Vigilante, policía, batidor, cobani, gorra, yuta son algunos de los muchos adjetivos “descalificativos” utilizados por el hampa para hundir en el oprobio a las fuerzas del orden. Por extensión, los vocablos se han popularizado y vastos sectores sociales, sin arte ni parte, los usan con la misma intencionalidad, por moda, gracia, prestigio o estupidez.
¿Hay algo peor que estas palabras al momento de ofender a una persona?
Verdaderamente, no muchas.
La Policía se ha ganado un lugar en el imaginario de la gente. No hace falta enumerar la larga lista de desaguisados, robos, coimas y corrupción que existe en las distintas fuerzas policiales. Pero ¿acaso es esta la razón por la que se ofende a la policía? ¿Es por su degradación profesional que un sector de la sociedad anatematiza vociferando los malditos vocablos?
¿Hay algo peor que estas palabras al momento de ofender a una persona?
Verdaderamente, no muchas.
La Policía se ha ganado un lugar en el imaginario de la gente. No hace falta enumerar la larga lista de desaguisados, robos, coimas y corrupción que existe en las distintas fuerzas policiales. Pero ¿acaso es esta la razón por la que se ofende a la policía? ¿Es por su degradación profesional que un sector de la sociedad anatematiza vociferando los malditos vocablos?
¿Cuándo un joven, o quien fuere, le dice a otro “gorra” le está diciendo corrupto, coimero? ¿O lo que le señala es su condición de alcahuete porque defiende la ley? Con la mano en el corazón cuando alguien utiliza estos vocablos para agredir, no lo hace por los defectos de la fuerza sino por sus virtudes. He aquí el problema.
Por lo defectos la policía se descalifica sola. Por sus virtudes lo hace un sector de la sociedad. ¡Así vamos!
Veremos si el vil asesinato de un policía de ley como fue el Suboficial Garrido es capaz de cambiar esta costumbre.
LIMITES DEL KIRCHNERISMO
Esta argumentación al paso construida en el mundo del hampa cuenta con relatores ideológicos que han elaborado un cuerpo de doctrina que justifica el delito como una salida (¿válida?) ante las injusticias flagrantes del sistema capitalista. De esta forma los delincuentes serían sujetos de la historia y agentes revulsivos del cambio. Cantantes, intelectuales, dirigentes barriales y almas “piadosas” hacen de los delincuentes comunes, mártires de la libertad.
Este conjunto que podemos señalar genéricamente como los progresistas son los que con sus argumentos lábiles pero efectistas impiden hoy la lucha abierta y sin culpas contra la delincuencia.
Hay, también, argumentaciones menos jactanciosas como la de los garantistas que lucen un firmamento de ideas que engalanan su mundo de buenas intenciones. Zaffaroni es uno de ellos. En una nota que le hiciera La Nación el 18/2/09 desgrana una novedosa teoría acerca de estos temas. “Frente a la inseguridad creada en el mundo por el retroceso del Estado de Bienestar. ¿Cómo se compensa esta sensación? Mostrando que la principal amenaza que hay es el delito común” (sic)
Con este argumento para Zaffaroni el delincuente pasaría a ser un chivo expiatorio de una situación que le es ajena y que nos habla de la injusticia del capitalismo. En síntesis el delincuente es una víctima de una persecución magnificada frente a lo irremediable del modelo.
Remata su arquitectura mental con la siguiente afirmación:
“Uno no va a excarcelar a un violador múltiple, a un homicida. Se excarcela a un chorrito. ¿Qué ganás con tenerlo adentro?
¿Puede haber disparate mayor de un miembro de la Corte?
En este colectivo contamos, así mismo, con la benemérita Argibay Molina. Más lanzada y locuaz. Si se quiere más atrevida. Frente al célebre violador de Recoleta y cuando se había construido su identikit por declaraciones de las damnificadas y expuesto su rostro en los comercios de la zona, puso el grito en el cielo porque se estaba linchando a alguien sin juzgarlo. Y hoy frente al asesinato del agente Garrido en San Isidro les pide a los vecinos un poco de tolerancia (Radio Mitre)
Es cierto que el clima de garantismo bobo que alentó el kirchnerismo desde el poder ya no existe. Tampoco está en la naturaleza del gobierno la solución del problema. Verdaderamente no saben que hacer.
Los sectores progresistas que lo rodearon han comenzado a alejarse. El viraje a la derecha luego de la derrota del campo se hace a la desbandada. O mejor dicho a la bartola. Deja hilachas en el camino. Cabe al kirchnerismo la vívida imagen creada por Sarmiento en el Facundo. Andaba el Caudillo, solo, por la travesía, un desierto entre San Luis y San Juan, cuando de pronto oyó, a lo lejos, bramar a un tigre. Apuró su marcha. El bramido ácido y lacerante se acercaba implacablemente. Comenzó a desprenderse de lo que cargaba a sus espaldas, montura, parte de su indumentaria. En fin todo aquello que dificultaba la carrera. Finalmente semidesnudo vio a lo lejos un algarrobo. Fue hacia él. Trepó. Desde lo alto y moviéndose peligrosamente al compás de la copa observó durante horas como lo acechaba la fiera. Así se encuentra el kichnerismo.
Sin embargo, aún en peligro, no deja de hacer macanas y cometer gruesos errores que acarrearán grandes males.
Ocurrido el asesinato del Suboficial Garrido, un excelente policía, del cual la sociedad y la institución se sienten orgullosos. Kirchner habló.
Justo cuando esta fuerza mostraba su mejor cara. Un hombre amante de la profesión, generoso con los chicos de la calle, atento con los vecinos, responsable de su labor y enamorado de su trabajo. Digo, cuando la institución exhibía con orgullo a uno de sus hombres salvajemente ultimado por delincuentes, ese mismo día el Presidente del PJ (trucho) golpea una vez más a la policía. Se ensaña con ella. Le exige a Scioli que purifique el arma. ¿Era ese el momento de dirigir la mirada a la “maldita policía”? ¿Se puede ser tan ignorante y torpe en el accionar? No, de ninguna manera. Kirchner sabe lo que hace. Y lo hace cruelmente.
Es que para este salvaje la Policía no puede quedar ante la sociedad con la imagen de Garrido. Hay que opacar, enturbiar, ennegrecer, ensuciar.
Como aspira a ser diputado por la Provincia se pone a opinar sobre seguridad, tema del que jamás habló por sus antiguos vínculos con el progresismo.
Como pretende seguir cautivándolos en vez de señalar a los delincuentes como los responsables de la inseguridad tuerce el foco y apunta a la Policía. Ahí está el problema. En la Policía. Y como la policía tiene mala prensa como hemos dicho al principio. Todo le sale fácil. Veremos si el pueblo lo acompaña en este nuevo delirio.
A LA DELINCUENCIA SE LA DERROTA COMBATIENDO
Todo lo que se ha hecho en los últimos años sobre este intríngulis ha sido ir a la zaga de los acontecimientos. Hemos tenido políticas defensivas frente a bandidos cuyo accionar es absolutamente ofensivo. La policía sabe o puede averiguar fácilmente donde se encuentran las principales cuevas de los malhechores. Pues hay que hacer con ellos lo que el General Roca recomendaba hace ya muchos años en su lucha contra el indio que robaba y asaltaba estancias: “Vamos pues a disputarles sus propias guaridas, lo que no conseguiremos sino por medio de la fuerza. A mi juicio el mejor sistema de concluir con los indios es el de la guerra ofensiva. Hay que ir a buscarlos a sus guaridas y causarles un terror y un espanto indescriptibles”
Este accionar sería además aleccionador sobre aquellos que aún dudan de que lado estar. Que sepan los que eligen el camino del delito que el chiste lo pagarán muy caro y socialmente no habrá reconocimiento, ni canciones, ni piedad, ni temperancia. Toda la sociedad debe cerrar filas contra este flagelo.
La discusión acerca del aumento o no de las penas pierde sentido frente a una política ofensiva sobre la delincuencia.
Para todos aquellos jóvenes en situación de riesgo por falta de contención familiar, educación o proyecto, el Estado debe crear instituciones que los contenga. Hace ya muchos años el Virrey Vertiz al fundar el Virreynato creó la Casa de niños Expósitos a donde iban los niños huérfanos y abandonados. Institución fundamental de aquella sociedad. Cuando Roca avanzó con sus fuerzas sobre las tolderías detrás del Ejército marchaban los Salesianos fundando escuelas para los hijos de los caciques que aceptaban la nueva situación. Allí se educó el hijo del gran Cacique Namuncurá, nuestro beato criollo y acional: Ceferino. También los hijos del Cacique Sayhueque, temerario guerrero de la zona del Neuquén, ingresó a sus hijos en otra escuela Salesiana de San Antonio Oeste.
Estas novedosas instituciones escolares a crear, deben tener como horizonte la contención, la construcción de lazos fraternos capaces de sustituir a la familia, deben asimismo formar en oficios, practicar deportes, impartir contenidos académicos, organizar labores solidarias para la comunidad que hagan sentir a los niños útiles y necesarios. Los jóvenes permanecerán en ellas las 24 horas del día.
Estas instituciones deben ser gestionadas en el ámbito de Educación y Acción Social. Con profesionales con vocación social de servicio que gracias a Dios sobran en la Argentina.
En síntesis abierta intervención del Estado en la persecución implacable del delincuente y protección y cuidado de aquellos que quieren redimirse. Creo que la tarea no tiene más secretos.
1 comentario:
brasil soluciono esto con los escuadrones de la muerte
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