Hace tiempo que Nestor Kirchner y su esposa están enemistados con las encuestas. Los estudios de opinión no sólo revelan que se han derrumbado aquellas expectativas que durante meses acompañaron la gestión presidencial de Néstor (y hasta aquellas que respaldaron con el voto a su candidata dos años atrás), sino que la opinión ha dado una vuelta de campana y hoy muestra índices de rechazo a la familia presidencial que parecen ilevantables.
Kirchner a veces confunde opinión pública con opinión publicada y culpa al periodismo por ese divorcio. Su ofensiva sobre los medios y sobre los periodistas no cesa. Después de ocuparse con su controvertida le de los medios electrónicos, puso a Guillermo Moreno a conducir las presiones destinadas intervenir la empresa Papel Prensa y a manejar el mercado de papel para diarios. Se agregan a esas operaciones los disparos contra los hombres de prensa. Esta semana Néstor Kirchner los acusó de "mostrarse como intelectuales para defender los intereses de las empresas". Y soltó: "Da pena ver que se digan periodistas independientes. Tienen que decir que son muy buenos empleados". Lo dijo rodeado por empleados y funcionarios oficiales, incluyendo en ese grupo a varios que –como él opina- se “muestran como intelectuales”.
Pero en el fondo, detrás de ese ruido y esa furia, la confusión no existe: Kirchner es muy conciente del alto grado de impugnación de la opinión pública y tal vez por ello el gobierno parece empeñado en eludir sus reclamos más insistentes para, en cambio, concentrarse en una agenda propia, cuyo eje reside en evitar que, como consecuencia de los resultados electorales del 28 de junio, se le escapen de las manos instrumentos decisivos de poder (en primer término, el manejo de la caja).
En vano se rebuscará entre las iniciativas del gobierno nacional durante las últimas semanas alguna que tenga vínculo con la cuestión de la inseguridad, que es la principal preocupación de la sociedad. Nada. En todo caso, el gesto tardío de citar a la Casa Rosada al familiar de alguna víctima, como si una foto en el despacho presidencial representara alguna solución o algún consuelo para aquellos a quienes el crimen les arrasó la vida.
Toda la decisión, el empeño y los recursos movilizados para, por ejemplo, estatizar las transmisiones de fútbol, brillan por ausencia en el tema de la inseguridad. Peor aún: se chocan con él cuando trasciende que el oficialismo (o el paraoficialismo) recluta y ampara en función de sus intereses políticos a los violentos del fútbol y los guía para que las barras bravas se consoliden en un ente superior, bajo una marca corporativa (Hinchadas Argentinas Unidas) y con un pingüino en su heráldica.
En suma, aquel kirchnerismo que en sus primeros años construía poder cultivando el favor de la opinión pública es historia: la sociedad le dio la espalda y él, despechado, ha resuelto ignorarla en la misma medida. Ahora se ocupa de agenciarse al costo que pueda poderes menos simbólicos: los que le permitan manotear fondos que mantengan la sujeción de jefaturas territoriales, los que le ayuden a recuperar el dominio político de la calle, los que eventualmente le faciliten sortear las amenazas que acechan tras las puertas de los tribunales, las que puedan detener el deslizamiento que ya empieza a observar en el escenario del Congreso.
Los celulares de los operadores del gobierno están incandescentes de tanto llamar a diputados peronistas que el 10 de diciembre se incorporarán a la Cámara Baja. Felipe Solá, que presidirá desde ese día el bloque del justicialismo disidente, denunció que varios de sus legisladores, entre ellos la rionegrina Cipriana Lorena Rossi, fueron conectados para "dar vuelta su consciencia por medio del poder de la caja del oficialismo".
En función de aquellos objetivos, el gobierno afirma su alianza con Hugo Moyano: la presidente dijo que quiere “gremios fuertes” y se lo llevó al jefe cegetista a Roma, a celebrar aquel acuerdo por el Canal de Beagle contra el que ella y su esposo se manifestaron en los años 80. Moyano había participado a principios de la semana de una demostración frente a los Tribunales y caracterizado como “patrones reaccionarios” a los miembros de la Corte Suprema. El Alto Tribunal dio un año atrás un fallo que abre puertas al pluralismo sindical y que la CGT considera dañino para su “modelo” de organización. Varios magistrados del alto tribunal interpretaron la demostración de Moyano como una amenaza. Uno de ellos, el decano del cuerpo, Carlos Fayt, advirtió a la sociedad: “Preocúpense por Moyano”.
Esta semana el gobierno “se prestó” más de 9.000 millones de pesos que debió haber repartido en las provincias y antes de eso se aseguró otros 10.000 de financiamiento para el ejercicio del 2010, cuando el presupuesto será analizado por un Congreso en el que estará en minoría. El gobierno hace caja, pero su estilo de gobierno se ha vuelto un barril sin fondo.
Lo cierto es que, pese a sus esfuerzos y a las ofensivas que Néstor Kirchner ordena sin cesar, y aun pese a que los bloques les han dado satisfacciones y les aprobaron todas sus ocurrencias en estas últimas semanas, es evidente que el paquete que Kirchner querría “atado y bien atado”, ha comenzado a soltarse en vísperas del 10 de diciembre. La Justicia se vuelve más curiosa y la oposición parece, finalmente, apta para pelear la semana próxima, si no por el manejo de las Cámaras, al menos sí por el control de las comisiones decisivas del Congreso. La comezón del oficialismo se observa inclusive en la chapucería de algunos de sus actos: cuando decretó la prolongación de las sesiones ordinarias del Legislativo, Cristina Kirchner firmó que esa prórroga corría “hasta el 10 de diciembre”. Error fatal: le entregó así a la oposición la oportunidad de sesionar al menos 24 horas con la nueva integración de las Cámaras y, así, de incorporar algunos asuntos que perturban a la cúpula del gobierno. Por ejemplo: la interpelación del jefe de Gabinete por el tema de Guido Antonini Wilson, su valija repleta de dólares y su (primero negada y al fin admitida) presencia en la Casa Rosada. Otro ejemplo: la posibilidad de que, ya en sesiones, el Congreso decida prorrogar su funcionamiento para tratar algunos otros asuntos emblemáticos, como aspectos de la ley de medios.
En fin, aunque probablemente el Congreso no sea más que uno de los escenarios donde se desplegará la nueva etapa política, el 10 de diciembre se produce un viraje significativo. Ese día la opinión pública está convocada a saludar al nuevo Congreso por la Mesa de Enlace del campo y por una serie de organizaciones cívicas. Y un poco antes y un poco después empezarán a verse cambios en los partidos. Ernesto Sanz asume la presidencia del radicalismo. El peronismo disidente avanza en una estructuración federal. Eduardo Duhalde ya convocó esta semana, desde el Movimiento Productivo Argentino, a “un gobierno patriótico de unidad nacional", constituido no en una alianza de gobierno sino en acuerdos básicos de Estado, que sirvan de guía a todas las fuerzas involucradas de modo que “no importe quien gane. Sugestivo: Duhalde elogió los liderazgos de Raúl Alfonsín y de Carlos Menem y aclaró que está hablando de esa visión de los acuerdos básicos con el radicalismo y con el Pro. “Es el mejor momento para el acuerdo –sostuvo- porque se desploma este liderazgo extorsivo”.Quiso decir: el de los Kirchner.
De un lado del paisaje, el oficialismo sigue pensando en términos de guerra, confrontación y ofensivas. Del otro, paulatinamente, va creciendo la idea de la convergencia y los acuerdos.
Son dos modos de enfrentar los riesgos que afronta la gobernabilidad.
Kirchner a veces confunde opinión pública con opinión publicada y culpa al periodismo por ese divorcio. Su ofensiva sobre los medios y sobre los periodistas no cesa. Después de ocuparse con su controvertida le de los medios electrónicos, puso a Guillermo Moreno a conducir las presiones destinadas intervenir la empresa Papel Prensa y a manejar el mercado de papel para diarios. Se agregan a esas operaciones los disparos contra los hombres de prensa. Esta semana Néstor Kirchner los acusó de "mostrarse como intelectuales para defender los intereses de las empresas". Y soltó: "Da pena ver que se digan periodistas independientes. Tienen que decir que son muy buenos empleados". Lo dijo rodeado por empleados y funcionarios oficiales, incluyendo en ese grupo a varios que –como él opina- se “muestran como intelectuales”.
Pero en el fondo, detrás de ese ruido y esa furia, la confusión no existe: Kirchner es muy conciente del alto grado de impugnación de la opinión pública y tal vez por ello el gobierno parece empeñado en eludir sus reclamos más insistentes para, en cambio, concentrarse en una agenda propia, cuyo eje reside en evitar que, como consecuencia de los resultados electorales del 28 de junio, se le escapen de las manos instrumentos decisivos de poder (en primer término, el manejo de la caja).
En vano se rebuscará entre las iniciativas del gobierno nacional durante las últimas semanas alguna que tenga vínculo con la cuestión de la inseguridad, que es la principal preocupación de la sociedad. Nada. En todo caso, el gesto tardío de citar a la Casa Rosada al familiar de alguna víctima, como si una foto en el despacho presidencial representara alguna solución o algún consuelo para aquellos a quienes el crimen les arrasó la vida.
Toda la decisión, el empeño y los recursos movilizados para, por ejemplo, estatizar las transmisiones de fútbol, brillan por ausencia en el tema de la inseguridad. Peor aún: se chocan con él cuando trasciende que el oficialismo (o el paraoficialismo) recluta y ampara en función de sus intereses políticos a los violentos del fútbol y los guía para que las barras bravas se consoliden en un ente superior, bajo una marca corporativa (Hinchadas Argentinas Unidas) y con un pingüino en su heráldica.
En suma, aquel kirchnerismo que en sus primeros años construía poder cultivando el favor de la opinión pública es historia: la sociedad le dio la espalda y él, despechado, ha resuelto ignorarla en la misma medida. Ahora se ocupa de agenciarse al costo que pueda poderes menos simbólicos: los que le permitan manotear fondos que mantengan la sujeción de jefaturas territoriales, los que le ayuden a recuperar el dominio político de la calle, los que eventualmente le faciliten sortear las amenazas que acechan tras las puertas de los tribunales, las que puedan detener el deslizamiento que ya empieza a observar en el escenario del Congreso.
Los celulares de los operadores del gobierno están incandescentes de tanto llamar a diputados peronistas que el 10 de diciembre se incorporarán a la Cámara Baja. Felipe Solá, que presidirá desde ese día el bloque del justicialismo disidente, denunció que varios de sus legisladores, entre ellos la rionegrina Cipriana Lorena Rossi, fueron conectados para "dar vuelta su consciencia por medio del poder de la caja del oficialismo".
En función de aquellos objetivos, el gobierno afirma su alianza con Hugo Moyano: la presidente dijo que quiere “gremios fuertes” y se lo llevó al jefe cegetista a Roma, a celebrar aquel acuerdo por el Canal de Beagle contra el que ella y su esposo se manifestaron en los años 80. Moyano había participado a principios de la semana de una demostración frente a los Tribunales y caracterizado como “patrones reaccionarios” a los miembros de la Corte Suprema. El Alto Tribunal dio un año atrás un fallo que abre puertas al pluralismo sindical y que la CGT considera dañino para su “modelo” de organización. Varios magistrados del alto tribunal interpretaron la demostración de Moyano como una amenaza. Uno de ellos, el decano del cuerpo, Carlos Fayt, advirtió a la sociedad: “Preocúpense por Moyano”.
Esta semana el gobierno “se prestó” más de 9.000 millones de pesos que debió haber repartido en las provincias y antes de eso se aseguró otros 10.000 de financiamiento para el ejercicio del 2010, cuando el presupuesto será analizado por un Congreso en el que estará en minoría. El gobierno hace caja, pero su estilo de gobierno se ha vuelto un barril sin fondo.
Lo cierto es que, pese a sus esfuerzos y a las ofensivas que Néstor Kirchner ordena sin cesar, y aun pese a que los bloques les han dado satisfacciones y les aprobaron todas sus ocurrencias en estas últimas semanas, es evidente que el paquete que Kirchner querría “atado y bien atado”, ha comenzado a soltarse en vísperas del 10 de diciembre. La Justicia se vuelve más curiosa y la oposición parece, finalmente, apta para pelear la semana próxima, si no por el manejo de las Cámaras, al menos sí por el control de las comisiones decisivas del Congreso. La comezón del oficialismo se observa inclusive en la chapucería de algunos de sus actos: cuando decretó la prolongación de las sesiones ordinarias del Legislativo, Cristina Kirchner firmó que esa prórroga corría “hasta el 10 de diciembre”. Error fatal: le entregó así a la oposición la oportunidad de sesionar al menos 24 horas con la nueva integración de las Cámaras y, así, de incorporar algunos asuntos que perturban a la cúpula del gobierno. Por ejemplo: la interpelación del jefe de Gabinete por el tema de Guido Antonini Wilson, su valija repleta de dólares y su (primero negada y al fin admitida) presencia en la Casa Rosada. Otro ejemplo: la posibilidad de que, ya en sesiones, el Congreso decida prorrogar su funcionamiento para tratar algunos otros asuntos emblemáticos, como aspectos de la ley de medios.
En fin, aunque probablemente el Congreso no sea más que uno de los escenarios donde se desplegará la nueva etapa política, el 10 de diciembre se produce un viraje significativo. Ese día la opinión pública está convocada a saludar al nuevo Congreso por la Mesa de Enlace del campo y por una serie de organizaciones cívicas. Y un poco antes y un poco después empezarán a verse cambios en los partidos. Ernesto Sanz asume la presidencia del radicalismo. El peronismo disidente avanza en una estructuración federal. Eduardo Duhalde ya convocó esta semana, desde el Movimiento Productivo Argentino, a “un gobierno patriótico de unidad nacional", constituido no en una alianza de gobierno sino en acuerdos básicos de Estado, que sirvan de guía a todas las fuerzas involucradas de modo que “no importe quien gane. Sugestivo: Duhalde elogió los liderazgos de Raúl Alfonsín y de Carlos Menem y aclaró que está hablando de esa visión de los acuerdos básicos con el radicalismo y con el Pro. “Es el mejor momento para el acuerdo –sostuvo- porque se desploma este liderazgo extorsivo”.Quiso decir: el de los Kirchner.
De un lado del paisaje, el oficialismo sigue pensando en términos de guerra, confrontación y ofensivas. Del otro, paulatinamente, va creciendo la idea de la convergencia y los acuerdos.
Son dos modos de enfrentar los riesgos que afronta la gobernabilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario