martes, 26 de abril de 2011

Argentina: país pobre, país rico. Por Eduardo Amadeo

La Argentina que conocimos quienes tenemos más de 50 años, ya no existe más. Era un país en el que la vida era un proceso virtuoso por el que aún los hijos de los más pobres podían iniciar el proceso de movilidad social a través de la escuela pública y llegar así a imaginar y construir un proyecto de vida. A fines de los ‘70 se inició un proceso de empobrecimiento sistemático, que se fue concentrando en los más pobres. Cada inflación y cada ajuste consolidaron la decadencia y el trabajo informal que se instaló en el corazón de la exclusión.

Lo que siguió fue un proceso circular que erigió el muro de los dos países en los que poco a poco se convirtió nuestra Argentina. Los pobres son los primeros en perder un trabajo y los últimos en recuperarlo, sobre todo si su historia educativa y laboral es pobre. Por eso, cada crisis económica los sumergió más.
La degradación de la escuela pública también se concentró en ellos : inestabilidad en los salarios de los trabajadores, inequidad en la inversión en las escuelas de zonas pobres, caída en las calificaciones de los docentes y en su vocación por retener a sus alumnos. La degradación del ámbito urbano redujo las aspiraciones de los jóvenes a tener mejores horizontes y los convirtió en las principales víctimas de la exclusión.
Los hogares pobres se volvieron más vulnerables al aumentar en ellos la jefatura femenina, con madres discriminadas en el mercado de trabajo y con cada vez menos tiempo para ocuparse de sus hijos. Un sistema de transporte urbano corrupto y degradado ayudó a la debilidad de esos hogares al imponerles largos tiempos de viaje.
Una pandemia de embarazo adolescente (que triplica los porcentajes de los no pobres) se ha convertido en un factor terrible de reproducción de la pobreza . Investigaciones hechas en los Estados Unidos demuestran que el stress generado por la violencia y la inestabilidad en el hogar induce la secreción de hormonas que reducen el desarrollo cerebral y la educabilidad.
Así es uno de los países de la Argentina, dónde viven 4 millones de personas que apenas juntan lo necesario para comer, y otras 6 millones más en un permanente estado de vulnerabilidad.
10 millones de personas a quienes las une la imposibilidad de elegir los caminos de sus proyectos de vida.
Las diferencias entre los dos países son brutales: según la Universidad Católica Argentina, en el 10% de los hogares más ricos registran una calidad de la oferta educativa 4 veces mejor que la de sus pares en el 10% de los hogares más pobres. Sólo el 30% de los niños pobres asiste al Jardín de Infantes, mientras que el 90% de los no pobres lo hace.
El 25% de los pobres repite el primario, contra sólo el 5% de los no pobres y el 30% de los pobres abandona el secundario, contra un 6% de los no pobres. Y obviamente, estas cifras tendrán su correlato en los niveles de desempleo, mientras que el desempleo entre los jóvenes pobres es del 34%, en los no pobres está en el 5%. Desde allí sus vidas van divergiendo y tal vez se reencuentren en la violencia.
Todas estas cuestiones se relacionan entre sí para consolidar ese “otro país”, que además sufre la discriminación, el rechazo y la dificultad para tener una voz que lo inserte sistemáticamente en la vida social y política.
Cuando la CGT habla de salarios lo hace sólo por los trabajadores formales; cuando pide salud, se refiere a las “obras sociales”, no al “hospital público”.
Resolver esta situación es uno de los desafíos mayores de la democracia y del próximo gobierno: después de 8 años de crecimiento record, es obvio que con el crecimiento no alcanza .
La primera condición será asumir el problema en toda su profundidad y complejidad.
Mentir la inflación es una muestra de exactamente lo contrario , así como lo son la lenidad en resolver el problema del transporte urbano, el gas en garrafas, el acceso a la Justicia para los pobres, el trabajo en negro y la inundación de droga que quita aún más futuro a los jóvenes excluidos.
La segunda condición es acordar un programa a diez años, con objetivos y metas que puedan monitorearse, y que incluya el compromiso de crecimiento sostenido y sin inflación, un programa transparente de asignaciones y una reforma educativa a fondo. Y el compromiso explícito de considerar el impacto sobre los pobres de todas las decisiones de Gobierno: una opción preferencial por ellos.
Todo ello deberá concretarse en un “Contrato Social”, firmado por los partidos políticos, e instrumentado en leyes y mecanismos de control periódicos. Así se construyó el Estado de Bienestar Europeo, así fueron las políticas sociales exitosas en América Latina. Así debe ser en Argentina para romper el muro entre los dos países.
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domingo, 24 de abril de 2011

Los riesgos de querer juntar a toda la oposición. Por Vicente Palermo

El imperativo coalicional argumenta que la oposición tiene la obligación patriótica de unirse de cara a los próximos comicios, y que no hacerlo es incurrir en el juego chico, mostrar falta de visión y de grandeza, delante de una opinión pública que mira tanta mezquindad sin comprender. Así, quien flamea esta bandera tiende a quedar como un estadista, mientras descarga los costos de la operación en los imputados de cortedad de miras.
Creo que sobran los motivos para rechazar al imperativo coalicional como la supuesta llave maestra de las próximas elecciones.

En primer lugar, los costos de una coalición de ese tipo son más seguros que sus hipotéticos beneficios. Un amontonamiento precipitado de la oposición, aunque sea llevado a cabo bajo la invocación de un acuerdo programático, dejará al kirchnerismo en la mejor posición para acusar a todos de haber formado una nueva Unión Democrática, adoptando el papel de víctima. Pero lo que es peor, s e podría realizar la pesadilla de una polarización política, que entre nosotros siempre parece estar a la vuelta de la esquina.
En el ambiente enrarecido de esta polarización, la gran coalición podría perfectamente ser derrotada por el oficialismo. Pero, con triunfo o derrota, evitar la polarización sí que debería ser un imperativo.
Segundo, a mi entender no es para nada claro que la opinión pública no kirchnerista esté pidiendo a gritos una coalición de este tipo.
Y aun en el caso de que lo pidiera, los políticos responsables deben decidir en base a su responsabilidad, y no al sabor de las cambiantes preferencias de los electores. Como sea, lo que esa franja de la opinión pública anhela en común es muy genérico -menos corrupción, más seguridad, moneda sana, empleo, etc.- y una coalición que quisiera gobernar en base a estos objetivos tan vagos se enredaría en los cordones de sus zapatos a la hora de tomar decisiones de política pública . La opinión pública no tiene la obligación de considerar este problema, pero los políticos tienen la obligación de no ignorarlo. Ya hay una mala experiencia, la de los ‘90, de la que es indispensable aprender.
En tercer lugar, no es nada obvio que sea mejor ganar de esta manera que perder por el camino alternativo.
Ganar por vía de una gran coalición colocaría problemas de gobernabilidad complicados de resolver. Uno de ellos ya lo he señalado: será muy difícil formular e implementar políticas consistentes. Pero el otro no es menos relevante: una probable deserción dejaría severamente averiado el barco del gobierno. Nuestro régimen no es parlamentario; un primer ministro puede optar por gobernar en minoría (si no hay un voto de desconfianza) o disolver el parlamento llamando a nuevas elecciones, pero la rigidez del presidencialismo hace de las mayorías parlamentarias una condición de gobierno. Perder tras haberse abstenido de embarcar en una gran coalición, tiene sus ventajas, sobre todo si se ha mantenido durante la campaña electoral una posición coherente .
Una de las ventajas es que le explotaría al actual gobierno la bomba de tiempo que, sabiéndolo o no, se ha dedicado a montar. Sobre todo en la economía, pero también en la política del mundo kircherista, se puede escuchar el ominoso tictac de un explosivo que será un desafío mayor a la gobernabilidad cualquiera sea el triunfador de octubre.
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“No vamos a construir a la gente como se nos antoja a nosotros" Reportaje a José Mujica

El presidente de Uruguay, José, Pepe, Mujica (76 años), recibe a EL PAÍS en uno de los momentos más delicados de sus 13 meses de mandato. El Senado, gracias al voto de su grupo, el Frente Amplio, va a dejar sin efecto la Ley de Caducidad, vigente desde 1986, que ha permitido hasta el momento no juzgar a los militares acusados de cometer atroces delitos durante la dictadura de 1973 a 1985. Es conocido que Mujica, ex dirigente tupamaro, que fue brutalmente torturado y que pasó casi 15 años preso, no ha querido impulsar personalmente esa iniciativa y que intenta mantener su presidencia al margen de la polémica.
No es el único exguerrillero que no quería que se derogara la ley de amnistía. Otro dirigente histórico, el senador Eleuterio Fernández Huidobro, votó, por disciplina partidaria, con su grupo y a favor de reabrir los procesos, pero inmediatamente dimitió. Al acabar esta entrevista, el presidente Mujica fue a visitar a su viejo amigo para darle un fuerte abrazo en público.


Al día siguiente, temprano por la mañana, en la pequeña chacra en la que el presidente vive con su esposa desde hace más de 20 años, en condiciones realmente muy modestas (unos 45 metros cuadrados construidos), nos explica su gesto: "Los partidos son importantes, con todos sus defectos; sin ellos no se puede avanzar. Por eso hay que defenderlos y votar con disciplina. Aunque luego, por coherencia personal, este viejo compañero prefiriera presentar su dimisión". A su lado, su compañera, la senadora y también exguerrillera, igualmente presa y torturada, Lucía Topolanski (67 años) asiente y arregla trabajosamente en la mesa de la cocina la ropa recién descolgada de la cuerda.
Pregunta. Uruguay ha venido soslayando el problema de si juzgar o no a los militares, al contrario de lo que decidió Argentina.
Respuesta. No creo que sea así. En Uruguay hubo dos plebiscitos sobre el tema. De hecho, no creo que ningún otro país se haya tomado tanto trabajo para resolver esa cuestión. Lo que sucede es que, en los dos plebiscitos, el voto fue contrario a la derogación de la Ley de Caducidad. Lo cual no es equivalente a que la gente haya avalado lo que ocurrió en la dictadura. En el primer plebiscito (1989), la herida estaba demasiado fresca, había temor y racionalmente mucha gente prefirió intentar mirar hacia delante. En el segundo plebiscito (2010) había pasado mucho tiempo y había muchísima gente joven para la que este no era un tema central. Insisto en que eso no quiere decir que se avalaran las decisiones de la dictadura ni nada por el estilo. Eso sería injusto con la sensibilidad de mi pueblo. Pero creo que una parte de la ciudadanía estaba harta de la discusión.
P. ¿Qué ha pasado ahora para que su partido vote en contra de lo decidido en los dos referendos? R. Hay una parte del pueblo que sufrió más, y sobre todo están sus familiares, que no encuentran consuelo con algunas cosas que pasaron en Uruguay y que no se han ventilado desde el punto de vista jurídico. Uruguay no se diferencia en eso de cualquier otro país. Me he enterado de que en España andan removiendo cementerios. Hay heridas viejas que desgraciadamente permanecen en alguna gente que integra nuestras sociedades. No les pasa a todos, pero hay gente que tiene ese reclamo.
P. Existe además una decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que falló en febrero que el Estado uruguayo debía modificar esa ley, en una demanda relacionada con el caso Gelman, la nieta del poeta, desaparecida en 1976 y recuperada en 2000.
R. En efecto, estamos condenados desde el punto de vista internacional por mantener esa ley. No es un problema sencillo. Hay caras valiosas desde los dos puntos de vista. Es un dilema entre las decisiones que tomó nuestro pueblo y la decisión del Parlamento, que aparece como enmendando el resultado de los plebiscitos. ¿Por qué lo hace? A una parte del Parlamento le parece que lo tiene que hacer.
P. Parece que usted, como presidente, quiere mantenerse al margen de este tema.
R. El Ejecutivo rehuyó meterse en esta discusión, porque somos presidentes de la nación. De los que nos votaron y de los que no nos votaron. Dijimos desde el primer momento que queríamos construir, en todo lo que se pudiera, unidad nacional. Tuvimos bastante éxito y la oposición está participando como hacía años que no lo hacía. En realidad, nos hace un favor, porque nadie nos va a controlar mejor que la oposición. En fin, esta discusión no le hace bien a la unidad nacional, y por eso le pedimos al partido que dejara deliberadamente fuera al Gobierno.
P. Pero es muy difícil que se mantenga al margen. Como presidente, tiene usted la facultad de vetar las leyes.
R. Sí. Es verdad que no logramos sacar al Gobierno del asunto. Nos dicen que por qué no vetamos. Nos presionan para vetar. Pero nosotros ya habíamos declarado, cuando asumimos, que éramos contrarios al ejercicio del veto presidencial.
P. Su antecesor, Tabaré Vázquez, vetó la ley que despenalizaba el aborto.
R. Sí, pero yo aclaré que no iba a aplicar el veto en mi mandato. Creo que el Parlamento tiene una enormidad de defectos, también una virtud trascendente. Es la cosa más representativa que tiene un país y por eso creo que el Ejecutivo no debe enmendarle la plana. Lo debe respetar, le guste o no.
P. Ha habido mucho nerviosismo entre los militares retirados que afirman que mantuvieron conversaciones con usted en los años noventa para dejar solucionado este asunto.
R. A lo largo de estos años hemos conversado muchas veces con los militares y tendremos que seguir conversando otras tantas. Yo le doy mucha importancia al factor militar. No son el motor de la historia, pero suelen ser la puerta que se abre y que se cierra. Una democracia republicana debe cultivar la fidelidad de sus fuerzas armadas. Nunca se va a tener la fidelidad de aquellos a los que uno desprecia. Esta es la paradoja. Esta herida que traemos del pasado hace que, subjetivamente, mucha gente de este país esté inculpando a los militares de hoy por los que lo eran ayer. Y esto es un error que cometemos para con el futuro.
P. Si todo hubiera dependido de una decisión estrictamente suya, ¿qué habría pasado?
R. Como persona, no soy adicto a vivir mirando para atrás, porque la vida siempre es porvenir y todos los días amanece. Pero esa es mi manera de ser. No se la puedo imponer a mis conciudadanos.
P. Hablemos de otro tema. ¿Cree usted que existe una izquierda latinoamericana democrática, que ha dado nuevas esperanzas a un importante sector de la población?
R. Parecería que la izquierda que queda en el mundo se refugia en América del Sur. Pero no. La izquierda es vieja como el hombre. También la derecha. El hombre tiene una cara conservadora y tiene una de cambio; es parte de la condición humana. El hombre va a vivir con esa contradicción. La cara conservadora, que tiene sus razones muy serias, porque no se puede vivir cambiando todos los días, cuando se hace crónica y cerrilmente cerrada, deja de ser conservadora y se hace reaccionaria. La cara de izquierda, cuando es tremendamente radical, se hace infantil. El partido lo resuelven quienes están en el centro, que son la mayoría.
P. Para arrastrar a ese centro, ¿ha tenido que atemperar sus propias ideas?
R. Hay que aprender del centro también. Cuando éramos jóvenes, lo veíamos lleno de pequeños burgueses. Cuando lo miramos ahora, con la perspectiva del tiempo, lo vemos como una expresión del amor a las cosas pequeñas de la vida, que al final son muy importantes. Precisamos ese centro. Si vamos tan apurados que lo perdemos, quedamos solos.
P. ¿El primero que vio claro eso fue Lula?
R. Sí. Es probable que, de la gente moderna, haya sido Lula el primero. A Lula lo criticaron mucho desde la izquierda por ser demasiado conservador. Sin embargo, logró imprimirle a Brasil cambios muy importantes. También ha dejado una serie de interrogantes. De caminar uno por la izquierda, se aprende una lección: con la gente no se hace lo que uno quiere. A la gente hay que tratar de ayudarla y, hasta donde se pueda, conducir los fenómenos que ayudan hacia el porvenir. Pero nunca hay que creer que vamos a construir a la gente como se nos antoja a nosotros.
P. ¿Siente usted que le critican por demasiado moderado, como a Lula?
R. Sí, eso va a estar ahí, inevitablemente. Lo que sucede es que nosotros queremos repartir mucho, por eso vamos despacio. A nosotros, filosóficamente, no nos gusta el capitalismo, ni por asomo. Desde ese punto de vista, tenemos una concepción socialista del hombre. Pero pienso que no es posible construir el socialismo con sociedades de semianalfabetos. El capitalismo tiene que cumplir un ciclo importante, multiplicar los medios, multiplicar el conocimiento y la cultura y va a terminar siendo sepulturero de sí mismo, porque también nos va a hartar con sus despropósitos y con la cantidad de injusticias que comete.
P. Por eso aconseja usted ir despacio.
R. Estoy apurado por tener buenas universidades, sueño con multiplicar la riqueza, lo que no es equivalente a multiplicar la igualdad. Va a seguir habiendo injusticia, porque el capitalismo no es justo, es explotador y crea diferencia, pero tiene una energía formidable. Hay dos fuerzas que están en la cabeza humana, el egoísmo y la solidaridad. La afirmación del individuo y la afirmación de lo colectivo. Solamente la cultura puede hacer primar la solidaridad. Pero nos falta, está verde, y corremos riesgo de caernos en un pozo.
P. ¿Y mientras tanto?
R. Los hechos demostraron que es posible instrumentar cambios que podrán considerarse relativos, pero que son cambios a favor de lo que siempre considerábamos, desde el punto de vista de la izquierda, que era una deuda. Nosotros no hemos hecho ningún Gobierno revolucionario en estos años. Sí hemos disminuido muchísimo la pobreza y la indigencia, hemos mejorado considerablemente el acceso a la salud pública, el aporte a la enseñanza, hemos gastado mucha plata en cuestiones sociales.
P. ¿Esos avances son solo posibles con Gobiernos de izquierda?
R. En última instancia, y aunque resulte esquemático, los Gobiernos progresistas de izquierda tienden a favorecer a los sectores más amplios y de menos recursos. Pueden tener muchos defectos, pero tienden a repartir. Los Gobiernos conservadores tienden a concentrar más. Esa es la diferencia. Es posible que a Lula le hagan muchas críticas, pero lo cierto es que 40 o 50 millones de brasileros dejaron de ser pobres crónicos y hoy componen eso que podemos llamar "pequeña clase media". Para el que come todos los días le podrá parecer demasiado poco, pero para el que ha pasado hambre es bastante.
P. ¿Cree usted que en su periodo de 13 meses en la presidencia se ha acelerado ese reparto?
R. Nosotros le dimos continuidad a ciertas políticas que venían del Gobierno anterior, que era del mismo signo, y hemos tenido algunos resultados. Por ejemplo, la mortalidad infantil bajó dos puntos; la desocupación en el Uruguay, que era un flagelo, esta ahora en un 5,5% o un 6%. Hemos disminuido notablemente la cantidad de indigentes, nos quedan 35.000 y los vamos a ubicar, uno por uno. Hemos disminuido bastante la pobreza. ¿Es suficiente? No, no es suficiente; por ejemplo, tenemos problemas de seguridad más graves que antes.
P. ¿Por qué ha aumentado tanto la delincuencia juvenil?
R. Estamos pagando la consecuencia de cosas que pasaron en el año 2000. Una gravísima crisis que afectó al tejido social de nuestra sociedad. Estamos cosechando el fruto amargo de aquellos años de crisis y tenemos que remontar esta situación. El problema juvenil es para nosotros una de las prioridades más importantes. Una franja de chicos que no se ven motivados para trabajar ni estudiar.
P. ¿Eso cómo se arregla?
R. Tenemos que dar respuestas sociales, no las hemos encontrado y, como todo el mundo, le estamos achacando falencias a la enseñanza. Va a tener que haber grandes cambios. Se me ocurre que la enseñanza en el futuro va a tener que ser muy distinta. Tenemos que enseñarles a los muchachos a levantarse cuando fracasan. El conocimiento esta allí, lo van a encontrar si lo buscan, pero necesitan las cuestiones básicas para la vida, a las que les damos muy poco tiempo.
P. En su país hay una polémica muy fuerte a propósito de la posibilidad de bajar la edad de imputabilidad.
R. No arregla nada porque no conozco ningún delincuente, sobre todo joven, que cuando va a delinquir piense en lo que le puede pasar. En general pertenecen a familias fracasadas. Que hagan lo que quieran, que bajen la edad, que la suban, el problema está en otro lado.
P. Volviendo a América Latina, ¿cuáles son los mayores interrogantes en este momento?
R. Creo que Brasil tiene una enorme responsabilidad respecto al futuro de América Latina. Puede acometer dos caminos: tratar de colonizarnos, aunque sería un error, porque ya no es la época de Inglaterra, o tratar de asociarnos y juntarnos. ¿Qué hacemos los latinoamericanos divididos en un montón de repúblicas? La sintonía de Brasil con la Argentina es clave para que este fenómeno pueda cristalizar. No es fácil y podemos fracasar, porque siempre están los intereses cortitos y el patriotismo. Nosotros, los uruguayos, somos muy claros en este discurso, levantamos esta bandera de unión y asociación.
P. ¿Qué le parece Ollanta Humala y su posible victoria en Perú?
R. Es un país muy importante, grande y con muchas reservas. No conozco a Ollanta Humala en profundidad, pero creo que debe de haber aprendido mucho en estos años, porque los hombres aprendemos mucho más de las derrotas que de los triunfos.
P. ¿Comparte la teoría de que existen dos polos en América Latina, uno que sería representado por Brasil y otro que representaría Venezuela?
R. No. Nosotros estamos luchando porque Venezuela entre en el Mercosur. La antinomia que puede haber con Hugo Chávez es de patas cortas porque se olvida de que los Gobiernos pasan y los pueblos quedan. Y Venezuela es un gran país, estratégico. Quiero ver qué hace Europa el día que Rusia vaya a golpear en la puerta y quiera entrar.
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Soldado que huye ¿sirve para otra guerra? Por Jorge Raventos




Dentro de apenas 50 días expira el plazo para que los partidos políticos que quieran constituir alianzas o confederaciones con vistas al comicio de octubre las inscriban en la Justicia Electoral. Diez días más tarde vencen los tiempos para inscribir precandidatos. La duda que sigue mortificando a los sectores más prudentes de las corrientes opositoras reside en si en ese breve período alcanzarán a dar frutos los esfuerzos de convergencia que se siguen intentando a través de las porosas fronteras partidarias.
Motivos para la preocupación no faltan. Los obstáculos que se presentan a la idea de una confluencia son de distinto orden, desde la chapucería al egoísmo partidario, pero tampoco conviene ignorar el hecho de que algunos de los potenciales participantes en esa operación de diálogo y búsqueda de coincidencias se han expresado abiertamente en contra. Tal es el caso de Elisa Carrió, que no sólo adelantó que su fuerza no hará ningún esfuerzo aliancista, sino que se encargó esta semana de bombardear con declaraciones fuertes los puentes que se tienden a los entendimientos. Que Ricardo Alfonsín expresara, por caso, que si llega a la presidencia convocará como ministro de Economía a Alfonso Prat Gay, no fue considerado por Carrió un gesto amigable, sino “vergonzoso”, como le hizo declarar a uno de sus leales del distrito bonaerense.





Más vale perder solos
Desde el campo académico también han aparecido voces que coinciden en advertir contra los acuerdos. El politólogo Vicente Palermo, por ejemplo, se opuso esta semana en Clarín a “un amontonamiento precipitado de la oposición, aunque sea llevado a cabo bajo la invocación de un acuerdo programático” y señaló que “los costos de una coalición de ese tipo son más seguros que sus hipotéticos beneficios”.
En cuanto a esos costos, Palermo enumera varios: uno, la inconveniencia de una polarización política (“evitar la polarización sí que debería ser un imperativo”, plantea). También anota que la coalición opositora podría perder y que, si le tocara gobernar, tendría dificultades para hacerlo por su heterogeneidad.
La conclusión del planteo parece obvia, pero el politólogo Palermo la explicita con mayor transparencia que los políticos que, franca u oblicuamente, juegan ese juego: “Perder tras haberse abstenido de embarcar en una gran coalición, tiene sus ventajas, sobre todo si se ha mantenido durante la campaña electoral una posición coherente”. En efecto, hay pocas dudas de que la ausencia de una coalición de alternativa es un camino de derrota. La ventaja aludida por Palermo es, si se quiere, una variante del viejo tema “soldado que huye sirve para otra guerra”. En este caso, esa situación se plantearía porque “le explotaría al actual gobierno la bomba de tiempo que, sabiéndolo o no, se ha dedicado a montar”.
Lo cierto es que desde 2008 –con el proceso suscitado por la resolución 125- el conflicto (y, si se quiere, una polarización determinada por el comportamiento del gobierno) está claramente sobre el tapete y se expresó electoralmente en los comicios de 2009. Más allá de algunos cambios formales y del hecho innegable de que la muerte de Kirchner benefició en estos últimos meses la relación entre el gobierno y la opinión pública, en términos políticos el gobierno está adelantando ya con medidas y gestos su decisión de “profundizar el modelo”, es decir de apretar la soga sobre aquellos a los que define como adversarios-enemigos.
Techint y más allá
La ofensiva sobre Techint no implica la mera maniobra de acomodar a algunos muchachos de la juventud “camporista” en un directorio. Basta oir los argumentos de los ideólogos que la fundamentan. Horacio Verbitsky escribió en Página 12, por ejemplo, que “el decreto 441 responde al legítimo propósito de defender los intereses de los representados por la ANSES “ . Para él, “una virtud de la decisión es el sinceramiento de posiciones, entre las empresas que rehúsan toda fiscalización y el Estado que la reivindica como un derecho y un deber”. La afirmación implícita es que el Estado no tiene suficientes instrumentos de control con los que le proporciona la ley (desde la inspección de sociedades a la AFIP) y que sólo puede ejercer la fiscalización ocupando posiciones en los directorios de las empresas.
No es raro, pues, que en Techint, que ha sufrido en carne propia la experiencia del chavismo (el gobierno venezolano expropió la Siderurgia del Orinoco, enorme acería que la empresa argentina desarrollaba en aquel país), se sospeche que aquí se están dando los primeros pasos de un proceso análogo.
El camporista Axel Kicilof, elegido por la señora de Kirchner para ocupar un lugar en el directorio de Techint en representación de ANSES adelantó algunas ideas intervencionistas; le confió al periodista Víctor Hugo Morales que el gobierno quiere que la siderúrgica provea chapa a precios diferenciales (menores) a la industria automotriz y que no se expanda al exterior, sino “que invierta aquí”. No se entiende qué ganarán los jubilados a los que Kicilof presuntamente representaría en ese directorio si la empresa en la que ANSES tiene acciones vende más barata su chapa de acero a las multinacionales del automóvil. En cuanto a la expansión externa, vale comparar con la conducta del exitoso Brasil, que estimula las operaciones de sus empresas en el exterior y las financia, no las cuestiona ni las reprime.
No todo es racional
Para quienes padecen en primera línea la ofensiva oficialista y para quienes sufren las consecuencias de sus políticas, la perspectiva de reservarse para un conflicto posterior (después de que al gobierno “le estalle la bomba”) probablemente no suene demasiado prometedora.
Más allá de que los tiempos y las posibilidades permitan alguna coincidencia que se manifieste en términos electorales, lo que resulta claro es que si “la bomba montada por el gobierno” (tanto en lo económico como en lo político) va a estallar sería positivo que las fuerzas que se postulan como alternativa comenzaran a conversar en búsqueda de acuerdos para garantizar gobernabilidad (o gobierno) cuando esa dramática situación se produzca (o para evitar que ocurra, si las coincidencias alcanzaran suficiente envergadura operativa).
La negativa al diálogo y a la búsqueda de consensos es un desafío a la racionalidad. Debe admitirse, con todo, que los seres humanos a menudo actúan guiados por motivaciones distintas a la pura razón. El académico sueco Göran Therborn cita en uno de sus últimos libros un revelador juego de economía experimental: “Se les asigna a dos personas una suma de dinero, digamos 100 dólares. A uno de ellos se le da el poder de proponer cómo ambos compartirán ese dinero. La otra persona puede aceptar o rechazar ese acuerdo, pero si lo rechaza, los dos se quedan sin nada. Para sorpresa de los investigadores, la mayoría tiende a rehusar ofertas que estén por debajo de 40/60 por considerarlas injustas y humillantes, aún sabiendo que si las aceptan pueden asegurarse, digamos, 10, 20 o 30 dólares y que de lo contrario no obtendrán nada”.
Los trapicheos entre los dirigentes de la oposición argentina evocan ese experimento.
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Vargas Llosa, la Feria del Libro y los "progres" argentinos. Por Daniel V. González



Finalmente Mario Vargas Llosa pasó por la feria del libro y lo hizo con un discurso y una entrevista brillantes y llenos de matices para los que gustamos de su literatura y también disfrutamos al verlo defender sus ideas políticas.
Se permitió el homenaje a Borges y Cortázar, el humor, el relato gesticulado y incluso la suave e inteligente ironía para con el gobierno nacional. Sus relatos, instigados en un diálogo posterior a la conferencia, por Jorge Fernández Díaz, acerca del origen de algunas de sus obras más importantes, alcanzaron momentos gloriosos. En especial, cuando nos contó acerca de Pedro Camacho, el escribidor que compartió libro con la Tía Julia. Fue un placer verlo, escucharlo y leerlo.



Muy importante fue que finalmente el gobierno ordenó frenar todos los escraches que se estaban organizando, con la única y sintomática excepción del pensador Aníbal Fernández, que logró publicar un libro justo antes que comenzara la Feria lo cual parece haberle otorgado la valentía como para polemizar, ya entre colegas, con el escritor peruano y con el filósofo Fernando Savater. En esta etapa de su vida, todos sabemos, Aníbal siente encarnar a Jauretche. Y carece de amigos que tengan la valentía de sugerirle lo confundido que está.
Pasado el discurso y la ceremonia oficial de la Feria, los intelectuales kirchneristas, con la sangre en el ojo tras haber sido reconvenidos por la presidenta, que tuvo el buen tino de evitar el veto que había propuesto el titular de la Biblioteca Nacional, destilaron su disconformidad, objeciones y críticas. Resulta interesante repasarlas.
La nota de Horacio González en Página 12 es bastante reveladora de un hecho incuestionable: al progresismo argentino le cuesta encontrar algún costado fácil sobre el cual descargar su crítica a Vargas Llosa. El peruano se les planta como un liberal consecuente y sin fisuras, alguien que combate las dictaduras de derecha tanto como las de izquierda, que defiende la democracia, que está a favor del aborto y de la libre circulación de drogas. Y para colmo es un escritor brillante y un intelectual agudo, ilustrado y valiente.
Ya la noche anterior, en el programa A dos voces, en TN, González había intentado desmerecer a Vargas Llosa comparándolo con Borges, exhumado del Index peronista por un rato, al sólo efecto de embromar a Don Mario. “Borges fue muy superior a Vargas Llosa”, se animó a decir, como si fuera pertinente un cotejo entre dos artistas (¿Era mejor Monet que Renoir? ¿Messi que Maradona?). En punto a literatura, puede decirse que Vargas Llosa seguramente es incapaz de escribir algún cuento de infinitos, laberintos o cuchilleros con la maestría que lo hizo Borges pero éste tampoco podría lograr ninguna novela de las que nos va dejando el escritor peruano.
De esta comparación impropia entre ambas producciones literarias, González se ve obligado a deducir –después de todo es uno de los principales pensadores kirchneristas; es su trabajo- que “eso demuestra la decadencia” del Nobel como premio literario. Es decir, para González Vargas Llosa no merecía el premio y, si lo obtuvo, no es un mérito suyo como escritor sino una simple expresión de decadencia del lauro. Probablemente, en próximas ediciones, Horacio González se atreva –en TN no lo hizo- a sugerir nombres alternativos, como José Pablo Feinmann o Juan Gelman cuya literatura podrá ver con mejores ojos a la luz de sus ideas políticas progresistas que exhiben esos autores.
En realidad, Vargas Llosa no molesta por su literatura (aunque ésta, de paso, reciba críticas o indiferencia) sino por sus opiniones políticas que, además, el peruano tiene la mala costumbre de plasmar en papel casi todas las semanas. Y en este sentido, tampoco puede ser comparado con Borges, que era un literato puro que apenas si disfrutaba, de tanto en tanto, de tirar alguna estocada de dura ironía contra el poder y, muy especialmente, contra el peronismo. Por eso, hasta esta reivindicación que hace ahora González, el peronismo prefería al autor de El Aleph en algún lugar del Mercado Central.
En punto a su vocación, atención, estudio, seguimiento y participación en la política, lo de Vargas Llosa no puede ser comparado con Borges pues el escritor peruano incluso participó de una elección presidencial, como candidato de un movimiento formado por él mismo que fue a balotaje y finalmente perdió con Fujimori.
Efectivamente, lo que molesta de Vargas Llosa son sus opiniones políticas y, aunque sus críticos se confiesen grandes lectores de su obra, en realidad desdeñan su literatura porque Vargas Llosa es un liberal. Y el progresismo argentino maneja un canon literario similar al de la Casa de las Américas, con apologías y rechazos fundados en la distancia que los autores deparen de las ideas socialistas, de Cuba y, ahora, del populismo.
Pero aún así, Vargas Llosa se les torna escurridizo y esquivo; difícil de atacar. En efecto, su literatura, sus escenarios, sus fantasías, los personajes, su enfoque, las preferencias que pueden extraerse de los textos, la temática elegida, nada de ello deja fisuras para un fácil ataque “progre” a un presunto ogro reaccionario.
Desde Conversación en la Catedral hasta La fiesta del chivo, el escritor ha descrito de modo punzante y sin concesiones las dictaduras latinoamericanas. El novelista y el ensayista no son Jekyll y Hyde sino uno y único que usa el filo y el contrafilo según convenga. Para padecimiento de sus detractores, su reciente novela, El sueño del celta es una formidable denuncia de los abusos y crueldades del colonialismo inglés y francés en las plantaciones de caucho.
El ataque de Horacio González también recayó en el hecho de que “la marca Vargas Llosa” sería representante del “mercado mundial de las novelas”. Una objeción curiosa pero, como todo lo que expresa HG, confusa.
(González tiene la costumbre de hablar y escribir de un modo críptico, con ideas expresadas a medias, que las tira como salpicando, sin mirar a los ojos, sin desarrollarlas a fondo. Esta forma expresiva induce a pensar que quien la utiliza carece de la convicción o el valor para llevarlas hasta el final o bien que se expresa de un modo confuso y cerrado para escamotear un debate que de otro modo le resultaría desventajoso.)
Pero volvamos a eso de que Vargas Llosa forma parte del “mercado mundial de la novela”. ¿Qué quiere decir esto exactamente? ¿Que el escritor laureado es una suerte de invento del mercado, un escribidor sin talento que ha contado con los favores de una publicidad que lo ha instalado inmerecidamente en un sitial que le queda grande? ¿Qué sus novelas son “comerciales”, esto es de baja calidad literaria, nutridas de golpes bajos e impregnadas de los tics que demanda un mercado de lectores descuidados y poco exigentes? No lo sabemos porque González no lo aclara. Según su estilo, tira la frase y deja allí la insinuación picando, en forma insidiosa y sibilina, sin animarse a profundizar la idea.
Complicado para atacar a Vargas Llosa en tanto su ideario liberal muchas veces lo deja a la derecha, González prefiere abordarlo por el lado moral. Entonces lo compara con Raúl Scalabrini Ortiz, que no era literato sino un pensador agudo pero que apenas se asomó más allá del tema de su preferencia casi exclusiva: los ferrocarriles argentinos. González contrasta la luz que irradia Vargas Llosa, el boato que lo rodea, su éxito, su condición de figura mundial de las letras y el ensayo, con la modestia y los padecimientos de Scalabrini, cuya devoción por el destino nacional argentino nadie puede discutir; una suerte de chantaje moral claramente demagógico.
También le reprocha al escritor peruano que el protocolo lo haya llevado a reunirse con Mauricio Macri, a quien supone tosco e iletrado. Como HG es afecto a los juegos de palabras, fuerza uno que resulta absolutamente insustancial: le señala a Vargas Llosa su preferencia por el “bovarysmo” (por Madame Bovary, el personaje de Flaubert) antes que el “bolivarismo”. Una muestra de insustancialidad reveladora.
Página 12 bombardea a Vargas Llosa con otras notas y un reportaje. Mario Wainfeld equivoca manifiestamente el tono de su nota. Trata a Vargas Llosa de manera burlona y sobradora (“Varguitas”) lo que resulta absolutamente inapropiado si tenemos en cuenta la diferencia de estaturas. Pero no hay ánimo auténtico de debate sino simplemente de denuesto. Nadie quiere discutir las ideas de Vargas Llosa sino, con prejuicios, atacarlo en defensa de “lo nacional y popular”. Wainfeld le reclama, por ejemplo, no haber leído el informe que Bialet Massé hizo sobre el estado de la clase obrera en la Argentina de la segunda presidencia de Roca y llega a insinuar que el escritor “arrugó” pues no atacó al gobierno.
El reportaje de tapa, es de antología: inquiere al Premio Nobel de Literatura… ¡sobre temas económicos! que, obviamente, no son de su especialidad aunque, claro está, el novelista cuenta con conocimientos sólidos aunque necesariamente generales y no técnicos. Ahí lo tratan de arrinconar con un tema elemental: si el estado sí, o si el estado no. Lo remontan a Adam Smith y le arrojan a la cara a Paul Krugman, Nobel en Economía, para hacerle ver lo equivocado que está al ser liberal. Un verdadero espanto.
¿Qué es lo que lleva a los “progresistas” argentinos a librar esta verdadera cruzada contra el pensador y literato peruano? Claro que sus ideas políticas y, probablemente más que ellas, sus ideas económicas. De hecho, el reportaje de Página 12 está anunciado en tapa con una frase del escritor: “La intervención del estado genera injusticia”. Frase que, obviamente, el diario juzga horripilante y casi genocida.
Sin embargo, no es Vargas Llosa sino nuestros intelectuales “progres” los que están en deuda. El escritor recorrió el camino completo: se ilusionó con el socialismo en los sesenta pero mantuvo en alto su espíritu crítico. Percibió que las promesas de libertad de la revolución cubana no se verificaron y que el paraíso soñado degeneró rápidamente en una sociedad injusta, dictatorial, sin libertades. Que, además, la economía dependía del aporte soviético y que, librada a sus propias fuerzas, caminaba rumbo al desastre categórico, como efectivamente ocurrió.
Vargas Llosa tuvo la valentía de revisar sus puntos de vista ante ese fracaso evidente. Su ruptura con el socialismo lo llevó hacia el pensamiento liberal, al que considera único e indivisible: democracia y mercado. Pasados los años, el derrumbe estruendoso de la Unión Soviética y Europa del Este y, además, los cambios de China hacia la economía de mercado, parecen haber dado la razón al pensador y novelista. En estos temas, Vargas Llosa no está solo sino que lo acompañan muchos intelectuales de todo el mundo que de ningún modo aceptan la opresión y la conculcación de las libertades más elementales en nombre del socialismo.
Son nuestros “progres” los que no se han dado por enterados de los cambios en la política y la economía mundial de las últimas décadas. Prefieren no hablar del tema. No han reelaborado sus puntos de vista. Por cobardía, pereza intelectual o simple conveniencia alimentaria, sostienen puntos de vista que cada vez más resultan indefendibles con los antiguos argumentos. Temen, probablemente, ser acusados de traidores y claudicantes si se atreven a decir lo que a esta altura ya resulta evidente: que el rey está desnudo, es decir, que el socialismo ha fracasado, que apenas sobreviven restos dispersos. Ven en el “populismo” algunos rasgos que, si bien no tienen la intensidad ni la nitidez del socialismo, al menos les permiten ilusionarse con la vigencia de aquellas ideas de hace cincuenta o sesenta años y que hoy, tal como estaban formuladas, resultan impresentables.
Pero aún teniendo a la vista los fracasos más estruendosos en relación con la economía planificada al estilo soviético, aún cuando los decrépitos hermanos Castro han decidido dar lugar a la iniciativa privada, como una clara aceptación del fracaso de su régimen político y económico, nuestros “progres” no dicen una palabra, hacen silencio, y sostienen a brazo partido que la panacea es, simplemente, la ampliación de la intervención estatal y la supresión creciente del mercado. O sea, un rumbo probado que ha fracasado en todo el mundo y que en la Argentina sólo es posible por los vientos que soplan desde China… gracias a que su dirigencia, aún sin abdicar del socialismo, ha cedido espacios crecientes al mercado y la iniciativa privada, cuyo impacto benéfico nos llega gracias a la denostada globalización.
Vargas Llosa se les presenta a nuestros intelectuales “progres” como un espejo en el cual no desean mirarse: un intelectual valiente, crítico que no ha temido abandonar antiguas ideas en las que creyó para abrazar otras distintas. Un intelectual que expresa sus puntos de vista con transparencia y sin medias palabras, y que –como si todo eso fuera poco- escribe novelas como sólo lo hacen los dioses de la Literatura Universal.
Por eso Mario Vargas Llosa resulta inasible a esta franja de los intelectuales argentinos: porque un gigante siempre es difícil de horadar. Sobre todo cuando cuenta con la virtud de la transparencia.
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lunes, 11 de abril de 2011

Estados Unidos se dirige hacia un Estado reducido a la mitad. Por Jorge Castro


Lo que está en discusión en EE.UU. en la pugna entre republicanos y demócratas no es la magnitud del gasto público, o las prioridades en la reducción del déficit fiscal, sino el tamaño y la estructura del Estado federal en los próximos años . En este período, EE.UU. enfrenta la necesidad de ajustarse a una nueva inserción en el sistema global, volcado hacia los países asiáticos -China, India-, y en general al mundo emergente. También se completa la integración de sus principales estados -Nueva York, Texas, Florida, California- con las distintas regiones del mundo, ante todo las de Asia y América Latina. Así, la próxima década sería la del tránsito desde la “República Imperial” a EE. UU-civilización planetaria, en términos de Raymond Aron.


El presupuesto 2012 presentado por los republicanos (“El Camino de la Prosperidad” / Rep. Paul Ryan, R/Wisconsin) no sólo corta el gasto en U$S 6,2 billones en 10 años, sino que lo reduce — esto es lo fundamental — a menos del 20% del PBI en 2020 (hoy es 24%), y a 15% en 2050. Las proyecciones en que se basan las discusiones del Congreso prevén una tasa de crecimiento de 3,1% en 2011, que se incrementa a 4,25% entre 2012 y 2014, a medida que se recupera el mercado de trabajo y se recobra la inversión inmobiliaria. Luego, a partir de 2017, retorna el crecimiento potencial de largo plazo de 2,5% por año. El dato estratégico central es que esta tasa de crecimiento potencial es significativamente menor que el nivel promedio de incremento del producto entre 1947 y 2008 (3,2% anual). Este menor auge potencial es estructural, porque la fuerza de trabajo crece a menos de 1% anual, por el retiro masivo de la generación de post-guerra (“baby boomers”). Este dato demográfico sólo se puede compensar a través de una mayor productividad, lo que significa más exportaciones industriales de alta tecnología a los países emergentes. El presupuesto republicano reduce los subsidios agrícolas en 30%, disminuye la fuerza de trabajo 10% en 5 años, y limita los recortes en Defensa a lo establecido por el Secretario Robert Gates (U$S 189.000 millones). Desaparece el gasto federal en Medicaid (para los más pobres) y se elimina su centralización en Washington. Se extinguen las empresas de garantías hipotecarias -Fannie Mae y Freddie Mac-, creadas durante los ‘60. Y se reducen los impuestos a los ingresos individuales y corporativos de 35% a 25%. Lo que queda en pie es un Estado federal disminuido casi a la mitad , y en el que la gestión de seguridad social y salud es de los estados, no de Washington. Esta semana la deuda pública ascendió a U$S 14 billones (100% del PBI). El déficit fiscal trepó a 9% en los últimos 3 años, y se amplía 20%/40% en 5 años. En EE.UU. hay una crisis fiscal, que provoca una crisis de la deuda, cuyo fundamento es una crisis del proceso de acumulación , en plena transición entre un crecimiento orientado por el consumo doméstico a otro arrastrado por las exportaciones a los países emergentes (Asia / China / América Latina). El gasto de Defensa permanece inalterado. Sin embargo, Gates (Discurso de West Point/25-02-11), ha señalado que la época de las guerras terrestres en Medio Oriente (Irak, Afganistán) ha terminado , y que las fuerzas convencionales pesadas tienen escasa presencia en las hipótesis de conflicto del Pentágono. El gasto de defensa estadounidense asciende a U$S 540.000 millones en 2010, que sumado a los gastos de guerra en Irak y Afganistán (U$S 180.000 millones) es superior a los 19 gastos de defensa que le siguen en orden de importancia en el mundo , sumados. Emerge un nuevo Estado norteamericano, no impuesto por el debate doctrinario, sino por la más brutal necesidad . El resultado es que se modifica irreversiblemente la ecuación Estado/Sociedad/ Sistema mundial. Un punto de inflexión se aproxima en la historia de EE.UU.
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A veinte años del Plan de Convertibilidad. Por Daniel V. González





Hace pocos días se cumplieron 20 años del lanzamiento, durante el gobierno de Carlos Menem, del plan de convertibilidad diseñado por Domingo Cavallo. En estos tiempos de abundancia de recursos generados por el precio de las materias primas en el mercado internacional, resulta difícil recordar cuál era la situación y cuáles eran los problemas de la economía argentina veinte años atrás. En los días que corren han proliferado los maestros ciruela que, con ligereza y liviandad y muchas veces con desconocimiento o mala fe, rotulan el plan de convertibilidad como una negra etapa de la economía nacional que llevó al país a “la peor crisis de toda la historia” cuando, hacia fines de 2001, estalló en una gran devaluación y reacomodamiento de las variables económicas y los precios relativos.




Los años de la convertibilidad están siendo instalados, por la cultura oficial y el pensamiento único, como un tiempo en que se destruyó la economía nacional, especialmente la industria, se entregó el patrimonio argentino al capital extranjero, se endeudó al país hasta niveles incompatibles con la existencia misma de la nación. Esta visión de la convertibilidad se corresponde con la defensa de la estrategia económica actual, si puede decirse que existe alguna, que se desarrolla en una situación completamente favorable y, en consecuencia, completamente distinta a la existente hace 20 años. Al asumir Menem su gobierno, la situación económica de Argentina era desesperante. El gobierno de Alfonsín no había logrado encarrilar la economía y en los últimos meses de su gestión se había desencadenado una hiperinflación que concluyó con masivos asaltos a los supermercados, enfrentamientos armados, muertos y heridos en todo el país. La situación de la economía era deplorable y lo había sido en los años anteriores. El país no encontraba respuesta y cada día que pasaba se hundía un poco más. Al comienzo del gobierno de Menem, una nueva hiperfinflación auguraba un panorama complejo para el nuevo gobierno. El horizonte económico era confuso y desalentador. Había fracasado ya Raúl Alfonsín y, en abril de 1991, estaba fracasando Menem que había asumido el poder anticipadamente en julio de 1989. En diciembre de 1990 el gobierno había apelado al recurso extremo de incautar los plazos fijos de los ahorristas y reemplazarlos por bonos del estado que se cotizaban a la mitad de su valor en el mercado secundario, lo que configuraba una virtual expropiación. El economista Juan José Llach describe en estos términos la evolución del sector industrial argentino durante los años previos a la convertibilidad: “El periodo 1975/1990 se caracteriza: 1) por el estancamiento de las actividades manufactureras, perdiendo más del 5% de su participación en el PBI, 2) no generación de nuevos empleos en un contexto de serias dificultades estructurales en el mercado de trabajo, y 3) los niveles de inversión son menores a la amortización del capital, produciéndose la descapitalización del sector”. Es en esa circunstancia compleja y declinante que Menem lanza el Plan de Convertibilidad. Sin rumbo En realidad, el país no encontraba un rumbo económico desde el derrocamiento de Perón en 1955. Pero, además, los últimos años de Perón en el poder previos a su caída, ya habían significado, de su propio puño, una rectificación de su política económica fundacional de la posguerra. Desde mediados del siglo veinte el país se movía a los tumbos, al ritmo de los sucesivos cambios de gobierno y los breves espasmos que cada cuatro o cinco años significaban nuevos y definitivos rumbos que apenas duraban un par de años. El plan económico de Carlos Menem, del cual el régimen de convertibilidad constituía apenas un aspecto, significó un replanteo drástico en relación con algunos problemas fundamentales de la economía a los que a lo largo de varias décadas ningún gobierno, ni civil ni militar, había logrado darle solución. Uno de ellos era la inflación. El otro, estrechamente vinculado, era el de las empresas públicas y la dimensión y funcionamiento del estado. La convertibilidad, el establecimiento de una paridad fija entre la moneda nacional y la principal moneda extranjera, fue un recurso dramático para generar confianza en el nuevo programa económico y detener la inflación que amenazaba con hacer caer al gobierno y continuar deteriorando aún más la situación política y social del país. El mes anterior al lanzamiento de la Convertibilidad y aún con Domingo Cavallo como canciller, se había firmado el Acuerdo de Asunción, que dejaba constituido el MERCOSUR, bloque económico integrado por Brasil, Paraguay y Uruguay, además de Argentina. Se trató de una decisión estratégica de la que pocos hoy se acuerdan. Podría decirse de paso que ambas medidas de política económica constituyeron un abierto desafío al odiado liberalismo. En el caso del MERCOSUR, en razón de establecer condiciones comerciales especiales para un grupo de países en el mercado global. En el caso de la convertibilidad, por fijar un tipo de cambio inmodificable cuando lo que aconseja la doctrina liberal es la libre flotación, que era lo que hasta ese momento había promovido Cavallo desde la Fundación Mediterránea. Digamos también de paso que antes de 1991, varias veces el gobierno de Alfonsín intentó detener la inflación, sin éxito. Su esfuerzo más serio fue el Plan Austral, que también establecía un tipo de cambio fijo entre la moneda nacional (el austral) y el dólar: un dólar era equivalente a 80 centavos de austral. Lo que sucedió fue que el programa fracasó y esa relación duró pocos meses. Pero está claro que todo programa de estabilidad que se intentara debía contemplar entre sus propuestas una relación estable entre el peso y el dólar. El impacto del nuevo programa sobre la economía fue inmediato y claramente benéfico. Hasta podría decirse que, a partir de él hay un antes y un después en la economía argentina. La inflación desapareció y ello permitió una serie de cambios importantes en las transacciones. La moneda nacional recuperó su estabilidad, renació el crédito a largo plazo (incluso el hipotecario, hoy desaparecido), el consumo aumentó en forma notable, se recuperó el presupuesto como herramienta de política económica en manos del estado y éste logró controlar la evolución de la economía y sus principales variables, que era algo que el paquidérmico estado anterior a la reforma de Menem-Cavallo no lograba hacer. Los números de la convertibilidad Todos los números importantes que puedan analizarse de los años de la convertibilidad, son concluyentes: el PBI creció el 50% entre puntas y la industria lo hizo otro tanto. La producción agraria también aumentó en forma espectacular, las exportaciones pasaron de 9.000 a 27.000 millones de dólares, la inversión se recuperó y la capacidad de generación eléctrica aumentó en forma notable, situación de la cual se beneficia claramente el gobierno actual. Todos los críticos del programa económico de esos años omiten hablar de estas cifras fundamentales. Y evitan decir también que la economía posterior a Menem transita por carriles que, en lo esencial, no se han modificado pues la estabilidad se ha transformado en un concepto valorado por el conjunto de la sociedad, el presupuesto nacional continúa siendo una ley fundamental para el estado y los cambios tecnológicos introducidos en el agro han permitido que Argentina se eleve a la cúspide de la producción primaria a escala global, con los beneficios que esto significa. Los críticos de la convertibilidad (ya hemos dicho que esta es una denominación simplificada del programa económico que rigió entre 1991 y 1999) omiten señalar también la situación en la que se encontraba el país al momento del lanzamiento del plan. Tampoco se aclara que el plan de reforma del estado y privatizaciones fue apoyado explícitamente por la mayoría del pueblo argentino, que respaldó a Carlos Menem con su voto en 1989, 1991, 1993, 1994 y 1995, para no dejar lugar a dudas sobre qué era lo que quería la sociedad argentina de ese momento. Incluso sus rivales políticos tuvieron que aceptar que la convertibilidad había logrado resultados formidables durante su vigencia. Todos recordamos la confesión de Carlos Chacho Álvarez en relación a su arrepentimiento por no haber votado, como legislador, las leyes que sustentaban la convertibilidad. A tal punto había consenso en la sociedad argentina sobre este programa económico que en 1999 las elecciones presidenciales mostraban a los candidatos de la oposición (la fórmula era De la Rúa – Álvarez) prometiendo “un peso, un dólar” como muestra certera de que la convertibilidad no sería atacada ni abolida. Pero luego, tras el estallido ocurrido dos años después de que Menem abandonara el poder, todos aprovechan para, con manifiesto anacronismo, sindicar en la convertibilidad y en las reformas económicas de “los noventa”, la eclosión y sus consecuencias sociales inmediatas. Los críticos Quienes critican a la convertibilidad refuerzan los aspectos ideológicos por encima de los técnico-económicos. Y, sobre todo, omiten tomar en cuenta los resultados del programa de reformas, que fueron importantes. Todos los sabios de hoy, todos los que hoy critican el programa de los noventa, fueron absolutamente incapaces de parar la inflación y reformular el estado. Esto también vale para el peronismo, que tampoco pudo hacerlo en los setenta y que, además, cuando en el gobierno de Alfonsín, Rodolfo Terragno intentaba de algún modo sacarle al estado el peso insostenible de las empresas públicas, era el peronismo (incluso el cercano a Menem) el que se oponía a cualquier forma de privatización en nombre de la defensa de la soberanía y el patrimonio nacional. La pretensión de que las reformas al estado realizadas en la Argentina y en muchos otros países del mundo durante los noventa constituyeron un acatamiento a las recomendaciones realizadas por el economista norteamericano John Williamson en lo que se conoció como el Consenso de Washington, carece de seriedad y es una simplificación ideologista que supone que las fuerzas económicas pueden manipularse con facilidad y que la adopción de una u otra estrategia es una elección sin condicionamiento ni contexto alguno. El mundo de comienzos de los años noventa estaba impregnado del formidable fracaso de un sistema que hizo de la intervención del estado, de la existencia extendida de empresas públicas y de la planificación económica, su estrategia esencial. En efecto, la caída del muro de Berlín y las reformas propuestas por Gorbachov para la Unión Soviética nos abrían un panorama en el que eran las fuerzas del mercado y no el estado el nuevo elemento dinamizador de la economía y la sociedad. Fue por eso que el recetario de Williamson tiene impacto mediático y es tomado como referencia. En realidad, desde siempre los países más desarrollados procuran un clima de libertad sin restricciones en el comercio internacional, en lo que atañe a sus exportaciones de mercancías y capitales, aunque se cuidan muy bien de ofrecer sus mercados sin restricciones a las exportaciones de otros países. Como fuere, en el caso de la Argentina había motivos propios, locales, para encarar reformas de fondo en el estado nacional y en los provinciales y municipales cuyos recursos ya no alcanzaban a sostener un aparato ineficiente, voluminoso y sumamente costoso. Esa reforma fue la que encaró Carlos Menem con el apoyo de la mayoría del pueblo argentino. Y sus resultados fueron notables y permitieron que gobiernos posteriores pudieran moverse en un clima económico mucho más favorable al que encontró el propio Menem al momento de asumir el poder. Recordemos, por ejemplo, que Alfonsín dejó 120 millones de dólares de reservas y que, al retirarse Menem, esa cifra había crecido a 25.000 millones de dólares. Desde la cúspide de la bonanza internacional que hoy favorece a la economía argentina, la convertibilidad es mirada por desdén aún por quienes fueron sus más fervorosos partidarios, como muchos de los que hoy integran el gobierno kirchnerista. Sin embargo, se están revirtiendo peligrosamente algunos de logros de aquellos años. La inflación, por ejemplo, ha retornado. La holgura actual promueve la frivolidad e incluso la estupidez: el ministro de economía ha dicho que la inflación es un problema para la clase media alta, no para los argentinos de menores recursos. Asimismo, el gasto público se ha expandido hasta niveles incompatibles con equilibrios macroeconómicos que resultan insoslayables en toda economía que pretenda crecer con bases sólidas. Los elevados subsidios, muchos de ellos irracionales y regresivos en materia de distribución del ingreso, la inflación y el retraso cambiario significan una acumulación de tensiones que, en algún momento no muy lejano, demandará un ajuste en forma inevitable. Probablemente será ese momento en que la estabilidad lograda por la convertibilidad sea recordada con nostalgia.
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Subsidios: el eje del gasto. Por Ismael Bermúdez

La partida total de subsidios a la energía, el transporte, alimentos y otros bienes y servicios equivale al 5,61% del PBI, de acuerdo al último informe del gasto público total ­Nación, provincias y municipios-- que elabora el Ministerio de Economía. Proyectadas las cifras de 2009 a 2011, arroja una cuenta de más de US$20.000 millones, superando los $80.000 millones, equivalente al 13% del gasto público total. En 2001, en medio de la crisis, la partida de subsidios económicos era del 1,73% del PBI, equivalente a casi el 5% del gasto total. El 5,61% del PBI se descompone de la siguiente manera: La Nación: 4,1%. Las provincias: 1,28%. Los municipios: 0,23%. De esta manera, la mitad del aumento del gasto público que se produjo a partir de 2001 ­pasó del 35,65% al 43,19% en 2009-- se debe al crecimiento de los subsidios de las tarifas y otras compensaciones. En realidad, el peso es mayor porque el gasto público está abultado por el pase, desde fines de 2008, de las jubilaciones privadas al Estado. Esta cuenta de subsidios es al margen de lo que el Estado o las provincias dejan de recaudar por la "promoción industrial" o por reducciones o exenciones impositivas a varios sectores económicos. Con relación a 2001, tras la devaluación y pesificación, el gasto público social se redujo, hubo una disminución del peso de los servicios de la deuda y un incremento cada vez creciente en los llamados "servicios económicos". En el resto, se produjo una recomposición del gasto, con cambios en su distribución. Pero esta fuerte licuación del gasto público que siguió al derrumbe de la convertibilidad ­ con una brusca caída de 5 puntos-- quedó revertida ya en 2006 y desde entonces siguió en ascenso, superando ahora la marca del 40%. De las cifras oficiales se desprende que la aceleración del gasto pudo ser financiada porque la presión tributaria también estuvo en ascenso en un contexto de recuperación económica y de fuerte alza de los precios internacionales de los productos que la Argentina exporta. Y también a través del recurso de las transferencias contables del Banco Central, por la mayor inflación o por la depreciación del peso y los rendimientos del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de la ANSeS que pasaron a engrosar las cuentas del Tesoro. El resto se fue financiando con mayor deuda con la ANSeS y con el ingreso de los aportes que antes iban a las AFJP. Esto último implica que el Estado pasó a hacerse cargo y deberá hacerse cargo con mayor intensidad en el futuro de las jubilaciones de esos aportantes, algo que ya se está verificando. Dentro de los subsidios económicos, el mayor gasto ­80%-- va a la energía y el transporte, lo que permite que una buena parte de los consumidores tengan los precios congelados. El objetivo era "anclar" precios que inciden en la inflación, pero a pesar de las tarifas subsidiadas, la inflación real en los últimos 4 años supera el 120%. En este contexto, descongelar tarifas dispararía los precios y produciría un fuerte shock inflacionario, en tanto mantenerlos ampliaría cada vez más la brecha entre los costos y las tarifas. Según Ecolatina, "las empresas que gestionan los ferrocarriles y los subterráneos cubren apenas entre el 30 y 40% del gasto en salarios con la venta de boletos". Este año, más aún con las elecciones en el candelero, las tarifas seguirán congeladas con aumentos de salarios en el transporte entre el 23 al 28% y porcentajes mayores en combustibles. Por eso, el Gobierno insiste con la "receta" pero liberando algunos rubros. Tan solo días atrás, el Gobierno liberó el precio de las naftas y de inmediato hubo alza de más del 5%. Para Ecolatina, desde diciembre de 2001 a diciembre de 2010, la suba acumulada del transporte público y de la luz y combustibles para el hogar fue del 102,3%, el resto de los precios tuvo un alza del 338%. Según la Encuesta de Grandes Empresas, que elabora el INDEC, (ultimo dato de 2009) surge que los ingresos por subsidios recibidos del Estado de las primeras 500 firmas de la Argentina, entre los años 2003 y 2009, pasaron de $1.958 millones a $14.899 millones. Si se descuenta la inflación, equivale a un aumento del 345% en términos reales, llegando a representar el 6,5% del valor agregado. Estos subsidios están concentrados en la región metropolitana e incentivan el consumo de los sectores de altos ingresos, en especial luz y gas, lo que abulta la cuenta de los subsidios e introduce una redistribución regresiva de la carga fiscal. Leer más...

Política e inseguiridad: un balance de ocho años


La ministra de Seguridad, Nilda Garré, disparando resoluciones y palabras, se convirtió en personaje emblemático de la semana que concluye. En primer lugar, con estilo casual y sin preaviso decidió dejar sin custodia de efectivos de la Policía Federal a más de un centenar de objetivos de la Ciudad de Buenos Aires, entre los cuales puntos sensibles como escuelas y hospitales. Garré invocó distintos motivos para su medida; cuestionó, por ejemplo, los llamados “servicios adicionales” que cumple el personal de la policía (y que la fuerza factura), pero ese razonamiento sonó rebuscado, ya que la ministra no eliminó por completo esas prestaciones, sino sólo aquellas que la policía desempeñaba en instalaciones del estado porteño. Así, los efectivos de la Federal no podrán custodiar jardines de infantes dependientes de la Ciudad de Buenos Aires, pero sí contratar la custodia de restaurantes, boliches bailables o espectáculos privados.


Resulta difícil no interpretar la disposición ministerial como otra expresión del enfrentamiento político del gobierno de Cristina Kirchner con la administración porteña que conduce Mauricio Macri que, una vez más, toma como rehén a la población de la Capital Federal. Violación de la ley Al ordenar a la Policía el abandono de aquellas tareas la ministra transgrede abiertamente las normas, ya que es misión primordial del cuerpo (reforzada por la vigencia de la ley 24.588, conocida como Ley Cafiero) ejercer las tareas de seguridad y protección de personas y bienes en la Ciudad de Buenos Aires. El gobierno nacional primero bloqueó el traspaso al estado autónomo porteño de las fuerzas de seguridad metropolitana encuadradas en la Policía Federal (un punto en el que hasta el kirchnerismo porteño se había proclamado de acuerdo y que había merecido un proyecto legislativo de la propia doctora Garré, cuando era diputada) y ahora retira las fuerzas policiales de sitios cruciales del distrito. Que lo haya concretado de improviso y sin anuncio previo constituye un agravante de aquella violación. La obligación del Estado Nacional no ha quedado cancelada por el hecho de que el estado porteño, ante la negativa del gobierno central al traspaso de la Federal, haya optado por el emplazamiento de una fuerza local propia. Por otra parte, es obvio que esta es una tarea que demanda años, no meses, y que ese proceso se encuentra apenas en sus comienzos. Endosar responsabilidades Resulta una muestra de cinismo pretender aliviar las incumbencias del gobierno central endosándoselas a una fuerza metropolitana en estado de formación. Esto es lo que han intentado en la semana los voceros del oficialismo. Garré fue más audaz aún: no se contentó con descargar sus responsabilidades sobre la autoridad porteña, también se las endosó a la misma Policía Federal, a la que definió como “el problema más serio que tiene el país”. Para la ministra, las comisarías “extorsionan: a los comerciantes les piden dinero a cambio de protección, y a los inmigrantes que no tienen sus papeles en regla, y a los vendedores ambulantes para no molestarlos, y a las cocinas de droga para hacer la vista gorda”. Sin opinar sobre la justicia del diagnóstico de la ministra, lo primero que llama la atención es que ella describe con la actitud de una observadora externa, como si no formara parte encumbrada del mismo gobierno que conduce la seguridad (y, por lo tanto, esa policía que ella pinta) desde hace ocho años. Las críticas a la Policía que está a su cargo Garré las formuló desde un panel que compartió con Horacio Verbitsky, uno de los intelectuales del ala cristinista del oficialismo y esta circunstancia quizás dotó de más agresividad las palabras de la funcionaria; hace apenas tres semanas la Sala I de la Cámara Nacional de Casación Penal consideró prescripto un delito por el que Verbitsky (junto a Mario Firmenich y otras personas) había sido acusado: un atentado ocurrido en 1976 en una sede de la Policía Federal donde 23 personas fueron arrasadas por una bomba. Seguridad: la preocupación mayor El abandono de objetivos porteños por parte de la Policía Federal agrava la famosa “sensación de inseguridad” de la que supo hablar el ministro Aníbal Fernández, antecesor (y hoy formalmente jefe) de Garré en esos menesteres. Los trabajadores de la salud (médicos, enfermeros, conductores de ambulancias) que desempeñan su tarea en hospitales ubicados en las zonas más calientes se resisten a cumplir sus tareas sin, aunque sea, la mínima custodia con la que contaban. Sus relatos sobre los robos y la violencia que ellos y los pacientes padecen (no sólo en los alrededores de los hospitales, sino dentro de ellos), impresionan. La ministra Garré no da respuesta a esos reclamos de seguridad. Tampoco pudo garantizar, dos semanas atrás, que cesara el bloqueo a las plantas impresoras de los dos mayores matutinos del país y que se cumpliera un fallo de la Justicia en ese sentido. En ambos campos se mezclan las guerras del gobierno: contra el gobierno porteño, contra los medios. En esa atmósfera, las normas no se cumplen, avanza el reino de la acción directa, crece la inseguridad. La política Más allá del episodio desatado por la ministro de Seguridad, la semana estuvo signada por hechos de la política. Después del documento que a fines de la semana anterior suscribieron en forma conjunta los referentes de las mayores fuerzas alternativas, en ciertos círculos crecieron vertiginosas ilusiones sobre una eventual unidad opositora. Parafraseando a Borges, esos son “embelecos fraguados en La Boca”. La idea de que Elisa Carrió, Mauricio Macri, Ricardo Alfonsín, Eduardo Duhalde, Ernesto Sanz, Julio Cobos, Hermes Binner puedan confluir en una única coalición o confederación de fuerzas para presentar una vigorosa oposición al oficialismo no es hoy más que una colorida alucinación. Sin embargo, si la posibilidad de una sola trinchera para competir con el kirchnerismo suena muy fantasiosa, lo que sí ha ingresado en la agenda de las fuerzas alternativas es la necesidad de contener las tendencias a la atomización que constituyen una de las mayores esperanzas del mundo K, en su objetivo de evitar una segunda vuelta electoral. Para alcanzar esa meta el oficialismo necesita alcanzar un 40 por ciento de los sufragios (una ambición que muchas encuestas le prometen alcanzable y cercana) y obtener una diferencia mínima de diez puntos sobre la fuerza que consiga el segundo puesto. Para este segundo objetivo el gobierno necesita conseguir la mayor dispersión posible de las fuerzas opositoras. En tren de neutralizar la atomización funcional al oficialismo, en estos días hay muchas conversaciones entre las diferentes corrientes políticas. De ellas surgirán, probablemente, dos grandes coaliciones, cuya conformación final es todavía temprano para predecir. La renuncia de Julio Cobos a sus aspiraciones presidenciales es un aporte a la simplificación del paisaje. Las súbitas inclinaciones de Pino Solanas al gobierno de la ciudad de Buenos Aires, parecen ir en la misma dirección. Mauricio Macri recién definirá en mayo el nombre de su candidato a la jefatura de gobierno porteña: por ahora los nombres posibles no son dos, sino tres. El peronismo federal se encuentra ensimismado en su interna por etapas, que se inició en la Capital con un resultado muy positivo por la participación que consiguió, que le permite exhibirse como la única fuerza que está resolviendo sus candidaturas por la vía de la participación y el voto. El otro lado de esa interna tiene un costado paradójico: el empate alcanzado en la ciudad de Buenos Aires, producto de una inesperada performance de Alberto Rodríguez Saa, frena al menos parcialmente la búsqueda de alianzas. Duhalde tenía avanzadas conversaciones con algunas fuerzas, y particularmente con el PRO. Pero como Rodríguez Saa cuestiona esa línea de acción,también la orientación depende ahora de la interna. Los tiempos de la realidad a veces no se ajustan a los ritmos y modos de las fuerzas políticas.
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Nuestra desopilante barbarie. Por Abel Posse



Nunca habíamos imaginado terminar en un país zúrrela-triste.El país de Ubu Roi, pero sin carcajadas ni sonrisa. Una nube de irracionalidad se extiende. Por razones triviales, unos pocos paralizan trenes que no podrán usar miles. Los estudiantes no podrán estudiar en el Pellegrini porque a un grupo no se le antoja y objetan algunos profesores por razones ideológicas. La jefa de seguridad –humanista tardía– envía a los gendarmes con cartucheras vacías. Un juez considera que el abuso sexual de dos niñas es excarcelable porque estas chicas son humildes y viven en un medio acostumbrado a esas cosas. La Policía Federal no custodia más los edificios públicos de la ciudad. La Capital es para el Gobierno nacional otro país, un vecino antipático. El daño lo padecerán miles de porteños (y turistas). Todo se asimila en una democracia sin agallas, ni dientes, ni orgullo. Es como si se aceptase una constitución al revés. Donde hay “cierto derecho” para cortar la circulación en las calles, escrachar, ocupar colegios, soportar con tibieza el crimen impune, de delincuentes adultos o de asesinos-niños (no hay niños-asesinos).


El hecho criminal de secuestrar toda la edición de un diario, la mayor, es justificado por el sindicato causante como “un problema gremial y no como alguna violación de libertad de prensa”. Detrás de una frase de semejante perversa ingenuidad hay un aire general que nos infecta: el de rémoras de ideología que se fueron pudriendo sin revolución ni democracia. En este país de gorditos burgueses, muchos se prefieren como revolucionarios virtuales, nostálgicos. Es el país de la burguesía sindical de Rolex, BMW y hasta con aviones privados. Pasaron décadas de “obras sociales” (que Perón nunca quiso concederles) y el sindicalismo no sale de su laborioso semianalfabetismo cultural y de una gesticulación clasista, de campera negra y marchita, para convencer lo que ni sus allegados creen: que no están en el partido de la riqueza inconfesable.En realidad, la ilegalidad predominante, la contraconstitución vigente, sirven para cubrir el drama básico de nuestra sociedad, que es la corrupción.Si no grita la Corte, ¿quién va a clamar por las aberraciones jurídicas y morales que padece el pueblo argentino? Las declaraciones de los políticos son necesarias, pero tienen el sabor de lo inocuo. La razón jurídica que es el esqueleto de todo orden social, es anémica. Ni los más altos magistrados luchan por el Derecho, como el que reclamaba von Ihering, que todos estudiaron en la facultad como paradigma de moral jurídica.Nos hemos transformado en un país lleno de odio y amenaza. La situación mundial, tan favorable, nos supera. La Argentina creció y está en condiciones de ocupar en las próximas décadas un sitial de poderío económico y de desarrollo, como en las mejores décadas del siglo pasado.Pero estamos paralizados con callada resignación.Somos ya un país ridículo. Ya es moda en cualquier foro diplomático, mientras se espera, contar anécdotas de la Argentina. La Presidenta haciendo caras simpáticas cuando llega tarde a la foto de los líderes; el canciller, alicate en mano, revisando la valija del oficial de la misión que trajo una acordada ayuda técnica; el buen Chávez a canilla libre, en algún estadio suburbano, recitando el catecismo del mundo que no fue, que perdió, que no existe más. Vocifera un buen par de horas. No se enteró de que China y Rusia ya se fueron y que en Cuba echan a miles de empleados públicos. Había que decir lo de Borges en relación con un reconocido charlatán amigo: “Uno ya se fue y el gallego sigue hablando…”Nuestra barbarie sin gesta ni fiesta dionisíaca nos avergüenza ante el mundo y nos humilla en nuestra impotencia. Somos un país en avanzado estado de descomposición espiritual. Debemos recrear una verdadera democracia con energía de renacimiento nacional, que no confunda libertad con permisividad; ni protesta con intimidación; ni asesinato con derecho de la minoridad. *Escritor y diplomático.

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miércoles, 6 de abril de 2011

Posible retroceso de la energía nuclear. Por Alieto Aldo Guadagni


La nucleoelectricidad comenzó a extenderse como fuente de suministro energético a partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, constituyéndose rápidamente en un ejemplo de la utilización "pacífica" de los grandes avances en los conocimientos de la actividad atómica. Pero, en 1979, la confianza pública sobre la seguridad de esta nueva fuente energética sufrió un duro golpe por el accidente en la central nuclear de Three Mile Island (Estados Unidos); menos de una década después, se registró en Ucrania, en 1986, otro accidente aún más grave, el de Chernobyl.


a respuesta de los gobiernos fue rápida y en muchas naciones europeas y también en Estados Unidos se establecieron normas de seguridad más estrictas o directamente se decretaron moratorias nucleares (Italia y Suecia). Esos accidentes fueron quedando atrás y, desde hace más de una década, el mundo vive una era de pujante "renacimiento nuclear", estimulada por los mayores precios de los hidrocarburos y por la creciente lejanía de Chernobyl en la memoria colectiva. Lideraron este renacimiento Estados Unidos, Francia y Japón: la mitad de los 450 reactores nucleares hoy existentes en el mundo están en alguno de estos tres países. Este renacimiento nuclear significó no sólo más centrales, sino también avances tecnológicos y mejores normas para minimizar los riesgos de accidentes. Más del 70% de la energía eléctrica en Francia es de origen nuclear; en Japón, casi la tercera parte; y en Estados Unidos, el 20%. Se trata de cifras altas en estos países si se tiene en cuenta que la electricidad generada por vía nuclear representa apenas el 15% del total mundial. Antes del reciente accidente de la planta Fukushima existían iniciativas para construir 60 plantas nuevas, 40 de ellas en Asia y diez en Rusia. China tenía una meta ambiciosa, ya que añadirían 27 plantas nuevas a las 13 allí existentes. En América latina, el desarrollo nuclear es aún modesto: tres plantas en Brasil, tres en México y dos en la Argentina (en los próximos meses se habilitará una tercera, denominada Atucha 2). Si bien la Argentina tiene una larga tradición nuclear de más de medio siglo, la generación nucleoeléctrica es reducida: 7% del total de energía eléctrica, mientras la hidroelectricidad satisface casi el 40% del consumo total, y los combustibles fósiles, más de la mitad. La evaluación final del reciente accidente en la central Fukushima no ha concluido aún, pero es previsible anticipar que, por el peso de la opinión pública, se establezcan normas más rigurosas y se reduzca, por lo menos en el futuro inmediato, el actual ritmo de expansión de la energía nuclear. No todos los países afrontarán este nuevo escenario de la misma manera. Rusia podrá recurrir a su abundante gas, Estados Unidos tiene carbón y ahora también mucho más gas; China posee grandes reservas de carbón. Pero grandes consumidores como Europa y Japón no poseen recursos fósiles, y es razonable pensar que en el futuro crecerán sus costos por importar energía. Lo mismo ocurrirá en nuestro país, donde por vez primera en toda su historia cae sin pausa, mes tras mes, la producción de hidrocarburos, debido a que la exploración cayó hoy a la tercera parte de su nivel histórico. Los mayores precios previsibles para las energías de origen fósil tenderán así a estimular, vía mayor competitividad relativa, diversas formas de energía renovable, pero no parece que el balance neto vaya a ser el necesario para controlar eficazmente la grave amenaza del cambio climático. La importante cuestión por definir es si el previsible aunque temporario retroceso nuclear -que, recordemos, es una energía limpia en términos de emisiones de dióxido de carbono (CO2)- será cubierto por otras energías limpias o por más consumo de carbón, petróleo y gas, que son fósiles contaminantes. Mientras las energías fósiles sigan como hasta ahora, sin incorporar como costo financiero adicional la contaminación que generan, será difícil que sean desplazadas por las energías limpias, que en general tienen costos financieros mayores, pero no contaminan. Es oportuno recordar que el gobierno nacional está construyendo, en Río Turbio, una costosa central eléctrica altamente contaminante con una inversión que es el doble de la normal en centrales similares. Como señala Greenpeace, "se podría obtener el doble de la energía eléctrica mediante molinos eólicos con la misma inversión que requiere la usina de Río Turbio". El Departamento de Energía de Estados Unidos estimó recientemente que si seguimos como hasta ahora, sin compromisos mundiales y efectivos de reducción de la contaminación global, las actuales emisiones anuales de CO2, de alrededor de 30.000 millones de toneladas, treparán a 43.000 millones hacia el año 2035. Estas emisiones anuales, lamentablemente, serían muy superiores al nivel máximo de emisiones coincidente con un incremento de la temperatura global que no supere los 2 grados centígrados. Por su parte, la Agencia Internacional de Energía informa que para preservar el planeta de los riesgos climáticos asociados con estas emisiones, éstas no deberían superar anualmente los 22.000 millones de toneladas. En este escenario, límite crítico a la concentración de gases en la atmósfera, y diseñado previamente a este grave accidente en la central de Fukushima, la energía nuclear jugaba un importante papel, ya que, según las estimaciones, se esperaba que duplicara hacia 2035 su importancia relativa en el consumo de energía mundial, junto con un crecimiento de las renovables y una caída de las fósiles. Todas estas estimaciones deberán ahora probablemente ser revisadas, pero esperemos que la previsible pausa nuclear no signifique agravar el cambio climático. Lo más sensato sería sustituir la merma previsible en la energía nuclear no sólo con energías limpias, sino, principalmente, con una mayor conservación y eficiencia en el consumo de todas las formas de energía; aquí hay aún mucho por hacer.

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lunes, 4 de abril de 2011

Un mundo feliz. Por Daniel V. González


El gobierno nacional vive una situación perfecta. Un mundo feliz. Aunque los militantes kirchneristas se enojan mucho cuando uno se los recuerda, este gobierno –y también el anterior, el de Néstor Kirchner- ha tenido la fortuna de coexistir con una situación económica internacional sumamente particular y extremadamente beneficiosa para la Argentina. La gran novedad de la economía mundial de las últimas dos décadas es el feroz crecimiento económico desencadenado en China y la India, que los ha transformado en fuertes demandantes de materias primas, combustibles y alimentos.


Esta situación ha elevado a niveles inéditos e imprevistos el precio de los minerales, del petróleo y de los cereales y oleaginosas. A partir de 2002, cuando comienza a manifestarse con fuerza este fenómeno, Argentina ha visto multiplicar sus ingresos por exportaciones a niveles insospechados. Esta mejora en el comercio exterior también permitió afrontar con nuevos recursos el crónico déficit fiscal, transformándolo en superávit. El estado nacional ha vivido en los últimos años una situación de holgura fiscal como hacía muchos años no existía en nuestro país. La crónica tendencia al deterioro de los términos del intercambio de nuestros productos, que desvelaba a la CEPAL desde la década del 50, parece haberse derogado para siempre. En efecto, desde 1993 la relación entre los precios de nuestras exportaciones e importaciones ha variado en un 50% a nuestro favor. Y si tomamos como referencia el año 1986, la variación es casi del doble. El precio de los cereales y oleaginosos, importante exportación argentina, se ha duplicado desde 1993 y casi se ha triplicado desde 1999, cuando dejó el gobierno Carlos Menem. Largos años de crecimiento económico y de expansión del gasto público han permitido una mejora indudable en la situación económica a partir de la crisis de 2001. La viga maestra del florecimiento económico de los últimos años ha sido, indudablemente, la situación del mercado mundial, que nos ha beneficiado y nos sigue favoreciendo fuertemente. Sin esta situación favorable, la economía de nuestro país habría sufrido los padecimientos habituales por sus déficits crónicos. La adjudicación al “modelo productivista” de este impulso registrado en la economía era, por supuesto, inevitable. Desde el gobierno se propaló a los cuatro vientos las presuntas ventajas de una concepción económica que, cuanto menos, era inexistente. Curiosamente, el gobierno nacional, que ha sido y sigue siendo beneficiado en forma directa por el fenómeno global, denuesta de él. En efecto, el renovado vigor económico de China e India provino de medidas económicas –en esos países- que generaron un importante y creciente espacio a la iniciativa privada y retiraron al estado de aquellos lugares en que su ineficiencia era probada e inmovilizante. El fortalecimiento del capitalismo en esos países, asentado en la iniciativa privada, los arrojó al mercado globalizado en demanda de insumos para una economía en fuerte crecimiento. Y el gobierno, beneficiado por este combo de creciente ausencia del estado, fortalecimiento de la iniciativa privada y globalización, ha intentado adjudicar a su perspicacia económica estratégica el crecimiento registrado en la Argentina a partir de esta excepcional coyuntura mundial. Ha dicho que su éxito no es una gracia del mundo global sino la consecuencia de la recuperación de algunos principios económicos olvidados pero pertenecientes al peronismo desde sus orígenes. Un gasto público formidable, asentado en los nuevos ingresos extraordinarios y en una presión fiscal sin antecedentes, permitieron hablar de lo decisivo que resulta el “mercado interno”, justamente en un momento en que la gran novedad económica proviene de las exportaciones y el mercado mundial. Un tipo de cambio subvaluado como consecuencia de la crisis de 2001, hicieron descubrir lo sencillo que resulta proteger a la industria nacional encareciendo las importaciones, robusteciendo el precio de los exportadores y reduciendo los salarios locales medidos en dólares. Dólar caro y precios formidables en nuestros tradicionales productos de exportación fueron la clave de la economía de estos años. Ambos hechos engrosaron los ingresos de los productores agrarios y permitieron al gobierno imponer elevados impuestos a las exportaciones (retenciones) lo que significó ingresos extraordinarios para el fisco y la reversión de la crónica situación de déficit del presupuesto nacional. La situación económica era ideal. Vivíamos en un mundo perfecto. Superávits “mellizos” (en el balance comercial y en el presupuesto nacional). Ingresos abundantes, movimiento económico, crecimiento de las principales variables y, como consecuencia, desgranamiento de la oposición política cuyas críticas caían al vacío ante tanta prosperidad derivada de la situación mundial. Todo ataque al gobierno caía en saco roto pues el país crecía, caía la desocupación y el ingreso aumentaba. Muchos economistas y políticos han definido a esta situación internacional favorable como “viento de cola”, algo que empuja a un barco que va en la dirección correcta, algo que simplemente acelera su velocidad en una ruta ya determinada y que conduce al puerto correcto y deseado. No: la situación internacional, que se traduce en ingresos formidables para el país y para el estado equivale, como ya hemos señalado, en una viga maestra sin la cual toda la estructura económica se derrumbaría sin remedio. En consecuencia, la superación de las dificultades externas (superávit comercial) y de las restricciones presupuestarias (superávit fiscal) no han sido la consecuencia del hallazgo de una política económica genial e inédita, como pretende el kirchnerismo, sino la consecuencia de los dos hechos ya señalados: la devaluación del 200% al momento de la quiebra de la convertibilidad y la suba de los precios internacionales de los productos que Argentina exporta. La abundancia de recursos es lo que ha permitido al gobierno recuperarse tras la crisis del campo en 2008 y la derrota electoral de junio de 2009. Adicionalmente, la captación de los fondos de la AFJP y la utilización de las reservas del Banco Central han expandido el consumo fuertemente, hecho que hace vivir a los argentinos una sensación de prosperidad, (apelamos a la imagen del filósofo Aníbal Fernández) que no encuentra sustento sólido en la tendencia de algunas variables económicas asociadas al crecimiento a mediano y largo plazo. Así, pese a la situación económica favorable que se prolonga a lo largo de casi una década, la economía argentina ya ha acumulado suficientes tensiones que nos hacen prever algunos cimbronazos importantes si el rumbo no se corrige a tiempo. Los índices económicos favorables que la economía y el gobierno exhiben durante los últimos años le han permitido absorber las críticas a algunas políticas desatinadas que, pese a su gravedad, han quedado disimuladas en medio del torrente de ingresos provocado por la situación económica favorable y la holgura de recursos que genera. La bonanza es de tal magnitud que el país ha podido desenvolverse sin ministros de economía desde la renuncia de Roberto Lavagna en adelante. ¿Cuál es la crítica que puede hacerse ante tal desempeño exitoso? ¿Qué puede decirse de la economía si los índices muestran una mejoría sin pausa en la producción? Lo que señalamos es que Argentina está despilfarrando una situación favorable, está perdiendo una oportunidad extraordinaria para dar un salto económico que lo instale en el concierto de los países más desarrollados del mundo y está descuidando algunos equilibrios macroeconómicos esenciales cuya inobservancia, más tarde o más temprano, tendrán un impacto en la economía y en el nivel de vida de los argentinos. Uno de estos problemas es la inflación. Con gran irresponsabilidad, el gobierno subestima el problema. Inicialmente el ministro de economía dijo que “la inflación es un problema de la clase media alta”, luego difundió la creencia de que “es bueno que la economía tenga un poco de inflación” ya que, de ese modo, todos se sienten estimulados a consumir rápidamente sus ingresos y eso activa la demanda y mueve la economía. Para este año la inflación se estima en un 35/37%, con gran impacto sobre los ingresos de los argentinos con menores recursos. Asimismo, la inflación acumula tensiones insostenibles en el comercio exterior. En efecto, uno de los pilares del “modelo”, el tipo de cambio subvaluada (dólar caro) ha sucumbido hace tiempo ante los embates de una inflación que es la más alta del mundo excepto la de Venezuela. El retraso cambiario es evidente y la economía sólo puede sostenerse gracias a la formidable ventaja comparativa (que es natural pero también tecnológica) que Argentina tiene en el campo. Hace pocos días el ex director de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) durante los gobiernos de Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Kirchner (hasta marzo de 2008) afirmó que la actual situación fiscal es insostenible en razón del crecimiento de los subsidios implementados por el gobierno. Según cifras del ex funcionario, en 2007 alcanzaba con el 72% de las retenciones para pagar todos los subsidios de la economía nacional. Al año siguiente los subsidios consumían el 86 y, a partir de 2010, la recaudación por retenciones es menor que el gasto en subsidios. Un par de semanas atrás, un grupo de ex secretarios de energía de todos los gobiernos posteriores a 1983 produjo un importante documento en el cual advierte sobre el deterioro de la situación energética en el país. La falta de inversión en el sector durante los últimos años está generando una situación de precariedad energética que afectará inexorablemente la economía nacional de los próximos años como así también el nivel de vida de los argentinos. Allí se demuestra que en el período 2003/2010 la producción de hidrocarburos ha caído un 18% y las reservas comprobadas el 11%. Asimismo, la exploración para la ubicación de nuevas reservas, se ha reducido a la mitad. Algo parecido ha sucedido con el gas natural: la demanda ha crecido el 23% pero, al disminuir las reservas, se ha debido aumentar la importación, que ha crecido el 3.500%. Mientras la demanda de energía aumentó el 41%, la potencia instalada sólo lo hizo el 21%, lo que demuestra un deterioro de la situación general del sector energético. Argentina ha sido el único país de la región en el cual la producción de energía primaria ha disminuido (7%) entre 2003 y 2009. Brasil registra un aumento del 21%, Chile del 14%, Uruguay del 13%, Perú el 68%, Colombia el 34%. La dinámica de la economía kirchnerista apunta a un fuerte sesgo consumista, con una gran cuota de irracionalidad y con una clara despreocupación por la sustentabilidad de algunas variables importantes en el futuro próximo. Inflación, tipo de cambio, equilibrio fiscal, energía, son grandes temas cuyo deterioro es innegable y que tendrán impactos negativos en el futuro más o menos inmediato. Al ser derrotado en las elecciones de 1995 por Carlos Menem, Chacho Álvarez adjudicó su derrota, con cierto desdén, al “voto cuota”. Con esto quería significar que los argentinos habían valorado de un modo prioritario el exitoso combate contra la inflación que había librado el gobierno nacional. Actualmente el gobierno se esfuerza por sostener en el tiempo niveles de consumo y de gasto público que no podrán mantenerse en el largo plazo porque se están descuidando variables importantes que inevitablemente estallarán en un plazo mediano. Mientras esto no ocurra, vivimos en un mundo feliz.
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Análisis de la situación de las FF AA en la Argentina


La precaria situación de las FF AA argentinas es motivo de preocupación en diversos medios. Este documento que damos a conocer está circulando anónimamente por Internet.


1. CIUDAD DEL VATICANO:El Vaticano es tan pequeño 0,439 Km² (44 hectáreas) que podría defenderse con una simple brigada de policía en uniforme de gala. Y eso es más o menos lo que mantiene la ciudad papal. Cuenta con un cuerpo especial llamado Guardia Suiza ataviado al uso del siglo XVI que recluta todos sus efectivos entre suizos de confesión católica quemidan más de 1,74 m. La Guardia Suiza sirve, asimismo, como cuerpo de escolta de Su Santidad.



2. VANUATU:Ubicado en el Océano Pacífico es un archipiélago que ocupa 12.189 Km².Sólo tiene 207 mil habitantes. Tiene una fuerza militar móvil muypequeña.


3. TUVALU:Está en la Polinesia. Su superficie es de apenas 26 Km². No tiene ningún Ejército, pero su fuerza de Policía incluye una unidad marítimade la vigilancia.


4. SAN VICENTE Y LAS GRANADINAS:Ubicada en las Antillas tiene apenas 389 Km². Mantiene una unidad deservicio especial.


5. SANTA LUCÍA:Ubicada al norte de San Vicente y las Granadinas, tiene una superficiede 616 Km². Mantiene una unidad de servicio especial.


6. SAN MARINO:Es una república que está enclavada en el territorio italiano, entre Emilia-Romagna y las Marcas; en una zona accidentada. Tiene 61 Km², ysu punto más alto es el Monte Titano de 749 metros y es uno de losmicroestados europeos. San Marino, es el quinto Estado más pequeño del mundo. Sólo mantiene una fuerza de protección ceremonial de cerca de 80 soldados voluntarios que protegen edificios públicos, la policía yuna fuerza de custodia fronteriza. La defensa nacional frente a unataque es, por convenio, la responsabilidad de las fuerzas armadasde Italia.


7. SAN CRISTÓBAL Y NIEVES:En las Antillas, con apenas 261 Km² mantiene una pequeña fuerza dedefensa para propósitos internos.


8. SAMOA:Es un pequeño Estado del Pacífico de 2944 Km² que vive de susparadisíacas playas tropicales. Antes de conquistar la independenciaen 1962 fue colonia alemana, dependencia británica y protectoradoneozelandés. Cuando rompió los lazos políticos con Nueva Zelanda se cuidó mucho de pactar un acuerdo de defensa que le ahorraba tener que fundar un ejército. Desde entonces los samoanos no ven más uniformes que los de la policía local.


9. PANAMÁ:Suprimió su ejército en 1990, confirmado por un voto unánimeparlamentario para el cambio constitucional en 1994. En caso de guerra, es Colombia quien tiene el deber de proteger a Panamá, debido a que Panamá firmó un tratado con dicho país para la protección integral de la nación.


10. PALAOS:Son 340 islas que cubren 458 km² del Océano Pacífico. Es el primerpaís con una constitución antinuclear (adoptada en 1979). La defensa es responsabilidad de los Estados Unidos de América.


11. NAURU:Es un diminuto país en medio del Pacífico de apenas 21,3 km², es tanpequeño que puede fotografiarse completo desde el aire. Nunca desde su independencia en 1966 ha tenido Fuerzas Armadas. La seguridad interna la cubre con un pequeño cuerpo de policía y las amenazas externas con un acuerdo informal con Australia, que tiene el compromiso de defender la isla en caso de una improbable agresión.12.


MÓNACO:Con apenas 1,95 km², los príncipes de Mónaco suprimieron su ejércitoen el siglo XVII porque no podían competir en la carreraarmamentística de la época. Se metieron bajo el ala de Francia y asísiguen. El Príncipe, no obstante, mantiene una guardia de honor muypintoresca que hace las delicias de los turistas, la "Compagnie duCarabiniers du Prince", vestida de época y formada por jóvenes derancia estirpe monegasca.


13. ESTADOS FEDERADOS DE MICRONESIA:Tiene 702 Km² y 135.000 habitantes. Es responsabilidad de los EstadosUnidos de América la defensa de la Federación de Estados deMicronesia.


14. MAURICIO:Ubicado en el suroeste del Océano índico. Tiene 2040 Km². Ha tenidouna fuerza paramilitar de la policía desde 1968.


15. LIECHTENSTEIN:El Principado de Liechtenstein, uno de los países más ricos del mundo,y uno de los más pequeños con 160 Km² está situado en medio de losAlpes, entre Austria y Suiza, no tiene ejército desde 1868, cuando elPríncipe lo abolió porque era muy costoso de mantener,comprometiéndose, eso sí, a restablecerlo en caso de una invasión por parte de alguno de sus vecinos o de los belicosos alemanes del norte.Como eso nunca ha sucedido sus habitantes viven plácidamente en supequeño país sin ver más uniformes que los de la Landespolizei, uneficiente y muy tecnologizado cuerpo de policía local con sede en Vaduz. En caso de ser invadido tiene un convenio donde debe serprotegido por el Ejército suizo desde entonces.


16. KIRIBATI:En el Océano Pacífico tiene 811 km² y las únicas fuerzas permitidasson la Policía y el servicio de Guardacostas.


17. ISLAS SALOMÓN:Es un archipiélago de 28.450² ubicado en Oceanía. Tuvo un fuerteconflicto étnico entre 1998 y 2006. Últimamente Australia y otrospaíses del pacífico intervinieron para restaurar la paz y el orden. No posee Ejército.


18. ISLAS MARSHALL:Las islas Marshall es un país-archipiélago del Pacífico de 181 km²compuesto por 29 atolones y cinco islas. Fue colonia española hasta1885 cuando fueron vendidas a Alemania, posteriormente seríanbritánicas y estadounidenses. Consiguieron la independencia plena en1990 como asociado a Estados Unidos. Como es lógico no dispone deejército ya que la marina norteamericana se encarga de la defensa.Tiene un cuerpo de policía para hacer cumplir la ley.


19. ISLANDIA:Islandia no tiene ejército desde 1869. Durante más de cincuenta añosmantuvo un acuerdo de defensa con los Estados Unidos, que establecieron en la localidad de Keflavik una importante base aeronaval. En 2006 el presidente Bush la desmanteló porque Islandia ya había perdido el interés estratégico que tuvo durante la Guerra Fría.A pesar de no disponer de Fuerzas Armadas dignas de tal nombre,Islandia es parte de la OTAN y cuenta con una pequeña flotilla deguardacostas.


20. HAITÍ:El Ejército fue disuelto en junio de 1995 y solamente los rebeldes hanexigido su restablecimiento. La Policía Nacional mantiene algunasunidades militares. Actualmente hay una fuerza de paz con mandato dela ONU.


21. GRANADA:La pequeña isla de Granada, de 344 km² en el mar Caribe, sí tuvo ejército, pero fue liquidado tras la invasión norteamericana de 1983, que derrocó y ejecutó a Maurice Bishop. Desde entonces Las únicas fuerzas "armadas" de Granada son las de la Royal Grenade Police Force que, por lo general, suelen ir sin pistola.


22. DOMINICA:Tiene 754 km² y 69.200 habitantes. No posee ejército desde 1981,después del intento de golpe de Estado.


23. COSTA RICACosta Rica tuvo ejército como todos los países hispanoamericanos hasta1948. En aquel año el presidente José Figueres Ferrer abolió las Fuerzas Armadas de Costa Rica tras haberse impuesto en una guerra civil. Al año siguiente la abolición se incorporó en la Constitución dentro del artículo 12 que dice, expresamente: "Se proscribe el ejército como institución permanente". Lo que sí hay en Costa Rica es un cuerpo de policía llamado "Fuerza Pública de Costa Rica", que seencarga de hacer cumplir la ley y custodiar las fronteras.


24. BARBADOS:Ocupa 431 km² del Mar Caribe. Mantiene una fuerza para los asuntosinternos. Hace mucho tiempo que es un país pacifista.


25. ANDORRA:Andorra con 468 km² tuvo un minúsculo ejército en el pasado. En 1931 ese pequeño ejército de montañeses fue transformado oficialmente en un cuerpo de policía, que es lo que sigue siendo hoy. Si se diese el caso de una invasión extranjera, al ser un coprincipado, los ejércitos español y francés se encargarían de repelerla. Andorra tiene tratados muy similares con ambos países, firmados el 3 de junio de 1993.


26. ARGENTINA

De los 25 países antes mencionados, con excepción de Islandia, CostaRica, Panamá y Haití, que son micro-estados, la Argentina es el únicomacro-estado de esta lista, o sea uno de los países más grandes del mundo, con 3 millones de Km², que la ubican octavo en el mundo por su extensión, después de la India y el segundo en América Latina.Aunque en los documentos posee fuerzas armadas, en la realidad no lastiene. Argentina está pasando por un rápido proceso de desmilitarización.El primer objetivo fue desmantelar a la Inteligencia Militar del Ejército, la Marina de Guerra y la Fuerza Aérea a partir de 1983. En los 90’ se comenzó con la desarticulación de las Fuerzas cerrando bases, destacamentos, guarniciones, proceso que continúa hasta la actualidad.Los terrenos de las unidades y regimientos del Ejército se venden almejor postor, pues el objetivo es liquidar todo tipo de material,personal y unidades, hasta lograr que el país quede indefenso.Es prácticamente total la incapacidad de nuestras Fuerzas Armadas de defender la soberanía, sea en el Mar con la pesca ilegal de buques extranjeros, sea en el aire, con los vuelos clandestinos en el norte y sur del país, que ya sabemos qué es lo que transportan.Actualmente, sus Fuerzas Armadas solo son capaces de sostener apenas2 horas de un hipotético combate, ya que no hay municiones, ni combustible, ni repuestos, ni tanques que funcionen, ni aviones de combate en condiciones de volar o buques de guerra en condiciones de navegar varios dias. Hoy la Gendarmería Nacional posee mayor poder de fuego que el Ejército, y hasta su personal está mejor capacitado y activo.La entonces Ministro de Defensa, Nilda Garré, ha desmantelado completamente a las tres Fuerzas, ha dejado al país totalmente indefenso, ya sea encaso de conmoción interior como en un ataque externo.Argentina es el país que menos ha invertido en la región en materia deDefensa, desde que Néstor Kirchner, allá por el año 2003, asumió comopresidente.El presupuesto de Defensa asignado en 2010 es el más bajo de los últimos 40 años.Su fuerza aérea está inoperante, la flota de combate de la Fuerza Aérea no fue renovada, no hay repuestos, ni nada que posibilite operar siquiera un par de aviones.En 2007, de los 230 pilotos que tenía la Fuerza Aérea Argentina al comenzar el año, 55 ya solicitaron el retiro debido a la carencia de medios para trabajar, es decir, aviones en condiciones. No hay radares, ni nada parecido. No quedan aviones, y tampoco pilotos. La Fuerza Aérea es incapaz de controlar el espacio aéreo nacional, pues poseemedia docena de radares que en su mayoría son destinados al norteargentino para controlar los vuelos clandestinos con tráfico de drogas.Todo el resto del territorio está "libre" para la entrada de cualquiertipo de aeronave. Es un grave peligro, sobre todo por la existencia del famoso aeropuerto inglés en la Patagonia, cuya pista es tan larga como la de Aeroparque de Buenos Aires y no posee ningún tipo de control.HAY MAS DE 1200 PISTAS CLANDESTINAS !!!Respecto a la Marina, las unidades de la flota de mar navegan un promedio de 32 días anuales. La cantidad de buques de la Flota de Mar operables no supera la docena, y gracias que aún están en funcionamiento. Con solo 3 buques operando en óptimas condiciones, y un puñado de aviones navales, no se puede defender tan amplio sector de Mar Argentino.Existen más de doscientos buques pesqueros y factorías extranjeros eninmediaciones del límite de las doscientas millas náuticas,correspondientes a la República Argentina, que ya saben que nadie los va a sacar de allí.El poder aéreo de la Aviación Naval ha quedado reducido a un puñado deaviones de reconocimiento y de carga, y solo se poseen 2 aviones SúperEtendard operables, claro que sin misiles a bordo. Ante estaspreocupantes y tristes verdades, ¿cómo podrá ser posible defender 3millones de km2 de aguas?Un estudio del Banco Mundial refirió que la Argentina es el país que menos dinero gasta en defensa en toda América del Sur desde el año2005. Se ubica en el puesto número 26, de los más indefensos del mundo. Congo y Nepal gastan más en Defensa que Argentina, solo un dato curioso.El motivo del desarme es bien claro. Por un lado vemos las pretensiones de Estados Unidos y Gran Bretaña de obtener los recursos naturales del país, y por el otro un gobierno que solo piensa en destruir a las Fuerzas de Seguridad de la Nación, con el viejopretexto de la dictadura militar (se terminó en 1983), facilitando así, las ambiciones del poder extranjero.Para 2011 se pretende dar por finalizado el largo objetivo de ladestrucción total de las Fuerzas Armadas. Dejar el camino libre paraque el poder extranjero pueda no solo extraer a través de sus empresas los recursos naturales, como ya lo está haciendo, sino que intentará darle una garantía mayor, que es evitar que cualquier gobierno o grupo político intente evitar el saqueo y entrega de los recursos naturales.Al no haber poder de cohesión, no puede existir garantía para defendera la población ni sus recursos. Una Argentina indefensa es susceptiblede perder sus más preciados territorios y recursos, quedando fuera de su alcance la defensa de su Antártida, de su gran y extenso Mar Argentino.Vale recordar que en una revista editada por el ministerio de Defensa de la Nación en 2008 y firmada por Nilda Garré (la entonces Ministra de Defensa de la Nación), puso en un mapa argentino Falkland Islands (UK), que son las siglas de United Kingdom y ni siquiera salió a pedir excusas por elmapa, que viola las leyes argentinas donde dice que todo mapa oficialtiene que decir Islas Malvinas.Una verdadera vergüenza para los 40 millones de argentinos VIVEN en unpaís a merced de cualquier aventurero que quiera invadirlo.

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