jueves, 29 de octubre de 2009

Por qué Brasil tendrá tres submarinos nucleares. Por Rosendo Fraga


A comienzos de octubre visitó la Argentina el ministro de Defensa de Brasil, Nelson Jobim.
En una conferencia pronunciada el 5 de dicho mes, expuso los lineamientos de la política de Defensa Nacional de este país, único de América latina que tiene vocación de actor global, es decir, de ser potencia mundial.
Tras analizar la situación mundial y la significación que tiene en ella América del Sur, pasó a explicitar los objetivos concretos que persigue el país en el área de su gestión.
Informó que el proyecto del submarino nuclear, que Brasil desarrolla ahora con tecnología de Francia -cuyo ministro de Defensa visita la región incluyendo la Argentina a comienzos de la semana próxima- contempla la producción de tres sumergibles de este tipo, destinados a proteger el litoral marítimo del país y dar seguridad al Atlántico Sur, incluyendo para ello acuerdos con países de Africa con costa sobre este océano.
Hasta ahora, el proyecto parecía contemplar un solo submarino de este tipo, que se sumaba a varios a propulsión convencional, fabricados en los astilleros brasileños con tecnología francesa.
Que los submarinos nucleares brasileños sean tres y no uno, como parecía, sólo implica que la Marina de este país aplica un principio básico de este tipo de sistema de armas. Para poder operar en forma permanente, se necesitan tres, ya que uno estará en operaciones, otro en reparación, mantenimiento o descanso, y el tercero en apresto, es decir, listo para operar en cualquier momento o reemplazar al que está en operaciones.
Es decir que Brasil no busca tener un submarino nuclear para integrar el selecto grupo de países del mundo que poseen este tipo de armamento, sino que pretende darle un uso concreto y efectivo y por esta razón necesita que sean tres y no uno.
Explicó por qué Brasil mantendrá por ahora el servicio militar obligatorio: considera que sigue siendo una institución importante para la integración y el progreso social y permite tener tropas suficientes para ocupar los grandes espacios vacíos que posee el país, como la región de la Amazonía.
Cooperación militar. Pero el ministro brasileño también fue franco y directo al abordar la cooperación militar con la Argentina, señalando que no se habían concretado los proyectos comunes planteados en los últimos tiempos.
Destacó la importancia que en el largo plazo tiene la Antártida, proponiendo que se transforme en una cuestión regional, para impedir que Argentina y Chile -los dos países de América del Sur con pretensiones territoriales- pierdan en el futuro sus derechos frente a países extra-regionales.
Dio una opinión personal, en el sentido de que los conflictos del pasado -los juicios por las violaciones a los derechos humanos durante el gobierno militar- eran un factor que impedía a la Argentina llevar adelante una política de Defensa con visión de futuro y por esta razón, esta situación perturbaba la cooperación binacional.
Quizás por esta opinión fue que durante su visita a la Argentina, Nelson Jobim no fue recibido por la Ministra de Defensa argentina ni por otros funcionarios del gobierno nacional. Sólo fue recibido por el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli.
También trascendió periodísticamente, se les había indicado a los militares en actividad y a los funcionarios de dicho Ministerio no asistir a la mencionada conferencia.
A las pocas horas de ésta, fue suspendida por la Argentina la participación en un ejercicio naval binacional. El argumento fue que la autorización del Congreso para que participaran buques argentinos no había llegado a tiempo. Pero más allá de la causa real, fue un episodio poco feliz que pareció evidenciar que no hay una vocación de cooperación en el plano militar con Brasil.
Al finalizar el mes, el tema comercial crea un momento de tensión en la relación entre Buenos Aires y Brasilia.
Brasil es la relación más importante para Argentina en América latina y por esta razón, la cooperación y armonía con este país deben ser prioridad para la política exterior argentina.
Ni el mencionado episodio con motivo de la visita del Ministro de Defensa, ni las tensiones surgidas por el tema comercial, muestran que se le esté dando la debida atención.
Quizás por eso no sea casual que en los 22 meses que lleva el gobierno de Cristina Kirchner en el poder, la Argentina haya firmado 85 tratados bilaterales con Venezuela y sólo 23 con Brasil.
El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría
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sábado, 3 de octubre de 2009

Ofensiva de Primavera, contraofensiva de Verano. Por Jorge Raventos



“Néstor no se fue ni se irá"
Hugo Chávez (Isla Margarita, 25/09/09)

“Sólo nos iremos si nos echa la gente”
Emilio Pérsico (Buenos Aires, acto
piquetero oficialista 15/09/09)
El oficialismo está embarcado en su ofensiva de primavera: ha empeñado todas sus fuerzas y desplegado infinitas presiones para sacar del Congreso antes de que concluya octubre su proyecto de Ley de Medios sin más modificaciones que las escasas que se vio obligado a admitir cuando el proyecto se discutía en la Cámara de Diputados.

Pese a todos esos afanes, aunque está convencido de que la votación general ocurrirá antes del próximo fin de semana y allí contará con suficientes votos, Néstor Kirchner no tiene todavía la seguridad plena de que el tratamiento en particular de la norma no le depare sorpresas desagradables. Las objeciones de conciencia de algunos senadores oficialistas o aliados pueden contribuir a que se introduzcan cambios en cláusulas que para Olivos son centrales: en particular la que fuerza a los grupos de medios a deshacerse de licencias en un plazo de un año. Kirchner espera que ese emplazamiento permita a inversores nuevos (no nuevos para él, claro) ingresar en el negocio a precios convenientes. La idea de que la ley termine admitiendo plazos más extensos, de hasta tres años, como ha sugerido la oposición, lo pone muy nervioso: las elecciones presidenciales son en 2011 y el sueña con llegar a ese momento con la escolta de varios grandes medios adictos.
Además de las motivaciones específicamente ligadas al contenido de la ley, para Néstor Kirchner la perspectiva de que sea aprobada sin tocarle una letra y cumpliendo estrictamente su voluntad tiene una lectura política inequívoca: es una manera de exhibir (ante los ajenos, pero sobre todo frente a los propios, asechados por el escepticismo) que el mando sigue residiendo en Olivos. “Néstor no se fue ni se irá”, lo alienta desde Caracas su amigo Chávez. “Sólo nos iremos si nos echan”, resume desafiante el piquetero oficialista Emilio Pérsico. Ambos explicitan un diagnóstico y un programa, tanto para el oficialismo como para sus adversarios.
La ofensiva de primavera busca afirmar y acumular todos los instrumentos y recursos de mando posibles, antes de que el Congreso cambie de signo en diciembre con la incorporación de los electos el 28 de junio.
Mientras procura estos avances, el gobierno revela implícitamente la naturaleza defensiva de su estrategia, iniciando un repliegue sobre varios frentes. Un paso adelante, dos pasos atrás. Veamos: cuando la señora de Kirchner descubre -¡seis años después!- que los piquetes y los cortes de calles y rutas “impiden el ejercicio de los derechos de los otros“ lo que hace es confesar algo que quedó establecido por las luchas del campo del año 2008: el oficialismo perdió el control de la calle y ya no son más los piquetes y marchas propias las que prevalecen, sino que la calle es escenario de fuerzas ajenas y hostiles al gobierno, desde las movilizaciones agrarias a las de sectores que protestan contra la pobreza, el desempleo o por reivindicaciones ciudadanas o específicamente gremiales. Ante esta constatación, el gobierno se prepara para afrontar un desafío al que no estaba habituado. Ha producido sus primeros ensayos enfrentando la movilización de los trabajadores de Kraft, en un conflicto en el que el poder central estuvo dormido durante semanas.
Del mismo modo que perdió el control de la calle, el oficialismo ha extraviado la llave de la caja, otra de sus clásicas palancas de mando. No se trata de que el gobierno haya renunciado al manejo de la caja y al trapicheo con gobernadores e intendentes: lo que sucede es que la caja se ha ido encogiendo. Por eso, hay que echar subsidios por la borda, hay que recortar y mezquinar fondos a las provincias y, sobre todo, hay que buscar financiamiento externo. No hay plata, sin embargo, para una Argentina rodeada por la desconfianza. De allí que, con disimulos que nunca son suficientes, los Kirchner han emprendido el camino de Damasco o, más bien, el de Washington, donde está ubicada la sede central del Fondo Monetario Internacional. Dominique Strauss Kahn, el número uno de la entidad, confesó que la propia señora de Kirchner había conversado con él y que pronto Argentina y el FMI tendrán “una relación normal”. Es decir: una relación regida por las normas, no un trato excepcional como el que los Kirchner estaban empeñados en tener…cuando no eran inquietantes las perspectivas de financiamiento. En breve el gobierno volverá a exhibir las cuentas ante el Fondo, para que sean debidamente examinadas. Se trata de otro notorio repliegue de Kirchner.
¿Y qué decir de la decisión de convertir a Agricultura de secretaría en ministerio, como inveteradamente reclamó el campo? Es cierto (y lo señaló Eduardo Buzzi, primera espada de la Federación Agraria) que esa transformación y “que Agricultura sea ministerio, en el esquema Kirchner, no es garantía de nada".
No es garantía de nada, pero si es admisión de algo: el gobierno siente su debilidad creciente y trata de distender la situación en algunos sectores; realiza maniobras envolventes para tabicar a las fuerzas hostiles y retardar su articulación y unidad. Para eso tiene que hacer concesiones.
Lo del ministerio agrario no es el único paso atrás. Otro, obligado, ha sido la remoción de Emilio Eyras de la conducción de la ONCCA, escorada tras el descubrimiento de la entrega de millones de pesos en subsidios irregulares. La salida de Eyras debilita otra pieza floja de la construcción kirchnerista: el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, ya golpeado tras el blooper de la invasión de cientos de inspectores impositivos en la sede del Grupo Clarín.
Otra evidencia del debilitamiento: a Néstor Kirchner se le achica la cantera para seleccionar funcionarios. Para reemplazar a Eyras tuvo que importar de Santa Cruz a su contador personal, Juan Manuel Campillo. El será quien administre ahora los mil millones de dólares que –sin demasiada transparencia- maneja el ente para pagar subsidios y compensaciones.
Kirchner mantendrá el ritmo de su ofensiva de primavera por las diez semanas que restan hasta el final del mandato de este Congreso. Tal vez antes de eso, anticipándose incluso al almanaque, se inicie la contraofensiva del verano.
Échenle la culpa a Pérsico.
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LA AGONÍA DEL PERONISMO. Por Claudio Cháves


Sea como fuere, antes del 2011 o a partir de allí, el próximo gobierno tendrá un signo diferente al del peronismo.
¿Cuál serán sus colores y sonidos? Habrá que esperar. Muchos son los acuerdos que pueden realizarse.
Inevitablemente el kirchnerismo arrastra a la catástrofe al partido justicialista y este acompaña como un autómata las pésimas decisiones tomadas por la pareja gobernante. Resolución 125, Aerolíneas Argentinas, AFJP, adelantamiento de la fecha electoral, facultades extraordinarias, estatización del fútbol y ahora ley de medios audiovisuales. Hay excepciones en el peronismo pero lamentablemente, con ellos, no alcanza.
¿Que hilo conductor vincula cada una de las medidas tomadas por el parlamento a propuestas del Ejecutivo? La profundización del intervencionismo de estado en la vida pública de los argentinos o como dice el kirchnerismo la preponderancia de la política sobre el mercado.
El kirchnerismo entiende, y no se equivoca, que hay una porción significativa de argentinos que creen en las bondades del estado por encima de la actividad privada. Los partidos políticos no hacen más que reflejar esa realidad. Sectores del radicalismo, los socialistas en sus distintas variantes, la progresía y sectores del peronismo se encuentran atrapados entre un gobierno absolutamente desacreditado y ese mismo gobierno que los invita a votar a favor de principios caros a sus tradiciones culturales: el intervencionismo de estado. Valores que siempre profesaron. Ni que hablar de organizaciones sociales como la CGT o la UIA.
No hay porque sorprenderse si entendemos que el intervencionismo estatal se pregona en el país desde la década del 20, nada menos que desde el diario La Nación, (Ricardo Sidicaro: La Política mirada desde arriba) implementándose a partir del 30’. ¡Ochenta años de aplicación de estos principios han dejado una profunda huella! Debemos añadir que la Argentina practicó el intervencionismo a imagen y semejanza de lo que se realizaba en los países centrales. Intervencionismo que comenzó a ceder, como paradigma, sobre el final de los 70’. La caída del comunismo hizo el resto.
La década del 90’ trajo nuevos aires, sin embargo no ha vencido en todos los frentes. Ni podría hacerlo. Lo cierto es que el proceso de globalización, que es una realidad independiente de los gustos o los deseos de los hombres, no puede realizarse si no es impulsada por una filosofía defensora de la libertad.
El dirigente chino Wang Junten Director General del Centro de Comercio Internacional de su país y hombre de izquierda como lo es su gobierno afirmó en su visita a la Argentina “Nosotros queremos fomentar las relaciones bilaterales porque representa la tendencia mundial de la globalización. En esta era no sería adecuado imponer límites” (La Nación 27/9/09)
La izquierda china, como bien lo dice Wang, adhiere a principios tradicionalmente vinculados al liberalismo. Dato novedoso y que revoluciona los dogmas aprendidos a lo largo del siglo XX, cuando intervencionismo e izquierda eran un combo.
Volviendo a la década del 30’ y al peronismo ambos debieron dar una formidable lucha a favor del intervencionismo y el estatismo cuando este se imponía como una novedad en el mundo. Varias generaciones de escritores, nacionalistas, revisionistas, marxistas y también liberales aggiornados batallaron durante décadas para que la sociedad comprendiera las bondades del estatismo. Finalmente se impusieron. No les fue fácil ganar el debate. La Argentina venía de setenta años de liberalismo exitoso (1860-1930).
En síntesis cada período de la historia tiene su relato, esto es, un sistema de ideas que facilita la evolución y explica su sentido.
Una vez que las ideas se imponen puede ocurrir que el escenario cambie y esos pensamientos se ponen añejos. Ahí se suscitan los inconvenientes. Los cortocircuitos. De todos modos la realidad avanza. Se impone por la fuerza de los hechos. Claro podría hacerlo mejor si el sistema de ideas se actualizara al ritmo de la vida misma. Pero esto no ocurre puesto que una generación educada bajo ciertos dogmas se resiste al cambio. La educación es conservadora.
Veamos algunos ejemplos, el Ministro Pinedo, artífice del primer intervencionismo, fue atacado desde el socialismo, la democracia progresista, los radicales de Forja y de Alvear. Casi todo el abanico político por distintos motivos lo castigaba. Sin embargo fue el que construyó los primeros escalones de un intervencionismo ascendente. Fue un innovador. Tarde llegó el radicalismo, el socialismo, la democracia progresista y los conservadores a entender los nuevos tiempos. Por lo tanto los madrugó el peronismo. El justicialismo fue la continuidad de Pinedo, con justicia social y sonidos patrióticos.
Finalmente esos principios arraigaron. Se podría decir, exagerando un poquito, que en la década del 70’ ya no había argentinos que creyeran en las bondades del capital privado. Por el contrario el Estado era garantía de trabajo, equidad y justicia. Esas ideas continuaron vigentes en la década siguiente a pesar del crash del Estado. Pésimos servicios e hiperinflación. Tan confusa fue la situación que cuando el Presidente Alfonsín pretendió privatizar Aerolíneas Argentinas y ENTEL, fue el peronismo que con argumentos de soberanía nacional enfrentó la iniciativa. Recordemos nada menos que a Eduardo Menem oponiéndose a la propuesta y sectores del radicalismo de igual modo.
Cuando en la década del 90’ le tocó gobernar al peronismo y este llevó como ministro a Cavallo, al igual que Pinedo fue atacado por el conjunto de las fuerzas políticas que pensaban en antiguo. En este caso por razones bien distintas. Si aquel intervenía cambiando el paradigma del siglo XIX este desregulaba y liberalizaba modificando el paradigma de los últimos ochenta años. Los cambios dejaban mal parados a los antiguos. Como inteligentemente dice Beatriz Sarlo: “El menemismo ha sido una especie de ciclón que nos agarró a todos mal parados” (La izquierda en la Argentina. Ed. Manantial. Bs. As. 1998. Pág. 248). Las ideologías son construcciones de época. No sirven para siempre y en todo lugar.
No es un tema sencillo para los damnificados. Educados para una etapa, si esta cambia se produce un cortocircuito entre los saberes y la realidad.


EL PROGRESISMO

Este movimiento ideológico es el más reacio a cambiar. Su dogma es una catedral pétrea. Conservan en el viejo arcón de los recuerdos los perfumes de antaño. Lo acompañan sectores del justicialismo altamente dogmatizados.
Quienes hoy nos gobiernan no son precisamente peronistas en el sentido originario del término. Son camporistas. En otro artículo escrito por mí hace algunos años desarrollé con más amplitud el tema. Como síntesis podría decir que el camporismo fue la incorporación de sectores medios ilustrados al peronismo con todo su bagaje cultural: la revolución, la violencia, el elitismo, la interpretación y la conciencia del ser, frente al silencio inconmovible de las masas. Expresó también el giro a la izquierda de vastos sectores medios en la década del 60’ y su acercamiento al justicialismo. Pero peronismo propiamente dicho, jamás fue.
El progresismo y el camporismo se aferran a las verdades de origen. Son fundacionales. Aseguran que el futuro y el progreso se encuentran en los principios acuñados en la década del 30’. Sus relojes atrasan. Lo que era posible y necesario, hoy es obsoleto.
Como dice Santiago Kovadlof: “Contra toda evidencia histórica, la izquierda obcecada sigue creyendo que el estatismo es la llave maestra de la acción progresista” (La Nación 25/9/09).
En un mundo de fronteras estrictas y mercados super protegidos el nacionalismo y el “socialismo en un solo país” eran las puertas del porvenir, si se quiere, la alternativa al capitalismo liberal que tambaleaba.
Nada de ese mundo, hoy, está vigente.

El capitalismo liberal ha triunfado y la globalización se impone incontrolable. Un nuevo salto cualitativo de un capitalismo rejuvenecido.
En los nuevos tiempos que nos tocan vivir ya no es el intervencionismo de estado la palanca para la equidad. Todo indica que la autogestión se acerca más a esos objetivos.
Sin en algún momento la izquierda y el peronismo (tradicional) podían argüir ser los portadores del devenir hoy son el estandarte del atraso.
Y acá estamos frente a un intríngulis ideológico profundo aunque algunos políticos y periodistas sólo vean intereses acomodaticios de dirigentes pícaros.
En todas las épocas hay sujetos que cambian de opinión según sus intereses personales. Y va a seguir ocurriendo. No hay remedio para la volubilidad. No vale la pena hablar de ellos. Excepto que transformemos la política en un asunto moral. Lo trascendente son los cuerpos de doctrina que estos individuos encuentran en cada salto de garrocha. Lo importante no es el salto, ni quien lo hizo, sino los espacios doctrinarios a donde han llegado. Tomemos el caso Kirchner. Ha dado mucho que hablar su oportunismo respecto de los derechos humanos y la progresía. Se lo ha descalificado por su duplicidad ideológica y travestismo: de los 90 al progresismo. ¿Qué importancia tiene su oportunismo? Visto desde lo individual quizás mucha. No sería mi amigo, por ejemplo. Sin embargo lo crucial es el sistema de ideas que abrazó siendo presidente. La progresía lo entendió rápidamente. No le exigió un currículum ni pureza de sangre. Lo tomó como venía. Desde el poder impulsó todo lo que pudo esos valores y principios. Juzgar a Kirchner por su volubilidad es un esfuerzo sin destino.


EL DESTINO DE LOS KIRCHNER

Los kirchner hicieron una opción por la progresía porque esta corriente porta valores según es creencia en un sector numeroso de la sociedad. No era necesario este giro. El peronismo tiene medallas de sobra en su lucha por los humildes y la dignidad de los de abajo y cuando lo realizó en su década gloriosa no hizo concesiones a la izquierda.
Como son camporistas coquetean con la izquierda.
Sin embargo a lo largo de su gobierno la realidad fue imponiéndose e imperceptiblemente el matrimonio debió correrse de ese espacio. Sus aliados de izquierda fueron apartándose de ellos. Kirchner, entonces, se refugió en el peronismo de estado haciéndose jefe de un partido que el progresismo juzgaba inconvenientemente. Aceptaban a Kirchner a condición que liderara desde una formación política transversal y no desde el viejo peronismo.
Esa alianza se quebró y el 28 de junio apareció la fractura en la superficie. El matrimonio se lamentó del error cometido porque suponen que perdieron votos por aflojar el ímpetu revolucionario de su gestión. Observaron con cierta envidia la coherencia de Pino y Sabatella y decidieron un nuevo viraje a la progresía. Por esta razón todas las medidas que de ahora en adelante tome el actual gobierno van a tener sonidos y colores afines a esta corriente. Pondrán en un brete a sectores del radicalismo y del socialismo de Binner. El intervencionismo caracterizará las futuras propuestas.
De todos modos Kirchner no tiene futuro. Necesita ganar, no para ser candidato a Presidente en el 2011 sino para llegar al 2011.
En este sentido su conducta es muy parecida a la re-re de Menem. No perder vigencia hasta el final del mandato. Nada más.
Quienes intentan salvarse del naufragio son los progresistas y verán como lo hacen.
Algunos políticos creen que no son temas ideológicos lo que hoy se discute y divide a la familia argentina. ¡Por supuesto que lo son!
Se equivocan cuando afirman que los apoyos al gobierno nacional se deben, sólo, a los negocios, canonjías u obra pública. Que de hecho hay.
Lo cierto es que Kirchner acumula poder con un discurso estatista. Por algo será.
Desde aquella famosa frase de las “joyas de la abuela” lanzada con intencionalidad ideológica frente a las privatizaciones hasta la utilización de palabras como vaciamiento y entrega, el estatismo sigue vigente y paga bien.
Como si los ferrocarriles, los teléfonos, el gas, el agua, Aerolíneas en el momento que se las privatizó fueran una joya refulgente a la que se apelaba malamente, lanzando al estado nacional a la ruina y al despojo. En definitiva los políticos levantan palabras e ideas que consideran les da votos. Hoy el estatismo genera votos y Kirchner va a apelar a él.
Para quebrar el mensaje intervencionismo - progreso- futuro–equidad- justicia. Hay que insistir, insistir e insistir en que el progresismo es atraso. El porvenir está del lado del capitalismo triunfante desde 1989.
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