domingo, 28 de febrero de 2010

Impotencia del gobierno, torpezas de la oposición. Por Jorge Raventos


Al concluir el mes de febrero, se cumplen 76 días desde que la señora de Kirchner suscribió el decreto “de necesidad y urgencia” número 2010/09, creando el llamado Fondo del Bicentenario con reservas del Banco Central. Que en tan extenso período, pese a la “necesidad y urgencia” invocada, el oficialismo no haya conseguido poner en ejecución esa decisión presidencial constituye una prueba elocuente de la incontrastable anemia que padece. Habituado a hacerse obedecer y a cumplir sus deseos sin demasiados obstáculos, el kirchnerismo se debate hoy en la impotencia: con una caja menguada y desprovisto de recursos de disciplinamiento, observa cómo la mayoría de los fallos judiciales que gestiona salen al revés de lo que esperaba, mientras el cuerpo de magistrados se notifica de que el gobierno ha extraviado sus anteriores capacidades de protección y de castigo: ya nadie toma demasiado en serio ni las promesas ni las amenazas que deslizan los lenguaraces del poder.

Hay excepciones, claro. En la semana que concluye, en virtud del pacto que cerraron con el bloque oficialista que encabeza el senador rionegrino Miguel Pichetto, los jefes de la oposición en el Senado (cuyo bloque más numeroso es el que lidera el radical jujeño Gerardo Morales) despreciaron la tarea de asegurar su propia fuerza y terminaron trasquilados.
Los opositores –radicales, socialistas, seguidores de Elisa Carrió y peronistas federales- pasaron las últimas semanas discutiendo el control de las comisiones de la Cámara; y, confiando en su acuerdo con Pichetto, estimaron que ya había ganado esa partida. Aseguraban contar con 37 votos frente a los 35 que llegaba a amontonar el kirchnerismo, pero lo cierto es que se habían olvidado de conversar con el número 37, el riojano Carlos Menem. El olvido, en rigor, fue una decisión: creían que el riojano era innecesario en la disputa por el control de la Cámara en virtud del pacto que habían cerrado con el oficialismo; contaban con que el bloque de Pichetto les facilitaría el quórum (que requiere 37 senadores en sus bancas) y que, garantizado el quórum, ellos se impondrían por 36 a 35 y de ese modo establecerían su hegemonía en las comisiones. A cambio, la oposición le concedería al oficialismo la continuidad de José Pampuro en la presidencia provisional del Senado, un puesto al que aspiraba el salteño Juan Carlos Romero, pero que el peronismo federal terminó cediendo para facilitar los acuerdos que tejía Morales.
Carlos Menem, refugiado desde diciembre en su provincia, entendió que había sido marginado de las negociaciones; registró que su nombre era incluido en la lista de los 37 opositores aunque nadie lo había llamado para consultarlo; decidió entonces, puesto que se lo consideraba innecesario, abstenerse de participar en la sesión preparatoria del miércoles 24 de febrero. La ausencia del riojano operó como un ácido revelador en la Cámara Alta. Después de asegurarse la presidencia provisional para el oficialismo, el senador Pichetto levantó a sus huestes de las bancas y dejó a la oposición afeitada y sin visita. Merced a la candorosa conducción opositora, el kirchnerismo conseguía posponer por unos días su derrota en el Senado y celebraba ese módico logro como un triunfo.
En lugar de analizar sus propias deficiencias de gestión, su ingenuidad y la falta de manejo que supone no tomar contacto con todos y cada uno de los senadores que resultan imprescindibles para garantizar la victoria, los líderes opositores optaron por quejarse de Pichetto (que, en verdad, movió a su bloque con firmeza y disciplina) y por culpar a Menem (cuyo rol decisivo parecían descubrir recién en ese instante), deslizando la posibilidad de que el riojano hubiera llegado a algún acuerdo con el kirchnerismo. ¡En rigor el acuerdo lo habían consumado los jefes de la oposición en el Senado, y terminó en un fracaso! Como para completar la nómina de torpezas, algunos de los senadores de la oposición (varios de los cuales provienen del kirchnerismo) se dedicaron a maltratar verbalmente al riojano o a ensayar chascarrillos de varieté, como si pretendieran expulsarlo en vez de buscar incorporarlo al bloque opositor. ¿Se imaginan a Churchill haciendo chiste sobre los bigotes de Stalin en Yalta? “Maíz por maíz uno come un maizal”, solía repetir Juan Perón recordando la necesidad de “contar los votos de a uno”. Algo sabía el hombre sobre conducción.
En definitiva, más allá de las comedias de enredos, el miércoles 3 de marzo seguramente se consumará el fin del control kirchnerista sobre el Congreso. En cuando al DNU del Fondo del Bicentenario, habría que considerarlo ya definitivamente muerto. Premio consuelo eventual: un fondo quizás con el mismo nombre, creado por ley pero en el que todo el mundo querrá meter mano, ya que los problemas financieros cunden en las provincias. La ofensiva del gobierno sobre el Banco Central probablemente culmine en una suerte de loteo de las reservas.
Sin arraigo en la opinión pública (donde cuenta apenas con 2 opiniones favorables de cada diez), apartado del manejo hegemónico del Congreso, con una Justicia que se siente más liberada, y con dificultades financieras y económicas crecientes, el gobierno no cede por ello en su práctica de doblar las apuestas. Cada vez que lo hace profundiza su propia crisis.
Desentendido de los problemas que afectan a la mayoría de la sociedad –inseguridad, inflación- Néstor Kirchner parece alentar la esperanza de que recuperará terreno y remontará las negativas encuestas de opinión alentando la demanda de bienes y servicios aunque la inversión esté paralizada. En Olivos imaginan un fin de fiesta alimentado con subsidios y medidas que recalienten el consumo: parece obvio que lo que más se recalentará es la inflación. De hecho, las paritarias trabajarán con un piso de 20 por ciento y muchos gremios quieren firmar convenios sólo por seis meses, porque avizoran un segundo semestre con precios subiendo raudamente por el ascensor.
¿De dónde saldrá los recursos? Más allá de que el propio Amado Boudou está cada día más cerca de la despedida, parece evidente que el canje de deuda con el que él soñó, asi como el arreglo con el Club de Paris, se evaporan. Sin financiamiento externo a la vista, el gobierno necesita apelar a iniciativas como el Fondo del Bicentenario o a otras que se cocinan en Olivos, como una reforma bancaria y financiera. Y cada día tiene menos plafond político para encararlas. Es probable que en Olivos la irascibilidad crezca en la misma medida en que se eleva la impotencia


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