En la Argentina es muy común entre aquellos sectores que tiene opinión, me refiero no solo al ambiente de la prensa, una gran valentía para juzgar críticamente al pasado y una suprema cobardía para enfrentar al presente. Valientes con el poder que fue o que suponen que fue y cobardes con el poder que es o creen que aún es.
Pasa en la política, el periodismo, el empresariado, los sindicatos, el ambiente artístico y, muy especialmente, entre los intelectuales. Es el oportunismo, en un país que, a las puertas del bicentenario de su nacimiento, no define un rumbo acorde con las inmensas posibilidades que nos brinda nuestra naturaleza y con el mundo que va delante de nosotros cualquiera sea la ideología que lo gobierne. Pienso en China, el país de mayor crecimiento hoy, gobernado por el partido comunista, o en Brazil gobernado por un partido de origen troskista, en Chile por una coalición de derecha que exhibe no pocos vínculos con el pasado pinochetista o en Uruguay que avanza presidida por un ex guerrillero tupamaro., incluso en Bolivia que emerge de siglos de atraso de la mano de un indio reelecto por las dos terceras partes de su electorado y que mas allá de sus etiquetas ideológicas busca en Brazil su socio principal. Para que hablar del mundo de los top ten: EEUU, Alemania, Francia, Canadá, Australia, Japón, etc. Todos crecen y distribuyen su riqueza mejor que nosotros. Crecemos y seguimos tanto o más pobres, con gran parte de la población viviendo de la limosna oficial. En los últimos tres años se han fugados capitales por 50 mil millones de dólares. Un dato.
Nuestro país navega sin rumbo, dirigido por valientes jueces del pasado y cobardes jueces del presente. Tenemos mirada de lince para mirar con detalle microscópico el pasado y somos ciegos para mirar más allá de las narices. Es el defecto principal del gobierno, incapaz de la más mínima autocrítica, pero feroz con el pasado. El discurso de Nestor Kirchner después de su enfermedad carotídea es la muestra más acabada de que solo tiene ojos para mirar hacia atrás y carece de espejo que le refleje su fracaso. Pero el vicio del oportunismo no es solo del gobierno es una patología crónica de las clases medias y altas de la Argentina.
Ha pasado una década desde que Menem dejó la presidencia, y los numerosos presidentes que lo sucedieron desde de la Rúa hasta el matrimonio Kirchner no muestran mejores resultados en términos institucionales, económicos, en su relación con el mundo y mucho menos sociales. Aún, comparando una y otra década con las cifras del Indec falseado por Kirchner.
La estrategia de demonizar el pasado tan propio de los cobardes de estos tiempos ha fracasado; el pasado es mejor que el presente, de allí su fuerza.
Frente al triste espectáculo de un Senado abandonado por un gobierno que hasta ayer se creía su dueño absoluto y eterno y una “oposición” que no se anima a llamarse tal y se define como sector “no oficialista” y a la que un itegrante de ella como el payaso del senador Juez, llama Unión Transitoria de Empresas, el ex presidente Menem deja de ser un voto para transformarse en El Voto. El destino hace justicia.
Pasa en la política, el periodismo, el empresariado, los sindicatos, el ambiente artístico y, muy especialmente, entre los intelectuales. Es el oportunismo, en un país que, a las puertas del bicentenario de su nacimiento, no define un rumbo acorde con las inmensas posibilidades que nos brinda nuestra naturaleza y con el mundo que va delante de nosotros cualquiera sea la ideología que lo gobierne. Pienso en China, el país de mayor crecimiento hoy, gobernado por el partido comunista, o en Brazil gobernado por un partido de origen troskista, en Chile por una coalición de derecha que exhibe no pocos vínculos con el pasado pinochetista o en Uruguay que avanza presidida por un ex guerrillero tupamaro., incluso en Bolivia que emerge de siglos de atraso de la mano de un indio reelecto por las dos terceras partes de su electorado y que mas allá de sus etiquetas ideológicas busca en Brazil su socio principal. Para que hablar del mundo de los top ten: EEUU, Alemania, Francia, Canadá, Australia, Japón, etc. Todos crecen y distribuyen su riqueza mejor que nosotros. Crecemos y seguimos tanto o más pobres, con gran parte de la población viviendo de la limosna oficial. En los últimos tres años se han fugados capitales por 50 mil millones de dólares. Un dato.
Nuestro país navega sin rumbo, dirigido por valientes jueces del pasado y cobardes jueces del presente. Tenemos mirada de lince para mirar con detalle microscópico el pasado y somos ciegos para mirar más allá de las narices. Es el defecto principal del gobierno, incapaz de la más mínima autocrítica, pero feroz con el pasado. El discurso de Nestor Kirchner después de su enfermedad carotídea es la muestra más acabada de que solo tiene ojos para mirar hacia atrás y carece de espejo que le refleje su fracaso. Pero el vicio del oportunismo no es solo del gobierno es una patología crónica de las clases medias y altas de la Argentina.
Ha pasado una década desde que Menem dejó la presidencia, y los numerosos presidentes que lo sucedieron desde de la Rúa hasta el matrimonio Kirchner no muestran mejores resultados en términos institucionales, económicos, en su relación con el mundo y mucho menos sociales. Aún, comparando una y otra década con las cifras del Indec falseado por Kirchner.
La estrategia de demonizar el pasado tan propio de los cobardes de estos tiempos ha fracasado; el pasado es mejor que el presente, de allí su fuerza.
Frente al triste espectáculo de un Senado abandonado por un gobierno que hasta ayer se creía su dueño absoluto y eterno y una “oposición” que no se anima a llamarse tal y se define como sector “no oficialista” y a la que un itegrante de ella como el payaso del senador Juez, llama Unión Transitoria de Empresas, el ex presidente Menem deja de ser un voto para transformarse en El Voto. El destino hace justicia.
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