(Publicado en Clarín el sábado 6 de noviembre de 2010)
La Presidenta Cristina Kirchner reanudó su actividad pública el martes, en un evento cargado de significación. Y que deja mucha tela para cortar. Fue a la planta Santa Isabel de la firma Renault, donde acompañó el lanzamiento de un modelo de alta gama.
Dijo muchas cosas sugestivas. Dejemos las de barricada y tomemos las conceptuales. Entre éstas, mencionó el apoyo que le ha dado el gobierno a este segmento de la actividad industrial que se ha convertido en paradigmático. El sector automotriz es, sin tapujos, el hijo dilecto del modelo económico vigente. Ejemplificó que durante la crisis del 2009 el Estado le aportó 500 millones de pesos para pagar los sueldos y evitar despidos, como parte de las “políticas activas” necesarias para sostener su desarrollo. Y atribuyó a ese apoyo la bonanza actual del rubro, con un volumen de producción y exportaciones récord, además de ventas también récord en el mercado interno.
Aceptemos que las políticas activas son necesarias, para no entrar en una discusión ideológica. Obviemos que las automotrices no son pymes y que hace cincuenta años que gozan de un régimen de privilegio.
También reconozcamos el éxito de la gestión K por sus resultados a la vista. Pero para ejecutarlas hace falta plata. Los 500 palitos de algún lado salieron. Al igual que los miles de millones que se consumieron en los últimos años en subsidios de tarifas y servicios.
La diferencia con otras etapas de nuestra historia es que ahora hay de donde sacar. Es que en el siglo XXI el mundo ya no es lo que era en las postrimerías del siglo XX. Los términos de intercambio se invirtieron, jugando a favor de la Argentina y sus vecinos. Por la transición dietética en los países emergentes y la nueva demanda de biocombustibles, lo que producimos siempre, ahora vale. Y además aprendimos a producir con mayor eficiencia, organización e infraestructura. Y mucha mayor cantidad de la mano de los equipos e insumos que utiliza el agro moderno.
Sí, es El Campo, la Industria Verde. Su competitividad se expresa, precisamente, en su balanza comercial: para exportar 30.000 millones de dólares, como va a suceder en el 2011, hubo que importar 2.000 millones. A la inversa, casualmente, de lo que ocurre con la industria automotriz, donde la balanza comercial sigue siendo negativa a pesar del boom exportador.
Muchos, diría que la mayor parte de los economistas, creen que el campo sigue siendo una actividad primaria, de escaso valor agregado y sin potencial en la generación de empleo. No es un concepto autóctono: en el vertiginoso ascenso de Brasil, la componente rural fue y es decisiva, y sin embargo para el gobierno brasileño el sector agropecuario no es prioritario.
Representa el 35% del PBI (casi como en la Argentina) y el 40% del empleo. Provee también el 50% de la energía a través de los biocombustibles y la cogeneración eléctrica de los ingenios azucareros. Es el sector más dinámico de la economía. Ahora, el tercer productor de caña está volcando su producción a la elaboración de plásticos (Braschem y Dow) en sustitución de materia prima de origen petróleo.
En estas condiciones del mercado mundial, con una demanda expansiva y precios históricamente elevados, ha cambiado la situación macroeconómica de todos los países de la región. Condenados a las crisis recurrentes de su sector externo, hoy cuentan con una base de sustentación sólida.
Pero así, no es sustentable. Se puede aceptar que ciertas industrias tengan algunos beneficios, si se las considera estratégicas. Pero echar la carga sobre las espaldas de los sectores más dinámicos, sin otro cálculo que la relación de fuerzas, termina chocando contra el techo. Transferir ingresos del agro a otros sectores económicos es una dudosa estrategia de sustitución de exportaciones.
sábado, 13 de noviembre de 2010
La sustitución de exportaciones. Por Héctor A. Huergo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario