domingo, 29 de marzo de 2009

"Kirchner no defiende a los intendentes, los usa". Reportaje a Francisco de Narváez


"A los peronistas les encanta la plata". Lo dice Francisco De Narváez, sentado en sus suntuosas oficinas del barrio de Las Cañitas, cuando se le pregunta si tiene que disimular su condición de millonario para poder hacer política.
Si fuera cierta su afirmación, ¿sugiere esto que los peronistas bonaerenses votarán masivamente el 28 de junio próximo a este empresario adinerado, alias El Colorado, de 55 años, colombiano de nacimiento y argentino naturalizado?
Es la gran incógnita de las próximas elecciones, sobre todo desde que se confirmó que De Narváez encabezará la lista de candidatos a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires que presentarán Pro y el peronismo disidente. Todas las encuestas marcan que será el principal adversario de Néstor Kirchner, titular del PJ, ex presidente y esposo de la jefa del Estado. Y si fuera cierta su afirmación de que a los peronistas "les encanta la plata", ahí ya entran en competencia dos billeteras muy importantes.
Es cierto que De Narváez puede hacer rendir los 630 millones de dólares que le pagaron en 1999 por la venta de la célebre Casa Tía, pero Kirchner, como es sabido, aprovecha como pocos los recursos oficiales para sumar voluntades (y, en términos de un efectivo manejo del dinero, muchos todavía recuerdan que salió de la Casa Rosada con un crecimiento de su patrimonio personal de más de 11 millones de pesos).
¿Será entonces que para un peronista no hay nada mejor que un millonario? La única verdad es la realidad, y la realidad es que De Narváez ahora habla a borbotones sobre su propuesta y sus ideas ante Enfoques, horas antes de que se oficialice su candidatura a diputado, pero en muchos momentos no parece un simple postulante a renovar una banca legislativa y se expresa como si, en realidad, el reloj se hubiera adelantado a 2011 y él ya fuera postulante a gobernador bonaerense.
Se entiende: es su gran objetivo, como él mismo lo admite, y un buen resultado en los próximos comicios, en teoría, lo dejará en inmejorables condiciones de suceder a Daniel Scioli en la provincia.
Por eso, aunque aclara que Scioli es su amigo, lo disimula al ofrecerle sus mayores críticas: "No quiso ser gobernador y se le nota", "decidió administrar la inseguridad", "la gobernación bonaerense no puede ser el felpudo de la Casa Rosada". Y, sobre todo: "El que deja en libertad a los menores que delinquen es Scioli, no los jueces".
Obviamente, de sus cuestionamientos no se escapan los Kirchner, sobre todo Néstor: afirma que éste "ya perdió las elecciones porque perdió la confianza y el vínculo afectivo con la gente", que el ex presidente "no defiende a los intendentes bonaerenses, sino que los usa", y que tiene una "vocación confrontativa".
De Narváez reconoce que el eje de su campaña seguirá siendo la inseguridad, tema en el que se ha especializado, pero que ahora no dirá que "la seguridad se hace", que es el eslogan de su actual publicidad callejera, sino que dirá "cómo se hace". En ese sentido, señala que el país "ha ido a un extremo de garantismo" y propone que se debata una de sus ideas: una ley para responsabilizar penalmente a los padres cuyos hijos cometen delitos.
-¿Cómo se le gana a Kirchner?
-Kirchner ya perdió. Porque perdió lo que tiene que tener una persona que conduce, que es la confianza de la gente y el vínculo afectivo con las personas. Han hecho todo lo que se podía hacer para perderlo. Y le vamos a ganar con la verdad, con ideas. Cuando descalifiquen, vamos a responder con una idea. Cuando ofendan, me voy a sonreír. Va a hacer lo imposible para no perder. Pero mis números tienen que ver con el sentido común: Cristina sacó 45 puntos en 2007, en el momento más alto de Néstor como presidente y de ella como candidata, y Scioli, que era una topadora, 45 puntos. No es irrazonable pensar que han perdido un tercio por el conflicto con el campo, con un mundo que no es el mismo, que los deja en 30 puntos. Quiere decir que hay un 70% que no los quiere. Bueno, aspiramos a representar la mayoría de ese 70%.
-¿Cómo le dan las encuestas?
-En las que yo encargo, bárbaro. (Risas.)
-¿Cerca de Kirchner?
-Estamos en un empate técnico. Miro varias encuestas. En algunas estamos dos o tres puntos arriba de Néstor; en otras, él está dos o tres puntos por encima de nosotros. Se ha polarizado la elección. Esto es, indudablemente, entre Néstor y De Narváez. El está más cerca de su techo, que se le está cayendo, y nosotros, en un piso que va a crecer. El fuerte de Kirchner es el segundo y el tercer cordón del conurbano, que es donde yo voy a concentrar mi campaña.
-¿En su campaña, insistirá con el tema de la inseguridad?
-Sí, pero vamos a decir cómo. No solamente decir qué se hace sino cómo se hace. Y durante toda la campaña vamos a decir que hay dos modelos. Hay gobiernos que se deciden por administrar la inseguridad. Es el caso de Kirchner y de Scioli. Ocultando cifras y siempre reaccionando tarde. Nunca le ganan al delincuente. Y hay países que han tomado la decisión política de combatir al delincuente, y particularmente al narcotráfico. Ese es el que yo voy a poner en práctica: poner a las fuerzas de seguridad en un estado de prevención, de anticipación. Tenemos que intervenir antes de que se cometa el delito. El 911 es una herramienta de 1970, es para avisar lo que ya pasó. ¿Cuánto tiempo tardamos en construir y darle forma a una ley como la del fuero juvenil? Voy a decir una cosa fuerte: el que deja a los menores en libertad es Scioli. No los jueces. Porque no está dando cumplimiento a la ley. Con uno o dos institutos para 400 menores resolvemos el problema de la minoridad.
-Por lo visto, no es muy amigo de Scioli. ¿Cómo ve su gestión?
-Soy amigo de Daniel, pero no confundo la amistad con mi responsabilidad como dirigente. Lo peor es que no quiso ser gobernador y se le nota. Está padeciendo la gobernación, no tiene equipo, no tiene decisión. Vamos a un déficit de 10.000 millones de pesos. Una provincia desfinanciada, desgobernada en sus temas más críticos como la inseguridad, sin un programa de contención social y con todos los intendentes importantes del conurbano hablando en Olivos. ¿Para qué está la gobernación? Es un felpudo de la Casa Rosada.
-Usted representa a una nueva generación de políticos, pero en las últimas semanas, antes de esta definición de la lista, ¿sus cruces con Felipe Solá no fueron más dignos de la vieja política?
- Más que hablar de lo nuevo y de lo viejo, me gusta hablar de lo bueno y de lo malo, y lo que sucedió entre Felipe y yo durante algunos días fue de lo malo. Me hago cargo y le pedí disculpas. No se debe construir así. Pero prosperó lo bueno. Nos hemos puesto de acuerdo en un marco de entendimiento, por donde se puede sumar más. Me siento muy orgulloso de Felipe, y también le estoy agradecido, porque ha tenido un acto de grandeza y de generosidad que se ve poco en la política. Juntos vamos a poder construir mucho.
-En 2011, si usted va a ser candidato a gobernador, su espacio va a tener un problema porque Macri y Solá querrán ser candidatos presidenciales...
-No veo un problema, sino algo bueno. La grilla de los presidenciables va a ser mucho mejor de la que tuvimos en 2003 y en 2007. Seguramente Felipe y Mauricio van a estar, como también otras personas del justicialismo y de otras fuerzas. Mi ambición es gobernar la provincia de Buenos Aires porque no concibo un modelo para la Argentina sin una provincia de Buenos Aires de pie y pujante. Pero también tiene que existir un grado de condicionamiento a los candidatos presidenciales: no se puede gobernar el distrito sin políticas nacionales, sin compromisos firmes del gobierno nacional hacia la provincia. El problema del conurbano es un problema nacional. Como el problema de la producción o el de la seguridad. Hay que salir de esta discusión ridícula de que sin la coparticipación no se puede hacer nada. Mentira. Se puede hacer un montón de cosas. La coparticipación es la excusa de los incapaces. Lo que no quiere decir que no deberíamos repensar el sistema porque estamos en falta desde 1994.
-¿Qué piensa del tipo de liderazgo de Macri? ¿Es el adecuado?
-Mauricio y yo estamos aprendiendo. El fue la persona que me entusiasmó. Vivimos juntos la crisis de 2001. El ya tenía tomada una decisión de ingresar en la gestión pública y fue la primera persona con la que yo asumí un compromiso de acompañar. Ambos hemos aprendido. Que la política es un ejercicio de sumar, de buscar consensos, y ambos venimos formateados y formados en el sector privado, donde generalmente las decisiones se toman en forma unilateral. Lo veo en un camino de aprendizaje muy intenso, con vocación de ser presidente de la Nación y también con un enorme desafío de conducir a todas las fuerzas que quieran acompañarlo. Siempre le digo: al peronismo se lo conduce, no se lo manda. Eso es lo que quiso hacer Néstor y así le va... y Mauricio me escucha.
-¿Se aliarán con otras fuerzas para ganar las próximas elecciones?
-No me gusta hacer las cosas en la vida en contra de algo o de alguien. Juntarse para ganarle a Néstor es una muy mala decisión. Lo que no quita que vayamos a conversar y que busquemos la mayor sinergia. Tal vez la sinergia es argumental. Podemos estar juntos en muchas cosas, pero no debemos estar revueltos.
-Kirchner les pidió que no lo escondieran a Eduardo Duhalde. ¿Son mascarones de proa del duhaldismo?
-Duhalde es uno de los ex presidentes a los que les tocó el sillón más caliente. Hacer política en la provincia de Buenos Aires desconociendo a Duhalde es no mirar la realidad. Lo respeto, lo quiero, lo escucho. Sigo sus consejos cuando creo que son los que yo tomaría y discrepo cuando tengo que discrepar. La mayor parte de la política bonaerense de los últimos 25 años lo ha tenido como protagonista central...
-Alguno podría pensar que quizá por eso la provincia está como está...
-Hemos cometido errores. El primero que lo reconoce es él. Hay un Duhalde mucho mejor después de haber dejado la Presidencia. Está en una posición de ser un conductor que quiere sumar y que tiene experiencia. El mismo dice: "Me tengo que haber equivocado en muchas cosas porque, si no, no estaríamos donde estamos".
-¿Compartir un espacio con Solá significa avalar las políticas de su ministro de Seguridad León Arslanian?
-No, pienso en forma diametralmente opuesta. Es una de las conversaciones profundas que he tenido con Felipe. Nosotros nos hemos ido corriendo la línea de la interpretación de la ley y nos hemos ido a un extremo de garantismo malentendido. La garantía mayor la debe tener el ciudadano que cumple la ley. Pero hemos inducido a nuestros fiscales y jueces a que la interpretación tiene que estar favoreciendo al delincuente y no a la víctima. ¿Por qué pienso esto? Primero, porque nos invadió una filosofía, una forma de interpretar la Justicia en ese sentido. Se interpretaron los derechos humanos como una gran bandera del Gobierno, con la cual coincido plenamente, pero de los derechos de todos, no sólo los de algunos. Además, cuando uno aplica una política, se puede estar o no de acuerdo, pero no cuando se miran los resultados. Y los resultados de hoy son muy malos. Déjeme dárselo en cifras: sólo uno de cada cuatro delitos se denuncia. Pero de esos que se denuncian, sólo el 1,4% tiene condena y cumplimiento efectivo. Es decir, tomar el camino de la ilegalidad, que te atrapen, que te juzguen, que te condenen y que cumplas tu condena es prácticamente riesgo cero.
-Lo que también es cierto es que la legislación se ha endurecido a partir de la irrupción de Juan Carlos Blumberg, pero no han mejorado los índices...
-No creo que sea una cuestión de cambiar las leyes ni de endurecerlas, sino de cumplirlas. Todas las leyes son perfectibles. Si no las cumplen es porque no hay decisión política de hacerlas cumplir.
-¿Cómo afrontar el problema de los chicos que salen a robar pasados de paco y dispuestos a matar?
- La droga tiene tres impactos. El primero es la brutalidad: lo que antes podía ser un robo termina hoy en homicidio. Segundo, este adicto al paco, que necesita entre 30 y 50 dosis, que cuestan de 5 a 10 pesos, no puede encontrar un trabajo y tiene que salir a delinquir. El tercer elemento es que es una fuente de ingresos. El dealer encontró una forma de ganarse la vida. Doy una primicia: en la Argentina se produce, se distribuye y se consume droga. No es verdad que sea un país de tránsito. Está dicho por la ONU. En el tema de los menores hay un problema de falta de contención: de 10 jóvenes que viven en un hogar pobre, sólo tres tienen trabajo. Seis no terminan el colegio primario. Tenés una expulsión de jóvenes hacia la esquina. ¿Qué pasa allí? Pasa la birra, la bebida pesada, el porro, la cocaína y terminás en el paco. Y de ahí no volvés. Hay que impulsar una legislación para responsabilizar a los mayores que tienen hijos menores que delinquen. Tiene que haber una corresponsabilidad. Estas son las discusiones que tenemos que tener, que tuvieron en los países que han ido ganando a la inseguridad.
-¿Quiere la pena de muerte?
-No, para nada. Por mis convicciones religiosas y, además, porque sería reconocer el fracaso del Estado. Pero sí soy partidario en la discusión de que llevemos la legislación y su interpretación a las penas de cumplimiento efectivo. O sea, el máximo que podés tener en la Argentina por acumulación son 50 años. Bueno, 50 años de condena. No puedo aprobar que el homicida confeso de [José Luis] Cabezas esté en su casa. Dos por uno y no sé qué... La sensación que tiene la gente de que los culpables no pagan la pena es verdad.
-¿Tiene relación con los intendentes del conurbano? ¿Le parece que son fieles a Kirchner o que pueden jugar con ustedes en las elecciones?
-Soy un diputado nacional y cada vez que voy a un distrito llamo al intendente y le pido una audiencia. Para saludarlo porque represento a su distrito... Por supuesto que hablamos de política. Yo defiendo la gestión de los intendentes del conurbano?
-Igual que Kirchner...
-No los uso, los defiendo. Néstor los usa. Y los defiendo porque hay que estar sentado ahí, hay que aceptar el agua con arsénico, la cloaca que no llega, el pavimento que no está, la ruta que no se concreta, las viviendas que se prometen y no se hacen.
-¿Y cómo se los convence para que lo apoyen? ¿Con plata, con promesas de lugares en las listas de candidatos?
-No tengo que hacer ningún esfuerzo, lo hace Néstor. Los intendentes del conurbano son el caballo de Troya del kirchnerismo.
-Hablamos mucho de Néstor, pero, ¿qué opina de Cristina Kirchner?
-Tiene un rol muy importante. No entiendo bien cuál es la dinámica entre ellos dos. A veces ella tiene una tendencia más hacia la pluralidad, pero es una cuestión de forma. Estoy convencido de que si Néstor pierde las elecciones, como creo que las va a perder, Cristina va a gobernar mejor. Y me voy a encargar, con tantos otros políticos, de que lo haga con una agenda que tenga determinados puntos centrales: un Consejo de la Magistratura equilibrado, un gobierno sin superpoderes ni emergencia económica, con políticas públicas orientadas contra la pobreza y la inseguridad.
-¿Cree que si pierde los comicios, como sugirió el piquetero Emilio Pérsico, va a dejar el gobierno?
-No, va a gobernar mejor. Va a depender de una actitud muy madura y responsable. La noche de las elecciones vamos a llamar a todos los argentinos a resolver los problemas reales. Voy a trabajar para que Cristina termine el 10 de diciembre de 2011.
-Usted invierte mucho en publicidad. ¿Cuánto gasta en ese rubro?
-Un montón (se ríe).
-En números, ¿cuánto es?
- Hemos invertido mucho dinero. El número no se lo voy a dar.
-¿Cree que si no hubiera puesto tanto dinero no tendría buena imagen ni hubiera tenido tantos votos en 2007?
-Seguramente, no. Pero mi vida es una serie de cosas. Tuve la suerte de ser el nieto de un emigrante que llegó en el 45 con una mano adelante y otra atrás, y diez años después éramos una familia que había prosperado. Tuve la suerte de hacer negocios en la Argentina y de hacer mucha plata. Nunca la hice con el Estado. Y hace cuatro o cinco años decidí jugarme a la política. La gente no vota al que no conoce. Yo he invertido mucho de mi dinero, no el de todos ustedes, para hacerme conocer. Y si la gente me va a elegir, no será por mi dinero: me va a elegir porque va a creer en mí.
-¿Sigue pensando que Macri es un peronista no declarado?
-En rigor, esto ya lo decía Perón, y Borges decía que éramos incorregibles, pero creo que el perfil del argentino es peronista. Aunque algunos no lo sepan...
-¿De qué argentinos?
-De todos. Y es algo que tenemos que corregir, como tenemos que corregir al peronismo. Quiero un peronismo distinto. Porque el argentino tiene una tendencia a ser un poco transgresor, no muy apegado a las normas, lo tienta el camino fácil, es respetuoso, el orden está en la familia...
-¿Y ésa es la característica del peronismo?
-Y... El peronismo tiene un poco eso, somos autoritarios, somos un país presidencialista. En una elección nacional, el peronismo saca el 60 y pico por ciento: no es un fenómeno político sino social. El peronismo del siglo XXI es moderno, con pensamiento nacional, con ideas claras...
-Pero quizá ese peronismo moderno no gana las elecciones...
-Puede ganarlas. En 2011 va a ser parte del esquema de poder. No sé si el presidente va a ser peronista. Pero gobernar la Argentina sin el peronismo es una utopía. Y mucho más gobernarla bien. El peronismo puede gobernar bien. Lo que hemos hecho es ganar elecciones y gobernar mal.
-El peronismo es muy amplio, e incluyó desde el liberalismo de Menem hasta el seudoprogresismo de Kirchner. ¿Dónde se ubica usted?
-Me considero un tipo de centro. Con tendencia a ser mucho más progresista en términos del rol del Estado. Y más liberal en entender que el capital privado, sobre todo el capital nacional, tiene un rol en la conformación de nuestra sociedad. Pero entre defender a un empresario o a un trabajador, defiendo a un trabajador.
-¿En qué año se afilió al PJ?
-En el 86 o en el 87.
-Usted es un peronista que votó a Raúl Alfonsín y a Luis Zamora, que estuvo con Menem y con Duhalde, que se alió con Macri y que le dejó una puerta abierta a Kirchner...
-Empecemos por el principio. Me impactó mucho el cierre de campaña de Herminio Iglesias, en el 83 [N. de la R.: en ese acto, quemó un ataúd con las iniciales del radicalismo]. Me pareció que se venía por la revancha. Una locura. Y a Zamora lo voté por su honestidad. Un tipo que dejó de ser diputado y volvió a vender libros en forma ambulante merece mi respeto. La honestidad es una condición esencial en el hombre. No lo sentí como una traición al peronismo, sino como un premio a algo.
-¿Qué piensa hoy de Menem?
-Le tengo respeto.
-¿Es su modelo político?
-No, no. Lo conocí en los 70, cuando era gobernador de La Rioja y vino a nuestra oficina de Casa Tía a pedir que instaláramos un local en su provincia. Nos contó que cuando era estudiante de abogacía, en Córdoba, iba a Casa Tía a comprar sus útiles y a veces se robaba algún caramelito.
-¿Qué cosas rescata de él?
-Su primera presidencia. Tuvo el coraje de ir a Inglaterra y pedir que se termine pacíficamente el conflicto de las Malvinas. Les dio lugar en su gobierno a distintos pensamientos. Después se enamoró de la convertibilidad y se mareó por el poder.
-¿Usted no tiene que disfrazarse de peronista para disimular su dinero y no tener imagen de oligarca?
-No, a los peronistas les encanta la plata. Mire a Evita. Y, si no, a Amalita. Si vos sos lo que sos, pero, además, lo que tenés lo obtuviste por derecha, la gente te respeta. Pero si sos un don nadie que, de golpe, no podés justificar ni el pantalón que tenés puesto, la gente tiene todo el derecho de sospechar. No hay que tenerle miedo al éxito. Yo tengo muchos más adversarios entre los empresarios que entre los obreros.
-¿Sabe la marcha peronista? ¿Cómo le cae la parte que dice "combatiendo al capital"?
-Sí, claro que la sé. Me cae bien. Es parte de nuestra mística. Hay otra estrofa que me gusta: "Todos unidos triunfaremos".
-Hay quienes lo comparan con Silvio Berlusconi, un dirigente de derecha, con plata y dueño de medios...
-No conocen a De Narváez ni a Berlusconi. No comparto su visión de la política, ¿Por qué invertimos en medios de comunicación? [N. de la R.: es dueño o tiene participación accionaria en América TV, radio La Red y los diarios Ambito Financiero y El Cronista ]. Porque son las columnas centrales que un país y, sobre todo, el capital nacional, no pueden desatender. Aspiro a que los medios en la Argentina sean independientes, plurales, de capital nacional, mayoritariamente al menos, y que tengan la posibilidad de informar y de expresar el pensamiento de la sociedad.
-Usted proviene del ambiente empresarial. ¿Qué le parece la actitud de sus ex colegas ante el Gobierno?
-He sido parte de esa mesa y me hago responsable, pero tiene un papel muy deslucido. Muchos se llenan la boca con la calidad institucional y permiten que [Guillermo] Moreno se les meta en los calzones. No puede ser que se dejen vapulear como lo está haciendo el kirchnerismo. Van cada tanto a una conferencia de prensa en Olivos a poner cara de buenos y a aplaudir.
-¿Por qué intentó suicidarse, en 1992?
-Porque sentí el agotamiento del tener y la falta del ser. Y me di cuenta de que podía ser sin sacarme la vida.
-¿Es cierto que se encerró en un hotel internacional, con un revólver?
-Sí, pegué en el poste.
-¿Qué lo frenó?
-No sé. Tal vez mis hijos. Ahí entrás en una nebulosa en la que no sabés muy bien qué pasa, pero por suerte me frené.
-¿Y en qué influyó esa situación límite para su vida desde entonces?
-Ahh... Te despojás de todo. Sos capaz de andar por la vida sin nada...
-¿Lo fortaleció?
-Sí, obviamente. Me siento tan feliz... pero la felicidad no es ahora una definición de tener, y eso tiene que ver con la política. En ese momento surgió inconscientemente mi vocación política. La política es un acto de desprendimiento. Tenés que dar todo y muchas veces no recibís nada. Lo que te llevás es el beneficio de haberlo hecho. Y si vos le movés positivamente el amperímetro de la vida a la gente, no debe de haber un reconocimiento mayor. Algunos van por el lado de las religiones, yo voy por el lado de la política. El rol que puedo tener de ser un transformador de la vida de los argentinos me llena, me mueve.
-¿Cómo es su vínculo con el dinero? ¿Qué representa para usted?
-(Se toma unos segundos para responder) A ver... Es algo absolutamente coyuntural. No lo despilfarro, pero tampoco muero por mi cuenta bancaria. Va y viene.
-Por lo visto, le llegó a pesar...
-No, lo que me pesó es que tenía un mandato muy fuerte de mi abuelo para ser un gran empresario. Y los grandes empresarios tienen que pensar en maximizar la rentabilidad, a costa de lo que sea. Me convertí en un tipo muy cruel en eso. Conmigo mismo. Hasta que un día me dije: "No, ya cumpliste, déjense de joder (se ríe). No me aprieten más". Saludé a la foto del abuelo y me puse a vivir mi vida.
-¿Hizo terapia?
-Cinco días a la semana durante mucho tiempo. Las primeras veces me sentaba y no hablaba. No podía decir una palabra. Y esa pelea del tener me llevó a una pelea muy fuerte y desgraciada con mi hermano Carlos, de la cual estoy muy arrepentido. En un momento pensé que los dos no podíamos compartir el mundo. ¡Qué estupidez! Por ahí el tiempo nos ayuda...
-¿Todavía no se reconcilió con su hermano?
-Tenemos una buena relación, pero no es la que uno quisiera tener con su hermano. Responsabilidad mía, obviamente.
-En política uno trata de acercarse, de negociar. ¿Que no pueda hacerlo con su hermano no es una contradicción?
- No, la vida siempre te da oportunidades. Por suerte, sus hijos y mis hijos tienen la mejor relación. Son temas pendientes en la vida que se van a resolver.
-¿Le pesa su fama de político fashion ? Todavía circula una foto en la que está disfrazado de diablo, tiene oficina en Las Cañitas, va al Museo Renault...
-Tomé una decisión de vida: ser como soy. Tengo un tatuaje en el cuello, al que algunos les gusta y a otros, no. Vengo a la política a ayudar. La gente me puede elegir o no. Mal haría en tratar de fingir lo que no soy. Ando en autos caros, vuelo en mi avión privado, me visto con ropa cara y soy eso.
-Se asocia eso con la frivolidad...
-Lo asocian los mismos frívolos. Los preocupados por la vida dicen: "Si este tipo hizo la guita para él, quizá la puede hacer para mí". Mi parte frívola ya la viví y la archivé. Y me divertí mucho.
© LA NACION
Mano a mano
Los periodistas sospechamos de todo y de todos. Y hacemos bien en hacerlo, por lo menos hasta que nos demuestren que no hay motivos. Así llegué al encuentro con De Narváez, cargado de sospechas y de dudas por un dirigente al que no conocía personalmente. Lo veía demasiado mediático, políticamente errático, extremadamente convencido de que la plata lo podía todo. Me fui de sus oficinas con sensaciones contradictorias. Se mostró seguro y firme en su caballito de batalla, la inseguridad. Es rápido para responder y también para eludir una contestación directa, como cuando saqué a relucir sus variadas adhesiones políticas desde 1983. Puede ser sólo el fruto de un entrenamiento con expertos (otra de mis sospechas), pero mostró mucho sentido común al insistir en que quiere debatir muchos de los temas que propone y aprovechar la experiencia de los que ya gobernaron. Se lo nota inexperto en muchas definiciones (como cuando aclaró que es de centro, algo que destacan todos los que se ubican a la derecha), pero lo ayuda una espontaneidad que no es fácil de encontrar. No ocultó que está muy pegado a Duhalde y que tiene diferencias con Solá. Es lo más parecido a Macri que surgió en los últimos tiempos. Me gustó que no ocultara su condición de millonario y, sobre todo, que no pusiera un cassette al hablar de temas tan delicados como su intento de suicidio. Lo peor: su sospechosa negativa a decir cuánto gasta en publicidad.
Tres razones para escucharlo
1. Otra visión Es un dirigente que no es parte de la corporación política tradicional. Viene del mundo empresarial y aplica la lógica de ese mundo a muchas de sus acciones, lo que le aporta algunas ventajas (y también algunas desventajas).
2. En ascenso Si lo que marcan las encuestas es cierto, es el único candidato en condiciones de competir, voto a voto, con el kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires, y quedar bien parado para una candidatura a gobernador en 2011.
3. Billetera e ideas Es millonario, algo ideal para dedicarse a la política y pagar campañas costosas. Pero ese dinero también le sirvió para armar una fundación en la que se estudia y se hacen propuestas para combatir la inseguridad.
En clave personal
Tiempo libre. "Lo que más disfruto es estar con mi mujer, Agustina, hablando o en silencio. Tenemos dos hijos, Milena, de 4 años, y Juan, de 2, y hay uno en camino, un varón que nacerá en julio. Cuando se resolvió que se iba a votar en junio, lo primero que me dijo mi esposa fue: "¡Entonces vas a poder estar en el parto!". El momento del día que más disfruto es cuando a la mañana temprano leo los diarios y aparecen Milena y Juan buscando sus mamaderas. De mi primer matrimonio tengo a Paco, de 32 años; Martín, de 30, y Jazmín, de 26, con los que estoy los fines de semana, en nuestra casa en Luján. Realmente no soy un tipo muy amiguero. Tengo muy pocos amigos. Y buenos".
Deportivo. "Me gusta el deporte. Todos los días trato de correr, nadar o andar en bicicleta durante una hora o una hora y media. El poco tiempo me llevó a hacer deportes individuales. ¡Las veces que cancelé partidos de fútbol o de tenis! Hacer actividad física es casi mi terapia cotidiana".
Música. "Me encanta Alejandro Lerner. Soy casi un fanático. Hace poco canté en radio una canción de él, pero canto muy mal. Corro con Lerner en mi walkman. Es buena gente. Uno de los músicos más talentosos que tenemos. Me gustan sus letras".
Lecturas. "Leo muchas revistas. Leo religiosamente The Economist porque me mantiene conectado al mundo. Navego por Internet y algunas de mis colaboradoras me buscan artículos para leer. Pero no tengo tiempo suficiente para leer un libro. Lo confieso: leo tres páginas todas las noches y me quedo dormido".
Cine. "Tengo mucho ticket comprado sin asistencia a una sala. Solemos ver algunos DVD en casa. Lo último que vimos es Slumdog Millionaire . Es fuerte. Me gustó. Y tengo ganas de ver Mi nombre es Harvey Milk ".
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El modelo K es el obstáculo. Por Carlos Saúl Menem


Si hoy el planeta vive una crisis histórica, que determinará cambios profundos en el sistema mundial, la Argentina no podría estar al margen de ella. Hay, en nuestro caso, un factor adicional y significativo: la crisis argentina se inicia antes que el cataclismo mundial y tiene causas propias, motorizadas principalmente por el estilo y la orientación del Gobierno del matrimonio Kirchner.
Ese estilo y esa orientación siguen teniendo como signos de identidad el aislamiento del país en el mundo, y del propio Gobierno en relación con los ciudadanos y la confrontación con todos los sectores sociales e instituciones de la Nación y que no parece tener otro límite que el aplastamiento del interlocutor, considerado como un enemigo.
En lo internacional el Gobierno del matrimonio Kirchner ha sido una verdadera máquina de crear conflictos. Estamos peleados con casi todo el mundo. En lo interno, se ha desacoplado de la gran mayoría de los argentinos y está cosechando hoy lo que sembró con su gestión: se dedicó a extremar la confrontación política y social a tal punto que parece decidido a transformar nuestro país en la Venezuela de Chávez. Es impotente para conservar el orden y la seguridad. El delito y el narcotráfico se adueñan de las calles en todas las ciudades argentinas y especialmente en el conurbano bonaerense. Esto sucede ante la absoluta pasividad de las autoridades responsables, que, en vez de enfrentar a la delincuencia, hostigan y degradan a las fuerzas de seguridad.
A todo ello se suma la corrupción. El Caso Skanska, los gigantescos sobreprecios en las obras públicas, el escándalo de la bolsa descubierta en el baño de la ex ministra de Economía, la valija repleta de dólares interceptada en el Aeroparque son apenas algunos episodios. Dije, repito y me hago cargo de las consecuencias: éste es el Gobierno más corrupto de toda la historia argentina.
La reciente iniciativa oficial de promover el adelantamiento de la convocatoria electoral es una nueva y acabada demostración del absoluto desprecio que este Gobierno tiene por las instituciones de la República. La intención de modificar arbitrariamente las reglas de juego y de ajustar las leyes vigentes a sus necesidades proselitistas es un nuevo atentado contra la vigencia del sistema democrático de parte de los Kirchner, pero hay otro dato relevante: el gesto políticamente desesperado del Gobierno notifica a los argentinos de que no se siente en condiciones de conducir el país hasta octubre sin la certeza de sufrir una tremenda paliza electoral, que será la justa respuesta de nuestro pueblo a la absoluta incapacidad gubernamental para responder a los gravísimos problemas que afronta la Argentina y que nos acerca peligrosamente cada vez más a una nueva crisis de gobernabilidad.
El crecimiento de la pobreza y la indigencia, las medidas que asfixian a la producción agraria y a toda la Argentina interior y la inoperancia de los Kirchner para gobernar colocan al país al borde de un estallido social, de esa alteración de la paz que la Iglesia ha mencionado con alarma. A eso se suma la inseguridad, que el Gobierno niega en lugar de enfrentarla declarando la emergencia, como han hecho con energía y prudencia Brasil, Colombia o México, que llamaron a las Fuerzas Armadas para que custodiaran las calles, persiguieran a las bandas criminales y saturaran las zonas más conflictivas. Este Gobierno se ha dedicado irresponsablemente a erosionar valores e instituciones y hoy no se encuentra en situación de apelar a todos los instrumentos de orden con los que debe contar el Estado.
Hoy más que nunca, enfrentados al desafío de una crisis de grandes proporciones que requiere decisión y lucidez, el país necesita gobernabilidad y unión, no desorden y confrontación estéril. Es preciso trabajar con la mira en la reconciliación nacional. Hay que terminar para siempre con la agresión y la difamación permanente contra los adversarios políticos y el ataque sistemático a las instituciones fundamentales y fundacionales de la Nación, como son la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas. No se puede gobernar un país mirando permanentemente hacia atrás, manejando con el espejo retrovisor.
Hoy los argentinos no tienen la misma agenda que el Gobierno, que sólo parece preocupado por los comicios legislativos. Hoy los argentinos quieren vivir en paz. Hay que cambiar en forma urgente las leyes para que haya seguridad para todos los argentinos. Y hay que resolver de una buena vez el conflicto con el campo y la Argentina interior, escuchando el reclamo de los pueblos y los productores. Los Kirchner no quieren hacerse cargo de esa agenda; más bien al contrario, en lugar de asumirla y resolverla, usan su poder como un obstáculo.
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lunes, 23 de marzo de 2009

De infiernos y lugares comunes. Por Daniel V. González






(Esta nota fue publicada en los diarios La Mañana de Córdoba y Río Negro, con motivo del 30ª aniversario del 24 de marzo de 1976)


Un nuevo aniversario del 24 de marzo encuentra a los argentinos en la conmemoración casi rutinaria de los acontecimientos políticos que llevaron al derrocamiento del gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón, que había llegado al poder tras las elecciones de setiembre de 1973 integrando una fórmula que obtuvo el 64% del total de los votos emitidos. Desde hace algún tiempo estamos sumergidos en una versión de los hechos que resulta atractiva por su simplicidad pero que prescinde de matices y de algunos datos esenciales para que la comprensión pueda ser integral. Como cualquier interpretación de ese período político que no coincida con la versión oficial es sospechada de antidemocrática, nos apresuramos a aclarar que consideramos repudiables todos los crímenes aberrantes perpetrados durante esos años y los años previos, como así también todas las violaciones a los más elementales derechos humanos.
Pero el horror de ese tiempo no debe cegarnos respecto de una interpretación más afinada y que tenga en cuenta todos los elementos en juego, algunos de ellos, rigurosamente omitidos en las abundantes construcciones y reconstrucciones de esos días aciagos.La denominación de “dictadura militar” es ya la primera deformación en que solemos incurrir pues se omite en esa designación un hecho esencial: la decisiva participación y responsabilidad de amplios sectores de la sociedad civil que, activa o pasivamente, promovieron, aceptaron, acataron o bien se mostraron satisfechos por el derrocamiento del gobierno de la señora de Perón. ¿Por qué a la versión hoy oficial del 24 de marzo le cuesta aceptar que se trató de un golpe y un gobierno “cívico-militar”? ¿Por qué omitir que el Proceso de Reorganización Nacional tuvo apoyo de amplias capas de la población, especialmente de las clases medias que estaban horrorizadas por el clima político creado por la guerrilla y los grupos violentos “paraoficiales”? Pero el apoyo civil no se limitó sólo a eso. La casi totalidad de los partidos políticos de la Argentina, incluido un sector del propio peronismo, vieron con beneplácito el golpe del 24 de marzo y, además, proveyeron funcionarios y equipos a los nuevos gobernantes. Y hablamos de la UCR, del Partido Socialista, del Partido Demócrata Progresista, del Partido Comunista y otros de similar importancia. Todos aportaron su gente al nuevo gobierno, o bien declaraciones de apoyo. No por reiterada debe ser olvidada la expresión de Ricardo Balbín acerca de que “Videla es un soldado de la democracia” o bien que el socialista Américo Ghioldi, significativa figura de la política argentina, fue nombrado embajador en Portugal o bien que Alberto Natale fue intendente en Rosario, por dar sólo algunos ejemplos representativos.Quien se tome el trabajo de repasar la prensa gráfica o los registros televisivos y radiales constatarían que también los medios de prensa, y también los periodistas en su amplia mayoría, estaban alineados en una posición de apoyo, por propia convicción más que por presiones del gobierno o por temores a la represión. Estamos diciendo que no sólo las empresas periodísticas en su gran mayoría brindaron su apoyo sino también una amplia mayoría de los propios periodistas lo hicieron.No pocos intelectuales también compartieron con entusiasmo el nuevo rumbo político. Quizá el caso emblemático sea el de Ernesto Sábato, que en compañía de Borges, el padre Leonardo Castellani y el presidente de la SADE, compartió un almuerzo con Videla y le expresó de mil maneras su apoyo, según relató el padre Castellani. Ello no fue obstáculo, claro, para que posteriormente Sábato se horrorizara por los crímenes cometidos por el poder, abominara de ellos y se transformara en uno de los rostros más doloridos de rechazo a la dictadura.Nuevamente preguntamos: ¿por qué nos resulta tan difícil aceptar que el 24 de marzo no fue un producto de un puñado de militares sino la consecuencia de un vacío político que fue llenado por civiles y militares de casi todos los partidos políticos?Probablemente la simplificación a la que nos estamos acostumbrando tenga el beneficio de evitar que nos enfrentemos con una realidad que nos resulta inaceptable: que amplios sectores de la sociedad civil deseaban terminar de cualquier modo con el caos generado por la guerrilla y los grupos “parapoliciales” y “paramilitares”. Y muy probablemente, el grueso de la población, puesto a elegir, deseaba que la batalla que se libraba fuera ganada por los militares y no por los guerrilleros, tal como efectivamente ocurrió. Es muy difícil de aceptar, además, que en ese momento a importantes franjas de la ciudadanía no le importaba el costo que hubiera de pagarse para lograr que, de una vez por todas, se terminara con las bombas, los secuestros y las acciones armadas.La negación a resignarnos a esta posibilidad quizá sea el motivo por el cual preferimos adoptar una explicación más cómoda y pretender que en esos años el país estuvo sometido por un puñado de hombres de uniforme que sojuzgó durante más de un lustro al conjunto de la población civil, que se rebelaba cotidianamente. Pero esta situación de apoyo y complacencia por parte de importantes sectores de la sociedad civil no sólo se verificó al comienzo del Proceso. Quien esto escribe conserva en su memoria una reveladora anécdota: avanzado el gobierno militar, hacia marzo de 1981, Viola debía suceder a Videla. En una conferencia de prensa antes de asumir, se permitió una humorada burlona sobre lo lejos que estaba aún el restablecimiento de la democracia. Todos los periodistas presentes rieron con Viola a carcajada batiente. Muchos de ellos y ellas luego se transformaron en adalides de la denuncia contra el Proceso Militar y alguno integró la CONADEP. Sin embargo, semejante grado de impostura no fue sino un reflejo de lo que acontecía más abajo, en las clases medias, muchos de cuyos miembros transitaron en pocos años la ilusión del regreso de Perón, el apoyo a Videla y poco después el respaldo a Alfonsín.La simplificación extrema (podría denominarse “teoría del gran demonio”) cuenta con varias ventajas. Una de ellas es relevarnos de un análisis incómodo de los acontecimientos históricos recientes que tienen una concatenación causal directa: los enfrentamientos de Perón con la clase media durante los años 45/55, su derrocamiento, su proscripción durante 18 años, el surgimiento del terrorismo urbano, la respuesta ilegal. El golpe del 24 de marzo sirve para explicar a las nuevas generaciones el comienzo de todos los males en nuestro país, una especie de Big Bang del mal en la política argentina. Se trata de una simplificación tan brutal y elemental que revela un cierto paralelismo con la carencia de matices ideológicos de los que en aquellos años eligieron la vía armada.La versión oficial también proporciona otra ventaja: deja sin rol alguno, salvo el de víctimas, al terrorismo urbano, a la guerrilla. Vivimos un tiempo en el que toda explicación que intente incluir en el análisis de los hechos políticos de 1976 a la guerrilla es rotulada con el intimidatorio nombre de “teoría de los dos demonios”. No puede objetarse a los guerrilleros sin ser sometido al chantaje de ser sospechado de partidario del gobierno de Videla. Así, el asesinato de policías, gremialistas, militares o simples militantes políticos (Arturo Mor Roig, por ejemplo), incluso bajo la vigencia de la democracia (como el asesinato de José Rucci, por ejemplo) quedan fuera de la discusión pues se incurriría en equiparar estos asesinatos con las horrorosas desapariciones de miles de personas que practicaron los militares. Así, sólo resulta aceptable la condena de unos crímenes (horrorosos por cierto) y no la de otros crímenes. Y a partir de ahí ninguna discusión es posible. Con el paso de los años, las tres armas han hecho sus respectivas autocríticas e incluso se ha llegado al gesto sobreactuado de descolgar las figuras que resultan abominables de las paredes de los cuarteles. Cada militar debe hacer profesión de fe democrática en forma cotidiana, y demostrar día por día que piensa igual que el presidente sobre los hechos políticos y militares de esos años. Sin embargo, no se avista en el horizonte, al menos en boca de los principales protagonistas, ninguna autocrítica de los guerrilleros. Ninguno dice, por ejemplo, que no ha sido correcto asesinar a tal o cual militar, o a la hija de tal o cual militar. No hay una voz que diga que asesinar a Rucci, 48 horas después de que Perón ganara abrumadoramente la elección presidencial, fue una monstruosidad. Tampoco suele recordarse que la asunción del poder por parte de los militares era un objetivo buscado por parte de la guerrilla que pretendía, de ese modo, “agudizar las contradicciones del sistema”. No hay todavía un atisbo de autocrítica por parte de los derrotados militarmente en esos años.Pero hay una luz alentadora. Algunos intelectuales ya han comenzado a disentir de la versión oficial sobre los años de plomo y poco a poco se agregan nuevos puntos de vista. Hace pocos meses los textos de Oscar del Barco causaron gran revuelo. Al referirse a declaraciones de Héctor Jouvé publicadas en la revista La Intemperie, dijo Del Barco: “Este reconocimiento me lleva a plantear otras consecuencias que no son menos graves: a reconocer que todos los que de alguna manera simpatizamos o participamos, directa o indirectamente, en el movimiento Montoneros, en el ERP, en la FAR o en cualquier otra organización armada, somos responsables de sus acciones. Repito, no existe ningún ‘ideal’ que justifique la muerte de un hombre, ya sea del general Aramburu, de un militante o de un policía”. Asimismo, otros intelectuales, como Héctor Schmucler y Beatriz Sarlo, han intentado recientemente una visión distinta y menos autocomplaciente sobre los hechos que ocurrieron a partir del 24 de marzo de 1976. Quizá sea el comienzo de una nueva visión que incluya en el análisis algunos elementos hasta ahora omitidos en los clisés que se reiteran año tras año para esta fecha.
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miércoles, 18 de marzo de 2009

Los nietos del Rastrojero. Por Gonzalo Neidal


Córdoba le debe mucho a la Fábrica Militar de Aviones.
Fue el núcleo generador de una porción importante de la industria de Córdoba. Fue ahí donde comenzó a gestarse la Córdoba industrial durante los años cuarenta y cincuenta.
La conjunción de técnicos alemanes, la decisión industrializadora del estado y el aporte del Brigadier Juan Ignacio San Martín, dieron como resultado que Argentina tuviera en esos años el germen de una industria aérea que luego no llegó a desarrollarse en plenitud.
Los prototipos del Pulqui, avión a reacción que estaba en la cúspide de la tecnología mundial en ese momento, no devinieron en producción en serie. La industria se fue debilitando hacia proyecto menos ambiciosos hasta languidecer y extinguirse.
Fue complementada –y en cierto modo sustituida- por producciones civiles como la moto Puma y el Rastrojero Diesel que luego también sucumbieron y desaparecieron.
Pero el aporte de la Fábrica de Aviones a la creación del “clima industrial” de la ciudad de Córdoba ha sido indiscutible. Hubiera sido impensable convocar a FIAT e IKA (ahora Renault) sin la inversión que realizó el estado en los años previos, sin la mano de obra especializada, los talleres y pequeñas industrias metalúrgicas que crecieron en aquellos años bajo la luz que irradiaba la Fábrica de Aviones.
Ha pasado medio siglo de ese tiempo promisorio. Y han transcurrido treinta años desde que fue discontinuada la producción del Rastrojero, en 1978.
Hoy el predio industrial tiene la décima parte de los trabajadores que tenía 50 años atrás. Ya no se fabrican motos allí, ni utilitarios. Brasil, en cambio, que comenzó mucho después que Argentina, ahora tiene una vigorosa fábrica de aviones, posicionada mundialmente.
De la simple comparación surge que algo hemos hecho mal.
Pero eso ya es parte del pasado. Ahora hay que mirar hacia delante.
Podríamos preguntarnos, por ejemplo, qué queremos hacer con la ex Fábrica de Aviones. ¿Transformarla en una industria aérea? ¿en un taller de reparaciones? ¿en una fábrica de piezas de aviones? ¿en una fábrica de Rastrojeros y motos Puma?
Porque, más allá del discurso nostalgioso, de reconocernos como llorones nietos del Rastrojero y la Puma, ahora tenemos que seguir adelante. Porque si además de excitarnos con discursos vibrantes, queremos fabricar aviones, tenemos que saber que demandará un esfuerzo público y privado de varias décadas, inversiones millonarias y continuidad en las políticas. Tal como hizo Brasil.
No inventemos nada: copiemos a Brasil.
Allí, igual que acá, el estado comenzó todo. Pero hacia mediados de los noventa, cuando vio que no podía continuar solo, convocó al capital privado –brasileño y europeo- y relanzó la fábrica. Y los resultados están a la vista.
No hagamos como esos matrimonios que, al cumplir sus bodas de oro, se empeñan en festejar regresando al mismo hotel pasaron su luna de miel, con la vana ilusión de reeditar esos días de gloria. Esta vez, medio siglo después, comprueban que las pasiones y los vigores han cedido y su lugar está ocupado por dolores de espalda, artrosis y otros aportes ineludibles del almanaque.
Porque sepámoslo: fabricar aviones o piezas de aviones, es un poco más complejo que pronunciar un discurso.

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viernes, 13 de marzo de 2009

Con el anticipo, Kirchner quiere cortar la retirada de sus propias fuerzas. Por Jorge Raventos


Apenas doce días atrás, el primer domingo de marzo, la señora de Kirchner inauguró las sesiones del Congreso con un discurso ante la Asamblea Legislativa. Nada en sus palabras sugería que menos de dos semanas más tarde iba a registrar un riesgo político tan grande como para modificar radicalmente las reglas de juego electorales del país.
Por el contrario, la señora cerró su mensaje de ese mañana advirtiendo que “no podemos seguir maltratando el sistema democrático en su conjunto, porque la Argentina tiene demasiadas experiencias nefastas en materia de no respetar la institucionalidad”. Cambiar súbitamente la fecha de los comicios en un año electoral sin siquiera haber intentando consultas previas con la oposición, ¿no será precisamente una forma de maltrato a las instituciones de la democracia”.
Si la crisis era tan dramática,¿por qué sincerar el tema al hablar ante el Congreso?
La señora de Kirchner, 13 días atrás, miraba el universo desde arriba y ante “ese tembladeral que es el mundo”, se declaraba orgullosa “de formar parte de este proyecto político”. Ahora invoca hecatombes globales para empujar el proceso de las elecciones a un tembladeral.
La crisis global no debería ser excusa para un barrido o un fregado. En Estados Unidos, epicentro del fenómeno, a nadie se le ocurriría con ese argumento cambiar la sagrada cita electoral del primer martes de noviembre; los principales partidos sostuvieron un extenso proceso de selección interna, y una extenuante campaña. Después de la bancarrota de Lehman Brothers y AIG, ya electo Barack Obama, a nadie se le ocurrió tampoco adelantar el traspaso del poder. Precisamente porque la inseguridad y la desconfianza volatilizan las finanzas y la economía, la política debe esforzarse en ofrecer señales de continuidad, certeza, seguridad.
No se trata sólo de Estados Unidos. Puesto que se invoca un cataclismo que golpea a todo el mundo, debería observarse un ventarrón de adelantos electorales en los cinco continentes. Ni ahí. Los hermanos uruguayos, que votan a presidente en octubre, ¿se han precipitado acaso a buscar una fecha anterior? No. El 28 de junio tendrán elecciones, sí, pero serán los comicios internos de cada partido para decidir sus candidatos. El argumento de la crisis como disparador de la decisión de anticipar los comicios no resiste el análisis.
¿Qué ocurrió en estas dos semanas para inducir al matrimonio Kirchner a semejante salto ornamental? Pasaron varias cosas. En principio, sucedió la catástrofe de Catamarca, verdadera Cancha Rayada del oficialismo centralista, que no sólo fue derrotado por las fuerzas locales de Brizuela del Moral (una caída que la presencia de Néstor Kirchner en los actos de cierre hizo más dura y dolorosa), sino que se desplomó víctima de la picardía del propio justicialismo catamarqueño, que trató a al esposo de la presidente con el mismo desapasionado, desaprensivo realismo con el que Kirchner se acostumbró a tratar a la mayoría de sus aliados.
El revés de Catamarca confirmó a la mayoría de los liderazgos provinciales del peronismo que la presencia del Gran Cónyuge en sus distritos constituiría, con vistas a los comicios, un salvavidas de plomo. Así, todos los jefes lugareños con posibilidades de autonomía empezaron a imaginar estrategias localistas, desconectadas de la nacionalización pretendida por Olivos.
La decisión de anticipar los comicios es una medida de Kirchner destinada a cortar la retirada de sus propias tropas, una maniobra para obstaculizar una fuga que ya tantos han emprendido, por el flanco izquierdo, por el derecho y por el centro..
Contribuyó a la resolución el hecho de que Mauricio Macri fijara el 28 de junio como fecha para los comicios porteños. El jefe de gobierno capitalino no cambió ninguna regla, aplicó la norma que lo habilita a decidir el día del comicio. Decidió apartarlo de la elección nacional con un argumento legítimo: separar adecuadamente la discusión de los asuntos locales de la gran aspiradora que son aquellos puntos que constituyen la agenda del país.
Para el oficialismo era fácil imaginar que si la derrota sufrida en la pequeña provincia de Catamarca había provocado un desastre en sus filas de cara a octubre, una segura caída en el mes de junio en la capital del país (donde ni siquiera figurará en segundo lugar) sería letal y teñiría de oscuro la atmósfera de sus últimos meses de campaña.
Así, la resolución adoptada (que requiere sanción legislativa) de cambiar la fecha electoral estuvo principalmente determinada por esos hechos.
Agréguese a ello que la oposición se apresta a plantear en el Congreso una modificación del régimen de retenciones para dar solución al conflicto con el campo, que ya cumplió un año. El oficialismo -más allá de sus referencias al diálogo- no quiere prestar quórum para ese debate. Es inclusive posible que ahora pretenda postergar esa discusión parlamentaria hasta después de los comicios, si consigue imponer la fecha de junio. ¿Deberá la producción de la Argentina interior permanecer estancada mientras el gobierno juega a revolucionar el almanaque?
El artefacto institucional que el gobierno pretende imponer en funcionamiento para resolver sus propios problemas políticos está plagado de cortocircuitos. Vaya uno como ejemplo: ¿qué ocurriría en el Congreso si, en unas elecciones anticipadas, el gobierno (como muchísimos análisis prevén) pierde significativamente. El país se encontraría ante una nueva realidad política convalidada en las urnas, pero con cámaras pobladas aún durante varios meses (hasta que terminen sus mandatos en diciembre) por los viejos legisladores, producto de los comicios de 2007. Ya lo adelantó Horacio Verbitsky un mes atrás: “El kirchnerismo debe renovar las bancas obtenidas en su mejor elección, la de 2005, cuando CFK triplicó los votos justicialistas de Duhalde en la provincia de Buenos Aires. Esto implica tanto cantidad como calidad: en aquel año pudo colocar en las listas de distintas provincias a candidatos muy identificados con su política, como el propio Rossi o la diputada cordobesa Patricia Vaca Narvaja. Por mejor que le fuera este año, es improbable que los bloques legislativos conserven su número y que los reemplazantes tengan el mismo grado de proximidad y adhesión”.
¿En qué situación política se encontrará el país si, a partir de junio, después de una derrota electoral notoria del gobierno, siguiera en las bancas la “cantidad y calidad” de parlamentarios kirchneristas que habría dejado de tener representatividad política? ¿O es que el gobierno, puesto a maltratar las instituciones está dispuesto establecer, junto con una anticipación de los comicios, el cese también anticipado de los diputados que legalmente deben dejar sus asientos al fin del actual período de sesiones?
Acostumbrado a atender un solo problema por vez, carente de una visión sistémica, el gobiernocuando viste un santo desviste a varios. En rigor, impulsado por la licuación de su poder, no parece interesarle demasiado la suerte ni la lógica de las instituciones, sino apenas poner parches a sus urgencias. Que son cada vez mayores.

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jueves, 12 de marzo de 2009

La encrucijada cruel del cuarto oscuro. Por Jorge Raventos


No es improbable que los comicios provinciales que se desarrollan en Catamarca este domingo 8 de marzo anticipen la suerte electoral que el kirchnerismo correrá en 2009. Néstor Kirchner no sólo envió a aquella provincia ingentes recursos públicos, sino que se empeñó él mismo en la batalla, quizás creyendo que su presencia en los actos de cierre mejoraría la suerte de la lista que él bendijo y que fuera confeccionada (no sin arduos trapicheos previos) por su ex hermano político, Armando Bombón Mercado (que estuvo casado con Alicia Kirchner). Ramón Saadi, que participó en el armado de esa boleta se declara ahora defraudado y vaticina una derrota del kirchnerismo. Luis Barrionuevo, que es referente de un amplio sector del peronismo catamarqueño (tanto, que apadrina dos boletas simultáneamente) asegura, por su parte que “el lunes los diarios van a decir que Cobos les ganó a los Kirchner”. Es que Eduardo Brizuela del Moral, el gobernador radical de Catamarca, es uno de los radicales que, como el vicepresidente de la Nación, integró la Concertación Plural (aquella arquitectura atrapa-todo con la que los Kirchner soñaban reemplazar al PJ) y, al igual que Cobos, abandonó esa construcción oportunamente, antes del derrumbe final. Kirchner viajó a Catamarca porque quisiera fumigar todo lo que le evoca la figura de Cobos pero es posible que tropiece allí con una piedra con la que ya chocó mal tres años atrás. ”Lo que está sucediendo parece haber ocurrido: Misiones, Rovira vs. Piña, octubre de 2006”, como sugirió Carlos Pagni en La Nación. Las urnas dirán.


Debilidad y habilidad
Adelantándose a ellas, Kirchner constata en las encuestas que consulta (esas que pide para enterarse de la realidad, no para hacer propaganda), que las cifras y las perspectivas se le presentan oscuras.
De esa comprobación emanó el giro táctico que ensayó su esposa el martes 3, cuando se presentó en la reunión que mantenían algunos miembros de su gabinete con la Mesa de Enlace agropecuario. Fue una jugada audaz, que desconcertó a los dirigentes agropecuarios. El gobierno había amenazado -con trascendidos y también a través de un críptico párrafo en el discurso de la señora de Kirchner ante la Asamblea Legislativa- con una estatización de la comercialización de granos y ese martes, de pronto, la presencia de la presidente en el encuentro dejaba de lado la amenaza y sugería, en cambio, una posibilidad de acuerdo que ellos –aunque desconfiasen- no podían despreciar. Terminaron firmando un papel que ofrecía algunas primeras, aún insuficientes, respuestas a lecheros y ganaderos, prometía soluciones para las economías regionales y dejaba fuera de la conversación las retenciones. Las bases de las entidades trinaron: no esperaban que sus dirigentes se conformaran con tan poco. En dos horas, la señora de Kirchner había conseguido introducir una fisura momentánea en el frente agropecuario y aparecía a la ofensiva precisamente en el instante en que se estaba replegando, archivaba la intervención en el comercio de granos y concedía reclamos que el ruralismo venía levantando desde hace meses.
El rédito del gobierno, de todos modos, tuvo la vida de un lirio: la brecha abierta entre los productores (ilustrada con los cruces verbales entre Eduardo Buzzi y Alfredo De Angeli en la Federación Agraria y en las críticas de CARBAP a Mario Llambías, número uno de CRA) fue velozmente cerrada. Por más matices o tonos que diferencien a sus líderes, el campo les reclama a todos ellos que conserven y apuntalen la unidad que se logró en la acción durante 2008. Eso sí: de ahora en más, las conducciones tendrán que abstenerse de firmar papeles sin consultar a las bases. Y deberán reclamar al poder político hechos, antes que palabras. En cuanto al tema de las retenciones, todo indica que el reclamo se canalizará a través del Congreso (desafío para la oposición: llegar a coincidencias efectivas que expresen al campo y alcancen apoyo mayoritario en las cámaras).
Los Kirchner necesitarán más que nunca de las artes de Agustín Rossi y Angel Pichetto, jefes de los bloques oficialistas, para cortar la sangría de legisladores que abandonan el Frente por la Victoria y dejan expuesto a imponderables lo que alguna vez fuera un claro dominio en ambas cámaras. El gobierno podría encontrarse con serias dificultades parlamentarias antes aún de la renovación que decreten las urnas de octubre. Por otra parte, la cotización de Rossi y Pichetto se eleva, lo que vuelve más difícil para Kirchner la posibilidad de sacrificarlos en sus respectivos distritos en pos de armados electorales supuestamente ganadores. En Santa Fe, entonces, los Kirchner se encuentran, ahora más que nunca, tironeados por las exigencias de Carlos Reutemann y las facturas a cobrar que legítimamente esgrime Rossi.
La habilidad táctica oficialista de la última semana no llegó más allá de la tapa de los diarios del miércoles 4. Desde la misma tarde de ese la señora debió eludir críticas demostraciones agrarias saltando de atril a atril en helicóptero, mientras en otros escenarios se sumaban problemas.

La inseguridad
En su autoapolegético discurso ante el Congreso, la señora de Kirchner evitó hablar del tema que más preocupa a los ciudadanos: la inseguridad. Se trata de otro asunto de esos en los que (como ante el campo y las retenciones) el gobierno combina prejuicios y confrontación. Y no sería de extrañar que su empecinamiento en saltearse el tema termine ocasionándole costos políticos altos como su enfrentamiento con el campo.
El gobierno mira con sospecha las quejas y reclamos por la inseguridad: en parte, porque se siente impotente para darles respuesta, en parte porque encuadra a quienes lo plantean con firmeza en el campo de los enemigos potenciales, propiciadores de la “mano dura”, adversarios del “garantismo”, la ideología jurídica que el oficialismo adoptó como propia. A veces la sospecha se extiende inclusive a mandatarios que se comprometen con vigor en la pelea contra la inseguridad, como el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli.
Las fuertes declaraciones de Susana Giménez después de que uno de sus colaboradores fuera asesinado por delincuentes quisieron ser utilizadas por el poder para abrir un debate: creían que se podía descalificar la preocupación por la violencia y el crimen, golpeando sobre la arrebatada expresión de la animadora (“el que mata debe morir”). Los medios gobierno-dependientes hurgaron en ese punto, procurando desplazar el eje de la discusión de la falta de seguridad a la conveniencia o no de medidas drásticas como la pena de muerte, tomada como metáfora de la “mano dura”. Después de pocos días tuvieron que tocar a retirada, porque la reacción del público (al revés de la de algunos personajes de la farándula) no sólo se mostró comprensiva (y en muchos casos solidaria) con las palabras de Susana Giménez, sino que empleó el episodio para enjuiciar la falta de acción del gobierno ante una delincuencia que viola, roba, secuestra y mata.
Ante la evidencia de la disconformidad pública, el gobierno cambió el blanco. Ya que había fracasado la ofensiva contra la mano dura (encarnada ocasionalmente en la Giménez), se inició otra batalla, destinada a que la crítica de la opinión pública de desplazara del Ejecutivo a la Justicia. El blanco ahora fue la jueza Carmen Argibay, ministra de la Corte Suprema. Aunque el núcleo de esta discusión es diferente, y no se origina en la seguridad actual de los ciudadanos, sino en procesos sobre la década del 70, el oficialismo, a través de sus voceros, culpó a la Justicia de “inacción”, “errores y horrores”; Diana Conti, uno de los látigos del gobierno en el Consejo de la Magistratura, le pidió a Argibay que se callara y trabajara “con ahínco para su pueblo” y acusó a los jueces de practicar “un nivel de ociosidad que además de avergonzar debería aprovecharse para evitar las demoras de justicia que todos conocemos”.
Así, el gobierno, que con la tregua alcanzada con el campo parecía el martes haber optado finalmente por una actitud serena y por dejar de lado la pelea, corrigió esa anomalía rápidamente entreverándose en una riña con los jueces.
Si se admite que la confrontación está en los genes del oficialismo, habrá que prever que no ha de ser precisamente este año, un período de decisión marcado por la encrucijada cruel del cuarto oscuro, donde se pone en juego el poder, el momento que los Kirchner elijan para cambiar su naturaleza.
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El lobby comienza por casa. Por Gonzalo Neidal

Oscar Wilde decía que un marido no debería besar a su esposa en público porque eso hace pensar a la gente que, en privado, la golpea.
Al parecer, esa presunción de dualidad entre el comportamiento “hacia fuera” y “en casa” no era privativo de la Inglaterra victoriana. Un par de días atrás, la Presidente ha dado una muestra de que la observación del dramaturgo irlandés no era desacertada.
Cristina de Kirchner reunió a todos los embajadores que pudo y les ordenó que hicieran lobby a favor de las empresas argentinas en los países en que desempeñan habitualmente sus tareas. Suponemos que se trata de una ratificación de instrucciones preexistentes ya que uno espera que sea esa y no otra la actitud permanente de nuestras embajadas en el exterior, además de compartir brindis, celebraciones patrias y copetines a diario con sus pares de ese particular mundo chic de la diplomacia, al que suele adjudicársele una cierta banalidad, ocio e insustancialidad.
Pero no objetaremos el esfuerzo o la falta de él que habitualmente se atribuye a las representaciones diplomáticas a las que siempre se les atribuye –seguramente de manera injusta- cierta afectación que prescinde de los problemas, necesidades y aspiraciones del país, que deposita en ellos la esperanza de una representación aguerrida.
Lo que en esta ocasión nos ha llamado la atención ha sido el discurso presidencial que estamos muy lejos de objetar en su sentido y objetivos manifiestos. Respaldamos con energía a la Presidenta en este estímulo a los embajadores para que defiendan la producción argentina, para que se transformen en hombres que tomen como propio el interés de producir y exportar.
Ahora bien, si tenemos en cuenta que dos terceras partes de nuestras exportaciones están constituidas por productos provenientes del agro, nos viene a la cabeza la frase inicial de Wilde acerca de maltratar en casa y acariciar en público.
La pregunta es sencilla: antes de proponer a nuestros embajadores que defiendan a nuestras empresas en el exterior ¿no convendría comenzar por casa?
¿Y si promovemos también desde aquí la producción, las exportaciones y las facilidades para las empresas que exportan? ¿Si comenzamos por tratarlas bien, si las castigamos menos y favorecemos sus producciones y ventas al exterior?
Existe una flagrante contradicción entre la orden dada a los embajadores y la actitud permanente del gobierno nacional hacia los que producen las dos terceras partes de las exportaciones argentinas. La otra tercera parte de las exportaciones son manufacturas de origen industrial, cuyos empresarios es otro de los sectores que también tiene reclamos para realizar al gobierno porque consideran que el tipo de cambio vigente no es el más adecuado para favorecer sus ventas.
De modo tal que antes que arengar a los embajadores para que se pongan la camiseta de las empresas del país, habría que revisar qué medidas locales, de acá cerca, son necesarias tomar para que nuestros productos consigan más mercados en el exterior.
La producción argentina no necesita tanto de las embajadas.
Quizá si mejora el trato que le damos en casa, la producción deje de ir en bajada.
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Un nuevo capítulo sobre la inseguridad. Por Claudio Chaves


Quién la ha visto y quién la ve ¡Ahora Cristina descubre que hay problemas de inseguridad! ¡Felicitaciones!
No solo ella, el Jefe de Gabinete también. El extrovertido y parlanchín Ministro arremete contra algunos jueces a los que responsabiliza de enormes males. Desconociendo que las leyes los habilitan en sus decisiones. La Doctora Carrió, del mismo modo. En breve presentará un proyecto en Diputados que a mi entender contiene algunos errores y omisiones.
¡Y de pronto parió la abuela!
Néstor ha comenzado preocuparse por la inseguridad. ¡Qué chantapuffi!
Lo valedero es que debemos agradecerle a Susana Gimenez que con sus dichos revolvió el avispero. También a Sandro, a Moria Casán, a Cacho Castaña, a Tinelli y otros expertos en seguridad de esta República de ausentes.
LO QUE DIJO SUSANA

Hay en torno a sus declaraciones una maliciosa interpretación que quienes la practican, conciente o inconcientemente, pasan por alto lo substancioso de sus dichos. Dejando de lado la frase “el que mata debe morir” (a la que buena parte de la elite política se aferró) que ella misma desestimó al día siguiente y que supone la pena de muerte (debate que si continúan así las cosas algún día deberemos dar) lo más importante fue:
Esto ya no da para más.
Todos los días mueren 4 o 5 personas honradas, policías, gente de trabajo…
¡Que son menores! Bueno ¡basta con los menores!
Terminenlá con los derechos humanos y esas estupideces. ¿Porque los derechos humanos no los tienen las víctimas?
Aquí hasta que los delincuentes no le tengan miedo a la policía y respeto…
Basta con la droga.
Vivimos en un estado de indefensión espantoso.
Analicemos cada frase
Esto ya no da para más. ¿Será cierta esta afirmación de Susana? ¿No da para más la situación?
Si es así, los poderes públicos no hacen absolutamente nada para remediar el mal.
No hay plan estratégico para erradicar de cuajo el flagelo de la delincuencia.
Todos los días mueren 4 o 5 personas honradas, policías, gente de trabajo…
Susana pone a la Policía al lado de las personas honradas y de trabajo. El gobierno habla de la “maldita policía” y un segmento de la elite política acompaña el dislate. De esto hay que hablar y tratar de ponerse de acuerdo. ¿Podremos?
¡Que son menores! Bueno ¡basta con los menores!
Es justo observar que Scioli acompaña la idea y habría algunos proyectos a presentarse en Diputados que bajan la imputabilidad. ¡En hora buena!
El actual gobierno, es útil memorarlo, en algún momento pensó autorizar el voto de los jóvenes de 16 años, para promover en la juventud la capacidad de decidir sobre el destino común. Ahora bien. El destino común sí. Pero cuando otros jóvenes eligen el camino del delito por decisión individual en este caso son niñitos. Párvulos bautismales. Inocentes criaturas
El bien y el mal no definen por penal y los más jóvenes lo saben. Es un ejercicio pleno de la libertad rumbear hacia un lado u otro es una elección personal. ¡Basta de justificar el crimen por los condicionantes sociales! De todos modos corresponde acotar las posibilidades del camino del mal.
Terminenlá con los derechos humanos y esas estupideces. ¿Porque los derechos humanos no los tienen las víctimas?
Interesante sería discutir estas ideas en el parlamento y las escuelas. Urge introducir estos temas en la currícula escolar.
Aquí hasta que los delincuentes no le tengan miedo a la policía y respeto…
Esta frase nadie la tomó. Y ella encierra buena parte de la solución. ¿Cómo hacemos para lograr ese miedo y ese respeto? Excepto que el gobierno crea que a la delincuencia se la vence con maestras jardineras, el tema del respeto y el miedo es central. Y si no se logra con la Policía porque la sociedad no cree en ella habrá, entonces que utilizar otras fuerzas incluso el Ejército. Instituciones que sean capaces de llevar ese “respeto y ese miedo” a sus guaridas nauseabundas.
Basta con la droga.
Vivimos en un estado de indefensión espantoso.
Justo cuando el gobierno se dispone despenalizar el uso personal de estupefacientes.
Evidentemente el gobierno está en otra cosa. No cuenta en su mochila con herramientas para mitigar el drama.
El Ministro de Justicia continúa afirmando que en el país no hay carteles de la droga.


LO QUE DIJO LA PRESIDENTE

En distintas oportunidades Cristina nos aleccionó sobre las causas motivadoras del delito. Algún tiempo atrás elucubró la teoría de que el crimen y la violencia social respondían a la enorme desigualdad. Una especie de revancha de los de abajo frente al abismo entre ricos y pobres. Llegó a expresar que en África, como la desigualdad no era tan marcada (sic), sino pobreza generalizada, el delito era un problema menor. Es en Latinoamérica, aseveró enfática, donde la obscenidad de la desigualdad genera conductas criminales.
Como la catedrática explicación salpicaba al gobierno de su marido no repitió la idea. Enmudeció.
Por aquellos años de tasas chinas hubo otras conjeturas. Un gobernador de provincia, infestada de delincuentes, y amigo de la Rosada luego de meditar acerca de estos males afirmó que el crecimiento económico de los últimos años hacía aumentar la delincuencia por la natural codicia de los cacos. Una singular distribución de la riqueza a punta de pistola.
Hace uno días la Presidenta volvió sobre el tema y manifestó que la pobreza y la falta de trabajo generaban condiciones delictuales. Planteado de ese modo ir contra la delincuencia sería reprimir desocupados. ¡Con esta gente estamos fritos!

ALGUNAS PROPUESTAS DE LA OPOSICIÓN

Según informa La Nación del 9 de marzo del corriente el oficialismo ha bloqueado hasta ahora los proyectos para penar a los jóvenes en conflicto con la ley.
Por estos días tanto el radicalismo, como la Coalición Cívica elevarán sus proyectos a Diputados.
La Doctora Elisa Carrió se anticipa y anuncia al diario:
“Deberán encararse dos ejes de trabajo: “Por un lado reconstruir la familia con un ingreso universal en la niñez que mantenga a los chicos dentro de la casa, en la escuela y en el sistema de salud. Por otra parte, crear un régimen de responsabilidad penal juvenil, porque el chico tiene que ir a juicio con todas las garantías y con abogado defensor, pero tiene que ser imputable. No deberían ir a prisión salvo en casos de delitos graves como homicidio, para los cuales deberían ser detenidos en instituciones especiales”
Luego De Narváez habla de reinserción social con familias sustitutas. A grandes rasgos las propuestas.
Debemos congratularnos de que el Parlamento se despierte y plantee soluciones.
Sin embargo creo que no van a fondo en el problema.
Como primer paso debe consensuarse la idea de que estamos en guerra contra el delito. Esta es la situación. ¡Guerra! Los criminales lo tienen claro. Por eso matan de la manera que lo hacen. Están a la ofensiva. Son dueños de la calle. La atmósfera de permisividad que impera en el firmamento de los políticos los pone en punta. Hay que frenarlos y habilitar a que las fuerzas del orden pasen a la ofensiva. Se trata de cambiar el clima. Debe haber un comando unificado. Esto se va a poder realizar cuando la mayoría de los partidos así lo entiendan. Quizás necesitemos más muertos. Hay que achicar el espacio social y geográfico del delito con las mismas armas y estrategias que ellos utilizan.
El otro punto es, cuando las fuerzas del orden comiencen a moverse ofensivamente hay que ofrecer alternativas o vías de escape a los jóvenes que dudan de que lado ponerse. Es correcta la ayuda familiar pero cada caso debe ser estudiado para evitar caer en el clientelismo político. Para los jóvenes que no tienen nada detrás, no hay padres o familia y en el caso de que existan, mejor es perderlas, el Estado debe dar una respuesta.
Urge crear, como dice la Coalición Cívica, instituciones escolarizadas en manos del área educativa respectiva. Pupilaje obligatorio para jóvenes en estado de abandono y de riesgo, en una labor conjunta con la Iglesia o credos reconocidos por el Estado, agrego yo. Capaces de reconstruir escolarmente los lazos familiares perdidos. Instituciones que impartan saberes académicos, profesionales, deportes y valores. Que realicen labores solidarias que los valoricen y haga sentir útiles. Si se trata de definir los detalles y la letra chica hay técnicos expertos. Lo que falta es la decisión política.

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sábado, 7 de marzo de 2009

Estados alterados. Por Jorge Raventos


La mujer del gobernador chaqueño Jorge Capitanich estrelló voluntariamente una camioneta cuatro por cuatro contra un muro de la Casa de Gobierno, en Resistencia. La señora Sandra Mendoza ocupa un ministerio en el gabinete de su esposo y al parecer reaccionó contra la sugerencia de su cónyuge de que abandone ese cargo para encabezar en octubre las listas legislativas del Frente para la Victoria. Hasta el momento muchos dirigentes han optado por no figurar en las boletas del kirchnerismo, pero nadie lo hizo con un estilo tan dramático y espectacular.
Al borde de un ataque de nervios
Evidentemente, un intenso ataque de nervios trastorna el espíritu y las conductas del oficialismo. La alocada decisión presidencial de retirar la tradicional guardia de granaderos del templete que recuerda en Yapeyú el nacimiento del General San Martín es una muestra más de esa perturbación. La señora de Kirchner ordenó que no quedara ni un efectivo del tradicional regimiento en la ciudad correntina con el objetivo de dañar la presencia del vicepresidente Julio Cobos en los actos de homenaje al prócer en su natalicio. Los Kirchner le hacen la vida difícil al vicepresidente: sus lenguaraces le reclaman que renuncie, sus amanuenses le niegan medios para traslados tan plausibles como el viaje que Cobos quiso hacer a Tartagal en medio de la crítica situación que pasó la localidad salteña. Pero sobre todo, no quieren que el vicepresidente ocupe situaciones que evoquen ciertas aristas de su rol institucional: en el caso de Yapeyú, no querían que el cuerpo de escolta presidencial desfilara ante el hombre que fue elegido para reemplazar a la presidente en caso de ausencia. Más allá de que, ya que el fin era dañar a Cobos, el tiro salió por la culata y el vicepresidente atrajo cámaras y simpatías solidarias, lo significativo del episodio es la falta de límites de los Kirchner, que no vacilan en atropellar instituciones y tradiciones impulsados por motivos de pequeña política o directamente facciosos. Antes del episodio de San Martín y los granaderos, el gobierno K ya había suspendido más de una vez el tradicional Te Deum del 25 de mayo para no oír las homilías del Cardenal Jorge Bergoglio.
Como la señora de Kirchner no quiso escuchar directamente lo que ya sabía que la Mesa de Enlace agropecuaria le quería decir al gobierno, envió a esa reunión una delegación de intermediarios, miembros del gabinete que jamás se reúne. No estuvo presente siquiera el jefe de gabinete, Sergio Massa; tampoco el ministro de Economía, Carlos Fernández. Pero fue de la partida el ministro de Interior, Florencio Randazzo, como para subrayar que el gobierno considera a los dirigentes del campo protagonistas políticos (enemigos políticos, más bien) antes que representantes de un sector productivo. Sólo porque los líderes de la Mesa de Enlace parecen persuadidos de que deben exhibir mansedumbre y paciencia pudieron calificar la reunión con un 4 (“De cero a diez, un cuatro”, resumió Eduardo Buzzi) o considerarla “el inicio de algo”, ya que Randazzo y sus dos acompañantes (la ministra de Producción y el secretario de Agricultura) dejaron en claro que está vedado el tema central, clave para resolver el conflicto, que es el de las retenciones a la soja.
Ocurrencias anacrónicas
Como para que no quedara duda alguna de que la voluntad del gobierno apunta a chucear al campo antes que a negociar un acuerdo plausible, hacia fines de la semana el gobierno hizo trascender que estudia un proyecto de estatización del comercio de granos y derivados. Tres semanas atrás, a través de un columnista porteño que suele difundir ocurrencias y bluffs del jefe del kirchnerismo, se difundió la idea de que estaba a estudio la expropiación de Siderar, la gran empresa de San Nicolás, propiedad del grupo Techint. Ahora se lanza a rodar esta idea referida al comercio de granos, una caricatura anacrónica del IAPI del primer peronismo. Estas amenazas intervencionistas y expropiatorias constituyen nuevas expresiones de la excitación, a veces delirante, que altera el pensamiento oficialista. Muchos consideran este último arranque como una presión desesperada tendiente a forzar al campo a los productores a vender la soja que aún conservan en sus campos, guardada en silos-bolsa. El gobierno tiene ansiedad por cobrar los derechos de exportación sobre esa soja, y hasta sobreestima su existencia: considera que la soja retenida llega a 9 millones de toneladas, aunque los cálculos técnicos aseguran que no llega a los 6 millones. Kirchner y dos de sus mosqueteros, Guillermo Moreno y Ricardo Etchegaray, creen que la mera amenaza de estatizar el comercio de granos volcará al mercado una parte sustancial de las existencias. Y si la amenaza no alcanza…
A diferencia del IAPI de Juan Perón, y más allá del juicio que se tenga sobre aquel instrumento económico, la diferencia sustancial con lo que maquina actualmente el gobierno reside en que, en los años 40, los productores no contaban con ese formidable instrumento de poder propio (de “empowerment”, dice la literatura anglosajona) que son los silos-bolsa; estos les permiten almacenar en los campos, no depender de acopiadores y exportadores para elegir la oportunidad de venta y, así, tener decisión autónoma para adaptarse a las condiciones y precios del mercado. Si en los 40 el peronismo podía argumentar que el IAPI apuntaba contra el exceso de poder de acopiadores y grandes firmas exportadoras, ahora no hay duda alguna de que la medida que estudian en Olivos, de aplicarse, estaría dirigida contra los agricultores y sus silos-bolsa. Este monopolio estatal proyectado no tendería a acotar o contener monopolios privados, sino que se ejercería sobre la libertad de los productores, independientemente del tamaño y rasgos de sus emprendimientos.
Lo primero que consiguió la ocurrencia de Olivos no fue, sin embargo, un retroceso temeroso del campo, sino una reacción unánime de entidades productoras y comercializadoras: veintisiete de ellas (que, además de las cuatro Mesa de Enlace, incluyen desde la Cámara de Puertos hasta centros de consignatarios, productores avícolas y de legumbres, industriales fabricantes de maquinaria agrícola, etc.) suscribieron una solicitada el sábado 28 de febrero titulada “Argentina en retroceso”. Si el gobierno no retrocede silenciosamente después de esa respuesta, deberá tomar nota de que la próxima vez que la Mesa de Enlace adopte una medida su representatividad será más amplia que hasta esta semana. Gracias a los Kirchner.
Lo que vio la CIA
Si faltaba algo para enajenar el humor de los Kirchner, lo introdujo León Panetta, el hombre que fuera jefe de gabinete de Bill Clinton y al que Barack Obama designó como número uno de la CIA, la Agencia Central de Inteligencia estadounidense.
Panetta incorporó en el menú diario de información que la CIA le entrega al presidente Obama un análisis sobre las repercusiones políticas que la crisis económica global puede ocasionar en diferentes regiones. En el primero de estos nuevos informes, la agencia señaló que Argentina, Ecuador y Venezuela afrontan serios problemas económicos y que su estabilidad política corre peligro. Obviamente, los periodistas no tienen acceso al informe que recibe el presidente de los Estados Unidos; Panetta habló con la prensa y él personalmente resumió esos conceptos. “On the record”.
La noticia alteró tanto a Olivos como a la Casa Rosada, pero esta vez el disgusto no se tradujo en una reacción directa de la pareja presidencial, como sino en un llamado a la Cancillería para que fuera Jorge Taiana quien respondiera. El ocupante del Palacio San Martín se cuidó, a su vez, de no tomarlas con el gobierno americano en su conjunto, sino sólo con la agencia de inteligencia. Cristina Kirchner deberá cruzarse con Obama (si es que éste concurre) a principios de abril, en la cumbre del G20 en Londres y aspira, al menos, a sacarse una foto con él, como la que consiguió con Fidel Castro. El presidente americano por ahora está protegido hasta de los arranques de ira del gobierno argentino. La CIA es otra cosa. Para los Kirchner es como el FMI. Creen que se puede maldecir a bajo costo. Kirchner, por ejemplo, acaba de afirmar que no quiere plata del FMI “ni regalada”, aunque Argentina afronta este año y en 2010 vencimientos de deuda por valor de 40.000 millones de dólares y nadie está demasiado entusiasmado por prestarle ni creer en su palabra, que se sepa.
El Wall Street Journal disparó esta semana que “en esta crisis económica global, el comportamiento financiero argentino es especialmente preocupante. Su estatus de mayor país con deudas con default, su repudio sin precedentes en 2005 de los bonos mantenidos por aquellos que obstaculización los términos para la reestructuración, y la falta de transparencia y empalagosa revelación respecto de su capital corriente, creó un ejemplo peligroso”. El diario lanzó esa fuerte opinión ante la noticia de que Argentina intenta presentar a la Comisión de Garantías e Intercambio la aprobación para entrar nuevamente al mercado de capitales de Estados Unidos. “Si la SEC falla en mantener a la Argentina fuera del mercado de capitales –publkicó el influyente matutino- podría favorecer a otras naciones en seguir el camino irresponsable de ese país”.
La Argentina de los Kirchner no tiene buena reputación. Y pasa, sin duda por graves dificultades económicas, muchas de las cuales no han alcanzado todavía la superficie, pero emergerán en el curso de este año.
La información que el señor Panetta le facilitó a su jefe en la Casa Blanca apuntó, seguramente a subrayar que, además de los problemas económicos (al fin de cuentas no hay país que no los atraviese en mayor o menor grado en tiempos de crisis global) Argentina puede atravesar altibajos políticos, como ya han sufrido (o están sufriendo) algunas de las naciones sacudidas por el tsunami económico-financiero (Islandia, Irlanda, Inglaterra, Grecia, Ucrania, Letonia han visto caer abruptamente la popularidad de sus gobiernos…y en algunos casos lo que cayó fue el gobierno mismo).
No hace falta un gran aparato de inteligencia ni un ejército de espías para detectar esa realidad: la información es pública; las empresas demoscópicas registran en sus encuestas el derrumbe de la imagen de la familia presidencial, los diarios dan cuenta de las aceleradas sangrías que sufre el oficialismo, de los diputados, senadores y legisladores locales que se alejan de la fuerza kirchnerista; cualquiera puede observar que el gobierno no cierra el conflicto con el campo, que tanto lo debilitó en 2008, sino que, en cambio, pretende profundizarlo en busca de una dudosa revancha. En fin, los observadores hablan ya desde la perspectiva del sentido común del “comienzo del fin de Kirchner” (La Vanguardia de Barcelona) y del postkirchnerismo. Y muchos (sin excluir a políticos prudentes como el santafesino Carlos Reutemann) temen que si la crisis no es adecuadamente manejada – es decir, con racionalidad y audacia, serenamente, sin espíritu faccioso, sin ánimos vengativos- se encuentre en peligro inclusive la elección de octubre.

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Hacia una alianza política con tono federal. Por Julio César Aráoz



La crisis mundial, la percepción de su gravedad, es probablemente lo que ha hecho que el tiempo electoral se acelere. Las opciones que se vislumbran son claras: la continuidad de un estilo de gobierno que ya ha evidenciado su decadencia e inutilidad, o la adopción de un nuevo rumbo fundado en la negociación, el diálogo, el aporte de nuevas ideas más a tono con las dificultades políticas y económicas que se le presenta a la sociedad argentina.
A medida que pasan los días se percibe con mayor claridad que estamos ante el fin de un ciclo y de un modo de gobernar construidos a partir de la crispación y el enfrentamiento. Y esto es lo que debe comenzar a cambiar.
Es la hora de amplios consensos.
Y también es la hora de nuevas ideas.
Tal es el norte con el que se han acercado en Buenos Aires Felipe Solá, Francisco de Narváez y Mauricio Macri, provenientes de distintas vertientes de pensamiento y militancia políticas.
Los tiempos que vienen reclaman también un nuevo concepto de lo que significan los pactos electorales. El aporte de ideas y de voluntades políticas supone el enderezamiento de las individualidades hacia una férrea propuesta transformadora en lo institucional y también en lo productivo.
Es preciso recuperar, desde Córdoba, la bandera federal.
Vivimos una época de transformaciones en la que un estilo de gobierno ha mostrado su incapacidad para generar consensos a favor del fortalecimiento institucional y el mejor desempeño productivo de la Nación.
Concluye un tiempo en el que las provincias están sometidas a los humores de un gobierno centralista que ignora las necesidades y esperanzas del interior.
Concluye un tiempo en que los gobernadores deben rendirse cotidianamente a la extorsión de un gobierno nacional que utiliza los recursos de la Nación para fines mezquinos y de política pequeña.
Concluye un tiempo en el que los que producen son agredidos y desalentados sistemáticamente.
Es la hora de comenzar a gestar un gobierno para todos los argentinos.
La crisis que ya estamos viviendo será mucho más dura si la agresión y el enfrentamiento continúa siendo el modo de gobernar.
Córdoba, con su formidable potencia productiva agraria e industrial, está llamada a jugar un papel clave en la reformulación política que se avecina y en la que las próximas elecciones serán un hito decisivo.
Aquí también los justicialistas debe ser el núcleo impulsor de una convergencia de fuerzas políticas, sociales y productivas, con antiguos y nuevos aliados, en la tradición señalada por el General Perón, que promueva un cambio de rumbo a nivel nacional.
La identificación del justicialismo con las necesidades de las franjas más humildes de la sociedad no debe suponer el enfrentamiento con las fuerzas productivas del agro y la industria. Es en el aumento de la producción donde reside la clave de una distribución del ingreso más equitativa y justa.
La rectificación del rumbo a favor de la producción y la convivencia política comienza a jugarse ahora, con vistas a las elecciones de octubre.
Y en tal sentido, Córdoba necesita de una confluencia política y productiva amplia, donde el respeto por las diferencias de sus integrantes y la vocación de convivencia, sean los cimientos donde comience a construirse un futuro mejor para todos los argentinos.

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