sábado, 3 de noviembre de 2012

Al rescate de la Fragata Libertad. Por Gonzalo Neidal


Hace un par de días un grupo de ex cancilleres de diversas orientaciones políticas firmaron una breve declaración en relación con el incidente internacional entre Ghana y Argentina a raíz del embargo de la Fragata Libertad.

Se trata de un hecho infrecuente ya que varios de entre los firmantes (Caputo, Cavallo, Rodríguez Giavarini, Vernet, Ruckauf, Bielsa y Taiana) han tomado posiciones públicas críticas al gobierno en muchos aspectos de su gestión. De modo tal que han postergado sus diferencias entre ellos y las que sostiene cada uno con el gobierno nacional, para coincidir en un respaldo medido pero valioso como síntoma: ante una disputa con otro país, las distintas fuerzas políticas presentan un frente unido y sin fisuras. Todos ellos consideran que defender el simbólico navío incautado en un lejano puerto africano es algo en lo que no pueden existir dobleces ni excusas de ninguna clase pues es el interés nacional el que está en juego y cuando sucede esto, no hay lugar para diferencias de ninguna clase ni para reproches por políticas equivocadas.
Sin los detalles, la memoria nos trae a la cabeza un episodio similar ocurrido en España con un buque mercante retenido en Canadá y también en esa ocasión, gobierno y oposición aparecieron unidos, sin diferencias de ninguna clase ante los ojos del mundo.
No ocurrió igual con la Guerra de Malvinas a la cual se sumaron muchos partidos políticos pero algunos dirigentes prominentes (Raúl Alfonsín, por ejemplo) tuvieron una posición crítica. Cesado el conflicto toda la dirigencia que antes había dado su apoyo, consideró el hecho como una locura digna de la más enérgica condena.
El comunicado de los ex cancilleres se funda en un argumento jurídico: “las normas internacionales más básicas y arraigadas que protegen las inmunidades de los buques de guerra en todo el mundo”. Ignorábamos que la Fragata embargada revistiera en esa categoría, la de arma bélica. Pensábamos que era un buque escuela, como siempre se la ha denominado y, sin ser expertos en este tema, a simple vista no le veíamos la robustez y característica que imaginábamos –quizá erróneamente- debía tener un barco de guerra.
Como sea, el episodio del embargo tiene rasgos brancaleónicos (tratándose de un buque de la Armada, el adjetivo es inevitable) que denotan una sucesión de impericias. Desde que se declaró el default y se renegoció la deuda con una sustancial quita, el embargo de bienes argentinos siempre estuvo latente. La determinación de incluir el puerto de Tema en el itinerario del viaje fue asumido por el Ministerio de Defensa pero antes de eso rodaron varias cabezas en la Marina, cuyos jefes de ningún modo podían conocer la situación política y la probabilidad de embargo que podía recaer sobre el navío.
Se trata, ciertamente, de una cuestión comercial y de derecho internacional. Probablemente el gobierno pueda considerar que el trato de Ghana hacia la Argentina, al hacer lugar al embargo solicitado, constituya una actitud inamistosa. Pero nuestro país, específicamente este gobierno, ha sumado también actitudes poco gentiles en diversas ocasiones. Recordamos por ejemplo que, en 2005, en presencia de todos los presidentes del continente en la ciudad de Mar del Plata, el gobierno de Néstor Kirchner propició un acto político de repudio a Estados Unidos, cuyo presidente era en ese momento nuestro huésped. Respecto de Estados Unidos, más recientemente tuvimos otro altercado: el de las valijas retenidas a una delegación estadounidense invitada a dar un curso instructivo a la Policía Federal. Tampoco ha sido demasiado amable el comportamiento del gobierno hacia Paraguay, al promover su suspensión del Mercosur y la inmediata y tramposa incorporación de Venezuela, cuyo ingreso estaba postergado porque el senado del Paraguay se negaba a aprobarlo.
Claro que podemos disfrazar el incidente como una persecución contra el país por parte de los “fondos buitres” y, de ese modo, distorsionar la verdad de los hechos: que se trata de una deuda impaga. Afortunadamente los cancilleres fueron más discretos y no utilizaron palabras altisonantes sino que circunscribieron su defensa a las normas internacionales que impiden la retención de buques de guerra.
En la misma línea de construcción épica debe anotarse la desafortunada y resignada frase presidencial que abandona a su suerte a la fragata pero reivindica haber conservado la dignidad y la libertad.
Marchar en un viaje de graduación en un navío legendario, con invitados de otros países, y regresar en un avión de Air France, de madrugada, es un acontecimiento que no parece que merezca ser elevado a las cumbres de la dignidad nacional.

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