domingo, 7 de febrero de 2010

Julio Cobos, un Hamlet en el Congreso. Por Gonzalo Neidal


Julio Cobos es un tipo raro. Uno nunca sabe con qué va a salir. Qué va a hacer. Hacia dónde va a salir disparado.Hombre gris, sigiloso, de bajísimo perfil, de opiniones difusas, exuda una personalidad invertebrada, amorfa, aceitosa. Nadie acierta a saber si se trata de un estilo cuidadosamente cultivado o si, simplemente, es pura y simple pusilanimidad. Si es apenas, nomás, lo que aparenta: un tipo balbuciente, vacilante, invadido por una perpetua perplejidad.Ignorado por el mundo, se hizo famoso en aquella noche agraria, con un voto inesperado e intempestivo. Inopinado y sorpresivo. Un voto pronunciado con falta de convicción, de temple e, incluso, de fundamentos. Casi vergonzante.

El famoso voto “no positivo” le valió la fama. Pasó de ser un habitante oscuro de la República Gris del Asentimiento a líder de la rebelión contra los Kirchner.La gente supo que existía un vicepresidente, que se llamaba Cobos y que desempató la votación a favor del campo, en contra del gobierno.Y, a partir de allí, la fama.Desde ese momento, la gente no sólo lo identificaba sino que también lo saludaba. Se quería sacar fotos con él y le pedía autógrafos. Y eso, en la Argentina, es suficiente para empezar a construir un proyecto presidencial. Encargó encuestas y midió bien.¿Que él traicionó primero al radicalismo (al incorporarse al proyecto Kirchner) y ahora traicionaba al kirchnerismo (al infligirle una dura derrota parlamentaria)? No tiene importancia. ¿O acaso los Kirchner no habían sido también fervientes menemistas en los noventa?Y una parte del radicalismo comenzó a construir su proyecto presidencial a partir del voto trasnochado de este kirchnerista arrepentido. Pero incluso dentro de su partido lo miran con cierto recelo. Quizá piensen que se trata de un personaje de lealtades efímeras con el cual uno nunca puede estar seguro de nada.En definitiva, un tipo imprevisible que se levanta cada día con un humor político distinto y del que puede esperarse cualquier cosa en cualquier momento.Para fortalecer esta fama de impredecible, Cobos votó en sintonía con el gobierno nacional en la Comisión Bicameral que debía expedirse sobre el caso de Martín Redrado. Y sacudió a su partido, al que aspira a liderar para llevarlo a la presidencia.La UCR piensa que es difícil sumar votos si su principal referente y precandidato virtual se muestra favorable a la opinión de los Kirchner en un caso tan importante como el de Redrado. Al voto de Cobos, el radicalismo lo vive como una traición. Otra traición.Quizá Cobos quiso aparecer como una persona ecuánime y objetiva, alguien que le da la razón al gobierno cuando piensa que la tiene, aunque no comparta su proyecto global.Puede ser también que Cobos haya votado como votó como consecuencia de un profundo y aún desconocido estudio que realizó acerca de la gestión Redrado. Pero lo cierto es que este voto positivo, a favor del gobierno, ha sido menos festejado y, nos parece, le redituará menos pedidos de autógrafos que el otro.Fatigado, vuelve ahora a su despacho en la Casa Rosada, con una calavera en la mano, preguntándose una y otra vez si ser o no ser. Y, en todo caso, qué diablos ser.


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