El revuelo que ocasionó la designación del escritor Abel Posse como ministro de educación de la ciudad de Buenos Aires no cesa. Luego de diez días las furias desatadas de la educación vernácula no se detienen.
Así la policía del pensamiento, aquella cuyo mecanismo es demonizar para que el acusado se tenga que defender de aquello que no es, descargó todas sus baterías sobre el pobre Posse. Fascista e ignorante le espetó el filósofo oficial del kirchnerismo, José Pablo Feimann desde el diario Página 12, el de la izquierda ilustrada. Misógino y xenófobo le grita Silvina Gvirtz “educadora de la comunidad”. Incapaz y sin antecedentes en educación lo acusó el senador Daniel Filmus, quien en su momento tuvo el tupé de presentar el proyecto de “ley del armario” que preveía que los alumnos violentos y armados dejaran sus armas en el armario del colegio para retirarlas cuando salían de clase. ¡Eso si que es pericia o conocimiento en educación! Autoritario y funcionario de la última dictadura militar le gritan 3 de los 16 gremios de la educación porteña como UTE, Ctera y Ademys. A ellos se suman en una manifestación Hugo Yasky de la CTA, el Partido Comunista, el PTS (trabajadores socialistas), la organización Tupac Amaru, el MTL (mov. territorial de liberación).
Pero ¿qué tiene Posse para producir semejante jaleo(diría un gallego)?. Posse no es jefe de ninguna estructura política, ni partido ni asociación ni agrupación ni nada de nada. Él es él, como una especie de dios laico, que dice a través de todos sus escritos y de su propio trato: ego sum qui sum. Un egoísta lógico diría Max Scheler sobre el dios de Aristóteles: un pensamiento que se piensa a sí mismo. En una palabra, políticamente Posse no jode a nadie porque no puede construir ningún tipo de poder en torno suyo. Y entonces ¿por qué semejante reacción en su contra?
Acaso Posse es fascista?: No. Escribió alguna línea a favor del fascismo?: No. Fue funcionario de la dictadura?: No. Se expresó alguna vez contra los derechos humanos?: No. Está en contra del régimen democrático de partidos?: No. Propone el cambio del régimen de representatividad política distinto del de la democracia liberal?: No. Es peronista?: Él dice que sí, yo creo que es un conservador popular. Está en contra del normalismo sarmientino?: No, sino todo lo contrario. Es católico?: No se sabe, como Kirchner, siempre que puede le pega a la Iglesia.
Si esto que afirmamos es cierto, Posse no tendría que ofrecer ninguna resistencia a “lo políticamente correcto” porque él es una variante de ese tipo de pensamiento y entonces, viene acá la pregunta del millón: por qué semejante oposición hacia su designación como ministro de educación?
Y la respuesta la dio, sin darse cuenta, Eduardo López, secretario general de UTE (unión de trabajadores de la educación) cuando dijo: su designación más allá de lo que haga o diga Posse, rompe con los acuerdos y consensos básicos establecidos sobre lo que debe de ser la educación en la ciudad de Buenos Aires. (diario La Nación, 18/12/09).
A confesión de parte relevo de prueba, es decir que existe un pacto profundo entre todos aquellos que conforman la ideología de la educación, que ésta tiene que ser de determinada manera y no de otra. Este pacto secreto y profundo, este consenso entre los grupos de poder que manejan la educación en Argentina, es el que corre el riesgo de romperse con la designación de Posse, que ha sido como meter un pato en el gallinero, donde se espantaron todas las gallinas.
Mirado detenidamente, esta reacción desproporcionada nos lo ha descubierto, la única fuerza ideológica que viene funcionando homogéneamente en Argentina desde antes de la restauración democrática pero que se consolida con el gobierno de Alfonsín. Es la ideología de la educación cuya cabeza emblemática es la FLACSO y cuyos más conocidos ideólogos han sido, entre otros, los ex Ministros de educación Filmus, Tedesco, Narodowski, Oporto, Puiggros, Delich, Jorge Sábato y el actual Sileoni. Y los 1200 “educadores” que tiene como asesores hoy el ministerio de educación de la ciudad de Buenos Aires y otro tanto el ministerio nacional de educación “miles de burócratas que cobran fortunas sin estar un solo día frente a los alumnos” (sic: Prof. Víctor Zajdenberg).
Esta es la madre del borrego, con Posse se puede acabar “el curro de la educación”, porque se pueden caer los contratos que le dan de comer a una sarta de burócratas que jamás han estado al frente de una clase. Que se han pasado la vida produciendo informes que terminan en los sótanos del ministerio. Que no están en condiciones de dictar clase. Que viajan por el mundo haciendo turismo educacional a costilla del disminuido presupuesto del Estado. En definitiva, que no pueden dar razón de su existencia sino solo mintiendo a designio sobre aquello que hacen en su trabajo.
La reacción contra Posse es por una cuestión de dinero, que vienen manejando los ideólogos de la educación Argentina a gusto e piacere.
Estos ideólogos son los responsable de los 900.000 mil analfabetos jóvenes que tenemos en la provincia de Buenos Aires. Son los responsables que el Estado nacional no les haya podido entregar al finalizar el sexto grado primario el primer diploma que entrega todo Estado que se precie de tal: El del reconocimiento como ciudadano activo a partir de los 12 años.[1] Cuántos de estos pibes chorros que hoy pululan tienen su diploma primario? Ninguno. Cuántos de estos chicos no hubieran choreado teniendo su diploma? Más de uno. Es que ese diploma es la primera armadura ciudadana.
Los ideólogos de la educación son los responsable de haberle robado a tres generaciones de argentinos el reconocimiento de ser argentinos con todas las letras. Ese reconocimiento que antiguamente se les daba en un diploma de ciclo básico al aprobar tercer grado y que mi madre mostraba orgullosa colgado en la cocina de casa.
El progresismo, y los ideólogos de la educación son su quintaesencia, es el destructor más terrible del Estado-nación. Es el enemigo que vive de él y que termina por destruirlo, por desarmarlo, por quitarle su capacidad de reacción para que pueda poner freno al desmadre de la educación en nuestro país.
El peronismo, que será lo que se quiera pero que no come vidrio, ha guardado un distante silencio. Los muchachos ven que acá hay gato encerrado. Es cierto, varios de los gremios de la educación porteña que son peronistas no han reaccionado, pero tampoco han sido arrastrados en este rechazo desmesurado en contra de la designación de Posse.
Está en Posse abrir el juego y convocar a las fuerzas del campo nacional que están marginadas de la educación argentina, al menos desde la dictadura militar. No olvidemos que la FLACSO comenzó a funcionar en el país en 1975.
(*) arkequeta, eterno comenzante, mejor que filósofo
alberto.buela@gmail.com
[1] Es cierto que en cuanto nacemos nos dan un número de identidad y luego una cédula ya con foto pero el reconocimiento de formar parte de una nación, que no es otra cosa que el proyecto que un pueblo se da en la historia del mundo, se otorga con el primero de los títulos que es el finalizado de la escuela primaria. Es por ello que a contrario sensu de lo que piensan los ideólogos de la educación la escuela primaria tiene que ser breve seis o cuatro años, básica y elemental para que pronto el pibe se sienta formando parte de la nación.
domingo, 20 de diciembre de 2009
Abel Posse y la ideología de la educación. Por Alberto Buela
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