domingo, 28 de marzo de 2010

Discurso de José Mujica a las Fuerzas Armadas


Soldados de mi patria, y en el término los incluyo a todos. Tengo que asumir, directamente ante ustedes, que reconozco francamente una postergación en lo económico, sobre todo si comparamos la situación del resto de trabajadores del Estado.
Debo asumir también que la mayoría de los soldados rasos de mi patria navegan en la pobreza. Debo de asumir que antes del próximo presupuesto se impone ayudar concretamente, lo que no equivale a reparar. Sé que en gran medida las Fuerzas Armadas -hace tiempo- en los hechos vienen actuando como un aparato de docencia y de formación de mucha gente, que luego termina migrando, buscando un mejor horizonte económico.
Una parte fundamental del presupuesto termina agotado en magros salarios y los medios materiales poco se renuevan, haciendo difícil cualquier operativa mínima de adiestramiento.
Sé que la seguridad del cielo y de las costas está muy comprometida por la falta de medios y por la obsolescencia. Sé que contando con los recursos escasos hay una constante épica por generar recursos tratando de sobrevivir en todo sentido. En fin, no tiene mucho sentido enumerar cosas que todos ustedes conocen. Lo que tiene sentido es vislumbrar por donde salimos.
Pero hechos sustantivos que el país tuvo que priorizar otros frentes en estos años: atender a la pobreza y sobre todo a la indigencia extrema, atender las obligaciones del endeudamiento. Hay coletazos del 2001 y del 2002 que todavía nos están golpeando.
También hay que reconocer que no puede haber Fuerzas Amadas ricas en un país pobre, porque sería hasta un abuso y nos compete a todos, en primer término al Presidente, priorizar la lucha contra la pobreza y la miseria como el gran objetivo de la nación entera con todas las consecuencias que esto signifique o requiera.
Yo no escribo mis discursos, es muy raro que los escriba, en este he resuelto escribir algo para ser conciso y dejar algunas cosas sustantivas definidas. Es demasiado fácil afirmar la generalidad de que hay que luchar contra la pobreza y la miseria. Ya no es tan fácil ver la infinita ramificación en los hechos que se produce cuando nos disponemos a trabajar concretamente. Aquí aparece una infinita ramificación, cuando queremos bajar las ideas a tierra, pero aparecen dos ramas muy gruesas en las que me quiero detener, soldados de mi patria.
Primero, la necesidad de unidad nacional, la necesidad de unidad nacional.
Segundo, la imperiosa necesidad general de aprovechar todos los recursos posibles, agotar todos los recursos posibles, estrujar nuestra inventiva.
La primera exigencia, la unidad nacional, la empezamos a plantear la noche misma del cierre electoral, recuerden soldados. Dijimos "ni vencidos ni vencedores", aunque como cualquier cosa debió haber gente que no le gustó. Todo es opinable.
Pero unidad nacional sólo es posible -hay que definir-, sólo es posible si se practica un inmenso respeto a lo diverso, respeto a lo contradictorio. Porque en toda sociedad hay diferencias de todo tipo que permanentemente nos antagonizan por todas las esquinas: nos llevan a disputas, a luchas de intereses contradictorios, todos válidos. Pero unidad nacional significa que a pesar de eso, hay un algo mayor que es causa común que nos envuelve a todos, algo así como una gigantesca bandera que nos abriga y que nos compromete. Una especie de nosotros "anónimo" que más que actuar como un legado del pasado es una afirmación hacia el porvenir. Es el sueño -en definitiva- de que nuestros hijos sean mejores que nosotros.
Pero esa unidad nacional no sólo tiene los obstáculos que acabo de señalar; tiene además, los obstáculos de la historia. Por eso estoy aquí, me hago cargo de una causa común. No me puedo hacer el distraído.
Estas Fuerzas Armadas -de hoy- no deben cargar con ninguna mochila del pasado ante su pueblo. Pero esto no es cosa de decirlo, hay que cultivarlo, hay que hacerlo evidente a los sentimientos de la gente. Es esto lo más difícil, soldados. Esto no funciona por ordeno y mando. No hay otro camino posible -en mi humilde opinión- más que la lenta persuasión por la vía de los hechos. Hay que no cansarse nunca de servir noblemente a nuestro pueblo, para que éste nos termine haciendo parte afectiva de su yo.
Hoy ese pueblo respeta por distancia, por ajenidad, hasta por temor. La propuesta de camino es que como proceso genere afecto a sus Fuerzas Armadas y esto es lo más difícil de la lucha por la unidad nacional: ser capaces de generar sentimientos, afectividad en su pueblo, por sus Fuerzas Armadas.
Y somos diversos como sociedad. Hay que reconocer como reales, no podemos esconder la cabeza ante la cruda realidad de que existen exigencias que nos desgarran como sociedad.
Desde el año 1985 sentimos gente que -con razón o sin ella- reclama que hay que dar vuelta la página y, al mismo tiempo, gente de nuestro pueblo, tan válida como la otra, que grita por justicia -también con razón o sin ella-. Unos y otros son parte de nuestro pueblo. Yo no juzgo. No soy juez, soy Presidente, constato. No me eligieron para juez. Y esto lo veo en todas las sociedades que se han desgarrado con conflictos duros. Y lo veo por todo el mundo.
Soldados, allí está España, escudriñando huesos a décadas de su guerra civil. He proseado con parte del pueblo chileno, de pueblo, de pueblo común y corriente, con manifiesto odio para con el pueblo y desprecio para con el pueblo boliviano y viceversa. Coletazos de la guerra del Pacifico, hasta hoy.
Podría seguir poniendo ejemplos del mundo, porque al parecer la condición humana es así. No estoy juzgando, repito, estoy constatando.
Las guerras generan llagas permanentes, que sólo puede suturar la alta política. La alta política, que es, en este terreno, el arte de persuadir, sublimando el dolor en causas comunes que nos identifiquen, construyendo, desde luego, caminos comunes.
El camino que les vengo a proponer, al fin de cuentas, ya lo ensayó este país. ¿Qué fue nuestra historia nacional de conflictos de blancos y colorados? Décadas de tensión y de guerra terminaron cuando tuvieron la inteligencia de construir ciudadanía en común.
¿Qué pasó en Europa con el conflicto eterno de Francia y Alemania? Sólo terminó cuando encontraron el camino común, de una construcción común: la lucha por la unidad de Europa.
¿Qué pasó en Sudáfrica, desgarrada por el racismo? ¿Cuál es el triunfo de Mandela? El haber logrado un camino común de convivencia para blancos y negros.
Sin embargo, estos logros de alta política no han podido aparecer por desgracia en Colombia, no han podido aparecer en Palestina. Yo no veo otro camino, soldados, que encontrar causas comunes como nación que nos identifiquen en construcciones comunes, participar en procesos superadores, juntando pasados distintos a los que no se les impone ni renuncia ni olvidos.
Respetar lo diferente, pero ser capaces de construir: construir cosas que se terminen priorizando en hechos del porvenir. No vivir con razones del pasado, vivir con razones del porvenir.
Nuestra común causa, soldados, sería la lucha contra la pobreza y la miseria por todo lo que encierra de justicia social, pero por todo lo que propone de unidad nacional. Esto no es posible sin unidad nacional.
La unidad nacional no es un discurso, es un largo proceso de construcción, donde no se le imponen renunciamientos a nadie, porque no funciona por ordeno y mando.
No es, por lo tanto, una orden o un decreto del Señor Presidente. No es un viejo tan iluso que cree que se puede transformar por decreto una profunda realidad. Es una política que lleva tiempo, que lleva años. Es un proceso, que va a estar lleno de obstáculos y muchas, muchas incomprensiones. Ya las tiene. Claro que ya las tiene. Y hay que comprenderlo. Es un precio, es un desgaste. Y hay que pagar.
Soy absolutamente consciente, soldados. En lo personal, navego en la soledad de la Presidencia. En la obligación, en el compromiso del deber de un viejo que no tiene vuelta ni tiene porvenir. No me quiero dejar acorralar por mis sentimientos, porque los preciso a todos para pelear contra la pobreza. A todos, y mi corazón es parte. ¿Cómo no va a ser parte si he sido un viejo combatiente? ¡Sería un cínico si dijera lo contrario! Pero mi conducta debe ser objetiva y tiene que tener el coraje de gritar "patria para todos y con todos". ¡Y con todos!
Inevitablemente me van a pegar tirios y troyanos: lo descuento, porque he tomado la decisión muy profunda, ya muy vieja, de caminar con todos. No quiero que los de hoy se antagonicen por el ayer. Jodida herencia le transmitiría a la esperanza de los que estamos convocando a la vida.
Trato de que salgamos de la trampa del dolor. Por eso no queremos que los soldados de hoy carguen con la historia como un fardo. Si acaso, como una lección, y que los niños que crezcan y palpiten otro tiempo vean otras Fuerzas Armadas.
La otra gran rama gruesa es más fácil de entender y de atender, más sencilla. La necesidad de aprovechar todos los recursos posibles para esta lucha contra la pobreza, en el sentido más profundo. Que la verdadera pobreza no es solo una falta de cosas fundamentales. Está la otra: la pobreza del talento, del balero, de la cultura, del conocimiento.
Resulta natural, casi, que se entienda, que en algún momento los convoquemos a tres o cuatro soldados, para tener una carpita que cuiden los tablones y los bloques, cuando tratemos de reparar heridas sociales en algún asentamiento, en el que seguramente viven soldados pobres, también. Es fácil de entender, de cuidar un obraje, es fácil de entender que pidamos algún maquinista para manejar alguna máquina y hacer desagües sanitarios en los barrios tugurizados, es obvio que no precisa mucha explicación, se entiende.
Pero también soy consciente de un mensaje libre, "el buey que trilla tiene que comer algo del trigo que trilla". Es necesario que los soldados que participen se lleven algo en el bolsillo, no todo es deber, también hay obligaciones que significan compromisos.
Esto va a estar muy presente en el plan de solidaridad, donde vamos a tratar de ayudar a mejorar las viviendas que tienen, esas viviendas indignas de gente que está fuera del mercado. Por eso se llama solidaridad. Y vamos a sacar la plata de donde podamos, la primera de mi sueldo. Porque la excusa de que estemos pobres o que tengamos dificultades económicas no equivale a decir que tenemos que quedar sentados de brazos cruzados lamentándonos. Algo siempre se podrá hacer si hay actitud de compromiso.
Habrá que multiplicar la capacidad de enseñar oficios y vaya, vaya que las Fuerzas Armadas tienen experiencia y saben de eso, y tienen capacidad. Cuánto potencial significa los mil cursos prácticos que hay desparramados en las entrañas de las Fuerzas Armadas.
Habrá que generar nuevas empresas, tal vez con soldados que están para irse y saben manejar maquinaria pesada. Tenemos que juntar agua en gran cantidad por el cambio climático, por lo que significan las sequías, las grandes represas multiprediales. Hay otras cosas por delante, la reconstrucción del ferrocarril o la construcción también del ferrocarril.
No quiero detenerme en estos detalles, no tiene sentido. Pero cuidado -quiero aclarar- no venimos a buscar mano de obra esclava, no venimos a desplazar a otros trabajadores, que quede claro. La lucha contra la pobreza significa capitalizar al país como tal.
Tener líneas férreas es un capital para este país porque equivale a bajar los costos del transporte y hay que dar una batalla por eso. Juntar agua es hacer patria, agua dulce, porque ya sabemos lo que está en juego. Esto no es para sacarle el trabajo a alguien, es para generar un capital que se transforme en posibilidades a futuro. Yo sé la formidable experiencia y la capacidad organizativa de las Fuerzas Armadas. Están construidas para distancias más exigentes que hay arriba de la tierra, que es la guerra; y la disciplina, el movimiento de conjunto, la capacidad organizativa son A, B, C que recogen una experiencia histórica, milenaria, y sus ‘por qué’.
Pero recuerden que les dije que era un camino político, un proceso. Porque lo que nos va a ir cambiando a unos y a otros, y a los pueblos, es la evidencia de los hechos. No vean a las Fuerzas Armadas como una carga, sino vean a las Fuerzas Armadas como una parte gestora de nuestro yo, de nuestro proceso de transformar las ideas y el discurso en sentimientos. Las ideas, hasta que no son sentimientos, no son fuertes.
Pero este encuentro, desusado, que intenta representar y a través de todos, en alguna manera, llegar a los dueños de la soledad. Los soldados, por todo el país, no vienen a torpedear la línea de mando natural que tienen las Fuerzas Armadas. Por el contrario, no vienen a otra cosa que a reforzar la integración conjunta.
En el plano del funcionamiento hay jerarquías y mandos, y no puede existir otra variable, por la naturaleza obvia de todo lo que encierran los militares. Y éstas son cosas imposibles de entender para el mundo civil. Pero también, soldados, en el fondo somos ciudadanos. Irrenunciablemente somos ciudadanos.
Y en ese plano –en el del ciudadano- existen las ideas y existe la libertad. Allí nadie es más que nadie. Todos ustedes son mis iguales: tienen, por lo tanto, el derecho natural a compartir o discrepar en cualquier caso y en cualquier ubicación tendrán todo mi respeto, porque también soy ciudadano.
En materia de funcionamiento la disciplina republicana nos encuadra a todos: al Presidente y hasta el último soldado recién llegado a las Fuerzas Armadas. Eso no está en discusión, tampoco está en disputa; pero no seríamos profundamente democráticos y tienen el derecho en cualquier parte -si así lo sienten- de opinar y decir lo que les parezca con respecto a lo que he dicho. Esa es la relación del ciudadano al Presidente. Mañana en el funcionamiento ‘¡cuádrese y póngase firme!’. Es otra historia.
Quería dejar -por eso lo escribí- dos ejes bien claros. La lucha contra la pobreza en el sentido más profundo. Y es un poco simbólico porque de acá me iré a discutir con la Universidad de la República que se va a hacer cargo del interior.
Los pobres del interior que van a tener algún día la oportunidad de mandar a sus hijos a estudiar. Esa es otra batalla por el conocimiento y la cultura. Pero les quiero dejar esa invitación: participar a fondo en esta lucha.
Sé que vamos a tener obstáculos de todas partes, y que como cualquier cosa humana es opinable, pero con buena parte de ustedes colaborando, otra cosa será este desafío.
La unidad nacional no puede darse el lujo de dejar al costado del camino de este envite fuerzas y cosas tan valiosas en materia de generar compromiso y energía. Gracias soldados.
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miércoles, 24 de marzo de 2010

Actualización doctrinaria. Documento Nª 7


Discurso pronunciado por el Presidente Juan Domingo Perón tras la toma por parte del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) de Regimiento de Azul. Pronunciado el 20 de enero de 1974.
“Me dirijo a todos los argentinos frente al bochornoso hecho que acaba de ocurrir en la provincia de Buenos Aires, en la localidad de azul, en el Regimiento de Tiradores Blindados C-10, donde una partida de asaltantes terroristas realizara un golpe de mano, mediante el cual asesinaron al jefe de la unidad, coronel don Camilo Gay, y a su señora esposa, y luego de matar alevosamente a soldados y herir a un oficial y suboficial, huyeron llevando como rehén al teniente coronel Ibarzábal.“Hechos de esta naturaleza evidencian elocuentemente el grado de peligrosidad y audacia de los grupos terroristas que vienen operando en la provincia de Buenos Aires ante la evidente desaprensión de sus autoridades. El Gobierno del Pueblo, respetuoso de la Constitución y la ley, hasta hoy ha venido observando una conducta retenida frente a esos desbordes guerrilleros que nada puede justificar en la situación que vive la Republica.

“Tampoco desde nuestro movimiento hemos querido producir un enfrentamiento, desde que anhelamos la paz y propendemos a la unión y solidaridad de todos los argentinos, hoy ocupados en la reconstrucción y liberación nacional. Pero todo tiene su límite. Tolerar por más tiempo hechos como el ocurrido en azul, donde se ataca una institución nacional con los más aleves procedimientos, está demostrando palmariamente que estamos en presencia de verdaderos enemigos de la patria, organizados para luchar en fuerza contra el Estado, al que a la vez infiltran con aviesos fines insurreccionales.“Nuestro Ejército, como el resto de las Fuerzas Armadas, que han demostrado su acatamiento a la Constitución y a la ley en provecho de una institucionalización, no merecen sino el agradecimiento del pueblo argentino que, frente a lo ocurrido, deba sentirse herido en lo mas profundo de sus sentimientos patrióticos.“Ya no se trata sólo de grupos de delincuentes, sino de una organización que, actuando con objetivos y dirección foráneos, ataca al Estado y a sus Instituciones como medio de quebrantar la unidad del pueblo argentino y provocar un caos que impida la reconstrucción y la liberación en que estamos empeñados. Es la delincuencia asociada a un grupo de mercenarios que actúan mediante la simulación de móviles políticos tan inconfesables como inexplicables.“En consecuencia, ni el Gobierno, que ha recibido un mandato popular claro y plebiscitario, ni el pueblo argentino, que ha demostrado con creces su deseo de pacificación y liberación, pueden permanecer inermes ante estos ataques abiertos a su decisión soberana, ni tolerar el abierto desafío a la autoridad, que pone en peligro la seguridad de la ciudadanía, cada día expuesta a la acción criminal de esta banda de asaltantes.“No es por casualidad que estas acciones se produzcan en determinadas jurisdicciones. Es indudable que ellos obedecen a una impunidad en la que la desaprensión e incapacidad lo hacen posible, o lo que sería aún peor, si mediara, como se sospecha, una tolerancia culposa.“En consecuencia, el Gobierno Nacional, en cumplimiento de su deber indeclinable, tomará de hoy en mas las medidas pertinentes para atacar al mal en sus raíces, echando mano a todo el poder de su autoridad y movilizando todos los medios necesarios.“El Movimiento nacional Justicialista movilizará, asimismo, sus efectivos para ponerlos decididamente al servicio del orden y colaborar estrechamente con las autoridades empeñadas en mantenerlo.“Pido, asimismo, a todas las fuerzas políticas y al pueblo en general, que tomen partido activo en la defensa de la República, que es la afectada en las actuales circunstancias. Ya no se trata de contiendas políticas parciales, sino de poner coto a la acción disolvente y criminal que atenta contra la existencia misma de la patria y sus instituciones, que es preciso destruir antes de que nuestra debilidad produzca males que pueden llegar a ser irreparables en el futuro.“Pido igualmente a los compañeros trabajadores una participación activa en la labor defensiva de sus organizaciones, que tanto, ha costado llevarlas al clima magnifico de su actual funcionamiento. Esas organizaciones son también objeto de la mirada codiciada de estos elementos, muchas veces disfrazados de dirigentes. Cada trabajador tiene un poco de responsabilidad en esa defensa, y espero confiado, porque los conozco, que las sabrán defender como lo han hecho en todas las ocasiones.“El aniquilar cuanto antes este terrorismo criminal es una tarea que compete a todos los que anhelamos una patria justa, libre y soberana, lo que nos obliga perentoriamente a movilizarnos en su defensa y empeñarnos decididamente en la lucha a que dé lugar. Sin ello, ni la reconstrucción nacional ni la liberación serán posibles.“Yo he aceptado el gobierno como un sacrificio patriótico porque he pensado que podría ser útil a la República. Si un día llegara a persuadirme de que el pueblo argentino no me acompaña en ese sacrificio, no permanecería un solo día en el gobierno. Entre las pruebas que he de imponer al pueblo es esta lucha. Será pues la actitud de todos la que impondrá mi futura conducta.

Ha parado la hora de gritar Perón; ha llegado la hora de defenderlo”.

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Federalismo o populismo. Claudio Cháves


En el acto de asunción del PJ realizado el 10 de marzo en la provincia del Chaco, Néstor Kirchner anunció que en poco tiempo convocaría a los gobernadores a conformar una comisión para discutir una nueva ley de coparticipación federal. ¡Qué gracioso! ¿Usted le cree? ¿Alguien le cree?Los argentinos tenemos sobradas experiencias sobre mentiras y malversación de conceptos. El federalismo ha sido uno de ellos y la burla de la voluntad de los pueblos la gran estafa del populismo.

CORDOBA, ABRIL DE 1829.

El General Paz, “el Manco” como solía llamársele por haber perdido el brazo en la guerras de la Independencia hacía su ingreso, por aquellos días, en la Provincia de Córdoba. Venía por la gobernación puesto que su anterior mandatario, el General Bustos, había concluido, el 3 de abril, su ejercicio de segundo término. Correspondía elegir nuevamente. Paz aspiraba legítimamente al cargo. Parlamenta con Bustos y llegan a un acuerdo.

Convocan a elecciones en la legislatura. Bustos violenta lo actuado y Paz lo derrota militarmente. Posteriormente en la Tablada y Oncativo refuerza su éxito venciendo a Facundo aliado de Bustos. Dueño de Córdoba extiende, ahora, su influencia sobre las provincias mediterráneas, o los trece ranchos como solía decir entre risueño y despectivo Domingo Faustino Sarmiento, algún tiempo después.
Firma, entonces, con las provincias interiores el pacto del 31 de agosto de 1830 “con el designio de satisfacer los votos que unánimente han expresado por su pronta organización política, bajo el sistema constitucional que adoptare la mayoría de las provincias reunidas en Congreso, como el único medio de poner término a las desgracias que por tanto tiempo han experimentado y de que solo pueden estar exentas a favor de una ley constitucional que permanentemente las rija” 1
Una vez más como en 1813 (cuando los diputados artiguistas plantearon la organización nacional) o como en 1821 y 1827 Bustos lo hizo desde Córdoba y los intereses porteños frustraron ambas posibilidades. Nuevamente en 1830 las provincias mediterráneas volvían a recorrer la experiencia organizacional.
¿Qué haría Buenos Aires ante estas circunstancias? ¿Permitiría la realización de un congreso sin ella o contra ella? ¿Quién gobernaba la ciudad puerto? ¿El aristocrático partido unitario de Alvear y Rivadavia, acaso? No, en esta oportunidad lo hacía Don Juan Manuel de Rosas. El Restaurador de las Leyes, quien había copado el partido federal porteño luego del asesinato de Dorrego. Sí, copado. Observe el lector que don Juan Manuel era extraño al federalismo de Buenos Aires. Provenía del “partido del orden” que sostuvo, oportunamente, al gobierno de Martín Rodriguez y Rivadavia. Sus jefes políticos. Conformaban el grupo, además, Julián Segundo de Agüero, Manuel José García, Braulio Costa, Salvador María del Carril para señalar solo algunos. Ante el descalabro político de Rivadavia los ganaderos saladeristas de la provincia de Buenos Aires rompen con él quedándose a la espera de los acontecimientos que se precipitarían con la renuncia de Don Bernardino 2 Llegado al poder Dorrego no duró mucho tiempo en el cargo. Fue fusilado por Lavalle. Ante tremendo crimen y semejante vacío político, Rosas copa el partido federal merced a su enorme fortuna y poder político acumulado en las zonas rurales. Dorrego siempre había dicho: “Mientras yo viva, este gaucho pícaro no clavará su asador en el fuerte” 3Pero ya no estaba y no podía impedirlo de manera que Rosas, clavó su asador en el fuerte y se dispuso a complicar la organización nacional empujada por el General Paz.El caudillo bonaerense aprovechó la convocatoria realizada por el Gobernador de Corrientes a las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires para la firma de un tratado que promoviera la organización. Las provincias litorales miraban con preocupación los éxitos del General Paz en Córdoba y no querían permanecer afuera del nuevo impulso organizacional del interior. Buenos Aires mandó su representantes y Corrientes al Brigadier Pedro Ferré. FERRÉ EN SANTA FE De las entrevistas y debates que el correntino mantuvo con el Ministro de Finanzas de Rosas, Roxas y Patrón, mucho se ha escrito, especialmente la controversia acerca de los impuestos aduaneros como mecanismo de defensa de las industrias del interior del país. Sin embargo no es a esa discusión a la que me voy a referir sino a la importancia que el correntino atribuía a la nacionalización de la renta aduanera como única posibilidad de constituir una nación federal, y a la necesidad de organizarnos constitucionalmente. El revisionismo histórico, rosista en esencia, populista en lo político e industrialista de mercado interno en lo económico, desvalorizó siempre la idea de la organización constitucional y su consecuencia inmediata, la nacionalización de la renta aduanera. La valoración del período la formulaban por el supuesto industrialismo de Rosas, la defensa de la soberanía nacional y la mentada Confederación que a juicio del revisionismo salvó la unidad de la patria. Esta corriente histórica, hija dilecta del nacionalismo, de moda por los años de surgimiento del revisionismo, asumía el discurso “revolucionario” del final de las instituciones liberales y su decadencia putrescente. El constitucionalismo es decir el valor de la sanción de una Constitución nunca despertó entusiasmo en ellos. No deja de ser un grave error. El historiador Mirón Burguin afirma que en la década de 1830 Jujuy disponía de una renta anual de nueve mil pesos, Córdoba de setenta mil (la más rica del interior) y Buenos Aires de dos millones quinientos mil pesos 4 Repartir las enormes ganancias de Buenos Aires por medio de un cuerpo legal en provecho de las provincias era la cara de la justicia social posible en la Argentina del siglo XIX. Y esto el revisionismo jamás lo comprendió.La historiografía mitrista, por su lado, desconoció el significado político de los hombres del interior y el valor de la democracia popular o como decía Alberdi la “democracia de poncho” El liberalismo elitista de Mitre y sus adláteres menospreció la potencia de los sectores populares para la consolidación de las instituciones. Solo el liberalismo popular de Alberdi, Urquiza, el Chacho o José Hernandez pusieron en su lugar a los postergados de la patria. Volviendo a Ferré, aseveraba en esos debates “que es un derecho incuestionable el que tienen las provincias al tesoro que se recauda de impuestos al comercio extranjero en proporción al consumo y productos de cada una. Dar ese tesoro a una sola provincia es sancionar la ruina de las demás” 5Los porteños por el contrario manifestaban que Buenos Aires tenía autoridad sobre los derechos aduaneros “en la sola razón de que la mayoría de las importaciones del comercio extranjero se consume en Buenos Aires” a lo que Ferré contestaba:“La nacionalidad de las rentas viene de su adquisición y no nace del mayor o menor consumo que hacen los pueblos. Las rentas nacionales llevan el carácter de la indivisibilidad. Que en este orden también son iguales los hombres y los pueblos.”6 Se hacía preciso, entonces, organizar el país constitucionalmente para que las rentas aduaneras fueran nacionales. Era lo que procuraba el General Paz:“Me parece de la mayor importancia hacer sentir en las provincias interiores que ellas forman parte de la República Argentina y que cada una de ellas es un miembro de eso que debe llamarse cuerpo nacional”7Ferré asistió a Santa Fe en julio de de 1830, un mes antes que Paz constituyera La Liga del Interior. El correntino apostaba en lo posible a la organización nacional con Buenos Aires adentro más que enfrentarla como hacía el cordobés. Claro que el posible acuerdo a lograrse con las provincias litorales debía hacerse sobre la base de mantener una Representación permanente de las provincias con atribuciones para organizar el país. De esta forma Ferre pensaba seducir al Manco.Pero sus propuestas fueron rechazadas por los porteños.Los debates de Ferré con Roxas y Patrón y con Manuel José García a los que ya he aludido no le hacían perder la compostura al correntino que seguía apostando al acuerdo y la negociación.“No pretendo que Buenos Aires no cobre derechos; no desconozco las atenciones nacionales que tiene sobre sí; no pido que estas se desatiendan. Quisiera en substancia que todo se determinase de un modo positivo y amistoso; a saber cuanto debemos; con qué contamos; cuanto pagamos; cuanto es nuestro déficit; cuanto más debemos pagar; y en fin que podemos hacer para promover la prosperidad de todas las provincias de la República que siempre han ido en decadencia, y que hoy se hallan en el último escalón del aniquilamiento y de la nada.”8 Imposible acordar porque la intransigencia y la arbitrariedad se hallaban en Buenos Aires representada por Don Juan Manuel. Ante la negativa de los representantes porteños de acceder a los pedidos de Ferré, el Brigadier se marchó de Santa Fe, y Corrientes se retiró de las negociaciones. Comenzaba el acercamiento correntino a Paz. SENTIDO POLITICO DEL PACTO FEDERAL El caudillo bonaerense con argumentos populistas como el de atribuirse ser portador de un federalismo popular inventó a último momento el Pacto Federal para dejar sin argumentos al General Paz. El sentido político del Pacto Federal fue frenar el drenaje provincial hacia el interior, dominado por el Manco. En ningún momento procuró la organización nacional. Retomó las conversaciones de Santa Fe pero ya sin Corrientes.“Rosas con las otras tres provincias ribereñas produjo el famoso Tratado del 4 de enero de 1831. Entonces como otras veces consiguió anular la influencia de las interiores y hacer que permanecieran las cosas en el punto en que habían estado”9 Finalmente las tres provincias litorales firmaron el Pacto Federal del 4 de enero de 1831. A los efectos de convencer a todas de las bondades de este pacto su artículo 15, inciso 5 decía:“Invitar a todas las demás provincias de la República, cuando estén en plena libertad y tranquilidad, a reunirse en federación con las tres litorales; y a que por medio de un congreso general federativo se arregle la administración general del país, bajo el sistema federal, su comercio interior y exterior, su navegación, el cobro y distribución de las rentas generales…”10 Notable mentira de Rosas puesto que una carta a Facundo Quiroga un mes después (4 de febrero de 1831) y antes de que el Manco cayera derrotado le decía:“Conseguido el objeto (atraer a las provincias mediterráneas y a Corrientes) soy de sentir que no conviene precipitarnos en pensar en Congreso. Primero es saber conservar la paz y afianzar el reposo; esperar la calma e inspirar recíprocas confianzas antes que aventurar la quietud pública”.11 Populismo sin principios. No hay nada de federal en este “gaucho pícaro” que ya maquinaba tirar todo por la borda o como se decía por aquellos años que los diputados “se aprieten el gorro y se manden a mudar con viento fresco”. Derrotado Paz y cuando las provincias mediterráneas y Corrientes se fueron incorporando al Pacto Federal, Rosas anuló el artículo 15 y “a largarse con viento fresco”. Y así fueron los acontecimientos: la mentira y el dejarse embaucar por parte de gobernadores poco dispuestos a enfrentarse al futuro dictador habilitaron la tiranía.Paz fue una excepción heroica cargada de valores mucho más cercana al interés nacional que la de Rosas. PAZ Y FERRE. EL INTERIOR DERROTADO “Para estimar en todo su valor la personalidad de Paz, será preciso considerarlo como el vástago más notable que produce la Córdoba del siglo XIX, representante de la burguesía cordobesa culta. Paz será siempre un provinciano, distinción capital en nuestro siglo XIX para situarse claramente en el caos de las luchas civiles”12 Paz, Ferré y Alberdi entre otros han sido lo mejor que las provincias interiores han dado al pensamiento argentino. Portadores de un liberalismo criollo y popular dejaron una impronta historiográfica que se frustró, primero por la historia liberal elitista de Mitre y luego, en el siglo XX, por el raudo avance del revisionismo nacionalista que descalificó al liberalismo de manera total, sin discriminar. Como si fuera imposible ser liberal y patriota. Un absurdo que no resiste el menor análisis.Para terminar escuchemos a Ferré:“Dos son los partidos que han aparecido en público en Buenos Aires. El primero es el de los unitarios. Quieren que el país se constituya pero al gusto de ellos, es decir bajo el sistema de unidad y con una constitución a su paladar, para que estén todos sujetos a él.El otro partido es el de los federales su autor Don Juan Manuel de Rosas. Se empeña en que los gobernadores sean dependientes suyos, personalmente, en que no se unan entre sí para que no se le vuelvan respondones, en que las provincias se arruinen cada vez más y que todo lo reciban de Buenos Aires” 13Hasta acá la historia. HISTORIA Y PRESENTE Indudablemente el rosismo ha hecho escuela en nuestro país. Y particularmente al interior del peronismo. La figura de Rosas ha sido ponderada por la inmensa mayoría de los intelectuales peronistas. San Martín, Rosas, Perón, consigna promovida por un sector del movimiento fue ganando espacios culturales cada vez más amplios y generosos.Nada más alejado del peronismo que la figura de Rosas. Don Juan Manuel fue a no dudarlo un caudillo popular en la Provincia de Buenos Aires con algunas simpatías extendidas a un sector de Santa Fe. En el resto del país, nada. Su figura identificada con un porteñismo irreductible era rechazada enérgicamente en provincias. De manera que Urquiza, caudillo de Entre Ríos de similar perfil social y político que Rosas pero provinciano, fue verdaderamente el primer caudillo de vuelo nacional. Amado y respetado en los rincones más apartados de la Argentina profunda. Recorrer el archivo Urquiza es contemplar esta realidad que enuncio de manera enfática. De manera que si de popularidad se trata el entrerriano corría a la distancia.Por otro lado el apoyo social del peronismo provino esencialmente de los sectores obreros de origen provinciano, el “cabecita negra”. En lo profundo de sus historias y en los pliegues de su memoria dormía el viejo federalismo provinciano visceralmente antirrosista como el del Chacho Peñaloza, Felipe Varela, Santos Guayama y tantos otros, amigos todos del General Urquiza. ¡El gauchaje rural provinciano era urquicista!Los herederos de aquellos paisanos irrumpían nuevamente en el escenario político nacional el 17 de octubre de 1945. Con sus tradiciones y costumbres vivaban al nuevo General. La escuela rosista se asentó fuertemente en el peronismo al punto que en la década del 70’ la juventud maravillosa entonaba aquellas estrofas tan frescas y poéticas:Y llora, llora la p…oligarquía Porque se viene la tercera tiranía.Esta aberración resultó muy cara al país. Esos jóvenes hoy son gobierno. Educados en la cultura del arrebato y la intransigencia ejercen las mismas prácticas centralistas y autoritarias de Rosas a quien admiran y ponderan. No ya desde una provincia sino desde la Nación. La Presidente se pregunta ¿a donde creen que van los dineros nacionales? cuando la oposición le cuestiona el manejo del dinero. Y se responde: a las provincias. ¿Y entonces porque quieren coparticipar el impuesto al cheque. Sin entender la esencia del federalismo democrático.Este peronismo no responde en lo profundo a las tradiciones democráticas argentinas y tampoco a las justicialistas. 1- Sabsay, Fernando L.: Historia Económica y Social Argentina. Ed. Bibliográfica Omeba. Bs. As. 1967. T.

2. Pág. 2302- Irazusta, Julio: Vida política de Juan Manuel de Rosas. Ed. Jorge Llopis. Bs. As. 1975. T. 1. Pág. 163.

3- Saldías, Adolfo: Historia de la Confederación Argentina. EUDEBA. 1968. T. 1 Pág. 191.

4- Burguin Mirón: Aspectos económicos del federalismo argentio. Ed. Solar Hachette. Bs. As. 1975. Pág 171.

5- Zalazar, Roberto: El Brigadier Ferré y el unitarismo porteño. Ed. Pampa y Cielo. Plus Ultra. Bs. As. 1965. Pág. 84.

6- Ferré, Pedro: La Constitución de la Nación bajo el sistema federativo. Ed. Juarez. Bs. As. 1969 Pág. 61. Esta edición trae un prefacio de Arturo Sampay, imperdible por su postura federal provinciana extraña al peronismo de origen.

7- Terán, Juan B.: José María Paz 1791-1854. Ed. Cabaut. Bs. As. 1936. Pág. 297.

8- Zalazar, Roberto9-Terán, Juan B.: Ob. Cit. Carta de Paz a Don Domingo de Oro. Pág. 298.

10-Sabsay, Fernando L.: Ob. Cit. Pág. 236.

11-Barba, Enrique, M: Correspondencia entre Rosas, Quiroga y L

12-Ramos, Jorge Abelardo: Revolución y Contrarrevolución en la Argentina. Las masas y las lanzas. Honorable Senado de la Nación. Bs. As. 2006. Pág. 128

13-Ramos Jorge Abelardo: Ob. Cit. Pág. 133.
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lunes, 15 de marzo de 2010

Empate en la inmovilidad. Por Jorge Raventos


El oficialismo evitó esta semana que el Senado perfeccionara el rechazo de la candidatura de Mercedes Marcó del Pont a la presidencia del Banco Central. La joven economista, que por ahora ocupa ese cargo “en comisión”, contaba ya con la impugnación de la Comisión de Acuerdos de la Cámara, que castigó con esa decisión su obediencia debida al Poder Ejecutivo en el traspaso al ministerio de Economía de reservas de la entidad monetaria, al margen del Congreso y contra expresas negativas judiciales.
El gobierno maniobró sobre el heterogéneo conglomerado al que taquigráficamente suele designarse como oposición política y consiguió adquirir algunas voluntades, las suficientes para eludir una derrota y forzar la retirada táctica del conjunto adversario.

El oficialismo celebró el instante como una victoria. Quizás en su creciente debilidad empieza a conformarse con triunfos episódicos; en cualquier caso, si esa escaramuza por Marcó del Pont puede considerarse una conquista módica del oficialismo, en cambio representó un golpe duro para las tribus antioficialistas, algunos de cuyos caciques se habían vanagloriado anticipadamente del rechazo de los pliegos de la economista y sufrieron así una decepción duplicada.
El paisaje resultante impulsó al senador Carlos Reutemann a declararse “desentusiasmado”. No es para menos: el gobierno resolvió no admitir su caída electoral de junio; está inequívocamente debilitado y se empeña en decisiones que no puede transformar en actos, como le ocurrió con el decreto de necesidad y urgencia 2010/09, que la presidente debió anular después de verse frustrada en llevarlo a la práctica durante casi tres meses.
Pero si el oficialismo está anémico, el combinado opositor no derrocha vigor precisamente. Así lo describe una de sus líderes, elisa Carrió: “En la oposición hay muchos que tienen miedo de gobernar y son funcionales a la amenaza de Kirchner; el mejor ejemplo es el avance del Senado que fue correcto hasta que ellos mismos se asustaron del avance”.
El cuadro que queda a la vista es el de un conflicto paralizante, una frenética inmovilidad.
El gobierno descubre una inédita dificultad para llevar la práctica sus planes y describe esa impotencia como el fruto de una conspiración destituyente. Exhibe así a menudo, sin maquillaje, un trasfondo autocrático: la impaciencia por no poder realizar sus caprichos (pintados como “convicciones”), el fastidio de encontrarse con los límites que imponen las normas, la división de poderes y –fundamentalmente- el mandato de las urnas. La reacción es, por ejemplo, la promesa de no cumplir con mandatos de la Justicia. La fragilidad política se trasmuta otras veces en la ostentación de una fortaleza fantasiosa, como la que le permitió a Néstor Kirchner disparar esta semana en Chaco que piensan “gobernar hasta 2020”.
El oficialismo debe mucho de su flojera crepuscular al extremo centralismo de su dispositivo político, que lo ha aislado paulatinamente no sólo de las estructuras territoriales y sectoriales del país, sino de los cuadros de su propia fuerza. En cualquier caso, ese mecanismo centralizado de mando presenta tácticamente algunas ventajas frente al archipiélago del no-kirchnerismo.
El problema principal de la llamada oposición no reside, sin embargo, en su diversidad , sino en el hecho de que carece de una plataforma común, de un piso compartido. Por el contrario, son los Kirchner quienes se benefician, como lo señaló agudamente esta semana Carlos Pagni en La Nación, de una “secreta solidaridad conceptual de muchos de quienes se les oponen. Ya se comprobó con la confiscación de los ahorros jubilatorios, la estatización de Aerolíneas o la ley de medios (…) parte del poder de los Kirchner se asienta sobre el consenso precapitalista de una porción relevante de la clase política argentina”.
Ese extraño consenso evidencia un anacronismo: en Argentina se discuten posicionamientos “de izquierda” o “de derecha” como si esas etiquetas implicaran posturas fijas y eternizadas. En un mundo en el que los países emergentes -desde China con el Partido Comunista hasta Brasil con Lula y el Partido de los Trabajadores, sin excluir al comunismo vietnamita, fundado por Ho Chi Minh o al Uruguay del Frente Amplio y los tupamaros, o a países que cuentan con liderazgos de centroderecha como el Chile de Piñera, la Colombia de Uribe o el México de Calderón- convocan a la inversión extranjera y pretenden beneficiarse del comercio libre y de las innovaciones de la producción capitalista, aquel consenso parece más bien congelados en términos de los años 50 o 60 del siglo pasado.
La recomposición política que el país espera, en la que sus fuerzas políticas mayores y dinámicas promuevan una nueva convergencia, no se logra mirando por el espejo retrovisor, sino a partir de la definición de un proyecto común anclado en el presente y orientado al porvenir.
El presidente de Brasil, Luiz Inazio Da Silva, Lula, tiró al canasto las ideas que lo inmovilizaban en el pasado: “No cambié yo, cambió el mundo”, explicó. Ni él ni su partido abandonaron su perspectiva de izquierda, pero hicieron un extraordinario esfuerzo de actualización ideológica y adecuación política que constituye una aleccionadora experiencia de adaptación creadora a las condiciones del mundo globalizado. Si Brasil puede hoy exhibir una presencia creciente en el planeta, si ha adquirido el rango de potencia regional con proyección mundial, si ha empezado a hacer retroceder la frontera de la pobreza es porque antes Fernando Henrique Cardoso y más tarde Lula (y con ellos las fuerzas políticas y sociales que representan y reflejan) se pararon sobre esa plataforma común que los vincula con las tendencias centrales del mundo actual. A partir de esa plataforma, los matices que los diferencian adquieren significación política.

Las batallas que emprende la oposición política en el Congreso, frente a un oficialismo en decadencia, están condenadas a oscilar entre el paso adelante y el inmediato paso atrás, mientras no consiga trascender el plano táctico y de procedimientos en el que se maneja; mientras no se rompa aquella “secreta solidaridad conceptual” que une a fragmentos de ese conglomerado con el gobierno al que los votantes le dieron el mandato de enfrentar.

El empate político en la inmovilidad al que hoy se asiste no se romperá, tampoco, apelando al arbitraje judicial. Si bien se mira, el arbitraje decisivo de los últimos años, el que determinó un nuevo protagonismo para el Congreso, el que formuló un programa de descentralización y federalismo y, en definitiva, generó consecuencias electorales en junio de 2009 fue la movilización de la conciencia ciudadana que acompañó al campo y a las provincias durante aquellos meses de 2008.

Para salir de la inmovilidad, la política argentina debería leer atentamente el significado y la proyección (todavía vigente) de aquellas movilizaciones.

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Tropical mafia. Por Yoani Sánchez



Un chaparrón de sucesos está cayendo sobre Cuba. Las primeras gotas llegaron apenas comenzar enero, con la muerte por desnutrición y frío de varias decenas de pacientes del Hospital Psiquiátrico habanero. El aguacero de problemas arreció al fallecer Orlando Zapata Tamayo, empujado hacia el final por la desidia de sus carceleros y la testarudez de nuestros gobernantes. Sobrevino entonces la huelga de hambre del periodista Guillermo Fariñas y con ella nuestras vidas cayeron al centro de un tornado político y social cuyos vientos huracanados crecen cada día.
Paralelamente a estas borrascas, una secuencia de posibles escándalos por corrupción ha venido a poner en jaque al poder en Cuba. Según rumores, se ha sabido de allegados a ministros con maletas de dólares escondidas en las cisternas, vuelos comerciales cuyos dividendos iban a manos de unos pocos y fábricas de jugos cuyas enormes plusvalías eran sacadas a toda velocidad del país. Entre los implicados, parece haber hombres que bajaron de la Sierra Maestra y que se enriquecieron otorgando licitaciones a empresarios extranjeros que les daban comisiones muy suculentas. El Estado ha sido saqueado desde el propio Estado. El desvío de recursos ha llegado a niveles en los que robar un poco de leche de una bodega parece un juego de niños. Los jerarcas del poder en esta Isla toman a manos llenas y a la carrera, como si intuyeran que el chubasco de hoy terminará por desplomarles el techo sobre las cabezas. Da la impresión de que el país está en liquidación y muchos – desde un uniforme verde olivo – aprovechan para llevarse lo poco que nos queda.
La callada prensa, mientras tanto, nos habla de glorias pasadas, de aniversarios por cumplirse y afirma que la Revolución nunca ha estado más fuerte. Tras el telón, una serie de purgas se suceden y las auditorías palpan las vísceras de nuestras finanzas para determinar que no queda nada por hacer ante el avance de la corrupción. La generación de los históricos no sólo nos señaló el camino de la simulación, sino que nos ha sembrado la idea de que las arcas de la nación se manejan como el bolsillo personal. Las aguas negras de las miserias éticas y morales, que ellos mismos han alimentado y propiciado, acabarán por ahogarnos a todos.-

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lunes, 8 de marzo de 2010

Los K, metidos en honduras. Por Jorge Raventos


Durante la semana que concluye, el diputado Omar De Marchi, miembro del tradicional Partido Demócrata presentó en la Cámara Baja un proyecto de resolución para promover juicio político a la presidente Cristina de Kirchner.
La iniciativa del legislador mendocino llevó de la potencia al acto una idea que sobrevolando el escenario de crecientes tensiones entre el kirchnerismo y la oposición. Sin ir más lejos, Elisa Carrió mentó el concepto el último jueves; ese día señaló que “"la Presidenta está al margen de la ley, ha ingresado en un proceso de ilegalidad muy grave, actúa como una presidenta de facto" y consideró que tal comportamiento era pasible de juicio político.
Lo que determinó este y otros comentarios de paralela dureza, así como la propuesta legislativa del diputado De Marchi fue , en principio, la conducta de la señora de Kirchner ante la Asamblea Legislativa, en lo que tradicionalmente constituye la solemne ocasión en que los presidentes informan al Congreso sobre el estado de la Nación y sobre sus propios planes para el ejercicio legislativo que se abre.

En lugar de una pieza de ese corte, la Presidente dedicó sus dotes oratorias a atacar a opositores, a lanzar acusaciones innominadas e imprecisas sobre corrupción judicial y a reiterar sus golpes contra los medios de comunicación; fuera de ello se mpeñó en un pesado catálogo de autoelogios, basados en información que proporciona el INDEC (un organismo que a esta altura es comparable al espejo de la madrastra de Blancanieves). Como postre anunció la anulación del decreto de diciembre que disponía la apropiación por el ejecutivo de 6.500 millones de dólares de las reservas del Banco Central (una norma que nunca pudo ejecutar por el rechazo de la Justicia y del Congreso) y, de inmediato, informó sobre un nuevo decreto “de necesidad y urgencia”, con el mismo objetivo e idénticos fundamentos que en ese mismo momento, a espaldas del Congreso y procurando eludir a la Justicia, estaba poniéndose en práctica con el acatamiento de la Presidenta (en comisión) del Banco Central y la mayoría de su directorio.
“La Presidenta de la Nación tendió una trampa a los representantes que la escuchaban- describió el constitucionalista Roberto Gargarella-; el Ejecutivo dispuso del uso de más de 4000 millones de dólares a través de una operación de la cual no pudimos siquiera enterarnos, porque la medida no se había publicado mientras ya se estaba ejecutando (…)En el interín la Presidenta distraía a la oposición e impedía que frenase el uso de las reservas, a través de un largo discurso en el que aprovechaba para agredir a sus críticos, en lugar de solicitar humildemente su ayuda.” El constitucionalista resume y diagnostica: “El acto -el engaño- es tan grave que ameritaría el inicio de un juicio político: se trató de una actuación abusiva, políticamente torpe a más de equivocada, moralmente reprochable y constitucionalmente nula”.
A esa altura ya estaba claro que los actos del Poder Ejecutivo, sus reacciones frente al Congreso y la Justicia, conducían al país a un grave conflicto de poderes, pero la Presidente reservaba un capítulo. Al enterarse de que una jueza (Claudia Rodríguez Vidal) había dictado un fallo que volvía a plantear, como lo habían determinado decisiones judiciales anteriores, que los fondos del Central no debían utilizarse hasta que el Congreso se expidiese sobre el tema, la señora de Kirchner utilizó la cadena nacional de radiodifusión para anunciar que no acataría ese fallo y embistió otra vez contra la Justicia, denunciando (sin dar detalles) que “hay jueces que cometen abuso de poder” y “parecen estar alquilados”. Cosas del innovador estilo presidencial: aunque no ofreció precisiones sobre esos presuntos delitos, la dama estimó trascendente ofrecer a través de la cadena nacional un chismecito de ambiente: el nombre y ocupación de “la pareja” de la jueza Rodríguez Vidal. Para la antología de las “discusiones de alta peluquería” que sabía describir Aníbal Fernández.
En ciertos círculos oficialistas suele definirse a estas seguidillas de ofensivas y ofensas como “duplicar la apuesta”. Y al parecer el método conoció tiempos mejores, cuando su aplicación rendía buenos réditos al gobierno. Pero nada es eterno: ahora y desde hace ya no menos de dos años, como se ha señalado reiteradamente en este espacio, “cada vez que lo hace profundiza su propia crisis.”
El gobierno perdió el miércoles 3 su hegemonía sobre el Congreso y su influencia sobre los tribunales se desliza por un tobogán; la pelea contra los jueces, los medios y los legisladores parece la búsqueda deliberada de una catástrofe.
Será difícil convencer a los funcionarios (políticos o de carrera) de que desacaten fallos judiciales como prometió la señora de Kirchner: eso es algo que implica un delito de desobediencia a la Justicia, como recordó el viernes la jueza Rodríguez Vidal.
Muchos miembros de lo que hasta ahora ha sido propia tropa del oficialismo observan con preocupación esa conducta y han comenzado a resistirla. La búsqueda de diálogo con la oposición que parece protagonizar el senador José Pampuro es una señal de esa resistencia: la actitud de Pampuro refleja el punto de vista de muchos legisladores oficialistas de ambas Cámaras, preparados para aceptar una convivencia con la oposición y a admitir que la elección del 28 de junio consagró una nueva relación de fuerzas, en la que el kirchnerismo es minoría. “A lo que no estamos dispuestos es a la rendición incondicional”, acotó el jefe del bloque de diputados K, Agustín Rossi. ¿Una rendición con condiciones, pues?
“Necesitamos el consentimiento del Poder Ejecutivo para obtener una salida de esta crisis”, subraya el dialoguista senador Pampuro. “Alguien desde arriba tiene que abrir otra oportunidad”.
Ese “alguien” tiene nombre y apellido: Néstor Kirchner. Parece difícil, sin embargo, que en la módica paz calafateña en la que se ha enclaustrado el matrimonio presidencial este fin de semana se evalúe ninguna rendición. Los Kirchner saben que la “convivencia” a la que aspiran muchos de sus subordinados en definitiva no los incluye en las condiciones a que ellos aspiran. ¿Acaso la oposición, en su deseo de diálogo y en los ensayos que dibuja con Pampuro y otros, está dispuesta a rever el rechazo a Mercedes Marcó presidente del Banco Central? ¿Acaso el reclamo de las provincias de coparticipar el impuesto al cheque va a ser abandonado? Si hubiera opositores dispuestos a hacer esas concesiones, habría voces fuertes de ese costado, denunciando, como ya lo hace Elisa Carrió, que no hay que confundir prudencia con miedo.
En el “relato” de los Kirchner ingresó hace varios meses el modelo Honduras, como uno de los escenarios probables a los que podrían enderezarse. Y quizás el preferible en ciertas circunstancias.
Manuel Zelaya, el ex presidente hondureño, se vio forzado a dejar el cargo en medio de un conflicto de poderes con el Poder Judicial y con el Congreso de su país, cuando él pretendió desafiar normas constitucionales (y disposiciones de la Justicia) contrarias a la reelección y a la realización de un plebiscito con ese sentido. Perdió esa chance pero mantiene alguna fuerza política en Honduras, trata de sostener una imagen de demócrata irredento expulsado por golpistas y reaccionarios y ahora se ha convertido en un funcionario explícito del proyecto de Hugo Chávez, conchabado en Caracas como directivo de Petrocaribe.
Por estos días otra imagen, paralela y ominosa, se despliega en el escenario: la del gobernador de Brasilia, José Roberto Arruda, sometido a juicio político y detenido en una cárcel policial, mientras se investigan casos de corrupción. En Calafate no ignoran que los casos por irregularidades ya abiertos en los tribunales argentinos adquieren creciente velocidad al compás de la evidente anemia del gobierno.
Las denuncias preventivas contra una justicia que no se le somete, la agresividad contra la prensa cuando se despliegan investigaciones sobre corrupción, la falta de disposición para convivir con las fuerzas que expresan electoralmente el divorcio de la opinión pública con el oficialismo son otras tantas señales de que la reducida cúpula del kirchnerismo difícilmente habilite esa “oportunidad” que quieren abrir algunos de sus cuadros y que le reclama la oposición. El espejo de Zelaya es mucho más atractivo.
Son los Kirchner, voluntariamente, los que buscan meterse en honduras.


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Lo que se discute es quién se hace cargo del ajuste. Por Daniel V. González

En cadena nacional, la presidente Cristina Kirchner dijo que ella quiere pagar la deuda pública y que la oposición no deja que lo haga.
¿Es esto lo que se discute? Creemos que no. Sería muy irresponsable que la oposición se negara a pagar la deuda del estado.
Lo que se discute es otra cosa: cómo se paga la deuda pública.
Y, sobre todo, quién se hace cargo del ajuste sobreviniente.

Rebobinemos un poco. Los fondos para el pago de la deuda ya están previstos en el presupuesto nacional de 2010. Este Fondo del Bicentenario se creó, en un principio, para “garantizar” el pago pero luego derivó rápidamente en un sinceramiento: el gobierno tienen la intención de pagar los vencimientos de la deuda pública con reservas.
¿Por qué quiere hacer esto el gobierno? Muy sencillo: de ese modo podrá utilizar los fondos previstos en el presupuesto de 2010 para otros gastos (obra pública, planes sociales, etc.) y, de ese modo, alivianar los rigores de una situación económica que se tornaría áspera sin el aporte de las reservas. Al pagar la deuda con ahorros, el gobierno se evita el ajuste que significa sacar de circulación 6.000 millones de dólares.
La oposición, que piensa que ocupará la Casa Rosada en el próximo turno de gobierno, no quiere que el inevitable ajuste económico que sobrevendrá, deba hacerlo el nuevo gobierno. Quiere que sea este gobierno y no el siguiente el que pague el costo político de la estrechez.
Uno dice del otro que tiene “ánimo destituyente”.
La oposición podría responder que, desde el oficialismo, hay “ánimo destruyente”, en el sentido de que se quiere apelar a las reservas con la vista puesta en el cortísimo plazo, sin preocuparse por lo que venga en el futuro tras el cambio de guardia en el gobierno nacional.
El actual gobierno quiere pasarle el problema al que lo suceda.
La oposición quiere que el ajuste sea realizado por los Kirchner.
Y eso es lo que se está discutiendo en este momento, no otra cosa.
Algo para reflexionar: ¡qué bien nos vendría tener en caja los 10.000 millones que le pagamos anticipadamente al FMI!
Este pago fue una bravuconada de cuya ineficacia ahora estamos teniendo pruebas definitivas. El pagar esa deuda antes de su vencimiento, pactada a bajísimas tasas, nos obligó a tomar fondos a un costo cuatro veces mayor. Pero no sólo eso: ahora, que verdaderamente necesitamos el dinero, no lo tenemos y entramos en complicaciones que, inclusive, podrían derivar en chisporroteos institucionales.



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Actualización Doctrinaria. Documento Nº 6


Discurso pronunciado desde la Casa de Gobierno por el Presidente de la Nación, Teniente General Juan Domingo Perón, el 21 de diciembre de 1973, para anunciar la puesta en marcha del Plan Trienal de Gobierno 1974/1977.


Señores:
El presente Plan Trienal de Gobierno 1974/1977 no se limita a lo que habitualmente se conoce como un "plan de desarrollo". No podríamos incurrir en el pecado desarrollista de lograr récords que se agotan en sí mismos, sino que anhelamos lograr la plenitud de la evolución social y espiritual de la Nación. En primer lugar, porque sólo un "plan general de Gobierno" estará en condiciones de proyectar toda la riqueza conceptual contenida en una doctrina nacional, concediendo a cada sector de la sociedad real un tratamiento integral y fijando una adecuada relación con los fines de esa sociedad, que tienen un contenido mucho más amplio que los meramente domésticos. Por eso, en el Plan elaborado se contempla la participación de las restantes áreas que completan el panorama general del país y de sus diversas actividades.
Como todo no podré contar en una sola disertación, que resultaría demasiado extensa, he preferido referirme hoy sólo a su contenido general y preferentemente al aspecto económico, para ocuparme en otra oportunidad de los demás aspectos del Plan.



LOS TRES CAMINOS

Hace casi treinta años, cuando por la decisión del Pueblo asumí por primera vez la Presidencia de la Nación, encontramos en el Gobierno una situación similar, en muchos aspectos, a la realidad que enfrentó el 25 de mayo de este año el Movimiento Nacional Justicialista, que también por la decisión del pueblo volvió a hacerse cargo de la conducción del país.
Era casi total la ausencia de estructuras aptas dentro de la organización del Estado, capaces de permitir que la conducción pudiera realizarse en condiciones de aptitud y con las técnicas modernas que reclamaba un mundo en acelerada evolución y en las que el Pueblo fuera participe activo en la toma de decisiones.
Las fuerzas naturales de la organización, que en los pueblos se estructuran en torno a sus actividades fundamentales y los factores de poder, no se habían concentrado en nuestro pueblo, sino alrededor de círculos de intereses sin contenido nacional.
En aquel entonces, enfrentamos tres alternativas para iniciar la acción del Gobierno Justicialista.
La primera, era mantener la estructura inorgánica existente, que ya era crónica, en el manejo de los grandes intereses del Estado, lo que implicaba mantener el sometimiento a los imperialismos y dejar al país sirviendo exclusivamente las apetencias de pequeños grupos de poder, divorciados absolutamente del Pueblo.
También se presentaba la posibilidad de establecer las pautas que condujeran a una planificación racional, lo que significaría dejar transcurrir todo el período de mi Gobierno en la elaboración teórica, mientras el país hubiera continuado sometido a la dependencia y sumergido en el estancamiento.
Por eso adopté, sin vacilar, una tercera posibilidad, que fue la de organizar de inmediato el Estado para convertirlo en instrumento apropiado para la ejecución de un Plan de Gobierno que, simultáneamente, comenzamos a elaborar y, al mismo tiempo, le dábamos implementación con las medidas concretas que no admitían, a nuestro juicio, un minuto de postergación.
Si realmente queríamos comenzar la transformación profunda de esa Argentina inorgánica, carente de contenido social y sujeta a la voluntad y a los designios de minorías que sólo representaban a los intereses económicos no nacionales, el camino que elegimos era el único posible y el único, además, que respondía a la decisión del pueblo que nos había llevado al poder.

LAS PRIMERAS MEDIDAS

La historia juzgará el acierto de aquella decisión. Pero el destino ha querido que muchos años después, exactamente el 25 de mayo de 1973, cuando nuestro Movimiento vuelve al Gobierno, totalmente despojado de resentimientos, a pesar de los largos y duros años de proscripciones y persecuciones, volvimos a encontrar un cuadro singularmente parecido a aquel que enfrentamos en el primer Gobierno Justicialista.
En el mensaje que dirigí al Pueblo argentino, 24 horas después de mi regreso definitivo a la Patria, señalé con precisión cuál era la situación en que el país se encontraba, y convocamos a todos los argentinos, sin distinción de banderías, para que todos, solidariamente, nos pusiéramos en la perentoria tarea de la Reconstrucción Nacional, sin la cual estaríamos perdidos como individuos y como Nación.
No podíamos iniciar el proceso de la Reconstrucción Nacional si, previamente, no adoptábamos las medidas necesarias para comenzar a devolver al pueblo algo de lo mucho que fue perdiendo a lo largo de los últimos lustros. Para el Justicialismo, el único destinatario del progreso es el hombre, y hacia él deben converger toda la acción y los esfuerzos del Gobierno y de la Comunidad Organizada.
Por eso, en la primera semana de gestión y para frenar el deterioro que padecía el nivel de vida de los trabajadores, cortando de raíz el crecimiento descontrolado de la inflación, se fijaron precios máximos para la mayoría de los productos de abastecimiento familiar.

EL ACTA DE COMPROMISO NACIONAL

Entendió el Gobierno que, simultáneamente, debían sentarse los fundamentos de transformación de la Argentina sobre la base de la participación concertada de los tres pilares que habrían de sostener el proceso de Reconstrucción Nacional: los trabajadores organizados, el empresariado nacional y el Estado.
Esta decisión fue instrumentada en el Acta de Compromiso Nacional, en la que se determinaron grandes objetivos sociales que guiarían la acción del Gobierno y que serían el puntal de la tarea tendiente a devolver a los trabajadores la participación que habían alcanzado años atrás en el ingreso nacional, comenzando por eliminar el gravísimo y creciente problema de la desocupación y el subempleo y poniendo en marcha los mecanismos para el crecimiento acelerado de las regiones del país.
Lo más importante de la concertación fue la armonización de todas las acciones que, de ese momento en adelante, los tres sectores que suscribieron el Acta se comprometían a realizar en conjunto, para asegurar a la Argentina el futuro de grandeza que todos ambicionamos.
Ahora, como tres décadas atrás, optamos por el camino de hacer, mientras avanzamos en la planificación; porque el tiempo para las discusiones teóricas ya se ha terminado en el país.

PRECIOS Y SALARIOS

Por ello, nuestro primer objetivo fue terminar con el socavamiento del salario real mediante la lucha contra la inflación. A diferencia de lo ocurrido en el pasado, cuando, para reprimir la inflación, se comenzaba con una devaluación de la moneda que caía sobre las espaldas de los trabajadores y proporcionaba suficiente margen a las conducciones económicas liberales, para desenvolverse hasta que se produzca el nuevo descalabro económico y financiero, optamos por no devaluar la moneda. Por el contrario, se valorizó nuestro propio peso, cuya cotización pasó de 15 unidades por dólar a poco menos de 10, lo que se ha mantenido en este período.
Al propio tiempo, la política de precios y salarios instrumentada por el acuerdo entre los sectores productivos del país y el Estado, posibilitó el incremento de la capacidad de consumo y de ahorro del pueblo, como se evidencia en el aumento de los depósitos en la Caja Nacional de Ahorro y Seguros, que se elevaron, en el período de mayo a noviembre, en un 50%, y en el incremento de los volúmenes de consumo de todos los artículos que integran la canasta familiar.

INFLACION, CERO

En este período que llevamos de Gobierno, se obtuvo la reducción del déficit que habíamos heredado: era de 31 mil millones de pesos y bajó a 19 mil millones al terminar 1973. Este ahorro, que equivale a 12 mil millones de dólares, ha sido volcado al financiamiento de un ambicioso plan de viviendas, que se encuentra en plena ejecución.
Esta necesidad nos llevó -con los esfuerzos que ello significa-, a tener que estructurar dos presupuestos en el año. Uno para adecuar el de 1973, y el otro para el próximo año.
Ya he podido anunciar, orgulloso del esfuerzo solidario del Pueblo, que la participación de los trabajadores en el ingreso nacional, que a fines de mayo de este año era de solamente el 33% -la más baja desde 1955-, se habrá elevado al 42% al término de este mes, lo que significa que el programa de redistribución de los ingresos se está cumpliendo a un ritmo mucho más acelerado que el inicialmente previsto.
Este proceso de redistribución se complementa con un crecimiento del nivel de ocupación, que se señala con estas dos cifras: en abril de este año el conjunto de desocupados representaba el 6,6%, y en este mes de diciembre ha bajado al 4,5%, la tasa más reducida en los últimos diez años.
El salario real, que expresa el verdadero poder de compra del trabajador, en diciembre superó en un 10% el nivel que tenía en el mes de mayo de este año.
La tasa inflacionaria, que crecía a un ritmo mínimo del 80% para el año 1973, fue drásticamente reducida; y en los seis meses transcurridos entre junio y noviembre, el incremento del índice de precios fue reducido prácticamente al valor cero.
Las reservas de divisas del Banco Central aumentaron sustancialmente, pasando de los 529 millones de dólares existentes al 31 de diciembre del año pasado, a los 1.400 millones de dólares que tenemos en este momento. Al propio tiempo, no se incrementó, como ocurriría en años anteriores, el endeudamiento externo, y la Nación ha cumplido estrictamente sus compromisos con el exterior.
Las asignaciones familiares fueron incrementadas en un 40%, y las jubilaciones en más de un 50% con respecto a mayo, articulándose concretamente de esta manera la política de redistribución de ingresos, que es uno de los objetivos fundamentales de este Gobierno.

COMERCIAR CON TODOS

Se ha roto las fronteras de la discriminación política, negociando con todos los países del mundo y no exclusivamente con una pequeña cantidad de naciones, como se hacia siguiendo una tradición casi colonial y carente de espíritu innovador en las relaciones comerciales, olvidando que el progreso de muchos Pueblos en el pasado se debió a la vivacidad de sus mercadeos.
Mientras la acción de Gobierno hacia posibles estas realizaciones, se enviaron numerosos proyectos de ley al Congreso que, convertidos en cuerpos normativos con el constructivo aporte de los legisladores, posibilitaron los instrumentos para la posterior elaboración del plan.

ACUERDOS EN TODOS LOS ORDENES

Paralelamente a estas normas legales que establecieron el entorno jurídico en que se desenvolvería la acción gubernamental, se formularon acuerdos con diversos sectores de la Nación, como parte de la política de concertación que habíamos impuesto ya, desde el llano, al convocar el año pasado en el país a todas las fuerzas políticas y organizaciones sociales, para instrumentar, con el aporte de todos, el documento conocido como las Coincidencias Programáticas de Organizaciones Sociales y Partidos Políticos.
Este documento fue la piedra fundamental del proceso de unidad nacional que, hoy, desde el gobierno, seguimos respetando y cumpliendo, porque la solución argentina de los problemas argentinos está signada por la política del entendimiento y del diálogo, dejando superadas para siempre las estériles discusiones que sólo conducen a la frustración colectiva.
Es así que, dentro de esta política de entendimiento, se celebraron acuerdos con el agro, a los que adhirieron casi todas las organizaciones representativas del sector, en los cuales se regula la participación del campo en el próximo decenio, y que extenderán su vigencia, por ley, hasta 1985 con las empresas del Estado, para asegurar el cumplimiento de las obligaciones de seguridad social, y con las provincias, para determinar los aportes del Estado nacional a fin de conjugar el tremendo déficit presupuestario que se nos legara y promover al propio tiempo las transformaciones financieras en cada provincia, para propender al paulatino saneamiento de sus finanzas.

CONDICIONES DE DESPEGUE

Los instrumentos que emergían de la legislación sancionada o de las políticas concertadas, sirvieron para crear las condiciones de despegue en el que el país ya fue lanzado; y para establecer las bases previas indispensables para la elaboración del plan.
Estas medidas y sus efectos fueron permanentemente analizados y evaluados en este período, para el apuntalamiento, de la política económica que posibilitara la elaboración de un plan armónico y coherente, que hoy pongo en conocimiento de todo el país.
El 12 de octubre, cuando dispusimos elaborar este programa de Gobierno para los próximos cuatro años, nos encontramos ante el hecho inédito en la historia de nuestro país y, posiblemente, de América Latina, que los objetivos del plan ya estaban claramente establecidos y contaban con el respaldo masivo del Pueblo que, el 11 de marzo y el 23 de setiembre, había manifestado expresamente, a través del voto, su voluntad de que esos objetivos fueran los de la Nación y se cumplieran integralmente.
Así, el Plan Trienal está constituido por el conjunto de objetivos, metas, lineamientos, orientaciones y grandes proyectos que identifican las realizaciones concretas del programa de Reconstrucción y Liberación Nacional en el período, 1974 / 77.

LAS GRANDES LINEAS DEL PLAN

En su esencia el Plan responde a una política que se propone:
La plena vigencia de la justicia social, que asegure una distribución equitativa de los esfuerzos y frutos del desarrollo.
Una fuerte expansión de la actividad económica caracterizada por una creciente producción de bienes y servicios, con prioridad esencial para la infraestructura energética y las producciones básica.
Una alta calidad de vida, de modo tal que absolutamente todos tengan cubiertas sus necesidades vitales y culturales básicas, como un elevado nivel de bienestar real y donde los patrones de consumo respondan a nuestra propia realidad y a las aspiraciones de nuestro pueblo.
La unidad nacional, tanto con respecto a la integración física, económica, social y cultural de las diversas regiones del país, como desde el punto de vista de la plena participación de todos los sectores en el esfuerzo para alcanzar los altos objetivos de la Reconstrucción y la Liberación.
La democracia real de la sociedad argentina, a través de la reconstrucción del Estado, del gobierno de las mayorías y de una genuina participación popular.
La recuperación de la independencia económica, tanto en lo que se refiere al papel de la inversión y el financiamiento externo en el desarrollo nacional, como a las normas que han de regir nuestras relaciones comerciales con el resto del mundo.
La integración latinoamericana para la unidad continental, que quiebre las condiciones de dependencia que afectan a nuestros pueblos.
PRODUCCION Y REDISTRIBUCION DE INGRESOS

A pesar que todos los habitantes tendrán oportunidad de conocer las metas y objetivos del plan, quiero anticipar algunas de sus magnitudes globales, en lo que concierne al crecimiento de la producción y a la más justa redistribución de los ingresos, que se alcanzarán al cabo del período establecido:
La ocupación estará asegurada con la creación de un millon de nuevos empleos, que absorberán no sólo la desocupación existente, sino la nueva oferta de mano de obra que se produzca durante la vigencia del Plan.
El producto bruto llegará, en 1977, a una cifra de 1.800 dólares por persona, superior al de algunos países europeos, representando un considerable incremento sobre los valores que hubiéramos alcanzado de acuerdo a las tendencias actuales.
El consumo del sector que agrupa a los trabajadores, crecerá en un 34%.
La participación de los trabajadores en el ingreso nacional, alcanzará casi el 48% en 1977.
Las inversiones sociales, o sea las dedicadas a educación, salud y vivienda, serán en 1977 cuatro veces mayores que en 1973.
Se duplicarán las exportaciones, para pasar de 3.000 millones de dólares en 1973, a 5.800 millones en 1977.
La energía producida en 1977, será superior en un 57 % a la generada en 1973.
NECESIDAD DE UNA MISTICA NACIONAL

En el Plan hoy anunciamos, hemos establecido ambiciosas metas a alcanzar dentro de un contexto orgánico ajustado a claros y fundamentales objetivos políticos de la Nación. Si en los últimos dieciocho años se llegaron a elaborar diversos planes de desarrollo que nunca llegaron a cumplirse, ello se produjo porque, a todos, les faltó el contenido y la determinación nacional que hacen posible los programas de gobierno y aseguran la participación de todos los sectores en su ejecución.
Estos objetivos de la Nación no pueden ser solo la expresión racional de una élite dirigente, sino que, para obtener el consenso que proviene de la adhesión popular y generar una mística nacional en torno de su cumplimiento, deben ser el resultado de las coincidencias de los sectores populares, económicos y sociales. Corresponde a la conducción aprehender y forjar en un cuerpo de doctrina estas coincidencias, disponer su reordenamiento y establecer prioridades en su formulación.
Debemos insistir aquí que, cuando se estructuran planes, que no reposan sobre pautas que hacen a la esencia de la Nación, esos planes sólo representan ejercicios intelectuales, que podrán ser conceptualmente coherentes en la fria soledad del gabinete del investigador, pero carecerán de las condiciones objetivas que emergen de la naturaleza viva del cuerpo social.

UNA NUEVA CONSTITUCION

Esa apreciación acerca de la realidad de nuestra sociedad y de sus aspiraciones proyectadas al siglo XXI, tendrá que plasmarse en una nueva Carta Magna, a través de la reforma constitucional.
Esta reforma deberá receptar en normas jurídicas el sentimiento de resolución pacífica que anida en todos nosotros, dentro de nuestra tradición y de nuestras costumbres.
Ese fue el espíritu humanista con que se encaró la reforma constitucional de 1949, cuyos principios, asentados en la esencia misma de la realidad cultural, política, social y económica de la Nación, deberán revisarse; pues como la Constitución debe perdurar en el tiempo, deberemos intuir el sentido de la evolución del mundo en que nos tocará vivir en el año 2000.
Entre 1946 y 1955, el Gobierno Justicialista completó su primer ciclo de conquistas revolucionarias, porque supo, interpretar los anhelos reivindicatorios de las masas populares y los intereses de la Nación.
Durante aquella etapa, los planes quinquenales constituyeron herramientas fundamentales para la conducción de la acción gubernamental. Aspiramos a que este Plan concite aún una mayor adhesión y, por ser el fiel reflejo de las coincidencias de todos los argentinos, sin distinciones políticas o sociales, pretendemos que en torno de su cumplimiento se vertebre la Nación, afianzando así, no sólo el bienestar común -esto es, la satisfacción de las necesidades materiales y espirituales del hombre y el mejoramiento del medio ambiente en que se desarrollan las actividades humanas-, sino también la independencia económica. Queremos que se afiance la unión nacional, como paso necesario para avanzar decididamente en el camino de la unidad continental.

PREVER LOS OBSTACULOS

En la elaboración del Plan, no sólo se han contemplado las políticas e instrumentos complementarios para la acción a desarrollar, sino que se han previsto los grandes proyectos y programas, los lincamientos regionales y sectoriales y los proyectos prioritarios.
Se han analizado también las posibles restricciones y brechas que, en otras ocasiones, han operado como freno de nuestro crecimiento.
Por ello, se ha contemplado la promoción de una tecnología nacional, para conseguir la ruptura de la dependencia tecnológica.
Se ha aprobado el programa energético, pues sin energía suficiente no podrá producirse la amplia expansión industrial y la tecnificación del agro que pretendemos.
Se ha analizado el incremento de la inversión interna y el financiamiento externo requeridos. Se han establecido metas de exportaciones que contribuirán a mejorar sensiblemente nuestra balanza de pagos, para evitar que la escasez de divisas resulte un obstáculo para obtener el incremente de la producción, y se han dictado claras reglas de juego para los capitales extranjeros, resguardando el poder de decisión para los argentinos en los resortes claves de la economía nacional.

UN NUEVO MODELO

En la preparación de este Plan de Gobierno han trabajado muchos funcionarios del Estado y un equipo de argentinos, técnicos de desarrollo y planificación, algunos de los cuales estaban radicados en el exterior y regresaron para prestar su colaboración y brindar su experiencia. A todos ellos, por la magnitud de la obra que han cumplido en el escaso tiempo que dispusieron para hacerlo, el Gobierno Nacional les expresa su especial agradecimiento. Estamos conformando un nuevo modelo de vida argentina, con patrones de consumo que respondan a nuestras necesidades y formación cultural, y que asegure una alta calidad de vida para cada uno de los habitantes de esta Patria, a fin que todos tengan posibilidad de satisfacer sus necesidades vitales, en el marco de una democracia real donde quede definitivamente establecido, sin posibilidades de reversión, que el poder político y las decisiones económicas se encuentran en manos -y las ejercen- de las grandes mayorías nacionales.
De ese nuevo modelo de Argentina, el pueblo vuelve a ser, y seguirá siéndolo, el único protagonista.
De nada serviría construir un país materialmente poderoso, si los habitantes no fueran dueños de su destino y si no poseyeran la facultad de decidir el rumbo a tomar y de establecer la meta a donde quieren llegar.
Por eso, no tiene sentido la reconstrucción sin la liberación y ésta no es posible si subsisten grupos dentro de nuestra sociedad que no reciben los beneficios de la riqueza y no tengan acceso a la cultura, el bienestar y el desarrollo tecnológico.

LA UTOPIA DE LA AUTOSUFICIENCIA

No debemos confundirnos y creer, por eso, que aspiramos a construir una Nación aislada del contexto del mundo. Ya no pueden existir países ricos ni pueblos libres en continentes sojuzgados y en un mundo donde unos pocos ejercen dominio sobre los demás. Integramos, y nos sentimos parte de América, así como América también se integra y es parte del mundo entero. En este siglo ha muerto el viejo concepto individualista, que fue la razón de ser de la existencia de las naciones en cadi todo el devenir histórico.
Los pueblos que crean que pueden bastarse por sí mismos, porque circunstancialmente disponen de un gran poder económico o de una enorme fuerza militar, están comprobando que ni el uno la otra son suficientes para asegurarles la supervivencia, como si estuviaran enquistados en una isla de felicidad.
Estas últimas semanas vienen demostrando cómo unos pocos países, dueños de recursos naturales esenciales para los modelos económicos de la llamada civilización occidental, pueden destruir rápidamente sistemas de vida y hasta estructuras culturales como las que caracterizan y conforman a los más antiguos y desarrollados continentes.

HUMILDAD Y FRATERNIDAD

Nuestra oportunidad como país es entender esta realidad, y acomodarnos a ella. Es posible que los hombres de todas las naciones debamos volver a practicar la humildad que distinguió a los primeros cristianos, y de esa manera reencontremos el camino del entendimiento; porque, al fin de cuentas, todos somos seres humanos y, como tales, hermanos.
Para ello debemos comenzar a respetarnos entre nosotros, cediendo algo todos aquellos que tienen en exceso, para que nadie se sienta privado de lo que necesita para vivir con la dignidad y el orgullo que significa ser humano.
Si sabemos proceder de esta manera, seremos los ricos de este mundo, porque, a los bienes materiales con que la Providencia ha dotado con largueza a nuestra Argentina, agregaremos equilibrio social y la equidad económica, que se expresan con la justicia para todos los que viven de su trabajo; y en poner el capital al servicio de una economía de bienestar.

CONSTRUIR, NO DESTRUIR

Estos grandes objetivos, que señalan claramente nuestra responsabilidad histórica como conductores de este profundo proceso de transformación en paz y en orden, sabemos que encuentran resistencias en algunos sectores, reducidos por cierto, que reclaman los cambios violentos, que se producen drásticamente y en forma casi instantánea.
También aquí tuvimos que optar, y lo hicimos con la prudencia que dan los años -que a veces suele confundirse con la sabiduría-, procediendo con la velocidad y con el tiempo que creíamos más convenientes para el momento que atraviesa nuestra patria, ya, que la historia nos ha enseñado que París no se construyó en un día, y que en cambio, Pompeya fue destruida en sólo unos minutos.
Nuestra misión y responsabilidad, cuando por decisión del pueblo volvimos al poder, fue la de construir y no la de destruir.
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