En medio de las últimas batallas para lograr terminar el ciclo del kirchnerismo, no se aprecia bien la mayor tarea política de unificación del peronismo que, de acuerdo a la tradición movimientística de éste, se está efectuando entre las sombras, de modo intuitivo y usando el método de prueba y error antes que el de una planificación racional. El pasado viernes ocho, el aniversario del General Perón pasó sin pena ni gloria, ocupados como están sus seguidores en rescatar lo que resta del que fuera el partido político más importante de América Latina. Mientras el kirchnerismo trata de aferrarse a la estructura legal del Partido Justicialista, controlando padrones y representación electoral y el Gobierno reserva su derecho de alterar las fechas electorales según su conveniencia, el grueso del peronismo hoy representado en Peronismo Federal, Pro y algunos otros partidos menores ensaya métodos de unificación, incluyendo a los saldos remanentes y rescatables del kirchnerismo y hasta al kirchnerismo mismo.
Se visualiza la estrategia de unificación como el más pragmático modo de ahorrar tiempo y energía, frente a un tiempo que exigirá una revolución total, el enderezamiento de un país que ha sido torcido en su esencia y en su destino por los últimos diez años de desgobierno. Traición y redención son dos de las palabras más escuchadas entre la dirigencia, y mucha de la discusión actual pasa por saber si se llegará a las elecciones de 2011 con el aparato el PJ unificado y democratizado bajo consenso, o si el PJ será el reducto final de un kirchnerismo derrotado por el radicalismo en una elección nacional, después de haber dejado librado al resto del peronismo a la obligación de replicar el PJ bajo otro nombre y sin tiempo para prevalecer. Obviamente, en el últimamente renovado odio por el peronismo que muchos argentinos han vuelto a cultivar tras los desmanes del supuesto peronismo de los Kirchner, éste último escenario se ha convertido también en el preferido de los radicales y de los muchos medios de comunicación que jamás han sido peronistas.El gran desafío para la ciudadanía que no se siente identificada con ninguna de las variables socialdemócratas que ofrece el radicalismo, es ayudar al proceso de democratización, reclamando por el gran partido que pueda enfrentar al radicalismo desde la posición bien diferenciada de un peronismo liberal. Si bien el gobierno kirchnerista conserva su garra sobre la Justicia Electoral, ésta quizá quiera reconsiderar, como lo han hecho ya muchos jueces y la misma Corte Suprema nombrada por el kirchnerismo, la posición de sumisión automática y cumplir con lo que, desde hace ya un buen rato, es su deber: restituir las formas legales y democráticas en un partido avasallado.Un partido unificado permitiría la alianza fecunda con el PRO y otras fuerzas menores y ofrecería un marco potable para instalar un nuevo liderazgo y nuevos equipos que vendrían a deshacer con eficiencia muchos de los desatinos del kirchnerismo en materia económica, a rectificar las malas decisiones financieras iniciales de Duhalde y a retomar la senda del proyecto peronista-liberal que, en vez de ser corregida y perfeccionada, fue brutalmente abandonada a partir de fines de 2001.El trabajo mayor e los nuevos dirigentes frente a una ciudadanía desacostumbrada a las explicaciones racionales y coherentes y al riguroso ejercicio de la verdad, será conciliar el peronismo más ortodoxo y tradicional con aquello que hace algunas décadas nos gustaba definir como el liberalismo de izquierda y el liberalismo de derecha, dos ideologías que por vía de la renovación generacional y del progreso del conocimiento en el mundo se han injertado en el peronismo produciendo una saludable actualización de la inalterable doctrina basal.Más allá de los aludes que el Gobierno y la actual conducción ilegal del peronismo continúan provocando sobre el camino de los argentinos para impedirles una clara y justa contienda electoral, en la cual tengan dos importantes opciones y no un muestrario de pequeños partidos inútiles para gobernar, existe una fuerza del bien que emana del conjunto de los argentinos. De modo oscuro pero eficaz, en silencio y, las más de las veces entre las sombras, aparta las piedras, señalando una y otra vez a los culpables, y empuja hacia delante, lista para sostener a aquel que mejor la encarne.
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