Sea como fuere, antes del 2011 o a partir de allí, el próximo gobierno tendrá un signo diferente al del peronismo.
¿Cuál serán sus colores y sonidos? Habrá que esperar. Muchos son los acuerdos que pueden realizarse.
Inevitablemente el kirchnerismo arrastra a la catástrofe al partido justicialista y este acompaña como un autómata las pésimas decisiones tomadas por la pareja gobernante. Resolución 125, Aerolíneas Argentinas, AFJP, adelantamiento de la fecha electoral, facultades extraordinarias, estatización del fútbol y ahora ley de medios audiovisuales. Hay excepciones en el peronismo pero lamentablemente, con ellos, no alcanza.
¿Que hilo conductor vincula cada una de las medidas tomadas por el parlamento a propuestas del Ejecutivo? La profundización del intervencionismo de estado en la vida pública de los argentinos o como dice el kirchnerismo la preponderancia de la política sobre el mercado.
El kirchnerismo entiende, y no se equivoca, que hay una porción significativa de argentinos que creen en las bondades del estado por encima de la actividad privada. Los partidos políticos no hacen más que reflejar esa realidad. Sectores del radicalismo, los socialistas en sus distintas variantes, la progresía y sectores del peronismo se encuentran atrapados entre un gobierno absolutamente desacreditado y ese mismo gobierno que los invita a votar a favor de principios caros a sus tradiciones culturales: el intervencionismo de estado. Valores que siempre profesaron. Ni que hablar de organizaciones sociales como la CGT o la UIA.
No hay porque sorprenderse si entendemos que el intervencionismo estatal se pregona en el país desde la década del 20, nada menos que desde el diario La Nación, (Ricardo Sidicaro: La Política mirada desde arriba) implementándose a partir del 30’. ¡Ochenta años de aplicación de estos principios han dejado una profunda huella! Debemos añadir que la Argentina practicó el intervencionismo a imagen y semejanza de lo que se realizaba en los países centrales. Intervencionismo que comenzó a ceder, como paradigma, sobre el final de los 70’. La caída del comunismo hizo el resto.
La década del 90’ trajo nuevos aires, sin embargo no ha vencido en todos los frentes. Ni podría hacerlo. Lo cierto es que el proceso de globalización, que es una realidad independiente de los gustos o los deseos de los hombres, no puede realizarse si no es impulsada por una filosofía defensora de la libertad.
El dirigente chino Wang Junten Director General del Centro de Comercio Internacional de su país y hombre de izquierda como lo es su gobierno afirmó en su visita a la Argentina “Nosotros queremos fomentar las relaciones bilaterales porque representa la tendencia mundial de la globalización. En esta era no sería adecuado imponer límites” (La Nación 27/9/09)
La izquierda china, como bien lo dice Wang, adhiere a principios tradicionalmente vinculados al liberalismo. Dato novedoso y que revoluciona los dogmas aprendidos a lo largo del siglo XX, cuando intervencionismo e izquierda eran un combo.
Volviendo a la década del 30’ y al peronismo ambos debieron dar una formidable lucha a favor del intervencionismo y el estatismo cuando este se imponía como una novedad en el mundo. Varias generaciones de escritores, nacionalistas, revisionistas, marxistas y también liberales aggiornados batallaron durante décadas para que la sociedad comprendiera las bondades del estatismo. Finalmente se impusieron. No les fue fácil ganar el debate. La Argentina venía de setenta años de liberalismo exitoso (1860-1930).
En síntesis cada período de la historia tiene su relato, esto es, un sistema de ideas que facilita la evolución y explica su sentido.
Una vez que las ideas se imponen puede ocurrir que el escenario cambie y esos pensamientos se ponen añejos. Ahí se suscitan los inconvenientes. Los cortocircuitos. De todos modos la realidad avanza. Se impone por la fuerza de los hechos. Claro podría hacerlo mejor si el sistema de ideas se actualizara al ritmo de la vida misma. Pero esto no ocurre puesto que una generación educada bajo ciertos dogmas se resiste al cambio. La educación es conservadora.
Veamos algunos ejemplos, el Ministro Pinedo, artífice del primer intervencionismo, fue atacado desde el socialismo, la democracia progresista, los radicales de Forja y de Alvear. Casi todo el abanico político por distintos motivos lo castigaba. Sin embargo fue el que construyó los primeros escalones de un intervencionismo ascendente. Fue un innovador. Tarde llegó el radicalismo, el socialismo, la democracia progresista y los conservadores a entender los nuevos tiempos. Por lo tanto los madrugó el peronismo. El justicialismo fue la continuidad de Pinedo, con justicia social y sonidos patrióticos.
Finalmente esos principios arraigaron. Se podría decir, exagerando un poquito, que en la década del 70’ ya no había argentinos que creyeran en las bondades del capital privado. Por el contrario el Estado era garantía de trabajo, equidad y justicia. Esas ideas continuaron vigentes en la década siguiente a pesar del crash del Estado. Pésimos servicios e hiperinflación. Tan confusa fue la situación que cuando el Presidente Alfonsín pretendió privatizar Aerolíneas Argentinas y ENTEL, fue el peronismo que con argumentos de soberanía nacional enfrentó la iniciativa. Recordemos nada menos que a Eduardo Menem oponiéndose a la propuesta y sectores del radicalismo de igual modo.
Cuando en la década del 90’ le tocó gobernar al peronismo y este llevó como ministro a Cavallo, al igual que Pinedo fue atacado por el conjunto de las fuerzas políticas que pensaban en antiguo. En este caso por razones bien distintas. Si aquel intervenía cambiando el paradigma del siglo XIX este desregulaba y liberalizaba modificando el paradigma de los últimos ochenta años. Los cambios dejaban mal parados a los antiguos. Como inteligentemente dice Beatriz Sarlo: “El menemismo ha sido una especie de ciclón que nos agarró a todos mal parados” (La izquierda en la Argentina. Ed. Manantial. Bs. As. 1998. Pág. 248). Las ideologías son construcciones de época. No sirven para siempre y en todo lugar.
No es un tema sencillo para los damnificados. Educados para una etapa, si esta cambia se produce un cortocircuito entre los saberes y la realidad.
EL PROGRESISMO
Este movimiento ideológico es el más reacio a cambiar. Su dogma es una catedral pétrea. Conservan en el viejo arcón de los recuerdos los perfumes de antaño. Lo acompañan sectores del justicialismo altamente dogmatizados.
Quienes hoy nos gobiernan no son precisamente peronistas en el sentido originario del término. Son camporistas. En otro artículo escrito por mí hace algunos años desarrollé con más amplitud el tema. Como síntesis podría decir que el camporismo fue la incorporación de sectores medios ilustrados al peronismo con todo su bagaje cultural: la revolución, la violencia, el elitismo, la interpretación y la conciencia del ser, frente al silencio inconmovible de las masas. Expresó también el giro a la izquierda de vastos sectores medios en la década del 60’ y su acercamiento al justicialismo. Pero peronismo propiamente dicho, jamás fue.
El progresismo y el camporismo se aferran a las verdades de origen. Son fundacionales. Aseguran que el futuro y el progreso se encuentran en los principios acuñados en la década del 30’. Sus relojes atrasan. Lo que era posible y necesario, hoy es obsoleto.
Como dice Santiago Kovadlof: “Contra toda evidencia histórica, la izquierda obcecada sigue creyendo que el estatismo es la llave maestra de la acción progresista” (La Nación 25/9/09).
En un mundo de fronteras estrictas y mercados super protegidos el nacionalismo y el “socialismo en un solo país” eran las puertas del porvenir, si se quiere, la alternativa al capitalismo liberal que tambaleaba.
Nada de ese mundo, hoy, está vigente.
El capitalismo liberal ha triunfado y la globalización se impone incontrolable. Un nuevo salto cualitativo de un capitalismo rejuvenecido.
En los nuevos tiempos que nos tocan vivir ya no es el intervencionismo de estado la palanca para la equidad. Todo indica que la autogestión se acerca más a esos objetivos.
Sin en algún momento la izquierda y el peronismo (tradicional) podían argüir ser los portadores del devenir hoy son el estandarte del atraso.
Y acá estamos frente a un intríngulis ideológico profundo aunque algunos políticos y periodistas sólo vean intereses acomodaticios de dirigentes pícaros.
En todas las épocas hay sujetos que cambian de opinión según sus intereses personales. Y va a seguir ocurriendo. No hay remedio para la volubilidad. No vale la pena hablar de ellos. Excepto que transformemos la política en un asunto moral. Lo trascendente son los cuerpos de doctrina que estos individuos encuentran en cada salto de garrocha. Lo importante no es el salto, ni quien lo hizo, sino los espacios doctrinarios a donde han llegado. Tomemos el caso Kirchner. Ha dado mucho que hablar su oportunismo respecto de los derechos humanos y la progresía. Se lo ha descalificado por su duplicidad ideológica y travestismo: de los 90 al progresismo. ¿Qué importancia tiene su oportunismo? Visto desde lo individual quizás mucha. No sería mi amigo, por ejemplo. Sin embargo lo crucial es el sistema de ideas que abrazó siendo presidente. La progresía lo entendió rápidamente. No le exigió un currículum ni pureza de sangre. Lo tomó como venía. Desde el poder impulsó todo lo que pudo esos valores y principios. Juzgar a Kirchner por su volubilidad es un esfuerzo sin destino.
EL DESTINO DE LOS KIRCHNER
Los kirchner hicieron una opción por la progresía porque esta corriente porta valores según es creencia en un sector numeroso de la sociedad. No era necesario este giro. El peronismo tiene medallas de sobra en su lucha por los humildes y la dignidad de los de abajo y cuando lo realizó en su década gloriosa no hizo concesiones a la izquierda.
Como son camporistas coquetean con la izquierda.
Sin embargo a lo largo de su gobierno la realidad fue imponiéndose e imperceptiblemente el matrimonio debió correrse de ese espacio. Sus aliados de izquierda fueron apartándose de ellos. Kirchner, entonces, se refugió en el peronismo de estado haciéndose jefe de un partido que el progresismo juzgaba inconvenientemente. Aceptaban a Kirchner a condición que liderara desde una formación política transversal y no desde el viejo peronismo.
Esa alianza se quebró y el 28 de junio apareció la fractura en la superficie. El matrimonio se lamentó del error cometido porque suponen que perdieron votos por aflojar el ímpetu revolucionario de su gestión. Observaron con cierta envidia la coherencia de Pino y Sabatella y decidieron un nuevo viraje a la progresía. Por esta razón todas las medidas que de ahora en adelante tome el actual gobierno van a tener sonidos y colores afines a esta corriente. Pondrán en un brete a sectores del radicalismo y del socialismo de Binner. El intervencionismo caracterizará las futuras propuestas.
De todos modos Kirchner no tiene futuro. Necesita ganar, no para ser candidato a Presidente en el 2011 sino para llegar al 2011.
En este sentido su conducta es muy parecida a la re-re de Menem. No perder vigencia hasta el final del mandato. Nada más.
Quienes intentan salvarse del naufragio son los progresistas y verán como lo hacen.
Algunos políticos creen que no son temas ideológicos lo que hoy se discute y divide a la familia argentina. ¡Por supuesto que lo son!
Se equivocan cuando afirman que los apoyos al gobierno nacional se deben, sólo, a los negocios, canonjías u obra pública. Que de hecho hay.
Lo cierto es que Kirchner acumula poder con un discurso estatista. Por algo será.
Desde aquella famosa frase de las “joyas de la abuela” lanzada con intencionalidad ideológica frente a las privatizaciones hasta la utilización de palabras como vaciamiento y entrega, el estatismo sigue vigente y paga bien.
Como si los ferrocarriles, los teléfonos, el gas, el agua, Aerolíneas en el momento que se las privatizó fueran una joya refulgente a la que se apelaba malamente, lanzando al estado nacional a la ruina y al despojo. En definitiva los políticos levantan palabras e ideas que consideran les da votos. Hoy el estatismo genera votos y Kirchner va a apelar a él.
Para quebrar el mensaje intervencionismo - progreso- futuro–equidad- justicia. Hay que insistir, insistir e insistir en que el progresismo es atraso. El porvenir está del lado del capitalismo triunfante desde 1989.
¿Cuál serán sus colores y sonidos? Habrá que esperar. Muchos son los acuerdos que pueden realizarse.
Inevitablemente el kirchnerismo arrastra a la catástrofe al partido justicialista y este acompaña como un autómata las pésimas decisiones tomadas por la pareja gobernante. Resolución 125, Aerolíneas Argentinas, AFJP, adelantamiento de la fecha electoral, facultades extraordinarias, estatización del fútbol y ahora ley de medios audiovisuales. Hay excepciones en el peronismo pero lamentablemente, con ellos, no alcanza.
¿Que hilo conductor vincula cada una de las medidas tomadas por el parlamento a propuestas del Ejecutivo? La profundización del intervencionismo de estado en la vida pública de los argentinos o como dice el kirchnerismo la preponderancia de la política sobre el mercado.
El kirchnerismo entiende, y no se equivoca, que hay una porción significativa de argentinos que creen en las bondades del estado por encima de la actividad privada. Los partidos políticos no hacen más que reflejar esa realidad. Sectores del radicalismo, los socialistas en sus distintas variantes, la progresía y sectores del peronismo se encuentran atrapados entre un gobierno absolutamente desacreditado y ese mismo gobierno que los invita a votar a favor de principios caros a sus tradiciones culturales: el intervencionismo de estado. Valores que siempre profesaron. Ni que hablar de organizaciones sociales como la CGT o la UIA.
No hay porque sorprenderse si entendemos que el intervencionismo estatal se pregona en el país desde la década del 20, nada menos que desde el diario La Nación, (Ricardo Sidicaro: La Política mirada desde arriba) implementándose a partir del 30’. ¡Ochenta años de aplicación de estos principios han dejado una profunda huella! Debemos añadir que la Argentina practicó el intervencionismo a imagen y semejanza de lo que se realizaba en los países centrales. Intervencionismo que comenzó a ceder, como paradigma, sobre el final de los 70’. La caída del comunismo hizo el resto.
La década del 90’ trajo nuevos aires, sin embargo no ha vencido en todos los frentes. Ni podría hacerlo. Lo cierto es que el proceso de globalización, que es una realidad independiente de los gustos o los deseos de los hombres, no puede realizarse si no es impulsada por una filosofía defensora de la libertad.
El dirigente chino Wang Junten Director General del Centro de Comercio Internacional de su país y hombre de izquierda como lo es su gobierno afirmó en su visita a la Argentina “Nosotros queremos fomentar las relaciones bilaterales porque representa la tendencia mundial de la globalización. En esta era no sería adecuado imponer límites” (La Nación 27/9/09)
La izquierda china, como bien lo dice Wang, adhiere a principios tradicionalmente vinculados al liberalismo. Dato novedoso y que revoluciona los dogmas aprendidos a lo largo del siglo XX, cuando intervencionismo e izquierda eran un combo.
Volviendo a la década del 30’ y al peronismo ambos debieron dar una formidable lucha a favor del intervencionismo y el estatismo cuando este se imponía como una novedad en el mundo. Varias generaciones de escritores, nacionalistas, revisionistas, marxistas y también liberales aggiornados batallaron durante décadas para que la sociedad comprendiera las bondades del estatismo. Finalmente se impusieron. No les fue fácil ganar el debate. La Argentina venía de setenta años de liberalismo exitoso (1860-1930).
En síntesis cada período de la historia tiene su relato, esto es, un sistema de ideas que facilita la evolución y explica su sentido.
Una vez que las ideas se imponen puede ocurrir que el escenario cambie y esos pensamientos se ponen añejos. Ahí se suscitan los inconvenientes. Los cortocircuitos. De todos modos la realidad avanza. Se impone por la fuerza de los hechos. Claro podría hacerlo mejor si el sistema de ideas se actualizara al ritmo de la vida misma. Pero esto no ocurre puesto que una generación educada bajo ciertos dogmas se resiste al cambio. La educación es conservadora.
Veamos algunos ejemplos, el Ministro Pinedo, artífice del primer intervencionismo, fue atacado desde el socialismo, la democracia progresista, los radicales de Forja y de Alvear. Casi todo el abanico político por distintos motivos lo castigaba. Sin embargo fue el que construyó los primeros escalones de un intervencionismo ascendente. Fue un innovador. Tarde llegó el radicalismo, el socialismo, la democracia progresista y los conservadores a entender los nuevos tiempos. Por lo tanto los madrugó el peronismo. El justicialismo fue la continuidad de Pinedo, con justicia social y sonidos patrióticos.
Finalmente esos principios arraigaron. Se podría decir, exagerando un poquito, que en la década del 70’ ya no había argentinos que creyeran en las bondades del capital privado. Por el contrario el Estado era garantía de trabajo, equidad y justicia. Esas ideas continuaron vigentes en la década siguiente a pesar del crash del Estado. Pésimos servicios e hiperinflación. Tan confusa fue la situación que cuando el Presidente Alfonsín pretendió privatizar Aerolíneas Argentinas y ENTEL, fue el peronismo que con argumentos de soberanía nacional enfrentó la iniciativa. Recordemos nada menos que a Eduardo Menem oponiéndose a la propuesta y sectores del radicalismo de igual modo.
Cuando en la década del 90’ le tocó gobernar al peronismo y este llevó como ministro a Cavallo, al igual que Pinedo fue atacado por el conjunto de las fuerzas políticas que pensaban en antiguo. En este caso por razones bien distintas. Si aquel intervenía cambiando el paradigma del siglo XIX este desregulaba y liberalizaba modificando el paradigma de los últimos ochenta años. Los cambios dejaban mal parados a los antiguos. Como inteligentemente dice Beatriz Sarlo: “El menemismo ha sido una especie de ciclón que nos agarró a todos mal parados” (La izquierda en la Argentina. Ed. Manantial. Bs. As. 1998. Pág. 248). Las ideologías son construcciones de época. No sirven para siempre y en todo lugar.
No es un tema sencillo para los damnificados. Educados para una etapa, si esta cambia se produce un cortocircuito entre los saberes y la realidad.
EL PROGRESISMO
Este movimiento ideológico es el más reacio a cambiar. Su dogma es una catedral pétrea. Conservan en el viejo arcón de los recuerdos los perfumes de antaño. Lo acompañan sectores del justicialismo altamente dogmatizados.
Quienes hoy nos gobiernan no son precisamente peronistas en el sentido originario del término. Son camporistas. En otro artículo escrito por mí hace algunos años desarrollé con más amplitud el tema. Como síntesis podría decir que el camporismo fue la incorporación de sectores medios ilustrados al peronismo con todo su bagaje cultural: la revolución, la violencia, el elitismo, la interpretación y la conciencia del ser, frente al silencio inconmovible de las masas. Expresó también el giro a la izquierda de vastos sectores medios en la década del 60’ y su acercamiento al justicialismo. Pero peronismo propiamente dicho, jamás fue.
El progresismo y el camporismo se aferran a las verdades de origen. Son fundacionales. Aseguran que el futuro y el progreso se encuentran en los principios acuñados en la década del 30’. Sus relojes atrasan. Lo que era posible y necesario, hoy es obsoleto.
Como dice Santiago Kovadlof: “Contra toda evidencia histórica, la izquierda obcecada sigue creyendo que el estatismo es la llave maestra de la acción progresista” (La Nación 25/9/09).
En un mundo de fronteras estrictas y mercados super protegidos el nacionalismo y el “socialismo en un solo país” eran las puertas del porvenir, si se quiere, la alternativa al capitalismo liberal que tambaleaba.
Nada de ese mundo, hoy, está vigente.
El capitalismo liberal ha triunfado y la globalización se impone incontrolable. Un nuevo salto cualitativo de un capitalismo rejuvenecido.
En los nuevos tiempos que nos tocan vivir ya no es el intervencionismo de estado la palanca para la equidad. Todo indica que la autogestión se acerca más a esos objetivos.
Sin en algún momento la izquierda y el peronismo (tradicional) podían argüir ser los portadores del devenir hoy son el estandarte del atraso.
Y acá estamos frente a un intríngulis ideológico profundo aunque algunos políticos y periodistas sólo vean intereses acomodaticios de dirigentes pícaros.
En todas las épocas hay sujetos que cambian de opinión según sus intereses personales. Y va a seguir ocurriendo. No hay remedio para la volubilidad. No vale la pena hablar de ellos. Excepto que transformemos la política en un asunto moral. Lo trascendente son los cuerpos de doctrina que estos individuos encuentran en cada salto de garrocha. Lo importante no es el salto, ni quien lo hizo, sino los espacios doctrinarios a donde han llegado. Tomemos el caso Kirchner. Ha dado mucho que hablar su oportunismo respecto de los derechos humanos y la progresía. Se lo ha descalificado por su duplicidad ideológica y travestismo: de los 90 al progresismo. ¿Qué importancia tiene su oportunismo? Visto desde lo individual quizás mucha. No sería mi amigo, por ejemplo. Sin embargo lo crucial es el sistema de ideas que abrazó siendo presidente. La progresía lo entendió rápidamente. No le exigió un currículum ni pureza de sangre. Lo tomó como venía. Desde el poder impulsó todo lo que pudo esos valores y principios. Juzgar a Kirchner por su volubilidad es un esfuerzo sin destino.
EL DESTINO DE LOS KIRCHNER
Los kirchner hicieron una opción por la progresía porque esta corriente porta valores según es creencia en un sector numeroso de la sociedad. No era necesario este giro. El peronismo tiene medallas de sobra en su lucha por los humildes y la dignidad de los de abajo y cuando lo realizó en su década gloriosa no hizo concesiones a la izquierda.
Como son camporistas coquetean con la izquierda.
Sin embargo a lo largo de su gobierno la realidad fue imponiéndose e imperceptiblemente el matrimonio debió correrse de ese espacio. Sus aliados de izquierda fueron apartándose de ellos. Kirchner, entonces, se refugió en el peronismo de estado haciéndose jefe de un partido que el progresismo juzgaba inconvenientemente. Aceptaban a Kirchner a condición que liderara desde una formación política transversal y no desde el viejo peronismo.
Esa alianza se quebró y el 28 de junio apareció la fractura en la superficie. El matrimonio se lamentó del error cometido porque suponen que perdieron votos por aflojar el ímpetu revolucionario de su gestión. Observaron con cierta envidia la coherencia de Pino y Sabatella y decidieron un nuevo viraje a la progresía. Por esta razón todas las medidas que de ahora en adelante tome el actual gobierno van a tener sonidos y colores afines a esta corriente. Pondrán en un brete a sectores del radicalismo y del socialismo de Binner. El intervencionismo caracterizará las futuras propuestas.
De todos modos Kirchner no tiene futuro. Necesita ganar, no para ser candidato a Presidente en el 2011 sino para llegar al 2011.
En este sentido su conducta es muy parecida a la re-re de Menem. No perder vigencia hasta el final del mandato. Nada más.
Quienes intentan salvarse del naufragio son los progresistas y verán como lo hacen.
Algunos políticos creen que no son temas ideológicos lo que hoy se discute y divide a la familia argentina. ¡Por supuesto que lo son!
Se equivocan cuando afirman que los apoyos al gobierno nacional se deben, sólo, a los negocios, canonjías u obra pública. Que de hecho hay.
Lo cierto es que Kirchner acumula poder con un discurso estatista. Por algo será.
Desde aquella famosa frase de las “joyas de la abuela” lanzada con intencionalidad ideológica frente a las privatizaciones hasta la utilización de palabras como vaciamiento y entrega, el estatismo sigue vigente y paga bien.
Como si los ferrocarriles, los teléfonos, el gas, el agua, Aerolíneas en el momento que se las privatizó fueran una joya refulgente a la que se apelaba malamente, lanzando al estado nacional a la ruina y al despojo. En definitiva los políticos levantan palabras e ideas que consideran les da votos. Hoy el estatismo genera votos y Kirchner va a apelar a él.
Para quebrar el mensaje intervencionismo - progreso- futuro–equidad- justicia. Hay que insistir, insistir e insistir en que el progresismo es atraso. El porvenir está del lado del capitalismo triunfante desde 1989.
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