domingo, 26 de diciembre de 2010

El dilema de Cristina. Por Gonzalo Neidal

Al gobierno nacional se le siguen complicando las cosas con la toma de tierras. Hace unos días, cuatro gendarmes que custodiaban un predio fueron baleados por un grupo que pretendía ocuparlo.
El gobierno oscila entre la necesidad de poner orden en un tema que amenaza con desbordes peligrosos y su política de no represión a este tipo de delitos, política que ejerce con gran orgullo.
Pero sabe que con su prescindencia corre dos riesgos. Uno, que haya muertes por enfrentamiento entre vecinos ya radicados y ocupantes ilegales de las tierras. El otro, al cual es igualmente sensible, es que puede perder votos entre los vecinos que resisten estas ocupaciones ilegales. De hecho ya hay encuestas que reflejan esta mengua.

Por eso, el gobierno de Cristina se mueve con espasmos contradictorios. Un día remueve a Aníbal Fernández del manejo de la Policía Federal, que aparece reprimiendo en la TV. Y pone ahí a Garré quien anticipa que no va a reprimir. El progresismo festeja tanta sensibilidad pero los vecinos se enfurecen por la falta de solución a las tomas y la proliferación de ocupaciones.
Entonces el gobierno decide poner 6.000 gendarmes en la calle como una fuerza disuasiva mientras negocia el abandono de los predios ocupados. Pero como ya anticipó que no reprimirá, las ocupaciones no cesan y ahora se agrega la agresión con armas de fuego a varios gendarmes.
Por un lado el gobierno no quiere perder el voto progresista, núcleo duro de apoyo a Cristina. Pero por otro lado necesita conservar los votos de los pobres de la Capital y el conurbano, que piden soluciones para las ocupaciones, que quieren algún modo de represión, que organizan marchas todos los días en contra de las tomas de tierras y que amenazan con enfrentamientos de incalculables consecuencias.

Distintas visiones
Dentro del propio gobierno hay distintas visiones sobre este tema. La ministra Garré y su asesor, el periodista Horacio Verbitsky, adjudican las tomas a una conspiración organizada por oscuras fuerzas en cuya cúspide está Eduardo Duhalde. La propia presidenta ha suscripto en alguno de sus discursos esta tesis. Los ocupantes serían fuerzas organizadas por un sector de la oposición, con ánimo de desestabilizar al gobierno con el caos que esto genera. El devaluado Jefe de Gabinete Aníbal Fernández insiste en adjudicarle a Eduardo Duhalde la organización de los desmanes y ocupaciones de tierra que van ocurriendo en estos días, provocados e incentivados por la evidente ausencia de estado y las promesas de no represión.
Esta explicación se desmoronó con el transcurso de los días a partir del momento en que el líder de los ocupantes del Parque Indoamericano, un señor que portaba el oportuno apellido Salvatierra, confesó su fervor kirchnerista.
Los desmanes ocurridos el jueves 30 en la estación Constitución, también fueron adjudicados a la perversión destituyente de Eduardo Duhalde, aún cuando fue evidente que el cese de la partida de trenes, ocasionado por el corte de vías en el FFCC Roca, fue un detonante que caldeó los ánimos de los pasajeros y creó condiciones inmejorables para que, probablemente, activistas de los pequeños grupos de ultraizquierda fogonearan la comisión de desmanes, incendios y saqueos. Daba vergüenza ver cómo la policía se escondía de los manifestantes que, con piedras, la hacía retroceder y tornaba ineficaz su presencia.
Algunos intelectuales kirchneristas han preferido reforzar su discurso anti discriminación, aún cuando este enfoque inicial ya fuera abandonado por el gobierno nacional en vista de su ineficacia argumental. Por ejemplo, Horacio González hace una suerte de chantaje ideológico consistente en acusar de racista a todo aquél que no aprueba las tomas ilegales. Con su habitual prosa confusa y nebulosa, además de pretenciosa, discurre sobre esta teoría de que “ha emergido un pliegue racista”. Ridiculiza a los vecinos, vocablo que adorna con comillas descalificadoras, a los que piensa como protagonistas de una “lucha tacaña”, y “mandados ellos sí a la turbia epopeya racista”. ¿Mandados por quién?
Como González es sociólogo, debe saber que los vecinos, sin comillas, que resisten las ocupaciones, son, seguramente, históricos votantes del peronismo. Se trata de trabajadores formales o informales, clase media baja y media, que habitan bordes de algún cinturón del conurbano bonaerense y que piden el cumplimiento de las leyes.
González apela a palabras duras como “racismo” pero su discurso está impregnado de la prescindencia y ligereza de un señorito que habita confortablemente en Recoleta o Palermo, bien lejos del territorio de esa lucha entre pobres. Desde ahí, seguramente escribiendo en una notebook, y regulando el aire acondicionado con el control remoto adecuándolo al calor que acompaña su indignación filosófica, arroja palabras de genuino desprecio hacia los vecinos, trabajadores de suerte irregular, a los que necesita vincular como sea a los malignos manifestantes del campo o a la Liga Patriótica de Manuel Carlés de hace un siglo. Y todo para hacernos creer, que el racismo es la clave de la trágica disputa entre pobres que estamos presenciando.
Uno podría preguntarse si en todo esto no tendrá nada que ver la ausencia de una política de vivienda para los más pobres –argentinos y hermanos de países vecinos- de los años de los Kirchner.
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Año caliente, verano desbordado. Por Jorge Raventos

En vísperas de la Nochebuena, decenas de miles de trabajadores de las barriadas del sur del Gran Buenos Aires debieron soportar durante horas el impiadoso sol del verano porteño puertas afuera de la estación Constitución, que había sido clausurada; no habría servicio de trenes hasta la madrugada siguiente, porque desde temprano estaban cortadas las vías a la altura de Avellaneda por una protesta y el gobierno nacional había decidido no despejar el bloqueo para no provocar incidentes. Lo que quiso evitar en Avellaneda sucedió, así, en Constitución: centenares de pasajeros frustrados, sublevados por la arbitrariedad, la demora y el calor se lanzaron contra las rejas encadenadas de la estación ferroviaria y chocaron con la mínima dotación de la Policía Federal que las custodiaba.

Los disturbios se prolongaron por más de dos horas; cuando los refuerzos policiales consiguieron contenerlos ya se habían producido incendios, saqueos de comercios, batallas a pedradas desplegadas en medio del tránsito (que no había sido cortado y desviado durante los incidentes) y se contabilizaba una treintena de heridos (algunos de ellos, efectivos de la Federal), varios de gravedad.
Nilda Garré, la flamante secretaria de Seguridad se consideró satisfecha con la performance de sus fuerzas. Para ella el objetivo principal reside, al parecer, en evitar que la Policía –que quiere desarmada- pueda ser culpada de una muerte o una lesión grave. La seguridad es otra cosa, claro. Por lo menos eso deben pensar los que vieron destruidos o saqueados sus comercios o propiedades o los que no pudieron viajar, que quizás hubieran preferido un poco de acción de las fuerzas para liberar el bloqueo a las vías, donde estaba el núcleo del problema (lo que impedía el paso de los trenes).
Mientras esto ocurría en Constitución, seguían avanzaban en otros sitios –descampados, depósitos privados, inmuebles en litigio, terrenos estatales y hasta veredas- la ocupaciones ilegales. Las fuerzas de seguridad en muchos de esos casos ni siquiera se hacen presentes,; en otros, rodean con cierto despliegue los espacios usurpados, en una maniobra que tiene por principal objetivo defender a los okupas de los intentos de desalojo protagonizados por el vecindario. El caso de un club barrial de Villa Lugano es un ejemplo: el juez actuante ordenó la desocupación hace más de diez días y no se ha registrado acción en ese sentido. La secretaria Garré pretende que la Ciudad de Buenos Aires entregue un subsidio a los ocupantes para que estos abandonen el predio, pero el gobierno nacional había acordado con el de la ciudad autónoma que no se premiaría a los usurpadores con ningún beneficio. Más que un cambio de criterio, la propuesta de la secretaria revela impotencia: el gobierno no se siente en fuerza para hacer cumplir la ley ni para cumplir con las instrucciones de los jueces.
A la luz de esa debilidad, avanza en la sociedad la acción directa: así como se ocupan predios ilegalmente, pequeños grupos o manifestaciones más concurridas cortan con distintos motivos esquinas transitadísimas, autopistas, vías férreas y rutas o bloquean la salida de vuelos. Todo el mundo tiene causas (plausibles o caprichosas) para intentar hacer lo que el Estado no hace o para reclamarle que lo haga. Para pedir, por ejemplo, que funcionen los trenes subsidiados o que no falte la energía en los hogares y en las calles durante días enteros. O que no falten billetes de banco.
Después de haber anunciado lo contrario, el gobierno decidió de buenas a primeras que el 24 y el 31 de diciembre se convirtieran en feriados bancarios porque temió no poder garantizar que hubiera papel moneda en las instituciones (de hecho, eso ocurrió durante largas y tórridas horas en algunas sucursales del Banco Nación el jueves 23, para padecimiento de decenas de jubilados que debían cobrar sus haberes). Hay que reconocer la coherencia del método: si hay corte de vías, se cierra Constitución y se suspende el servicio de trenes; si no se pueden garantizar los billetes, se cierra los bancos.
Así, el gobierno llega al fin de 2010 en medio de una situación de desorden y de obvias torpezas en la gestión. Las decisiones se demoran, los problemas no encuentran soluciones adecuadas y oportunas. La chapucería llega a los propios nombramientos que hace el gobierno: el flamante secretario de Justicia, Alejandro Julián Alvarez (un militante de La Cámpora, la corriente que conduce Máximo Kirchner) no podrá formar parte del Consejo de la Magistratura, como preveía un decreto de 2006 suscripto por Néstor Kirchner. Con 29 años, Alvarez no alcanza la edad que se requiere para formar parte de ese cuerpo. El gobierno tuvo que modificar aquel decreto del ex presidene.
Juan Perón solía decir que sus gobiernos serían apreciados “no porque nosotros seamos buenos, sino porque los que vinieron después fueron peores”. Aquella frase pícara del General quizás podría aplicarse hoy a Néstor Kirchner. Son muchos los que lo extrañan y observan que el gobierno está sintiendo su ausencia. Es que el sistema de poder del oficialismo giraba alrededor del ex presidente: él mandaba, él disciplinaba, él administraba los recursos, el hacía el seguimiento de los temas. Esos roles no han sido heredados.
La hipercentralización que ejercía Néstor Kirchner procuraba, de todos modos, asentarse sobre bases más amplias que un entorno de allegados, conocidos o preferidos por simpatías ideológicas o por “cuestiones de piel”. En función de la consolidación de su mando y de sus intereses, Kirchner actuaba con un enorme pragmatismo, como detectó la Embajada de Estados Unidos, según las filtraciones de Wikileaks.
En los últimos tiempos, después de la muerte y el paréntesis del duelo, se van sucediendo hechos que exhiben improvisación y estrechamiento en la selección del personal de gobierno. A los alejamientos inducidos de personas que parecían allegadas al jefe de gabinete, Aníbal Fernández (desde altos funcionarios de las áreas de Seguridad y de Justicia hasta la plana mayor de la Policía Federal), se ha sumado el del Procurador Joaquín Da Rocha, un peronista de cuyo estudio privado participa el ex canciller, Rafael Bielsa. Da Rocha venía siendo atacado en los últimos meses por Horacio Verbitsky, el columnista de Página 12 y presidente del CELS al que se asigna influencia ideológica en muchas decisiones presidenciales. Para Verbitsky, Da Rocha era culpable de tres pecados: su amistad política con Daniel Scioli, ser funcional al Grupo Clarín y haber permitido que su estudio asesorara al gobierno chileno en el reclamo de extradición del ex terrorista Galvarino Apablaza. Para reemplazar a Da Rocha, la Presidente convocó a una conocida: Angelina Abbona, que fue Titular del Tribunal de Cuentas de Santa Cruz y que, además, cuenta con la tutela de Carlos Zannini, el secretario Legal y Técnico de la Presidencia, que acompaña a los Kirchner desde su provincia.
Si en la etapa ascendente de su gobierno Néstor Kirchner se rodeó de figuras de perfil propio, heredadas, en casos, de la presidencia de Eduardo Duhalde (como Roberto Lavagna), hoy parece haber una preocupación por consolidar un eje sólidamente “cristinista”, algo que se observa tanto en los reclutamientos más cercanos como en las preferencias de trato de la Presidente a sus diferentes ministros. Algunos suben, otros descienden. Se espera, inclusive, que esta tendencia se consolide con una reestructuración más amplia del gabinete. Entretanto, esa atmósfera suscita intrigas y conflictos soterrados.
Fue notable el esfuerzo que hizo el oficialismo la última semana para asegurar ya mismo el ascenso del general César Milani, un militar al que se le vaticina un destino de Jefe de Estado Mayor. Se atribuye a Milani una relación política estrecha con la ex ministra de Defensa, Nilda Garré, pero este no parece ser el motivo principal de la notable movilización con que el oficialismo consiguió quórum para poder aprobar ese pliego. La razón sería, más bien, el vínculo político que Milani ha probado con el kirchnerismo. A él se adjudica la política (que algunos definen como “limpieza genética del Ejército”) que eliminó de las listas de ascensos a varias decenas de oficiales de brillantes calificaciones, objetados por sus lazos familiares con militares de anteriores camadas y por ello sospechados de tener diferencias políticas con el oficialismo.
Una matriz hipercentralista como la que el kirchnerismo traía desde sus orígenes, parecía destinada a manifestarse de un modo más extremo tras la muerte de quien fuera su forjador. Así, empiezan a expresarse sectores del núcleo oficialista que buscan instalar ya, pese a las dificultades que evidencia su gestión, la candidatura presidencial de Cristina Kirchner por el oficialismo.
Ya lo han hecho el canciller Héctor Timmerman (el primero de la clase: lo dijo antes del sepelio de Néstor) y esta semana, el ministro de Planificación, Julio De Vido.
Alberto Fernández, que fue jefe de Gabinete tanto de la actual Presidente como de su esposo, acaba de declarar que ella “no es la candidata natural” del peronismo. Es una opinión interesante, pero, claro, Alberto Fernández no puede ya ser considerado un hombre del oficialismo. Resulta más significativo, en todo caso, el silencio o las reservas (salvo contadas excepciones) de los jefes territoriales del conurbano y los argumentos con que algunos gobernadores gambetean el tema, alegando que no quieren “forzar decisiones” de la Presidente. Ella, por su lado, cuando se reunió con los dirigentes del Partido Justicialista, la semana última, les pidió “amplitud”, para aceptar a otros.
Seguramente la señora sabe que hay otros que muestran las reticencias que ella observa en el peronismo; en efecto, esa actitud no es en absoluto acompañada por la izquierda que trata de crecer a la sombra del poder kirchnerista: Martín Sabatella, diputado y líder del partido Nuevo Encuentro, expone sin recelo alguno su voluntad de respaldar la candidatura presidencial de Cristina Kirchner. Pero combate al gobernador bonaerense Daniel Scioli. Y a otros gobernadores peronistas. Y lo hace sin “amplitud” alguna.
El 2010 concluye así entre el hervidero de la acción directa y el desborde (“el desmadre”, dicen algunos) y los conflictos íntimos que la política deberá procesar para hacerse cargo del año electoral. Faltan 10 meses aún para que se abran las urnas. Como cada día tiene su afán, antes habrá tiempo para hacerse cargo de la provisión de billetes, de la provisión de seguridad, de la provisión de energía, del cumplimiento de los fallos de la Justicia, de hacer cumplir las leyes y de combatir adecuadamente las usurpaciones, de frenar la inflación, de generar condiciones que estimulen la inversión. En fin, de gobernar. Toda una convocatoria.
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domingo, 19 de diciembre de 2010

América del Sur crece arrastrada por la demanda emergente. Por Jorge Castro


América latina crece este año 6%, con un aumento del ingreso por habitante de 4,8%, tras haber caído -1,9% en 2009.
La expansión de la región va más allá de todas las previsiones, sostiene la CEPAL , y las únicas excepciones a este crecimiento generalizado son Venezuela y Haití, que caen -1,6% y -7%, respectivamente.
Es un crecimiento heterogéneo. América del Sur crecerá 6,6%, en tanto México y Centroamérica lo harán 4,9%. La diferencia entre las dos dinámicas es que en América del Sur están los países exportadores de commodities (agrícolas, minerales, energéticos) , que han tenido una extraordinaria mejora en los términos de intercambio y un valor récord en sus exportaciones.


Los precios de los alimentos en el mercado mundial ya superaron los niveles récord de julio/agosto de 2008 , encabezados por una soja que vale U$S 460 la tonelada; el valor del cobre esta semana superó U$S 4,6 la libra, lo que implica alcanzar U$S 10.000 la tonelada, el máximo nivel de su historia.
Más de 70% del crecimiento de América del Sur se debe este año a la demanda del mundo emergente (China / India) . Esto significa que el PBI mundial asciende en 2010 a U$S 69,947 billones (en capacidad de compra doméstica /PPP), de los cuales los países avanzados tienen 49,3% y los emergentes, 50,7%. En este cuadro, China tiene ya -medido en PPP-, un porcentaje mayor que el de EE.UU. del producto mundial (U$S 15,203 billones / 21,7% vs. U$S 14,369 billones / 20,5%). Por eso, el crecimiento de China representa este año 59% del total mundial, mientras que el de EE.UU. equivale a 15%.
El dato central del auge del mundo emergente es que los tres principales (China / India / Brasil) lo hacen a través del consumo interno.
Hoy el consumo chino equivale a 5,8% del total mundial y en 2025 representará 28,8%, más que EE.UU.
Asia no japonesa implica hoy 13,2% del consumo mundial, y en 2025 trepará a 43,2%.
Los términos de intercambio de América del Sur son los mejores de su historia . Si se toma 1999 como base 100, alcanzaron a 154 en 2010. Lo que llama la atención del crecimiento de América del Sur en 2010, y de los 5 años anteriores a la crisis global (2003 /2008), es su contraste con la pobre performance de la región en los 30 años previos.
Desde 1960, la brecha en el ingreso per cápita de América del Sur y el mundo avanzado (EE.UU.) no ha cesado de ampliarse. Era entonces 28% del producto por habitante norteamericano y es ahora 18%. Es lo contrario de lo que ha ocurrido en el sudeste asiático. Entre 1975 y 1990, la productividad latinoamericana -aumento del ingreso per cápita- fue negativa respecto a la de EE.UU. en -1,6% anual, en tanto en el sudeste asiático fue + 1,5% superior.
La diferencia es que la causa principal del crecimiento asiático, sobre todo chino, no ha sido la acumulación de capital (más inversión, mayor fuerza de trabajo), sino el aumento de la productividad de la totalidad de los factores (PTF). El auge de la PTF superó en China más del 50% del total del crecimiento, mientras que la acumulación de capital cayó por debajo del 33%.
Por eso hubo convergencia en los últimos 10 años de China/Asia con los países avanzados, mientras no ocurrió lo mismo en América del Sur, donde hubo alto crecimiento, pero no aumento de la productividad superior a la de EE.UU. La diferencia entre América del Sur y China / Asia no es que la primera exporta materias primas y la otra productos industriales, sino las políticas internas de una y otra región.
En China/Asia, todo depende del incremento de la productividad; esto es, de las reformas pro-capitalistas y de la integración con el sistema globalizado. En América del Sur, las reformas todavía están pendientes.

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Víctimas del marxismo (de Groucho)


Puesto a prueba por una módica crisis que la chapucería se encargó de extender, el gobierno de Cristina Kirchner reveló un desconcierto y un extravío que hicieron cundir la alarma entre propios y extraños.
Una enumeración de las sucesivas decisiones y cambios de dirección adoptados desde la Casa Rosada a partir de la ocupación del Parque Indoamericano de la Ciudad de Buenos Aires es suficientemente ilustrativa.
Primero el gobierno nacional envió a la Policía Federal; se desató así lo que un aliado dilecto del oficialismo, Luis D’Elía, describió como “episodio represivo violento, encabezado claramente por la Policía Federal”.
Poco después de que las imágenes del operativo ordenado por Balcarce 50 alcanzaron las pantallas de tevé, desde el mismo domicilio se ordenó el repliegue. El jefe de Gabinete se negó a partir de allí a satisfacer el pedido de las autoridades porteñas y las instrucciones judiciales que reclamaban la presencia de las fuerzas de seguridad para impedir choques entre usurpadores del Parque y vecinos de los alrededores (Fernández consideró esas instrucciones “de cumplimiento imposible”).

Los enfrentamientos se produjeron, se llegó a contabilizar tres muertos y un número considerable de heridos, los desbordes abundaron y hasta se asaltaba las ambulancias que intentaban recoger víctimas en ese campo de batalla. El gobierno nacional envió entonces fuerzas de Gendarmería y de la Prefectura para evitar nuevos enfrentamientos (tarea que, por lo visto podía cumplirse perfectamente). Fue un retroceso tardío, pero de todos modos saludable.
El jefe de Gabinete, con el acompañamiento de la propia presidente, insistía en que la ocupación formaba parte de una conspiración “destituyente”, que atribuían a Mauricio Macri y Eduardo Duhalde. Algo contradictoriamente, Fernández le reclamaba al gobierno porteño que ofreciera un plan de viviendas a los ocupantes. El gobierno de la Ciudad Autónoma se mantuvo firme en dos temas: el predio debía ser desocupado y no habría premio alguno para quienes participaron de la intrusión.
“La ocupación no es delito” proclamó el jefe de gabinete el martes 14 por la mañana. Bandera de largada: pocas horas después las tomas de predios se multiplicaban, tanto en la Capital como en conurbano bonaerense y hasta en provincias alejadas del epicentro, como San Juan. Los teléfonos más receptivos del oficialismo empezaron a sonar: gobernadores e intendentes pedían que se pusiera fin de una buena vez a un proceso que empezaba a incendiar el orden. Nuevo viraje: se llega entonces a la decisión de desalojar de intrusos el Parque Indoamericano, acordar con el gobierno de la Ciudad Autónoma y prometer ante cualquier nuevo intento de usurpación el castigo administrativo de la pérdida de derechos a planes sociales y planes de vivienda.
En síntesis, la Casa Rosada se tomó más de una semana para llegar a conclusiones de libro después de haberlas repudiado puntualmente, mientras producía con sus zigzagueos un agravamiento de la crisis.
Hay quienes atribuyen simpatías por el marxismo a sectores del gobierno nacional. La disparatada dialéctica de los cambios de dirección ante las usurpaciones parece confirmar que sus principales responsables se guiaron por un lema de Marx (Groucho): “Estos son mis principios. Si no les gustan, tengo otros”.
La erosión sufrida por la autoridad se observó de inmediato en el hecho de que, pese a la última palabra pronunciada (la promesa de penas a los que intrusen propiedades públicas o privadas), las ocupaciones continuaron y en algunos casos volvieron a manifestarse con violencia.
En paralelo, comenzaron a manifestarse mayores señales de centrifugación del dispositivo de poder que, en rigor, había sufrido su mayor perdida el 27 de octubre, cuando dejó la escena el hombre que - mal o bien y aún sufriendo un proceso de declinación política- manejaba la compleja trama de sectores, intereses y fuerzas sobre la que se asienta el oficialismo.
La señora de Kirchner ha debilitado enormemente con sus últimos recortes de influencia, designaciones y desplazamientos ministeriales a Aníbal Fernández, uno de los pocos hombres de su gabinete que le puede servir de nexo con el peronismo.
Julio De Vido, que ya cumplía en parte esa función, queda ahora, ante el ataque de anemia de Fernández, como el principal canal abierto hacia la realidad. De Vido escucha a sindicalistas, a empresarios, a gobernadores, a intendentes. Fue él quien impulsó la designación de Arturo Puriccelli como ministro de Defensa, frenando la candidatura para ese puesto de Marita Perceval, adscripta al mismo sector ideológico al que pertenece la flamante titular de Seguridad, Nilda Garré.
En los gremios y en el peronismo que se referenció en Néstor Kirchner (o fue disciplinado por él) se observa con inquietud la creciente influencia de sectores del sedicente progresismo. En la última semana, Luis D’Elía un vocero informal de esa tendencia, embistió conjuntamente contra Mauricio Macri, Eduardo Duhalde, Luis Barrionuevo, Aníbal Fernández, Florencio Randazzo y Daniel Scioli. D’Elía no sólo maneja un fuerte aparato de organizaciones sociales merced al respaldo del gobierno: también ha colocado al número dos de la agencia informativa oficial, Telam.
La figura que más preocupación provoca en el peronismo que se articula con el gobierno es la del periodista Horacio Verbitsky, al que se atribuye la capacidad de incidir sobre el “relato” progresista de la Presidente, mantener capacidad de presión sobre sectores de la Justicia, ser escuchado en ámbitos externos sostenido por el discurso de los derechos humanos y extender inclusive su influencia a algunas personalidades de los partidos que figuran en la oposición.
En virtud de la tutela que Verbitsky ejerció sobre las políticas que Nilda Garré desplegó en el ministerio de Defensa, muchos curiosean ahora en qué puede traducirse esa influencia en materia de políticas de seguridad. Las notas que Verbitsky escribe los domingos en Página 12 registran, por caso, una insistente campaña contra el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Ricardo Casal. Aunque Verbistky está, en principio en la vereda opuesta de Daniel Scioli (tanto, que hasta ha denunciado con tono acusatorio al Procurador del Tesoro, Joaquín Da Rocha, por apoyar al gobernador), los durísimos golpes contra Casal no son meras derivaciones de aquella divergencia, sino que tienen motivaciones específicas.
Parece obvio que, si este antecedente tuviera repercusión en la gestión de la flamante ministra Garré, la colaboración entre los departamentos de Seguridad de Nación y Provincia de Buenos Aires sería de diagnóstico problemático.
Ya en la pendiente final del año y al inicio de un verano que se presenta caliente y movido, un balance provisional de los hechos que se dispararon a partir de la ocupación del Parque Indoamericano indicaría que se confirman las amenazas a la gobernabilidad abiertas con la muerte de Néstor Kirchner, habida cuenta de que su manejo de las tendencias e intereses que sostenían el poder no ha sido heredado.
Sobre el despliegue de una extendida crisis social –pobreza, baja productividad del trabajo, empleo en negro, déficit de vivienda, decadencia educativa, concentración demográfica, deficiente ocupación del territorio- se extiende una creciente erosión de la autoridad, acompañada por el desprestigio de la política, las investigaciones de corrupción y la esclerosis de los partidos.
Así, el país hoy tropieza con escollos para aprovechar la formidable oportunidad que se le abre en un mundo que está dispuesto a pagar a muy buen precio sus producciones competitivas; un mundo que vuelca enormes inversiones en las naciones emergentes cuando éstas ofrecen una perspectiva de confianza, previsibilidad y desarrollo. Para ingresar en el círculo vicioso hay que superar los escollos, deshacerse de lo que obstaculiza.
Conviene recordar a Fierro: No hay tiempo que no se acabe. Ni tiento que no se corte.
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¿Por qué la izquierda no combate la inseguridad?


Deja indefensos a los más débiles frente al ascenso del delito, porque la ideología la lleva con demasiada frecuencia a tomar partido por el delincuente. Es la tesis de Hervé Algalarrondo, vicejefe de redacción de Le Nouvel Observateur.

Siendo él mismo un intelectual de izquierda, este directivo del prestigioso semanario francés viene formulando sin embargo desde hace un tiempo una dura requisitoria contra esa tendencia en varios ensayos y en particular en un libro titulado: Seguridad: la izquierda contra el pueblo.
Algalarrondo afirma que la izquierda ha descuidado un fenómeno que golpea sobre todo a los más pobres, porque:
- Ve en el delincuente a una víctima de la sociedad.
- La seguridad como un reclamo de la derecha.
Acusa a la izquierda de haber traicionado a su electorado. Su tesis es que una “cultura de la excusa” la lleva a ignorar a la víctima para asumir la defensa del que viola la ley.


Privilegiar las causas sociales en la explicación de los motivos del delito, es una cosa. Renunciar a combatir la delincuencia es otra. Pero, para la izquierda, la explicación se convierte en excusa. Excusa para el delincuente y excusa para la inacción de los poderes del Estado.
Otra creencia que Algalarrondo combate es la de que una mejora de la situación económica traerá automáticamente una caída en los índices del delito. En la práctica, es apostar a que el tiempo lo resuelva todo. Podemos comprobar la falsedad de esa tesis en América Latina: la región ha crecido sostenidamente en los últimos años, pero en muchos países latinoamericanos el flagelo de la delincuencia no sólo no retrocede sino que avanza.

Una falsa ecuación
“En mi libro, dice Algalarrondo, ataco una ecuación totalmente falsa: que las medidas de seguridad son de derecha, hasta fascistas.
Ese es el discurso de las elites culturales parisinas totalmente desconectadas de la realidad. En los suburbios humildes de París o de Lyon, el electorado de izquierda pide más seguridad, igual que el de derecha”. Y ejemplifica: “Los padres que quieren que sus hijos circulen tranquilamente por las calles de su barrio no son de derecha ni de izquierda, son padres”.
También ironiza sobre la postura de los ex partidos comunistas o trostkistas al señalar como “una fantástica paradoja” el hecho de que aunque “las demandas de mayor seguridad son muy fuertes entre los trabajadores; 'el partido de la clase obrera' se mantiene en ese tema en posiciones de una extrema candidez”.
Según él, al negar la realidad de la delincuencia, los “bienpensantes” del progresismo no han entendido que la inseguridad toca justamente a los más carenciados, “ahoga a los servicios públicos y a las barriadas”. “La izquierda -acusa Algalarrondo- ha olvidado sencillamente que las primeras víctimas del incremento de la inseguridad”, son los trabajadores, la gente humilde.
La tendencia de estos sectores políticos a “ideologizar” todo nubla la realidad. “La intelectualidad de izquierda sigue viendo en el más mínimo incremento de los poderes de la policía y de la justicia una amenaza para las libertades”, explica el periodista. En el imaginario progresista, la lucha contra el delito está siempre asociada al atentado contra la libertad individual o a su recorte.
No hay duda de que pueden cometerse abusos en la represión de la delincuencia pero en el estado de derecho existen mecanismos para prevenirlos y evitarlos, por lo tanto, no pueden ser la excusa para una inacción que, a la larga, por el caos y la inseguridad que genera, acaba atentando, y en mucho mayor medida, no sólo contra la libertad individual sino contra la vida misma.

Los delincuentes, el nuevo proletariado
Hervé Algalarrondo pone en el banquillo de los acusados:
Al desaparecido filósofo francés, Michel Foucault y su libro, biblia del garantismo, “Vigilar y castigar” (1985). “A los que roban, se los encarcela; a los que violan, se los encarcela; a los que matan, también. ¿De dónde viene esta extraña práctica (sic) y el curioso proyecto de encerrar para enderezar?”, se preguntaba Foucault, por ejemplo.
Algalarrondo expone al respecto otra tesis impactante: “Para la intelligentsia, el nuevo proletariado, son los delincuentes”. Traiciona a sus propias bases en nombre de la defensa de los “fuera de la ley”. Los que cometen delitos estarían en rebeldía contra una ley y un orden “injustos”. Son ellos las víctimas. Con este discurso, la izquierda deslegitima totalmente la idea de represión.
Otro aspecto en el cual el autor se despega del dogma progresista es su defensa de la policía. Acusa a la izquierda de racismo policial. Para ella, “los policías son siempre presuntamente culpables y los jóvenes siempre totalmente inocentes”. Eso explica que se movilicen por los casos de gatillo fácil o abuso policial, pero jamás por las víctimas de la delincuencia.
Alagalarrondo afirma que “no se hará retroceder la inseguridad sin rehabilitar a la policía” y que ésta “necesita sentir el respaldo de todo el país pero, para la intelligentsia, eso es inimaginable porque reserva su compasión para los delincuentes y no tiene ni una palabra de consuelo o aliento para los que trabajan, los que estudian o los que padecen por la delincuencia”. Mucho menos para los policías caídos en cumplimiento del deber.
También en eso, dice el directivo del Nouvel Observateur, “existe un divorcio entre el pueblo y las elites: en las zonas sensibles, la gente reclama más presencia policial”.

El “partido” de los derechos humanos
Finalmente, Algalarrondo pronostica que cualquier gobierno, “de derecha o de izquierda”, que decida enfrentar el delito chocará contra el “partido de los derechos humanos”.
Un partido informal, una creación de la revuelta estudiantil de mayo del 68 en Francia que dio origen a esa nueva mirada candorosa hacia la delincuencia.
Un partido ante el cual, afirma, muchos han capitulado.
El redactor de Le Nouvel Observateur aconseja a la izquierda rechazar el “fantasma liberticida” que afirma que combatir la delincuencia sería ser de derecha.
Es cierto que las fuerzas progresistas en general no ponen a la seguridad entre las prioridades de su agenda. Pero algunos están empezando a cambiar. El propio Partido Socialista francés designó a un responsable de Seguridad en su secretariado nacional, algo impensable un tiempo atrás.
“La inseguridad no es una sensación”, declaró a la prensa Jean-Jacques Urvoas, el diputado nacional designado para ese cargo.
En cuanto a América Latina, junto a Venezuela, cuyos índices de inseguridad se han disparado sin que el Gobierno haya reaccionado aún, tenemos el ejemplo del presidente salvadoreño, Mauricio Funes, quien llegó a la primera magistratura encabezando una lista formada por una ex organización guerrillera, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, pero no ha eludido el drama de la violencia delictiva en su país y acaba de poner en vigencia una ley para combatir a las maras (pandillas) que prevé penas más duras para quienes se sumen a estos grupos delictivos.

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domingo, 12 de diciembre de 2010

Cluando lavarse las manos trae problemas. Por Daniel V. González

Hay dos palabras que el gobierno nacional pretende excluir de su lenguaje.
Una, vinculada a la economía, es “ajuste”.
La otra, del mundo de la política, es “represión”.
En ambos temas el gobierno no admite el camino sinuoso, las idas y venidas que a menudo reclama la realidad. No: piensa que rectificar aunque sea parcialmente su política económica no es propio de un gobierno progresista. De igual modo, utilizar la policía en algo distinto que sea espiar a los rivales políticos, tampoco lo es.
Pero claro, más allá de la voluntad política de los gobiernos, las realidades se abren paso de todos modos. Si no hay ajuste, aparece la inflación, que es el modo más perverso de ajustar pues el costo recae sobre las espaldas de los más pobres.

Si no hay represión, porque se entiende que las fuerzas de seguridad no deben ejercer la violencia contra el que protesta, entonces ésta aparece en manos privadas. La ejercen los vecinos o los ocupantes ilegales. Entonces, en ambos casos, el presunto “logro popular” se cae a pedazos pero siempre quedará el argumento de culpar, en el caso de la inflación, a los empresarios enemigos del país y, en el caso de los muertos en la pelea de pobres contra pobres, a la derecha, a la policía metropolitana o a los vecinos azuzados por el gobierno de la ciudad.
El método de la prescindencia, del lavado de manos, del ocultamiento de la policía para no causar muertes no le está dando resultado al gobierno. Los muertos llegan igual. Lo que no hace el estado, lo hacen los privados. Así pasó con Ferreyra, poco antes de la muerte de Néstor, así pasó ahora en Villa Soldati.
Es que la ley jurídica ha sido creada para evitar la ley de la selva, que abre la puerta a situaciones incontrolables. Ahora bien, si el gobierno abdica el cumplimiento de las leyes, si además desoye la palabra de los jueces, el caos está al alcance de la mano.
Para temas como éstos el gobierno nacional muestra una clara discapacidad. Cuando unas decenas de vecinos cortó un puente porque estaba disconforme con la instalación de la pastera Botnia, estuvimos 3 largos años incomunicados por esa vía con el Uruguay. Además, el presidente Kirchner transformó el problema en una lucha nacional y cooptó una de las dirigentes, Romina Picoloti, y la llevó al gabinete a cargo de los temas ambientales.
Ahora, decenas de familias en su mayoría de inmigrantes bolivianos y paraguayos ocupa ilegalmente un parque en Villa Soldati, y el gobierno nacional, que tuvo oportunidad de una labor preventiva y disuasiva, permite la ocupación en nombre de una política suprema consistente en que la policía no debe intervenir pues se trata de un problema de naturaleza política y social y no policial.
Ocurrida la ocupación, lo único que le preocupa al gobierno es cargar las culpas a Mauricio Macri, acusarlo de xenófobo y decir que todo esto es la consecuencia de promesas electorales incumplidas. O sea: la derecha no tiene en cuenta a los pobres, no les construye viviendas y, además, desprecia a los inmigrantes.
Un par de días después de iniciado el conflicto el resultado fue: cuatro muertos, enfrentamientos entre ocupantes pobres y vecinos pobres, creación de un Ministerio de Seguridad, desplazamiento del locuaz e ineficaz Aníbal Fernández del manejo de la Policía Federal y envío de la Gendarmería para controlar la zona.
El gobierno aparece más preocupado por el cuidado de su traje ideológico progresista que por la solución de los problemas ocasionados por la inmigración, la miseria, la falta de trabajo y el relajamiento en el cumplimiento de la ley. Esto puede verse en la nota de Verbisky en Página 12 donde el periodista oficialista trata de disimular el traspié del gobierno y alega que la Gendermería ha sido enviada para asegurar a los ocupantes la provisión de los elementos de primera necesidad hasta tanto Macri les provea una vivienda.
El respeto del orden jurídico, se pretende, es de “derecha”. Aparentemente el gobernador kirchnerista Gildo Insfrán no piensa igual, en su relación con los ocupantes de tierras en su jurisdicción. Tampoco el presidente brasilero Lula da Silva, que no tuvo problemas en copar con el Ejército las villas miserias ante la evidencia de la existencia de delitos de narcotráfico.
En el caso de Villa Soldati, mezcladas con las reivindicaciones de los inmigrantes que aspiran a una vivienda, existe también el comercio de droga y la presencia de otras formas de delito, tal como lo denunció –inopinadamente- Sergio Shocklender, hijo dilecto de Hebe de Bonafini y alguien insospechado de cualquier simpatía con el gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
Incluso el Premio Nobel Pérez de Esquivel, que no se privó de acusar a Macri de xenófobo, no tuvo más remedio que instar al gobierno nacional a la utilización de las fuerzas de seguridad, ante la certeza de que los vecinos ya instalados estaban resistiendo por la fuerza el desembarco ilegal de los ocupantes del Parque Indoamericano.
Lo han señalado varios: es curioso que un gobierno que impulsa una fuerte intervención del estado, se ausente en el momento exacto en que la presencia del estado es reclamada para evitar consecuencias mucho más violentas y de consecuencias imprevisibles. Es que el gobierno, en este tema, es presa de un gran prejuicio ideológico que lo ata de manos y lo deja sin respuesta.
Intenta, eso sí, hacer aparecer su prescindencia como un gran mérito en materia de justicia y defensa de los derechos humanos. Pero la sangre corre de todos modos, si no por la acción del gobierno, por su omisión.
Asimismo, el echarle la culpa a Macri de toda la situación, no le ha salido demasiado bien al gobierno. En efecto, los vecinos de Villa Soldati –pudo verse en la televisión- veían en el jefe de gobierno porteño a alguien que los defendía y que estaba de su lado, pidiendo que el predio del Parque fuera abandonado por los ocupantes ilegales. Ellos también ven cómo el gobierno nacional, con su inoperancia, deja el problema planteado sin poder resolverlo. Se trata de vecinos también pobres, que han construido su vivienda con mucho esfuerzo, que muestran solidaridad con quienes aún no tienen su propia casa pero que de ningún modo quieren que frente a sus viviendas se instale una villa de emergencia en condiciones de precariedad completa, con todo lo que ello significa para la vida cotidiana de sus familias.
Cabe preguntarse también cuál es el criterio que el gobierno nacional tiene para decidir qué lugar es y qué lugar no es apto para ser ocupado ilegalmente.
¿Por qué en el Parque Indoamericano puede instalarse una villa de emergencia y no en la Plaza de Mayo o en la Recoleta?
¿Cuál es el criterio que les permite decidir por sí o por no en uno u otro lugar?
¿Por qué unos espacios públicos pueden ser ocupados y otros no?
¿Será porque en Villa Soldati los vecinos son pobres y, además, están lejos de la Casa Rosada?
También uno puede preguntarse cuánto tiempo estarán ahí los gendarmes si, como todo hace pensar, Macri no les provee una vivienda. ¿Puede esa situación prolongarse durante semanas y meses? ¿Y si a esta ocupación siguen otras y otras más?
Son preguntas ciertamente incómodas.
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Vacío de estado. Por Jorge Raventos

Entre el fin de la noche del viernes 10 y la madrugada del sábado 11, el gobierno nacional y el de la ciudad de Buenos Aires iniciaron finalmente un diálogo, después de una semana de choques verbales por los medios mientras, el poder era un desaparecido en el sur porteño.
El encuentro tuvo sus rasgos propios. Aníbal Fernández recibió a Mauricio Macri en la Casa Rosada, menos en su función de representante del gobierno que como perito de parte de los sectores que tenían intrusado desde hacía una semana un predio público de 130 hectáreas: “"Los ocupantes del parque Indoamericano nos pidieron que intercediéramos y fuéramos garantes de una reunión con el jefe de la ciudad", relató Fernández vía Twitter. Prosiguió, en tiempo real: “: "Ya arribó a casa de gobierno Mauricio Macri y estamos esperándolo junto a los representantes de los ocupantes”.

Esa performance era el primer gesto para romper la inacción que ya llevaba cobrados tres muertos.

El sábado 4 de octubre, los vecinos de los edificios de Villa Soldati lindantes con el Parque Indoamericano, en la frontera Sur de la ciudad de Buenos Aires, observaron los movimientos incipientes de una ocupación del lugar por parte de personas que parecían decididas a establecer allí viviendas precarias. “Serían veinte o treinta –explicó uno de los vecinos-; enseguida dimos el alerta a la policía. Si se hubiera reaccionado rápido no habría ocurrido lo que tuvimos que lamentar después”.
Dos días más tardes los ocupantes se contaban por cientos. Fue (recién) entonces cuando la jueza porteña María Cristina Nazar firmó una orden de desalojo, que cumplieron la Polícía Metropolitana –un cuerpo que apenas transita un estado embrionario- y la Federal.
Algunas escenas captadas por las cámaras de tevé mostraron a hombres de la Federal en acción, cumpliendo la instrucción judicial con un derroche de energía que, al parecer, asustó a la Presidente, sobre todo porque coincidió con el hecho de que los incidentes terminaran con dos víctimas fatales. Aunque no había ninguna evidencia de que los muertos hubieran caído por balas policiales (más bien se piensa que las armas usadas fueron “tumberas”, unas escopetas caseras que emplea la delincuencia más rústica), a partir de ese instante el gobierno nacional decidió castigar a los agentes ("esos señores de uniforme golpeando se van a ir expulsados de la fuerza directamente", resumió el jefe de gabinete Aníbal Fernández.) y replegarse: abandonó así su intervención en un amplio espacio en situación de riesgo, en un distrito al que legalmente debe garantizarle seguridad y que, por otra parte, es la sede de las autoridades federales. El predio volvió a ser ocupado el mismo martes por la noche.
El Parque Indoamericano está flanqueado en parte de su perímetro por edificios de departamentos que ocupan trabajadores y miembros una clase media modesta, que accedieron laboriosamente a la propiedad. Esos vecinos ya conviven en las proximidades de una cadena de villas de emergencia (la 20, la 1-11-14, la 3) que son, como todo el mundo sabe, fragmentos del territorio argentino de los cuales el Estado se ha ido alejando paulatinamente y donde el control es ejercido cotidianamente por poderes fácticos, principalmente ligados al mundo delictivo y al tráfico de sustancias. La perspectiva de que, en lugar de que las villas actuales sean urbanizadas y erradicadas en tanto tales, el inmenso Parque Indoamericano se convierta en el asiento de otra aterró a los vecinos de Soldati y Lugano, que vieron ante sí un fenómeno que uno de ellos definió de inmediato: “Esto es la favelización. Lo que Lula está combatiendo en Rio de Janeiro se va a desarrollar en el sur de la ciudad de Buenos Aires”.
En verdad, en los últimos años –coincidiendo con un período de formidables precios internacionales para las exportaciones argentinas. de incremento del producto bruto y de la recaudación fiscal y de proclamada (por el gobierno) caída de la pobreza, la población de villas de emergencia se ha incrementado en un 50 por ciento. Muchos de sus habitantes son inmigrantes de países limítrofes; los argentinos son la minoría más numerosa. La discriminación verbal contra los no argentinos es un factor que desvía el análisis: la inquietud de los vecinos establecidos está motivada por la peligrosidad que asignan a la condición de "villero", más que a la nacionalidad. Observan a la villa como el espacio donde el Estado ha sido reemplazado por el poder del delito y la violencia.
El gobierno de la Ciudad Autónoma y tres jueces reclamaron con insistencia al gobierno nacional, entre el miércoles y el viernes, que enviara la Policía Federal para prevenir enfrentamientos y para recuperar el espacio público usurpado, pero a esa altura el gobierno nacional ya había remachado su decisión de no intervenir: “Esto no se resuelve con la fuerza”, argumentaba Aníbal Fernández que, sin embargo, sólo desempolvó ese precepto después de que las fuerzas (que hasta entonces dependían del ministro Julio Alak y, de hecho, de él mismo), fueron puestas bajo sospecha por la señora de Kirchner y por las más conspicuas organizaciones de derechos humanos.
El jueves los enfrentamientos escalaron: hubo tiros entre ocupantes y vecinos. Se sumó otro muerto. Algunas fotos panorámicas que publicarían los diarios al día siguiente parecían escenas de la guerra de Paraguay pintadas por Cándido López.
Con el Estado ausente, la guerra del Parque Indoamericano, siguió elevando la temperatura y si no llegó más lejos fue porque, pese a la presencia de agitadores organizados, provocadores y termocéfalos, un número extendido de gente sensata de ambos bandos (usurpadores y vecinos establecidos) tomó distancia de los enfrentamientos.
De todos modos, los choques arreciaban el viernes por la tarde, mientras la Presidente festejaba en la Casa Rosada el tercer aniversario de su acceso al cargo, junto a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Aunque a esa hora ya había recibido una carta de Mauricio Macri solicitándole una audiencia para insistir en la necesidad de que el gobierno nacional “no abandonara al Sur de la Ciudad de Buenos Aires”, la señora de Kirchner en su aparición por la cadena nacional de radio y televisión sólo aludió al jefe de gobierno indirectamente, tomando distancia de la xenofobia que ella le imputa. Tampoco se refirió a los hechos que ocurrían en ese instante en el Parque (llegó a temerse otra víctima fatal, las ambulancias no podían recoger a los numerosos heridos porque eran atacadas, las escasas fuerzas de la Policía Metropolitana se veían forzadas a abandonar el lugar por el mismo motivo); cuestionó a “la mano dura”, aunque en rigor lo que pasaba en Villa Soldati parecía más relacionado con “la mano ausente”.
Pese a lo que lucía como un esfuerzo por ignorar la magnitud de los hechos, la Presidente dio una señal de cómo estaban golpeando al gobierno al anunciar la designación de Nilda Garré como ministra de Seguridad. Hasta ahora (en rigor, hasta el miércoles cuando ella asuma) el ministerio de Justicia y Seguridad reunía las dos carteras bajo el mando de Julio Alak (si bien el área de seguridad siempre contó con el control directo de Aníbal Fernández). La flamante designación contradice una enseñanza de Perón (no cambiar de caballo en medio del río), seguramente provocará el alejamiento de Julio Alak y deja herido en el ala a Aníbal Fernández, que mantiene una vieja tensión con Nilda Garré y con un protector principal de ella, el periodista Horacio Verbitsky, que la orientó en su gestión en la cartera de Defensa y que ha sido muy escuchada tanto por Néstor como por Cristina Kirchner. La penúltima divergencia entre Verbistky y el jefe de gabinete se dio hace poco, a raíz de los choques entre la policía de Formosa y una demostración de aborígenes locales. El CELS de Verbitsky embistió contra el gobernador Gildo Insfran en momentos en que varias organizaciones de derechos humanos solicitaban la intervención de la provincia. Fernández, por su parte, le advirtió al presidente del INADI, el ente oficial anti-discriminación, que cancelara cualquier ataque contra el mandatario. En esa ocasión Fernández pareció adivinar la necesidad de la señora de Kirchner de no chocar contra la red de gobernadores y jefes territoriales justicialistas; de hecho: contemporáneamente ella misma apareció junto a Insfran ante las cámaras.
¿Cómo interpretar movimientos de la Presidente que parecen contradictorios entre sí: la convocatoria al FMI, la distancia en relación al eje chavista en la Cumbre Iberoamericana, el cuestionamiento tácito de las estadísticas del INDEC, el reforzamiento del vínculo con los organismos de derechos humanos, la protección de Insfran, la entrega de la cartera de Seguridad a Garré y Verbitsky? ¿Cómo interpretar la parálisis del Estado nacional, replegado y ausente durante varios días mientras una amplia zona de la ciudad que es sede del gobierno atraviesa picos de violencia, anarquía y muerte?
Es difícil encontrar en aquellos movimientos y en ese vacío una lógica intrínseca. Son, más bien, la consecuencia de un hecho que ocurrió hace menos de 50 días: la salida de escena de Néstor Kirchner. Aquel 27 de octubre señalábamos en esta columna que con la muerte de Kirchner “se disuelve abruptamente el eje ordenador y conductor del sistema de poder vigente. Ese sistema de poder estuvo siempre concentrado, centralizado y articulado por Néstor Kirchner, tanto mientras ejerció personalmente la presidencia como durante el tiempo en el que ese cargo ha estado ocupado por su esposa. Su desaparición corta de un tajo los hilos de todas las redes –políticas, partidarias, sindicales, empresariales- que llegaban a esa terminal única que Kirchner representaba. Un cortocircuito de semejante magnitud no puede sino someter a grave riesgo la gobernabilidad”.
Hay quienes confunden el incremento de opiniones favorables que la señora de Kirchner recibe en las encuestas, con fortaleza. Error. Néstor contaba con porcentajes más bajos, pero tenía poder. Ella tiene mejores encuestas, pero no ha heredado ese poder. Y lo sabe. Por eso trata de evitar tantas confrontaciones como las que Kirchner se permitía y promovía, por eso busca hacer clinch con gobernadores y jefes territoriales más allá de lo que íntimamente pueda pensar de ellos; por eso es prudente con Moyano y “terceriza” la tarea de limitarle los movimientos, por eso trata de acercarse a los empresarios importantes (con una excepción), por eso no quiere perder la certificación de calidad que otorgan las organizaciones de derechos humanos y les entrega a ellos el manejo de las fuerzas de seguridad, previendo que tenga que emplearlas en los meses próximos por un incremento de la conflictividad.
Su rumbo está regido menos por sus deseos que por sus necesidades.
Los hechos del Parque Indoamericano muestran con qué velocidad se produce el efecto de vacío. Verdad y consecuencia.
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miércoles, 8 de diciembre de 2010

Los riesgos de una memoria incompleta. Por Tzvetan Todorov

Uno de los intelectuales más lúcidos y respetados de la actualidad, el semiólogo y filósofo francés de origen búlgaro Tzvetan Todorov, experto en analizar la memoria después del horror, visitó la Argentina hace unas semanas y refuta en este artículo el relato que hace el Gobierno sobre víctimas y victimarios de los años setenta.
El mes pasado fui por primera vez a Buenos Aires, donde permanecí una semana. Mis impresiones del país son forzosamente superficiales. Aun así, voy a arriesgarme a transcribirlas aquí, pues sé que, a veces, al contemplar un paisaje desde lejos divisamos cosas que a los habitantes del lugar se les escapan: es el privilegio efímero del visitante extranjero.

He escrito en varias ocasiones sobre las cuestiones que suscita la memoria de acontecimientos públicos traumatizantes: la Segunda Guerra Mundial, regímenes totalitarios, campos de concentración... Esta es, sin duda, la razón por la que me invitaron a visitar varios lugares vinculados con la historia reciente de la Argentina. Así, pues, estuve en la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), un cuartel que, durante los años de la última dictadura militar (1976-1983), fue transformado en centro de detención y tortura. Alrededor de 5000 personas pasaron por este lugar, el más importante en su género, pero no el único: el número total de víctimas no se conoce con precisión, pero se estima en unas 30.000. También fui al Parque de la Memoria, a orillas del Río de la Plata, donde se ha erigido una larga estela destinada a portar los nombres de todas las víctimas de la represión (unas 10.000, por ahora). La estela representa una enorme herida que nunca se cierra.
El término "terrorismo de Estado", empleado para designar el proceso que conmemoran estos lugares, es muy apropiado. Las personas detenidas eran maltratadas en ausencia de todo marco legal. Primero, las sometían a torturas destinadas a arrancarles informaciones que permitieran otros arrestos. A los detenidos, les colocaban una capucha en la cabeza para impedirles ver y oír; o, por el contrario, los mantenían en una sala con una luz cegadora y una música ensordecedora. Luego, eran ejecutados sin juicio: a menudo narcotizados y arrojados al río desde un helicóptero; así es como se convertían en "desaparecidos". Un crimen específico de la dictadura argentina fue el robo de niños: las mujeres embarazadas detenidas eran custodiadas hasta que nacían sus hijos; luego, sufrían la misma suerte que el resto de los presos. En cuanto a los niños, eran entregados en adopción a las familias de los militares o a las de sus amigos. El drama de estos niños, hoy adultos, cuyos padres adoptivos son indirectamente responsables de la muerte de sus padres biológicos, es particularmente conmovedor.
En el catálogo institucional del Parque de la Memoria, publicado hace algunos meses, se puede leer: "Indudablemente, hoy la Argentina es un país ejemplar en relación con la búsqueda de la Memoria, Verdad y Justicia". Pese a la emoción experimentada ante las huellas de la violencia pasada, no consigo suscribir esta afirmación.
En ninguno de los dos lugares que visité vi el menor signo que remitiese al contexto en el cual, en 1976, se instauró la dictadura, ni a lo que la precedió y la siguió. Ahora bien, como todos sabemos, el período 1973-1976 fue el de las tensiones extremas que condujeron al país al borde de la guerra civil. Los Montoneros y otros grupos de extrema izquierda organizaban asesinatos de personalidades políticas y militares, que a veces incluían a toda su familia, tomaban rehenes con el fin de obtener un rescate, volaban edificios públicos y atracaban bancos. Tras la instauración de la dictadura, obedeciendo a sus dirigentes, a menudo refugiados en el extranjero, esos mismos grupúsculos pasaron a la clandestinidad y continuaron la lucha armada. Tampoco se puede silenciar la ideología que inspiraba a esta guerrilla de extrema izquierda y al régimen que tanto anhelaba.
Como fue vencida y eliminada, no se pueden calibrar las consecuencias que hubiera tenido su victoria. Pero, a título de comparación, podemos recordar que, más o menos en el mismo momento (entre 1975 y 1979), una guerrilla de extrema izquierda se hizo con el poder en Camboya. El genocidio que desencadenó causó la muerte de alrededor de un millón y medio de personas, el 25% de la población del país. Las víctimas de la represión del terrorismo de Estado en Argentina, demasiado numerosas, representan el 0,01% de la población.
Claro está que no se puede asimilar a las víctimas reales con las víctimas potenciales. Tampoco estoy sugiriendo que la violencia de la guerrilla sea equiparable a la de la dictadura. No sólo las cifras son, una vez más, desproporcionadas, sino que además los crímenes de la dictadura son particularmente graves por el hecho de ser promovidos por el aparato del Estado, garante teórico de la legalidad. No sólo destruyen las vidas de los individuos, sino las mismas bases de la vida común. Sin embargo, no deja de ser cierto que un terrorismo revolucionario precedió y convivió al principio con el terrorismo de Estado, y que no se puede comprender el uno sin el otro.
En su introducción, el catálogo del Parque de la Memoria define así la ambición de este lugar: "Sólo de esta manera se puede realmente entender la tragedia de hombres y mujeres y el papel que cada uno tuvo en la historia". Pero no se puede comprender el destino de esas personas sin saber por qué ideal combatían ni de qué medios se servían. El visitante ignora todo lo relativo a su vida anterior a la detención: han sido reducidas al papel de víctimas meramente pasivas que nunca tuvieron voluntad propia ni llevaron a cabo ningún acto. Se nos ofrece la oportunidad de compararlas, no de comprenderlas. Sin embargo, su tragedia va más allá de la derrota y la muerte: luchaban en nombre de una ideología que, si hubiera salido victoriosa, probablemente habría provocado tantas víctimas, si no más, como sus enemigos. En todo caso, en su mayoría, eran combatientes que sabían que asumían ciertos riesgos.
La manera de presentar el pasado en estos lugares seguramente ilustra la memoria de uno de los actores del drama, el grupo de los reprimidos; pero no se puede decir que defienda eficazmente la Verdad, ya que omite parcelas enteras de la Historia. En cuanto a la Justicia, si entendemos por tal un juicio que no se limita a los tribunales, sino que atañe a nuestras vidas, sigue siendo imperfecta: el juicio equitativo es aquel que tiene en cuenta el contexto en el que se produce un acontecimiento, sus antecedentes y sus consecuencias. En este caso, la represión ejercida por la dictadura se nos presenta aislada del resto.
La cuestión que me preocupa no tiene que ver con la evaluación de las dos ideologías que se enfrentaron y siguen teniendo sus partidarios; es la de la comprensión histórica. Pues una sociedad necesita conocer la Historia, no solamente tener memoria. La memoria colectiva es subjetiva: refleja las vivencias de uno de los grupos constitutivos de la sociedad; por eso puede ser utilizada por ese grupo como un medio para adquirir o reforzar una posición política. Por su parte, la Historia no se hace con un objetivo político (o si no, es una mala Historia), sino con la verdad y la justicia como únicos imperativos. Aspira a la objetividad y establece los hechos con precisión; para los juicios que formula, se basa en la intersubjetividad, en otras palabras, intenta tener en cuenta la pluralidad de puntos de vista que se expresan en el seno de una sociedad.
La Historia nos ayuda a salir de la ilusión maniquea en la que a menudo nos encierra la memoria: la división de la humanidad en dos compartimentos estancos, buenos y malos, víctimas y verdugos, inocentes y culpables. Si no conseguimos acceder a la Historia, ¿cómo podría verse coronado por el éxito el llamamiento al "¡Nunca más!"? Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias inéditas. Comprender al enemigo quiere decir también descubrir en qué nos parecemos a él. No hay que olvidar que la inmensa mayoría de los crímenes colectivos fueron cometidos en nombre del bien, la justicia y la felicidad para todos. Las causas nobles no disculpan los actos innobles.
En la Argentina, varios libros debaten sobre estas cuestiones; varios encuentros han tenido lugar también entre hijos o padres de las víctimas de uno u otro terrorismo. Su impacto global sobre la sociedad es a menudo limitado, pues, por el momento, el debate está sometido a las estrategias de los partidos. Sería más conveniente que quedara en manos de la sociedad civil y que aquellos cuya palabra tiene algún prestigio, hombres y mujeres de la política, antiguos militantes de una u otra causa, sabios y escritores reconocidos, contribuyan al advenimiento de una visión más exacta y más compleja del pasado común.
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sábado, 4 de diciembre de 2010

La única verdad es la virtualidad. Por Jorge Raventos


¿Habrá que corregir aquella famosa frase de Juan Perón (sugerida por Rogelio Frigerio) que afirmaba que “la realidad es la única verdad” y postular, ahora, que “la única verdad es la virtualidad”?
Por si no alcanzaban los innumerables correos electrónicos de Manuel Vásquez -el asesor ad honorem del ex secretario de Transporte Ricardo Jaime- como ejemplo de libro de que en estos tiempos la política navega (y a veces naufraga) en los océanos de la información y la informática, el mundo proporcionó una hiperbólica exposición de esa verdad con la inundación de cables secretos del Departamento de Estado de Estados Unidos provocada por la misteriosa entidad conocida como WikiLeaks.


Por cierto, los casi 30.000 correos registrados en los discos rígidos de Vásquez parecen poca cosa comparados con los -por lo menos- 250.000 que WikiLeaks sustrajo a Washington. Pero desde el punto de vista de la política doméstica argentina los mails del testaferro de Jaime tienen la virtud de la segmentación temática: de ellos surge el relato pormenorizado de una matriz de recaudación empleada durante todos los años de gestión de las administraciones kirchneristas. Los mails de Vásquez están mayormente virados a los asuntos de transporte (parece verificarse que su consultora actuaba como excusa de papel para facturar sistemáticamente, so pretexto de estudios o análisis, gestiones o decisiones que favorecían a empresas privadas locales o extranjeras y que se concretaban en erogaciones, compras, subsidios o autorizaciones del Estado argentino); sin embargo, las gestiones de Vásquez no se limitaban a aquella rama, alcanzaban inclusive las campañas de fund-racing del oficialismo en vísperas de elecciones. Por instrucción “del número 1” –dicho en álgebra: Néstor Kirchner-, Vásquez y un socio español recolectaban fondos de campaña solicitándolos a empresas extranjeras que hacen negocios (como proveedoras, concesionarias o, simplemente, beneficiarias) con el Estado argentino y dependen en esa actividad de los buenos o malos humores de la autoridad que sube o baja el dedo. Favor con favor se paga. Las sumas que Vásquez (por sugerencia del número 1) solicitaba a esos contribuyentes oscilaban entre el medio millón y los 2,5 millones de dólares.
Con alguna variante, la matriz que emerge de los correos electrónicos de la mano derecha de Ricardo Jaime, se aplicó en operatorias análogas. Héctor Capaccioli, el recaudador oficial de fondos para la campaña presidencial de Cristina Kirchner en 2007 era superintendente de Salud de la Nación y recaudaba principalmente en el área que debía supervisar (consiguió recaudar y blanquear mucho para la contabilidad de la campaña con la ayuda de laboratorios farmacéuticos, algunos de los cuales están ahora sometidos al escrutinio y la indagatoria judicial por falsificación de medicamentos o de documentación). Claudio Uberti actuaba en relación con Venezuela con el mismo estilo con el que Vásquez se movía en la península Ibérica y en otras localizaciones por asuntos vinculados con el transporte.
La densidad de la información encerrada en los mails del hombre de confianza de Ricardo Jaime es incomparable para la Justicia argentina. Pero, aunque muchas veces describan trivialidades, ¡qué colorido tienen los cables que distribuyó WikiLeaks, auditados por cinco prestigiosas publicaciones (cuatro diarios, un semanario) de Occidente: The New York Times, The Guardian, El País, Le Monde y Der Spiegel. Los redactores de esos correos –muchas veces firmados por los propios embajadores- abundan en datos surgidos de conversaciones con fuentes de alto nivel de los destinos que les toca ocupar: ministros, secretarios de Estado, altos funcionarios, periodistas, analistas, hombres de negocios.
La vivacidad de sus descripciones es, quizás, una señal de escepticismo sobre los destinatarios de la información: funcionarios diplomáticos que filtran en sus despachos lo que, en mínima proporción, dejarán llegar a los ojos del Secretario de Estado. Es preciso conmover a esos lectores fríos con detalles sabrosos y eventualmente dramáticos: la enfermedad de un mandatario siempre viene bien para esos fines, los riesgos para la estabilidad de un gobierno, una crisis, un default, huellas de corrupción, lazos con el crimen organizado o el narcotráfico: eso siempre permite una trama interesante.
Con intereses en todo el mundo (y con un papel planetario que el mundo, de buen o mal grado, le atribuye o reclama) la cancillería estadounidense es, en una de sus facetas, una gigantesca agencia informativa, que produce y digiere información de todas partes. Sus diplomáticos no hacen nada demasiado distinto de lo que deben hacer sus colegas de Argentina, Brasil, China o Kenya; las diferencias son de cantidad, de grado. Y, por sus consecuencias, de calidad.
Para cualquier diplomática resulta una catástrofe que se exponga en público aquello que fue concebido para informar discretamente a sus superiores. Es a estos a quienes tiene que procurar decirles (exagerando, inclusive, para llamar su atención) toda la verdad y nada más que la verdad. A sus interlocutores locales, cotidianos, autoridades del país anfitrión tienen que mostrarles su rostro más simpático y cooperativo pero no están en absoluto obligados a decirles ni “toda” la verdad, ni “nada más que” la verdad. En ese sentido, la franqueza de las “conversaciones francas” diplomáticas nunca dejan de tener esos límites, propios de la actividad.
Los profesionales saben cómo son las cosas: saben que la actividad requiere de esas cortesías, de esas verdades parciales, pero saben también que las partes están obligadas –también por ley de juego- a reaccionar públicamente si se hace público lo que debía ser privado. Por eso el juicio objetivo no cuestiona a Estados Unidos por las cosas que dicen los cables de sus diplomáticos, sino porque cayeron en la chapucería de permitir la filtración.
Es que lo más complicado para los autores de esos mensajes no reside en que las autoridades locales descubran la opinión o el juicio del embajador sobre ellos, sino que trasciendan detalles de algún acuerdo que involucra a terceros. Por ejemplo, en el caso argentino, el dato de que Cristina Kirchner acordó colaborar con Washington para “contener” a Evo Morales (discretamente, “para evitar la sospecha” de Morales). O que quede descolocado un interlocutor confiado, que puede ser una fuente permanente de información para la embajada. En varios de los mensajes que trascendieron emitidos por la embajada en Buenos Aires ocurre este traspié: se transcriben comentarios muy notables de, por caso, Sergio Massa, que fue jefe de gabinete de Cristina Kirchner, en los que afirma que Néstor Kirchner (que aún vivía) era un “monstruo” y un “perverso”. Mazza –como era inevitable- negó haber hecho esas juicios. Igual que Mazza otros interlocutores quedaron en falsa escuadra. Como se ha dicho, lo que daña (al menos por un tiempo, al menos en ciertos círculos) no es tanto la palabra pronunciada como la publicidad inesperada de esas frases. Hace unas semanas, el presidente de Uruguay, José Mujica, comentó un hecho parecido: aquellas duras palabras sobre Argentina y los argentinos del ex mandatario oriental Jorge Batlle, que eran parte de una conversación personal y fueron registradas y difundidas por un micrófono que permanecía abierto. “La desgracia –diagnosticó Mujica- fue esa: que lo que dijo tomara estado público”.
En el caudaloso río de las filtraciones provocadas por WikiLeaks los mails sobre Argentina apenas son una gotita que representa menos del 1 por ciento. Sin embargo, parte de la información que allí se incluye está por encima de la trivialidad. Es cierto que así como se habla de las bellas enfermeras búlgaras que prefiere Muammar Kadafi o de las “fiestas salvajes” de Silvio Berlusconi, en el caso argentino los cables se detienen en el carácter brusco de Mauricio Macri o en una rumoreada vulnerabilidad psíquica de la presidente, pero más allá de esos aspectos, los informes reservados desde Buenos Aires (los que hasta ahora se conocen, puede haber más novedades) ofrecen datos de la máxima relevancia sobre la reticencia del gobierno a cumplir con los compromisos internacionales en torno a la investigación de operaciones de lavado de dinero. En esos cables, citando como fuente al jefe operativo del Grupo de Acción Financiera que viajó a Buenos Aires a supervisar las acciones sobre el lavado de dinero, se consigna que la mayor parte de esos fondos “son producto de la corrupción política”, que el jefe de gabinete Aníbal Fernández “frustró sistemáticamente” los avances hacia una investigación en profundidad y que “los Kirchner y su círculo simplemente tienen mucho para ganar con un débil cumplimiento de las normas”. Se menciona en los cables una negativa a colaborar con pedidos de Suiza, Lichtenstein y Luxemburgo (paraísos fiscales) que querían investigar sospechosos movimientos de fondos del “círculo íntimo” en aquellas plazas. Y se consigna que tres años atrás el actual jefe de gabinete manejó un equipo dedicado al espionaje de las comunicaciones de políticos opositores (u oficialistas sospechados de desvíos), jueves, empresarios y periodistas.
Es decir: en paralelo a la información superficial y a las rutinas, la embajada reportaba al Departamento de Estado sobre algunas acciones que, al menos en Argentina, entrañan la posible comisión de delitos. Al tomar estentóreo estado público, estas afirmaciones adquieren una indiscutible relevancia política y, en su medida y armoniosamente, formarán parte del juicio de la ciudadanía. Ahora bien, ¿es irrazonable que también puedan alcanzar significación judicial?
Mientras asistimos a la pujante ofensiva de la esfera que llamamos virtual, la política y su mundo de seres reales empieza a desperezarse, preparándose para el decisivo 2011. La presidente, milímetro a milímetro va girando el timón que antes empuñaba Néstor Kirchner. La semana pasada se comentaba la convocatoria al Fondo Monetario Internacional para que ayude a rehacer el desacreditado Instituto de Estadísticas (dos blancos con un solo tiro), o la visita a la Conferencia Industrial en busca de un clinch con un sector del empresariado; esta semana observamos el perfil moderado que adoptó la representación del país en la Cumbre Iberoamericana de Mar del Plata, resistiendo junto a Colombia, Perú, Brasil y Chile las posturas hirsutas del Eje chavista (Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Bolivia), empeñados en una fraseología anti estadounidense. Para las posturas más ansiosas, esos corrimientos oficiales son mínimos y ni siquiera llegan a ser cosméticos. Tienen, sin embargo, un potencial simbólico, ya que embrionariamente indican una tendencia –llamémosla autocrítica- a rectificar las prácticas que orientaba Néstor Kirchner en vida. “Estos pasos o pasitos no se hubieran producido si estuviera él”, diagnosticó un hombre del riñón K. Y al decirlo, su tono no era de nostalgia, sino de alivio. Habrá que ver si los retoques milimétricos alcanzan para consolidar un nuevo dispositivo de decisión y disciplina en el oficialismo, capaz de darle consistencia en el año electoral.
Ahora, ya en el codo del 2011, la promesa de competencia en las urnas empieza a expresarse de manera orgánica. Los partidos hacen sus aprontes y empiezan a presentarse los precandidatos. En pocos días lanzará oficialmente su postulación Eduardo Duhalde desde el Peronismo Federal t el viernes lo hizo, primereando a todos, Ricardo Alfonsín desde el seno de la UCR.
El acto radical realizado con el Congreso a las espaldas y con la vista puesta en la Plaza de Mayo mostró un público entusiasmado, una amplia presencia juvenil y un Alfonsín que dio examen de orador elocuente, expresivo y razonable, reflexionando llanamente ante sus “muchachos” , descartando frases facilistas y respondiendo a las críticas más habituales que se han registrado sobre su candidatura. La primera oferta de aspiración presidencial mostró, desde la UCR, capacidad competitiva. Las que se irán sucediendo agregarán nuevos elementos. En conjunto, la sociedad va a encontrar un arco variado de instrumentos para abrir nuevas posibilidades.
Hasta el oficialismo empieza a rebuscar los caminos y a evaluar los nombres que le permitan convertirse en esa alternativa al kirchnerismo que murió con Néstor Kirchner.

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Los americanos te entregan. Por Jorge Asís


Es “La Embajada”. La única. De los Estados Unidos de Norteamérica.Legitima la fascinación de disponer del “amigo americano”. Ante quien mostrarse, por ejemplo, como un ser confiable. Informado. Lo suficientemente útil.A los (norte)americanos, tío Plinio querido, se los corteja. Como si fueran superiores de verdad. Serios. Ejemplares.¡Cuánto que tenemos que aprender de ellos! Fueron colonizados por los cuáqueros. Nosotros, en cambio, colonizados por almaceneros.Abelardo Ramos, de los pocos intelectuales que se extrañan, solía extenderse respecto del fenómeno. El cipayismo espiritual.Alude a los políticos y consultores que suelen ponerse voluntariamente estúpidos, cuando se contactan con los diplomáticos de “La Embajada”.Sienten que están cerca del poder. Que llegaron. Se van de boca. No contienen el efecto de la argumentación precoz. Se hablan encima.En comidas sociales, en presencia de los diplomáticos americanos, hay argentinos que parecen competir en la carrera de informados. Suministran precisiones innecesarias. Pugnan por mostrarse rápidos y brillantes. Lo gravitante es despertar el interés del representante del país principal del Universo.


Superpotencia humilladaLa superpotencia, tío Plinio querido, hoy está humillada. Ridiculizada.Es víctima de su propia contradicción cultural. Entre la revolución permanente que signa la vanguardia de los avances tecnológicos, y los atributos de la libertad que inspira el sistema político. Las colisiones son inevitables. La libertad tiene que retroceder.Con el “amigo americano”, siempre, tío Plinio querido, se pierde.Más tarde o más temprano, los americanos siempre te entregan. Envuelto.Son malos pagadores. Pero conste que nunca pagan los servicios que, en el fondo, tampoco piden. El cipayismo espiritual estimula la idea de ofrecerlos. Gratis.Con los pantalones bajos. Con las nalgas del pudor, tío Plinio querido, al aire.Después, en la primera de cambio, no tienen reparos en entregarlo. Usado y abandonado.Le pasó a Somoza. A Sadam. Al cristiano Tarek Aziz. Como le pasó a Julio, el forzado especialista en defensa, que se lucía en la televisión de los 2000.Durante el proceso militar, segundo lustro de los 70, era el joven académico que se contactaba habitualmente con el “amigo americano”. Diplomático del segundo nivel de “La Embajada”. La amistad le garantizaba la tarjeta de invitación para el coctel del 4 de Julio. Para ser, tío Plinio querido, hay que estar.Nuestro especialista le pasaba al amigo americano los datos que tenía. Relativos a lugares clandestinos de detención. A las matanzas, producidas, separadamente, por el ejército. O la marina. Pontificaba sobre las hazañas y ambiciones de El Negro. Y el diplomático trasladaba, cablegráficamente, hacia Washington, los conocimientos que recibía. Sin poner una moneda ni pagar el café. Pero utilizaba el nombre de la fuente. Lo mandaba al frente. Cuando escribe el “amigo americano” no hay Garganta oculta que valga. Ninguna “fuente digna de crédito”. Ni siquiera el recurso del verbo condicional.30 años después, las comunicaciones pasaron a la esfera pública. La trascendencia llegó aquí. El especialista sigue preso por aquella locuacidad que lo mostraba -como decía Arturo Jauretche- “absolutamente enfermo de importancia personal”.
Bolivia. MalvinasNinguna novedad que Berlusconi sea admirablemente fiestero. O la señora Merkel muy poco creativa. O Zapatero, un trasnochado. O El Furia, un paranoico. Giladas.Pero bastan las giladas para que WikiLeaks quiebre la hipocresía tradicional. La que suele asumirse, de manera implícita, entre las sutilezas de la geopolítica.Desfilan los grandes deschaves que hubieran cautivado a Sergio De Cecco y Armando Chulak, autores de “El gran deschave”. De funcionarios y analistas, adictos, aquí, al relax de la argumentación precoz.Hasta aquí, para Argentina, lo único grave, del escándalo de WikiLeaks, alude al tema Bolivia.Argentina con Bolivia quedó, tío Plinio querido, como un País Buchón. Ser buchón es muy feo.El dilema de Malvinas, en cambio, tiene que ver con la visión del riesgo. Signa el nivel de ingenuidad de la inteligencia gringa. La mera existencia de la inquietud. El temor que los militares argentinos pudieran intentar alguna otra invasión. Clavar, sin ir más lejos, otra banderita. Justamente cuando las fuerzas armadas, en la actualidad, distan de encontrarse en condiciones operativas, al menos para confrontar con los focos de la hinchada de Chacarita.Ni para imitar, sin ir más lejos, el ejemplo de los camaradas del Brasil. El copamiento de las favelas, en la lucha contra los narcos, dueños verdaderos de la “cidade maravilhosa”.
BuchesAunque quieran mantenerla, la Secretaria de Estado, señora Hillary Clinton, tío Plinio querido, es un vegetal. Está políticamente frita.Sirve para disculparse alguna otra semana más. Pero la renuncia de la Clinton, como Febo, asoma.Atraviesa, la pobre, otra aproximación exitosa hacia el hundimiento en el ridículo. Es la tendencia que, a la pobre, la condena. Desde aquellos buches legendarios de Mónica Lewinsky, registrados en el erotismo clausurado del Salón Oval.Pero las filtraciones que produce “El gran deschave”, en los rincones más pesados del mundo, signan dramas sin retorno.En Rusia, donde Putin jamás les va a perdonar. “Tanta arrogancia y frivolidad”.En el Cáucaso. Con la Georgia oportunamente estimulada, hoy traicionada, librada a su suerte. Como el Irak.O el Pakistán nuclear, el santuario del terrorismo enriquecido, en su puja acelerada con la India más convenientemente preferible.Tensiones demasiado cruciales para tratarlas con el desasosiego del mensajero objetivamente franco.Del “amigo americano” que redacta indemnes memorandums, destinados a la burocrática indiferencia de los “desks”, dependencias del Departamento de Estado. Pero que, gracias a WikiLeaks, se divulgan en los diarios del mundo. Brindan la idea equivocada de una señora de Clinton interesada, incluso, en las bipolaridades. Cuando el firmante de los cables, generalmente nunca está al tanto de lo que suscribe.
Mentirosos acosadosNo puede cerrarse esta carta sin aludir, tío Plinio querido, en “El gran deschave” de De Cecco y Chulak, a los mentirosos acosados.A los cipayos espirituales que trafican la influencia imaginaria en La Embajada. Seres que se jactan de sus contactos en el Norte.Los pobres mitómanos necesitan, imperiosamente, aparecer nombrados en algún cable. Pronto. Para justificarse.Ánimo. Mañana, a lo mejor, tendrán suerte y podrán aparecer. Quedan aún como doscientos mil comunicaciones.La dignidad puede perderse, pero la esperanza no.Dígale a tía Edelma que la astrología china, con los países, tampoco falla.Estados Unidos es Mono (de Fuego), de 1776. Y el año del Tigre, para el Mono, suele ser letal.Aunque también para un Tigre insaciable de Metal, como El Furia, el año del Tigre de Metal le resultó -en versito- fatal.

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miércoles, 1 de diciembre de 2010

La mala vida. Por Claudio Cháves

(Esta nota ha sido publicada en Infobae hace varios años. Volvemos a publicarla porque, tras los acontecimientos de Brasil, ha recobrado actualidad)
El delito y el narcotráfico más rápido que tarde serán los problemas centrales por resolver. Quienes no aborden el asunto con la severidad que se merecen, serán superados por los acontecimientos que lamentablemente sufriremos todos, responsables e irresponsables. En la historia de nuestra golpeada patria el combate al delito no es novedoso. El país padeció en el siglo XIX el largo drama del indio. Las intermitentes entradas de la marginalidad pampeana sobre las poblaciones indefensas ocasionaron males imborrables y odios inextinguibles. Ciudades como Tapalqué, Azul, Tandil, 25 de Mayo, Junín, Pergamino, como así mismo Río Cuarto, Villa Mercedes, San Rafael y tantas otras, vivieron años de horror y desesperanza.

Las entradas indígenas ocasionaban todo tipo de males. Robaban cuanto podían incluyendo el secuestro de hombres, mujeres y niños que usaban en sus tolderías para las labores más viles, lograban venderlos por algunas monedas en Chile, o pedían rescate a sus familiares directos.
Extorsionaron sistemáticamente a los distintos gobiernos para lograr de ellos una paga que comprara su irrecuperable conducta.
Plagados están nuestros archivos históricos de estos acuerdos pampas. Sueldos para los caciques, sueldos para los caciquejos, sueldos para los capitanejos y sueldos para todos. Un regalo inexplicable para mantener una paz que jamás se cumplía. Se les regalaba, también, azúcar, yerba, tabaco, alcohol y ganado.
Fortunas inmensas se gastaban para comprar su extorsión.
Los florecientes pueblos y villorrios que recostados sobre las fronteras de la civilización sufrían el permanente acoso de los malones pedían a gritos una solución definitiva.
Ya en épocas pasadas,1833, el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires Don Juan Manuel de Rosas había intentado una Campaña, exitosa en parte, sobre los indios del sur de Mendoza, sur de San Luis, sur de Córdoba y sobre los de su provincia. Había encomendado la conducción de dicha guerra a su amigo y caudillo el riojano Facundo Quiroga a quién le informaba sobre la necesidad de "acabar con todos los indios". Facundo rechazó el ofrecimiento aduciendo desconocer sobre este tipo de guerra. Sin embargo el riojano no se desentendió totalmente del problema. Le llamaba la atención que la columna del centro comandada por el General Ruiz Huidobro y los hermanos Reinafé, Jefes de su Estado Mayor y políticos de la Provincia de Córdoba -uno de ellos Gobernador- cuando planificaban caer sobre los toldos del cacique Yanquetruz, misteriosamente, los indígenas se, hacían humo. Esto llevó a Facundo a acusar a los Reinafé de cómplices y buchones del cacique, y las razones muy simples, participaban del negocio del robo de ganado ejecutado por los ranqueles y reducido por estos.
La frontera era una delgada línea donde todo se confundía y todo se arreglaba.
Así estaban las cosas en aquel país y para colmo, empeoraron. En la década del 70' el asunto indígena era la principal preocupación de la vida pública.
La Argentina se encaminaba a su objetivo de nación agro exportadora y el clima de inseguridad no podía continuar. Quien resolviera el drama se colocaba en el centro de la escena nacional.
El vicepresidente Alsina elaboró, entonces, un plan que consistió en un avance lento y permanente sobre el desierto "el plan del Poder Ejecutivo es ir ganando zonas por medio de líneas sucesivas". En una palabra, un lento evolucionar que provocaría la resignación y la natural incorporación del indígena a la vida social, al verse atropellado por la civilización. Completaba esta alucinación la loca idea de construir una zanja de 650 kilómetros de extensión de dos metros de profundidad y tres metros de ancho con la que pensaba persuadir al indio sobre sus robos impidiéndoles su retorno con el ganado arrebatado. El disparate estaba fundado en la idea de que esta campaña era contra el desierto y no contra el indio. El garantismo del siglo XIX se dio de bruces con la realidad.
El Coronel Roca, a la sazón, Comandante de la frontera de Río Cuarto polemizó con su superior en periódicos de la época y objetó su idea en los siguientes términos:
"Los indios mirarán este plan como un ataque a sus derechos, pues consideran suyos estos campos, y aún los que actualmente ocupamos. Nos acusarán de ser nosotros los primeros en faltar a la fe de los tratados y se prepararán a oponernos la más tenaz resistencia."
De manera que a juicio de Roca el proyecto Alsina contra el Desierto y no contra el indio era tan solo una ilusión.
La respuesta indígena al vicepresidente Alsina, no se hizo esperar. En 1876 se produjo lo que se conoce como la "invasión grande". Masivo y mortal ataque indígena sobre Azul, Tapalqué y Tandil provocando más de 400 muertos, quinientos secuestrados cautivos, y 300.000 cabezas de ganado en manos de la marginalidad.
Fue muy perniciosa la acción de Alsina y si se quiere ingenua al pensar que el indio vería avanzar la civilización sin defenderse.
No quedaba más que el plan de Roca:
"Vamos pues a disputarles sus propias guaridas, lo que no conseguiremos sino por medio de la fuerza. A mi juicio el mejor sistema de concluir con los indios es el de la guerra ofensiva. Hay que ir a buscarlos a sus guaridas y causarles un terror y un espanto indescriptibles”.
Roca tenía en claro que solo el Ejército estaba en condiciones de una guerra ofensiva para concluir con el problema del delito indígena, las viejas Guardias Nacionales –especie de Policías de Provincias- estaban, invariablemente, complicadas con el robo o absolutamente superadas por la capacidad militar del indio.
Roca aseguraba, asimismo, que era inadmisible la existencia de “fronteras interiores” es decir territorios donde el Estado Nacional no ejercía ningún control.
Nos hallamos en, consecuencia, a más de cien años de aquellos acontecimientos a fojas cero. En Brasil la delincuencia ha golpeado en una de las ciudades más pujantes y populosas de América del Sur. Es sólo un aviso.
¿Continuaremos esperando y que el tiempo empeore lo que los hombres no se animan a solucionar? La Argentina no está inmune de acontecimientos similares.
Los santuarios del delito son impenetrables por las fuerzas de seguridad y el Estado. Ciertas favelas y algunas villas son las actuales “fronteras interiores” alguien debe penetrar en ellas y concluir con la delincuencia agazapada. ¿Lo hará la Policía?
Debemos pasar a la ofensiva “hay que ir a buscarlos a sus guaridas y causarles un terror y un espanto indescriptibles”
Es un enorme disparate alejar a las Fuerzas Armadas del conflicto con el narcotráfico y la narcodelincuencia.
Pagaremos muy caro este error gigantesco.


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Ilustración y progresismo. Por Alberto Buela

Sigue siendo el trabajo del filósofo alemán Emanuel Kant (1724-1804) Was ist Aufklärung?(1784) quien mejor ha definido qué es la Ilustración cuando afirmaba: “es la liberación del hombre de su culpable minoría de edad”. Es decir, de su incapacidad de servirse sólo de la razón sin depender de otra tutela, como lo fue la teología para la Edad Media, donde se afirmaba: philosophia ancilla teologíae= la filosofía es sierva de la teología.
El lema de la Ilustración fue el Sapere aude, el atrévete a saber sirviéndote de tu propia razón.

Pero la Ilustración buscando la emancipación del hombre de la teología, los prejuicios y las supersticiones, terminó endiosando a “La Razón” y sus productos: la técnica y el cálculo cuyas consecuencias fueron contradictorias, pues su opera magna fue la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaky.
Luego de tamaño zafarrancho volvió el hombre a ser considerado una isla racional pero rodeado de un mar de irracionalidades. La sabiduría premoderna volvió a ser considerada. Lentamente se van teniendo en cuenta aspectos fundamentales del ser humano que habían sido dejados de lado por la Ilustración y sus seguidores, y que pertenecían a la demonizada Edad Media. El hombre postmoderno vuelve a zambullirse en las aguas de los problemas eternos. Pero, claro está, con una diferencia abismal: es un hombre sin fe, desesperanzado, nihilista. Nace así il pensiero débole. Pensamiento débil que puede dar razones del estado actual del ser humano pero que no puede dar sentido a las acciones a seguir para salir del actual atolladero.
Sin embargo, gran parte del mundo intelectual de postguerra sobre todo el vinculado al marxismo, al comunismo y al socialismo continuó en la vía ilustrada, incluso como la Escuela de Frankfurt, quintaesencia del pensamiento judío contemporáneo( Weil, Lukacs, Grünberg, Horkheimer, Adorno, Marcuse, Fromm, Haberlas et alii) que sostuvo en síntesis que estábamos mal no porque los productos del racionalismo ilustrado habían mostrado sus contradicciones flagrantes provocando el mal en el inocente como sucedió con los miles de japoneses nacidos radioactivos y condenados de antemano, sino porque no se habían podido llevar a cabo plenamente los postulados de la Ilustración.
Los vencedores de la segunda guerra mundial adoptan, con variantes socialdemócratas o neoliberales, el remanente del pensamiento ilustrado pasado por las aguas del Jordán de la Escuela de Frankfurt, poseedora del úcase cultural de nuestro tiempo. Así, su producto más logrado es el actual progresismo.

Es por esta razón afirma un buen colega nuestro, que “Quizá sea correcto afirmar que el progresismo es lo que queda del marxismo después de su fracaso histórico como opción política, económica y social y su transitoria (¿o definitiva?) resignación al triunfo del capitalismo. Una suerte de retorno, saltando hacia atrás por encima del bolcheviquismo, al reformismo de la socialdemocracia” [1]. El progresismo ha adoptado como lema “no ser antiguo y estar siempre a la vanguardia”. Como vemos, la resonancia con la Ilustración es evidente.
Qué comparte, a su vez, el progresismo con el neoliberalismo: 1) La adopción a raja tabla de la democracia liberal, rebautizada como discursiva, de consenso, inclusiva, de derechos humanos, etc. 2) la economía de mercado, a pesar de su discurso en contra de los grupos concentrados, y c) la homogeneización cultural planetaria, más allá de su discurso sobre el multiculturalismo.
El progresismo es tal, en definitiva porque cree en la idea de progreso. En realidad el progresismo no es una ideología sino mas bien una creencia, porque como gustaba decir Ortega y Gasset las ideas se tienen y las creencias nos sostienen, pues en las creencias “se está”. Y los progresistas “están creídos” que el hombre, el mundo y sus problemas van en la dirección que ellos van. De ahí, que cualquier contradictor a sus creencias es tomado por “un enemigo”. Es que el progresista al ser un creyente no acepta aprehender, y la única enseñanza que acepta, porque su imposición se le torna incuestionable, es la pedagogía de la catástrofe. Así descubre que hay miles de pobres y desocupados cuando se produce una inundación y que las promocionadas computadoras no funcionan porque en las escuelas rurales no hay electricidad o no hay señal. Una vez más, las catorce cuadras iluminadas por Bernardino Rivadavia, nuestro primer ilustrado presidente (1826), terminaban en el fangal de la cuadra quince donde las jaurías de perros cimarrones devoraban a los caminantes.
En resumen, el progresismo y la Ilustración comparten la creencia que la realidad es lo que ellos piensa que es la realidad y no, que la realidad es la verdad de la cosa o del asunto.
El gran contradictor del progresismo es el denominado realismo político (R.Neibuhr, J.Freund, C.Schmitt, R.Aron, H. Morgenthau, G. Miglio) que asume con escepticismo los proyectos teóricos que formulan la posibilidad de una paz perpetua, una organización perfecta de la sociedad en el marco de un progreso ilimitado. Y entiende la historia como el resultado de una tendencia natural del hombre a codiciar el poder y la dominación de los otros.
El realismo político viene a reemplazar al homo homini sacra res= el hombre es algo sagrado para el hombre, de los ilustrados que tomaron de Séneca por el homo homini lupus= el hombre es lobo del hombre de Hobbes, que tomó de Plauto.
El realismo político viene a sostener que se debe trabajar sobre la base de los materiales que se tienen y la realidad es lo que es más lo que puede ser, en tanto que el progresismo afirma que se debe trabajar en lo que se cree pues las ideas en definitiva se imponen a la realidad.

(*) alberto.buela@gmail.com
UTN (universidad tecnológica nacional)

[1] Maresca, Silvio: El retorno del progresismo,(2006) en internet.
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