quizás, porque en el medio de las elecciones se colaron problemas de corte nacional como la nacionalización, por parte de Chavez, de algunas fábricas de Techint?
¿Obligados, a lo mejor, por la posición crítica de la UIA en esta circunstancia (sólo en esta circunstancia) y cometieron el error de la imprudencia, de hablar de más, de tomar posición frente al estatismo y también frente a la política exterior? Esa urgencia innecesaria los llevó a la dinámica del gobierno. A la trampa.
¡Al fin y al cabo la UIA se tomó tanto tiempo para criticar a Kirchner que nadie iba a enojarse por un tiempito más o menos que se tomara la oposición!
La cuestión central en estas elecciones es la derrota o no del kirchnerismo en cada una de las provincias, por políticas nacionales que afecten al distrito o por malas políticas de distritos administrados por aliados kirchneristas.
El objetivo del peronismo federal fue no nacionalizar la campaña. Por el contrario, encerrarse en cada provincia y dar la batalla ahí. Esta ha sido la razón, entre otras, de las dificultades del peronismo federal de encontrar unidad en la acción.
Naturalmente, arreados los candidatos bonaerenses por el gobierno nacional al debate de los grandes problemas, aparecieron las diferencias. Como tenía que ser. Y no es una casualidad que fuera Macri el que sobrepasó los límites. Total, el no juega. No era el momento. Fue un error.
Las fuerzas políticas que enfrentan a Kirchner en Buenos Aires no son un todo homogéneo y compacto. Es un acuerdo entre diferentes sectores cuya coincidencia estaba en el punto de la derrota de Kirchner y de Scioli por problemas de coparticipación, seguridad, el campo, la salud y educación. ¿A que meterse con Edesur, Edenor, YPF y Aerolíneas Argentinas?
Para cuando esos temas se debatan en el parlamento (en el caso que llegara a suceder) con los diputados elegidos el 28 de junio, muchas cosas habrán ocurrido. Faltan, aún, nueve meses. Hay tiempo para ponerse de acuerdo o no.

REVOLUCIÓN O CONSENSO

En los últimos quince días el gobierno nacional había perdido la iniciativa y, también, el rumbo. Modificó su táctica y su discurso como quien cambia de camisa. Pasó de la agresión generalizada a acariciar ancianos y niños. De la cara adusta y cargada de presagios a la sonrisa bonachona, para volver a señalar, con energía de revolucionario setentista: ¡no hemos venido al gobierno para dejar de lado nuestras ideas! Amenazar, luego, con más estatizaciones y al mismo tiempo, un ministro, negar semejante aseveración. Esta pérdida de rumbo, estos dislates, debieron ser aprovechados con mayor firmeza, pero en su refractación local. Faltó humildad. Es decir fijar con precisión el límite provincial de la pelea. Debatir los temas que corresponde a los cargos que se disputan.
La homogeneidad ideológica del gobierno que le permite dar estos debates habla de su soledad. Es un grupúsculo de políticos alejados de los factores de poder y de importantes franjas sociales del país que sólo dominan el aparato del Estado. El kirchnerismo vuelve al lugar de donde partió. Un cenáculo de aventureros que se alzaron con el poder en un momento de extrema gravedad y aturdimiento social. De a poco fue perdiendo todos sus apoyos. ¡Si hasta la UIA ya le ha dado la espalda! y Moyano habla cada vez menos.
Nunca se ha visto en la historia política argentina, en el medio de una puja electoral afirmar, como hace el gobierno, que después que ocurran las elecciones se van a unir con el sector que le disputa el poder. Y entiéndase que esto no lo dice Scioli por puro espíritu democrático. Por el contrario lo que Scioli dice es: Nosotros somos la lepra y luego de las elecciones vamos juntos con el otro peronismo. Con el solo afán de restarle votos a De Narváez. Por contagio no más.
Scioli y Kirchner juegan a la mancha venenosa. Al que tocan lo enferman. En que bajo concepto se tienen. Han perdido la autoestima. Desvalorizan y humillan a su electorado. Como si todos estuvieran en el mismo estercolero.
En tal soledad han quedado que en los últimos discursos del ex presidente se nota con luminosidad que avanzan a la defensiva. No pierde oportunidad en señalar todas las dificultades que su gobierno encuentra para gobernar como ellos quieren. Que la oligarquía, que los políticos de la derecha, que los grupos empresarios de enorme concentración económica, que las fuerzas hostiles del imperio, que la clase alta argentina, que la clase media (pequeños burgueses como despectivamente la llaman), que el campo, que los monopolios informativos, que el periodismo y que el Vicepresidente. Todos en contra. Ellos, los iluminados por la idea, poseedores absolutos de la verdad son las víctimas. La victimización siempre fue la política de las minorías. Como tales sostienen en alto las banderas de la revolución, del cambio, del progreso y la justicia social. ¡Es su epopeya!
En el cierre del acto capitalino del Luna Park Kirchner, en medio de estandartes del partido comunista y banderas con el rostro del Che afirmó: no se puede tener un millón de amigos. Esta definición explica su tragedia. Los sectarios no tienen amigos. Los políticos procuran tenerlos, a veces por demás. Los ideólogos con su higiénica pureza cavan trincheras a su alrededor. Los políticos suman para ampliar consensos. La Argentina no necesita una revolución y menos en el sentido que el kirchnerismo pretende. La Argentina necesita acuerdos y consensos. Por eso el gobierno está muy mal electoralmente. En el acto de cierre de la campaña bonaerense Scioli dijo: “por eso le pido a los peronistas que nos voten…” y nuevamente el encierro en su pequeño mundo.
Todo esto era así hasta que pisaron el palito los contrarios. ¡Una lástima! le dieron aire a un gobierno despistado.



DESPUÉS DE LAS ELECCIONES


El Gobierno ha convocado a una reunión en la Plaza de Mayo para después de los comicios. Todavía no entiende que el domingo, lo que se defina, se hará democráticamente, por las urnas y no en la calle. Viven otras épocas y otros climas. Son sapos de otro pozo. Persisten en el error, en la provocación. Siguen yendo para atrás. En estas condiciones es muy probable que el domingo sea un fiasco para el gobierno. Y finalmente la reunión no se haga. La pregunta que se hace todo el abanico político del país es como sigue la Argentina a partir del lunes. Dependerá mucho del gobierno. Todavía hay posibilidades de una transición administrada. Lo cierto es que Kirchner ya fue. Su derrota en la provincia puede acelerar los tiempos de organización interna del PJ y ponerse a tiro para las elecciones del 2011. Su triunfo puede condicionar este rumbo e incluso la derrota del justicialismo en las elecciones del 2011.
La posible derrota de Lole en Santa Fe apartaría del escenario electoral a una figura de acuerdos, de enlace, entre el Kirchnerismo y el peronismo. Es decir un pasaje ordenado y sin importantes rupturas. Sin Lole, otro debería surgir. En este caso ¿Scioli? (si triunfase) Mmm…, sería dificultoso para todo el peronismo reunificarse bajo su conducción. Puesto que estaría Kirchner por ahí. Tendría, Scioli, que hacer extraordinarios esfuerzos simbólicos de apartamiento del ex presidente. ¿Podría ser?
El peronismo tiene muchas figuras capaces de ser presidenciables. Quien llegara a ser, producto de internas que deberán realizarse, lo condicionará el ritmo que adquiera la vida política del país. Si vamos a una confrontación más aguda el candidato que emerja deberá ser la antítesis de este gobierno. Si vamos a una transición ordenada otros serán los candidatos.
Si el turno que viene no es para el peronismo, lo cual es probable, ya están en gateras Binner y Cobos. Serían candidatos opositores pero de un viraje de pocos grados, al fin y al cabo el socialismo santafecino y el radicalismo le dieron los votos para las más importantes estatizaciones realizadas por este gobierno.
En esa situación el peronismo se retiraría a lamer sus heridas y a reconstituirse luego de la derrota y en la oposición. Muchas cosas deberán debatirse a su interior. Y nuevos agrupamientos políticos necesariamente surgirán en el país.
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sábado, 20 de junio de 2009

Desesperada apuesta al abrazo del oso. Por Jorge Raventos




A siete días del 28 de junio, los pronósticos electorales comienzan a volverse cautelosos: hasta las enloquecidas brújulas de los encuestadores cautivos de la demanda oficialista parecen normalizarse, apuntan a resultados plausibles amparados, en todo caso, por el bendito “error muestral”. Ya no se escuchan vaticinios como el de Artemio López, que Horacio Verbitsky difundia el 12 de abril en su columna de Página 12: “Kirchner es imbatible en el conurbano”, ni otros que garantizaban al ex presidente,en el conjunto de la provincia, ventajas de entre 7 y 12 puntos (Zuleta Puceiro, Ibarómetro). Ahora todos coinciden en que “ha habido variaciones”, que vale la pena “observar con atención” esos cambios, porque, en fin, las chances del oficialismo y las del peronismo disidente que encarna la dupla Francisco De Narváez-Felipe Solá se han empardado, en un paisaje general de polarización.

Seguramente hoy, primer día del invierno, se difundirán varias nuevas encuestas y allí se confirmará ese diagnóstico: paridad entre el oficialismo y Unión-Pro, basada tanto en una leve caída de Kirchner como en un ascenso de De Narváez, que tiende a concentrar la mayoría del voto opositor, a expensas, en primer lugar, del panradicalismo que en territorio bonaerense encabeza Margarita Stolbizer. Artemio López anticipa los efectos de manera críptica, tal vez para no ofender más a sus amigos del oficialismo: “La clave es la evolución del Acuerdo Cívico que hoy mide 20 por ciento. Si crece o se estanca, la ventaja del FPV es consistente. Si cae, el escenario es indecidible”. ¡¿Lo qué?!
Otro analista lo expone más clarito: “Un dato relevante que sabrán interpretar en Olivos será el porcentaje que recoja la boleta de Margarita Stolbizer: si se encoge por debajo del 20 por ciento, Kirchner sabrá anticipadamente que él es la segunda víctima de ese achicamiento, porque los votos opositores que emigran de Stolbizer aterrizan en la boleta de Unión-Pro”.
Seguramente para abortar ese proceso el gobierno ensaya desde el viernes en distrito bonaerense la clásica táctica del abrazo del oso: Aníbal Fernández, Carlos Kunkel y Florencio Randazzo, los tres mosqueteros más obedientes con que cuenta Néstor Kirchner, se lanzaron a insinuar que a partir del lunes 29 el kirchnerismo y la disidencia peronista “se reunificarán” y tratarán alrededor de una mesa sus “asuntos de familia”. El Señor de Olivos y sus lenguaraces saben como nadie que ante el electorado independiente pocas cosas son más –usando un término de Juan Perón- “piantavotos” que las relaciones con el oficialismo, de modo que procuran impregnar con ese fluido a sus adversarios de la disidencia peronista para darle una mano a Stolbizer, que a esta altura se ha vuelto el irónico modo como Kirchner cree poder ayudarse a sí mismo.
En rigor, a Kirchner se le ocurrió esa maniobra cuando registró el éxito que empezó a darle ese argumento a los socialistas santafesinos de Hermes Binner. Carlos Reutemann venía punteando cómodo en las encuestas hasta que el gobernador Binner intervino en la campaña para sostener a su candidato, Rubén Giustiniani. Lo hizo atacando a Reutemann por su pasada gestión en la provincia y, sobre todo, deslizando la idea de que existe un pacto clandestino entre el Lole y el oficialismo nacional. A partir de allí, Giustiniani empezó a descontar diferencias y hoy algunas encuestas hasta lo imaginan ganador. Kirchner ya da por perdida la provincia de Santa Fé (como Córdoba, Capital y Mendoza), pero que los socialistas le ganaran a Reutemann lo haría extremadamente feliz. Reutemann está dispuesto a dedicar todo el último tramo de la campaña a remarcar inequívocamente que no hay reconciliación posible entre él y los Kirchner. Sabe que la energía que ponga en esa diferenciación es la clave de su posible triunfo.
Aún mayor satisfacción que ver derrotado a Reutemann sería para Kirchner conseguir que la Coalición Cívica alcance más del 20 por ciento de los votos el domingo próximo: eso le daría réditos directos.
Si bien se mira, Elisa Carrió y muchos de los candidatos cívicos bonaerenses se cansaron de asegurar que “Kirchner y los peronistas disidentes son lo mismo”. A diferencia de Santa Fé, donde el liderazgo socialista consiguió darle cierta credibilidad a ese argumento, en el distrito bonaerense ese razonamiento no resultó verosímil. Ahora, el kirchnerismo, con declaraciones de tres de sus funcionarios peor mirados, procura ofrecerle algunos flecos de plausibilidad: habrá que ver si consigue llegar más allá de las mentalidades conspirativas. “Con el kirchnerismo no vamos ni hasta la esquina”, se encargó de aclarar De Narváez, por si acaso.
Se espera que la consultora Poliarquía, que fue la primera de las mayores en revelar el escenario depolarización (y la primera que le concedió a De Narváez el primer puesto en Buenos Aires), revele el primer domingo del invierno su nuevo estudio: seguramente habrá menos indecisos que en su registro anterior, probablemente confirmará las tendencias que dio a conocer una quincena atrás. No es una hipótesis peregrina, cuando todas las consultoras que daban ganador a Kirchner admiten ahora que la tendencia se invirtió.
Quizás para palpitar los resultados del 28 haya que mirar un poco más hondo: las elecciones difieren de las encuestas en varios aspectos. El principal, los comicios se asientan en organizaciones políticas. Otro: para votar en la elección es necesario ir al recinto de votación, lo que requiere una voluntad y una decisión. Las mismas encuestas revelan que hay sectores signitificativos que dudan a esta altura si votarán o se quedarán en su casa. En este punto, De Narváez parece más vulnerable que el oficialismo, ya que las encuestas que estudian esos comportamientos indican que los más propensos a no votar se encuentran en las franjas de edad más jóvenes (18 a 25 años; menores de 40), que son justamente los segmentos generacionales en los que Unión-Pro consigue los mayores respaldos. De Narváez tiene que luchar tanto contra la dispersión del voto opositor, como contra el descreimiento que alimenta el escepticismo y la no participación electoral.
Luego está el fantasma de las maniobras ilegales: “La incidencia del fraude puede estar en el orden de los 4 puntos”, dicen los especialistas. De allí la necesidad de superar ese margen. “Tenemos que llegar a seis puntos de ventaja para que no nos puedan ganar ni haciendo fraude”, le confiaron al diario Clarín asesores de De Narváez que, según sus propias encuestas, se consideran –una semana antes del 28- ganando por 3,7 puntos.
El domingo 28 habrá pasado el momento de las encuestas. Será el tiempo de las urnas, la hora de la verdad. A partir de allí, empieza otro ciclo.

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lunes, 8 de junio de 2009

¿Qué te pasa Néstor? ¿Estás nervioso? Por Daniel V. González


(Especial para Peronismo en Marcha)

Néstor Kirchner parece haber tomado conciencia de que puede perder las elecciones en su bastión: el conurbano bonaerense. Su aspiración es bastante módica: quiere ganar ahí aunque sea por un solo voto. Pero ahora se está dando cuenta de que quizá ni siquiera pueda cumplir este modesto sueño. Ayer, por primera vez, una encuesta de una encuestadora de las llamadas importantes, le ha dado ganador a Francisco De Narváez en la Provincia de Buenos Aires, por una pequeña diferencia de 3,5 puntos. Seguramente Néstor ya conocía ese dato desde hace algunos días porque ha emprendido una campaña sucia para desprestigiar a su rival de mil maneras.

Por ejemplo, ha lanzado al Juez Faggionato Márquez (que tiene 35 pedidos de juicio político) para que convoque a declarar, como sospechoso, a De Narváez porque, supuestamente, hace tres años, uno de los 1.570 celulares que tiene a su nombre y que está asignado a un empleado, habría recibido una llamada de un personaje procesado en el caso del comercio de efedrina.Sucede que uno de los tres jóvenes empresarios asesinados por este mismo tema, había contribuido con cheques a la campaña electoral de Cristina Kirchner en 2007. Pero la Justicia nada avanza en la investigación de este tema. Al revés: está sumamente preocupada por llamadas realizadas hace tres años a un celular.

La otra trampa en marcha consiste en la presentación a las elecciones de un personaje llamado Fernando Narváez, hombre totalmente ajeno a la política, del que no se tienen antecedentes en esta actividad. La idea, por así llamarla, consiste en que los votantes puedan confundir este voto con el de Francisco de Narváez y, de este modo tramposo, hacerle perder dos o tres puntos que pueden resultar decisivos al momento del escrutinio.

El pasado fin de semana, con motivo del partido entre Argentina y Colombia, el gobierno empapeló Buenos Aires con un afiche deplorable y revelador de su bajo nivel y de sus grandes temores. El afiche, que reproducimos, mostraba a De Narváez con las mejillas pintadas con los colores de Colombia, rival de Argentina. Y ponían en duda a quien iba a alentar el candidato. La bajeza es obvia: De Narváez, nacido en Colombia, vive en el país desde los 3 años de edad. El diputado Kunkel, despectivamente lo ha llamado en más de una ocasión "colombianito", con intención claramente descalificadora. El ánimo discriminatorio que encierra este afiche habla de la ruindad del kirchnerismo.

Por eso es que le preguntamos: ¿Qué te pasa, Néstor? ¿Estás nervioso?
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domingo, 7 de junio de 2009

Mentir con la verdad. Por Daniel V. González


En campaña, la presidente Cristina Kirchner no para de faltar a la verdad aunque siempre toma la precaución de hacerlo con verdades parciales.
Veamos un ejemplo:
Dijo que “pese a la crisis, Argentina batió su record de exportaciones en 2008”. Lo cual es rigurosamente cierto, con una aclaración: la crisis mundial tuvo lugar hacia fines del año pasado, de modo tal que su reflejo estadístico recién puede notarse este año, como efectivamente lo reflejan las cifras conocidas hasta este momento.

Luego la presidente se jactó del aumento del superávit comercial entre los cinco primeros meses de este año contra igual período del año anterior. También es cierto pero se trata de una lectura inexacta. Como se sabe, el resultado del comercio exterior consiste en la diferencia entre las exportaciones y las importaciones. El superávit del balance comercial efectivamente ha crecido: si tomamos cifras acumuladas a abril (no disponemos las de mayo porque aún el INDEC no las ha publicado) podemos ver que el aumento entre el primer cuatrimestre de este año con relación al año pasado llega al 43%.
Pero este no es un dato que pueda llenarnos de alegría.
Efectivamente, ese aumento del saldo comercial es producto de una caída tanto en las exportaciones como en las importaciones.
Y ambas caídas son una mala noticia para la producción, aunque la diferencia entre ellas nos dé positivo. Efectivamente, las exportaciones cayeron el 22% y las importaciones, el 38%. Y ambas caídas son malas. Pésimas.
Que exportemos menos, significa menos producción.
Que importemos menos, también significa menos producción porque importamos insumos y máquinas para producir, además de bienes para consumir.
Sin embargo, la presidente está contenta con estos datos.
Ojalá sea porque quiere pintarnos una realidad dulce y promisoria, porque está en campaña. La otra posibilidad es que ella efectivamente crea que estamos mejor.
De modo tal que la crisis nos ha llegado. ¡Y en qué forma!
El rol de la presidente anunciando que continuamos batiendo records nos recuerda a la orquesta que, cuando el Titanic se hundía, continuaba tocando en la cubierta del barco.


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La crisis y las urnas. Por Jorge Raventos


A tres semanas del 28 de junio, siguen presentes –y corriendo por dos carriles paralelos, que en algún momento no tan lejano convergerán y se potenciarán- dos agendas o, si se quiere, dos lógicas: una, estrictamente electoral; otra, la que da cuenta de la crisis política.
Para decir adiós
Desde la lógica de la crisis política se observa un gobierno cada día más aislado.
La primera gran manifestación de aislamiento es la que lo separa de lo que originalmente (vía la llamada transversalidad) el kirchnerismo pretendió que fuera su soporte social: las clases medias urbanas. Aunque ese divorcio se venía consumando desde antes, quedó claramente consumado en las elecciones presidenciales de 2007, cuando la esposa de Néstor Kirchner fue derrotada (en algunos casos arrasada) en todas las ciudades grandes y medianas de la Argentina.
La cruzada que el kirchnerismo decidió emprender en 2008 contra el campo le enajenó otro importante sector, que hasta entonces convivía con el gobierno y hasta lo había respaldado (así fuera con íntimos reparos) en las urnas: las clases medias del campo y la producción rural. La batalla por la resolución 125 fue una empresa catastrófica para el oficialismo: quedó aislado en el campo y en la Argentina interior, alentó el renacimiento de las demandas federalistas y los reclamos contra la confiscación de recursos provinciales por parte de la caja central y soportó una sonora derrota estratégica,cuyas consecuencias aún padece.
A partir de ese revés y de la constatación del debilitamiento del gobierno, las jefaturas territoriales del peronismo iniciaron su propio distanciamiento del poder central. Con distintos ritmos y modalidades, el peronismo está dando por concluido el ciclo hegemónico de los Kirchner y se apresta a poner en práctica la antigua máxima de Juan Perón, que aconsejaba acompañar a los muertos hasta las puertas del cementerio, nunca hasta el fondo de la sepultura.
En esa atmósfera de adioses, de la que no hay que excluir las despedidas de viejos amigos y aliados -un rubro que ejemplifican muy bien nombres como los de Alberto Fernández o Aníbal Ibarra-, Néstor Kirchner consigue ahora inscribir otro apartamiento: el del empresariado industrial, con las grandes transnacionales argentinas a la cabeza. No se trata de una ocurrencia abrupta: después de algunos meses de idilio, a comienzos del ciclo K, cuando el gobierno gozaba del viento de cola de la economía mundial, las empresas empezaron a notificarse de los métodos ásperos que los Kirchner traían de su experiencia patagónica: aprietes, reclamos, juegos de toma y daca, empleo de la presión callejera, la presión impositiva y hasta de la presión ultrafronteriza, pues el kirchnerismo no omitió emplear el viejo truco del “policía bueno-policía malo” con ayuda de su partenaire bolivariano, el coronel Hugo Chávez. Después vinieron otras vueltas de tuerca, algunas voluntarias, otras ineludibles: la destrucción de las estadísticas, la desfinanciación. Finalmente, las estatizaciones, la intervención en las empresas a partir de la confiscación de los fondos particulares de los futuros jubilados, las renovadas ofensivas sobre los medios de comunicación, la indefensión ante las expropiaciones chavistas…
Resultado: ahora, además de las clases medias urbanas y rurales, el kirchnerismo está aislado del conjunto de los sectores productivos competitivos, los del campo, la industria y los servicios. En el plano empresario sólo cuenta con el respaldo de la lumpenburguesía de distintos tamaños, protegida por el capitalismo de amigos que hace sus negocios, no importa si con rutas sobrevaluadas o con tragamonedas, siempre con la ayuda de la mano (no tan) invisible, (ni tan) desinteresada del poder, igual que la boliburguesía de Hugo Chávez. Asustado por los efectos políticos de sus propias decisiones, Néstor Kirchner procura de pronto revestir sus conductas y agresiones verbales contra los empresarios en general (y contra la conducción de Techint en particular) de puro “verso de campaña”, piripipí para la tribuna. Si alguna vez instruyó a los empresarios españoles diciéndoles que no le creyeran sus propias palabras (“Miren lo que hago, no lo que digo”), ¿cuál sería ahora su consigna para el empresariado argentino: “No crean ni en lo que digo ni en lo que hago”? Si de no creer se trata, el hombre consigue lo que busca.
Golpe de urna
Si ese es el paisaje de las declinantes apoyaturas sociales del gobierno K, lo que le deparan las urnas del 28 de junio no encierra posibilidades agradables.
A fines de abril, el matrimonio presidencial dejó en claro en qué punto centraba la derrota o la victoria electoral: lo crucial, señalaron, es mantener la mayoría en las Cámaras, que les permitió gozar de superpoderes, manejar los fondos del Estado por encima de las prescripciones de la Ley de Presupuesto, y controlar, a través del Consejo de la Magistratura, palancas de presión sobre los jueces. Para ellos, perder esas atribuciones extraordinarias resultaba equivalente al “caos del 2001”.
Pues bien: parece insoslayable que el gobierno pierda esa mayoría. Consideradas como lo que formalmente son -elecciones legislativas de medio término- los comicios del 28 determinan la relación de fuerzas en el Congreso. Todos les estudios preelectorales estiman que perderá entre 15 y 20 diputados, así como varios senadores. Cifra suficiente para que el Congreso deje de ser una escribanía del Poder Ejecutivo.
Desde otra perspectiva, consideradas como el propio gobierno declara ponerlas -un plebiscito sobre el modelo- el gobierno también va a perder: en el mejor de los casos el oficialismo conseguirá uno de cada tres votos, los otros dos deben contarse como repudio al "modelo K". Derrota 2 a 1.


Y sin embargo
Sin embargo, abrumadoramente aislado socialmente y derrotado nacionalmente en las urnas, el gobierno tiene aun posibilidades de "ganar" en la provincia de Buenos Aires. Entiéndase bien: de “ganar”, sólo en el sentido de salir primero, así sea (como será) perdiendo peso legislativo y votos tanto en el plano general como en el del distrito.
Pero ese módico, pírrico "ganar" no sería moco de pavo, porque se trataría de un primer puesto en la provincia de mayor peso en el país y, de ocurrir, ese logro estaría determinado por una superioridad electoral del bloque K en el segundo cordón del Gran Buenos Aires, es decir, el territorio donde se encuentran las capas geológicas más profundas del peronismo, los sectores más vulnerables de la sociedad. También los tejidos sociales más dañados.
Que en medio de una creciente y abrumadora pérdida respaldos el oficialismo consiga ese logro es el fruto de, en principio, de la paradójica situación del peronismo, que no ha superado aún la balcanización reflejada en el año 2003 en la ausencia de una oferta electoral unificada y representativa; un peronismo que se debate aún en una crisis que lo aletargó y lo transformó virtualmente en un cuerpo sin cabeza -sin “la idea”, que le reclemaba su fundador-, un robot disciplinario manejado desde la Casa Rosada a fuerza de órdenes y manejo caprichoso de la caja.
La paradoja del peronismo
Lo paradójico de este peronismo consiste en que , en la medida en que empieza a sacudirse el control de la caja K y su centralismo anacrónico, muestra una creciente vitalidad que hasta es capaz de atraer a su campo gravitatorio a fuerzas que tratan de asociarse a él aunque no dejan de observarlo con reticencia, con desconfianza por su vigor latente así como por las expresiones a menudo poco académicas que lo representan en las zonas más expuestas. Y no menos paradójico es que por momentos, a raíz de la perplejidad que todavía reina en el dividido peronismo, sean estos sectores los que por momentos prevalecen en esas asociaciones, imponiendo en el proceso, sobre la lógica política del peronismo, una lógica de cálculo electoral revestida de purismo y gestión e inspirada en el fondo por recelos y reservas sobre la naturaleza esquiva y quizás pecaminosa que siempre envuelve las luchas relacionadas con el poder.
Como resultado de este proceso inacabado de renovación, el llamado peronismo disidente parece haberse inhibido de pelearle a fondo el segundo cordón al bloque K, para apostar, en cambio, por una "polarización" que buscaría extraer recursos electorales de sectores no peronistas. Esta orientación lo conduce a pensar como competencia principal a la alianza panradical de Carrió, Margarita Stolbizer y Ricardo Alfonsín.
El éxito electoral de esa jugada es muy dudoso. En cuanto a la lógica política, ignora que no hay en juego solamente una superioridad numérica, sino, por encima de ella, la recuperación de un sistema político que le dé concordia, previsibilidad y gobernabilidad al país, para lo cual es indispensable la recuperación y renovación del peronismo.
En la práctica se va dibujando en el horizonte un amplio conglomerado productivo y social, objetivamente atado a una política de integración al mundo, en el que pueden verse al campo, a las multinacionales argentinas y a otros sectores de la burguesía nacional más competitiva, a crecientes sectores del movimiento obrero. Lo que todavía está ausente es la política que enlace a esos sectores y les de cobijo, protección, orientación, expresión ciudadana y popular y un camino para ejercer legítimamente el poder. La gran batalla política consiste en consolidar las fuerzas políticas para una nueva etapa. El radicalismo está trabajando en su reconstrucción o, si se quiere, en la reconexión de su diáspora. ¿Y el peronismo?
Un nuevo bloque, una nueva etapa
La pregunta es si un movimiento nacido en muy distintas circunstancias históricas puede sobrevivir sus condiciones originales, cambiar de piel y adaptarse a un mundo distinto. Si puede animar y articular (o articularse) en un bloque histórico diferente de aquél que expresó originalmente. Es decir, si puede jugar un papel significativo en las tareas que la comunidad.
El peronismo irrumpió a mediados de los años 40 en las condiciones del proceso de industrialización sustitutiva desarrollado a partir de la crisis del ‘30 y de la segunda guerra, como expresión de un bloque histórico que articulaba entonces al ejército, a la nueva clase obrera, a la incipiente burguesía industrial sustitutiva y a sectores populares del interior profundo. Y es evidente que la Argentina que vio nacer al peronismo e inclusola Argentina en la que el peronismo creció y se desarrolló han dejado de existir.
Las grandes fuerzas políticas, para subsistir, están obligados a hacerse cargo de los resultados de las transformaciones que protagonizan …y también de las que están determinadas por el movimiento de la época, de la tecnología y de losrelacionamientos mundiales.
Por definición, una idea que establezca la identidad de un movimiento en términos de un momento dado de su propia evolución y de la evolución de la Argentina fatalmente lleva a la conclusión de que, desaparecidas talescircunstancias, ese movimiento está muerto. Quizás por eso no escasean los analistas y sociólogos que aseveran que puede haber peronistas, pero en un sentido estricto ya no hay (ni puede haber) peronismo.
Un corolario patético de esa conclusión es el intento de reproducir anacrónicamente, y a contrapelo de la evolución, las condiciones originales. A veces esa postura, técnicamente reaccionaria, se viste de progresismo y puede pretender fabricar una burguesía nacional a fuerza de subsidios mientras califica como oligarquía a sectores capitalistas modernos y competitivos y desempolva conflictos y conceptos propios de la segunda guerra o de la guerra fría como si se trataran de la piedra filosofal.
El propio Perón se adelantó a cuestionar semejantes pretensiones. Para él la conducción no consistía en la repetición de fórmulas viejas ante circunstancias nuevas, sino en la creación, en la capacidad de comprender las tendencias centrales de la evolución y promover los cambios de comprensión y de organización indispensables para adaptarse creativamente a esa evolución y anticiparse a ella, tratando de no ser víctima pasiva, sino partícipe activo y socio de esa evolución en la tarea de darle equilibrio y justicia.
Hoy, en un mundo nuevo cuya tendencia clave es la integración económica, la Argentina cuenta con la presencia de sectores de una burguesía competitiva que constituyen eslabones necesarios para la integración de Argentina a un mundo dispuesto a comprar lo que el país produce con eficiencia. Esta nueva realidad se encuentra encorsetada por políticas y estructuras viejas, por un sistema hegemónico hipercentralista que succiona recursos de todas las provincias y ha provocado la rebelión de toda la Argentina interior; por una decisiones arbitrarias que alejan las inversiones y generan inseguridad y riesgo.
La agenda de la crisis
Resulta evidente que , en paralelo con el carril electoral (y convergiendo tarde o temprano con este) la sociedad busca soluciones a ese crítico desajuste, que la condena al estancamiento y la decadencia. Otras naciones encararon con éxito las tareas de la adaptación a una nueva etapa: España lo hizo apelando a partidos que prolongaban distintos momentos de su historia, algunas ligadas a la tradición de la República, otras, a la extensa etapa conducida por Francisco Franco. En China, el mismo partido que hizo la guerra y la revolución con la jefatura de Mao Tse Tung fue capaz de adaptarse espectacularmente a la conducción de una economía de mercado altamente globalizada.
¿Puede un nuevo peronismo (un peronismo renovado) jugar un papel de importancia en la reconstrucción del país y en su conexión con el proceso de integración mundial? Esa es la pregunta central que se plantea en el justicialismo a la hora del eclipse de la hegemonía kirchnerista.
En rigor, nada impide que el peronismo pueda jugar ese papel. Así como pudo articular el bloque histórico partero de la sociedad industrial de masas, está en condiciones de actuar protagónicamente en la nueva etapa, que reclama vinculación activa a la globalización (Perón diría: al continentalismo y el universalismo), federalismo, democratización y descentralización del Estado, en asociación con las clases más dinámicas de la Argentina agroindustrial y como nexo de contención y confianza con los sectores sociales más activos de las grandes urbes y los suburbios industriales, que constituyen su sustrato histórico. Quizás precisamente porque expresó la irrupción de la Argentina de la industria sustitutiva está en óptimas condiciones para afirmar hoy que una Argentina desarrollada debe apoyarse en la capacidad competitiva del sector agroalimentario y de los sectores industriales más competitivos y expansivos, como locomotoras de un crecimiento que integre y articule a las pequeñas y medianas empresas en cadenas de valor ligadas al mercado mundial.
La ausencia de un sistema político que le dé canales y expresión a esas fuerzas y esas necesidades está en la raíz de una crisis que precede y preside la agenda electoral y que ya empieza a converger con ella.

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Transversalidad y responsabilidad política. Por César Albrisi


(Nota aparecida en La Voz del Interior - Sábado 6/06/2009)


El tiempo admite un significado cualitativo, diferente de la simple sucesión cronológica. Como ejemplo, cinco años pueden parecernos triviales en el calendario, pero quizá reflejen una complejidad jeroglífica en el entramado de hechos políticos. Basta retroceder a marzo de 2004, cuando en la ciudad de Córdoba Luis Juez como intendente anfitrión recibía a Aníbal Ibarra –entonces jefe de gobierno porteño– y a los socialistas rosarinos Hermes Binner y Miguel Lifschitz. Los convocaba Néstor Kirchner, acercándose al primer año de su presidencia, ávido de acumular ese sustento de legitimidad que le negara Carlos Menem al retirarse del balotaje.
Desde entonces se acuñó el término “transversalidad”, neologismo vedado a los puristas del idioma. De hecho, la Real Academia Española sólo admite el adjetivo “transversal”, refiriéndose a aquello que atraviesa de un lado a otro; también, para deleite de los aficionados al doble sentido, define cualquier cosa que “se aparta o desvía de la dirección principal o recta”. Durante aquel marzo, este proyecto de ingeniería política tuvo su lanzamiento masivo en Parque Norte. Según las crónicas del momento, 10 mil invitados vivaron al presidente Kirchner. Felipe Solá, como escolta de ocasión, recibió esos mismos aplausos. En lugar de un ariete de fuerzas y figuras cohesionadas por alguna propuesta común, capaz de atravesar el espectro político, pudo lograrse poco más que un sistema en equilibrio inestable, completamente alejado de la geometría transversal. Una configuración radial de poder: Néstor Kirchner como centro gravitatorio y, a su alrededor, un conjunto de etiquetas ambiguas que, a impulsos, se atraen y se repelen. Denominaciones elusivas, como “progresismo”, “peronismo periférico”, “setentismo”, jugaron alternativamente en este modelo, digno de una revisión total de las leyes de la física newtoniana. Constelaciones piqueteras (D’Elía, Tumini, Ceballos), industriales (De Mendiguren, Massuh), banqueras (Heller), intelectuales (Bonasso, Verbitsky, Barbaro, Bielsa), gremiales (Moyano, Basteiro, Alicia Castro), radicales (Cobos, Katz, Saiz, Brizuela del Moral, Colombi, Zamora, Posse) orbitaron impelidos por una críptica “fuerza K”. Dentro de esta astronomía transversal se reserva un espacio memorable para la nomenclatura cordobesa: Schiaretti, Giacomino, Merchán, Jaime, Rins, Madonna, entre otras estrellas efímeras. Gobernadores, legisladores, intendentes, funcionarios dóciles y complacientes, son responsables directos de las graves consecuencias institucionales del experimento kirchnerista. En cambio, desde la propuesta del peronismo federal de Alberto y Adolfo Rodríguez Saá, quienes estamos convencidos de que es posible mantener la convivencia republicana sin abandonar las propias banderas, jamás caímos en la delirante seducción de la transversalidad. © La Voz del Interior


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