domingo, 12 de junio de 2011

La crisis por el caso Bonafini y el "sentimiento del mercado". Por Jorge Raventos



El lunes 6 de junio, la Bolsa de Lima fijó su primera impresión ante el triunfo electoral de Ollanta Humala: se derrumbó un 12,5 por ciento, la mayor caída de su historia. Al día siguiente los mercados se recompusieron, después de que el presidente electo anunció que cumplirá los compromisos internacionales de Perú, mantendrá el rumbo económico que le permitió al país convertirse en el de mayor crecimiento de Sudamérica y conseguir la calificación financiera de investment grade y asumió el compromiso de rodearse por economistas de los equipos del ex mandatario Alejandro Toledo.
El jueves 9 fue la Bolsa porteña la que tuvo un comportamiento singular. En una jornada en que no presentaba mayores novedades bursátiles en el mundo, Buenos Aires se transformó –para decirlo con los términos del diario La Nación- “en la plaza más rentable del día, en un año que la tiene ya entre las de peor rendimiento mundial”. El índice Merval Argentina subió 4 puntos y las acciones de empresas de servicios privatizadas llegaron a elevarse dos dígitos.


Los analistas explicaron el fenómeno como una expresión del “sentimiento del mercado”, una reacción de euforia ante el rumor, que había cundido alrededor del mediodía, de que la señora de Kirchner no se presentaría como candidata del oficialismo y que ese papel sería cubierto por Daniel Scioli (acompañado por Alicia Kirchner, se insistía). La versión no es nueva (fue suscitada originalmente por expresiones de la propia Presidente) pero esta vez se basaba en algunos hechos (el gobernador había acompañado casi toda la mañana del jueves a la Presidente y había mantenido con ella una reunión a solas) y también en muchas conjeturas suscitadas por afirmaciones de Hugo Moyano sobre la inflación y por la ominosa evolución del affaire Schocklender-Bonafini. Mariano Obarrio, el periodista de La Nación acreditado en la Casa Rosada, citaba una frase adjudicada a la señora de Kirchner: "¿Ustedes piensan que yo voy a estar cuatro años mas discutiendo con esta irracionalidad?".
El viernes 10, al no confirmarse el rumor de la víspera, la Bolsa regresó a la normalidad. De todos modos, mientras el oficialismo no nomine su fórmula para octubre es muy probable que las versiones reincidan.
Es que cada día parece incorporar un nuevo motivo de inquietud para Olivos. Hugo Moyano descartó por unas horas su proverbial campera de cuero y, de blazer, se presentó ante los estudiantes de la Universidad de Belgrano para decir que la inflación (ese fenómeno que el gobierno insiste en negar refugiándose tras las inverosímiles estadísticas del Indec) no sólo es bien real y notablemente alta, sino que perjudica a trabajadores y empresas. Mientras él acometía contra ese emblema oficial, sus hombres divulgaban que el camionero había rechazado llamados de dos ministros que pedían ayuda. Traducción: el moyanismo pasa facturas por los maltratos que, a su entender, le impone la Casa Rosada, trátase de desdén retórico, obstáculos a su intento de colonización del gremio de Comercio, postergación en las listas electorales o dificultades judiciales.
La señora de Kirchner ve en estos tiempos que, simultáneamente, se le fisuran dos columnas del edificio que había construido su difunto esposo como fundamentos del sistema de poder K: de un lado, la CGT se retoba; de otro, el escudo simbólico que el oficialismo esgrimió desde 2003 para justificar sus actos, su confrontación y sus excesos –el pañuelo de las Madres de Plaza de Mayo, ese que ella colocó sobe el ataúd de Néstor Kirchner- aparece hoy perforado por la sospecha y el descrédito, precisamente en virtud del vínculo entre la Fundación que preside Hebe de Bonafini y el gobierno. “Madres de Plaza de Mayo fue corrompida (…) El gobierno corruptor ha aplicado aquí un mecanismo harto conocido, su verdadero modelo: subsidios, retornos y apoyo político”, radiografió esta semana el prestigioso historiador Luis Alberto Romero.
Dos semanas atrás los diversos círculos del oficialismo rechazaban hablar del tema que saltó a los diarios como un incidente entre los hermanos Shocklender y que velozmente ingresó en la Fundación de las Madres. Pocos días después, aquellos mismos sectores se tropezaban para tomar distancia, primero, del administrador de la Fundación y enseguida, de la propia señora de Bonafini. Cuando se comenzaron a suceder las noticias sobre autos de alta gama, mansiones, aviones ejecutivos, fortunas jugadas en los casinos, cuentas en el exterior, armas, grupos de pesados, violencia contra trabajadores de la construcción, cheques voladores, mesas de dinero, contratos con notables sobreprecios, desde Estela de Carlotto, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, hasta Luis D’Elía se apresuraron a reclamar que se investigue a fondo a la Fundación, se mostraron súbitamente perplejos por la relación entre Bonafini y los Shocklender y coincidieron en que “Hebe no puede haber ignorado” lo que ocurría. ¿Sólo Hebe? El gobierno, que firmaba los subsidios (ya pagó las tres cuartas partes de los 1.200 millones adjudicados en el rubro viviendas a Bonafini-Schocklender), que tenía a una ex ministra de Economía destinada a controlar los números y que cuenta con una Secretaría de Inteligencia con un amplísimo presupuesto, seguramente tampoco ignoraba. Y algo debían imaginar organizaciones que compartían palco y actividades con los que hoy caen en la picota.
Si la segunda reacción del oficialismo (después de haber procurado minimizar completamente el caso) fue centrar las culpas en Sergio Schocklender, es evidente que ahora aparecen muchos dispuestos a que la operación de echar lastre no excluya a la señora de Bonafini. Es un signo de centrifugación. Otro reflejo se observó en el INADI donde los dos miembros de la cúpula terminaron en una disputa (que involucraba cuestiones de recursos y designaciones) que requirió presencia policial.
Agréguese lo que viene ocurriendo en Santa Cruz, el búnker original del oficialismo: el gobernador Peralta desbordado por los conflictos sindicales, el principal operador kirchnerista – el ex chofer de Kirchner, Rudy Igor Ulloa, hoy poderoso dueño de medios- manejando grupos que tomaron el gremio docente, la provincia que ha perdido 200 millones de dólares en regalías petroleras porque las empresas del ramo no pueden operar debido a los conflictos.
En fin, es natural, con ese telón de fondo, que circulen rumores sobre la posibilidad de que la Presidente, que perdió a su marido, el arquitecto y constructor de esta estructura, vacile aún sobre si aspirar o no a la reelección.
Le queda poco tiempo para decidir. De hecho, ya se ingresado en la temporada alta de las elecciones. En menos de un mes se estarán votando las autoridades de la Capital Federal y con ese comicio se inicia un mes de gran movimiento en los grandes distritos (salvo la provincia de Buenos Aires); el 24 de julio se vota en Santa Fé y a principios de agosto en Córdoba. Ese cronograma no augura buenas noticias.
Las encuestas dicen hoy que Mauricio Macri sale primero en la primera vuelta y se impone en la segunda. Su principal rival, Daniel Filmus, iba ocho puntos atrás antes de que emergiera el caso de las Madres y se estima que este asunto lo golpeará. Especialmente si trascienden los vínculos (no sólo políticos, sino como proveedor) de un familiar suyo muy directo con la organización de Bonafini y Schocklender.
En Santa Fé, las encuestas dicen que el oficialismo corre el riesgo de salir tercero: Miguel del Sel, el midachi que corre con los colores del Pro, se encuentra actualmente en un virtual empate (a cuatro décimas) con Agustín Rossi, el crédito de la Casa Rosada. En cuanto a Córdoba, esta semana se confirmó que la fórmula que encabeza José Manuel De la Sota no cuenta con el apoyo del kirchnerista Frente para la Victoria. La Unión por Córdoba – el frente que lideran De la Sota y el gobernador Juan Schiaretti- estaría hoy empatando técnicamente con la fuerza de Luis Juez (en rigor, dos puntos por encima de éste). Cualquiera sea el resultado en esa provincia, no se podrá acreditar a la cuenta de la Casa Rosada.
Así, el gobierno llegará en esas condiciones (sin victorias en tres distritos importantes) a las primarias de agosto. Sólo puede confiar en el justicialismo de la provincia de Buenos Aires para compensar aquellos malos tragos.
Esto debería implicar un trato más considerado al peronismo del distrito: ¿acaso los jóvenes de La Cámpora, esa organización que la Casa Rosada se empeña en privilegiar, aportarán los votos que el oficialismo necesita? A tomar en cuenta: los cuadros justicialistas provinciales despechados tienen en esta oportunidad dos “palenques donde rascarse”. Uno es el peronismo federal de Eduardo Duhalde, que postula a Graciela Camaño para la gobernación, seguramente se mostrará dispuesto a recoger a esos disconformes en sus listas. Y, por supuesto, Francisco De Narváez, aunque éste deberá reservar bastantes espacios a sus aliados radicales (y a algunos vecinalistas).
La señora de Kirchner seguirá tomándose tiempo antes de resolver si es candidata. En sus reflexiones deberá tomar en cuenta muchos de los hechos que aquí se han enumerado. Sin excluir “el sentimiento del mercado”.

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