lunes, 7 de febrero de 2011

EPEC, de los trabajadores y al que no le gusta... Por Adrián Simioni

Es un clásico de todos los años. La Empresa Provincial de Energía de Córdoba (Epec) paga a sus empleados lo que le manda su añejo convenio laboral, y por unos días vuelve a la palestra el debate sobre la racionalidad económica de esa compañía estatal.
La Bonificación Anual por Eficiencia (BAE) fue pensada como un premio. Los beneficiarios sostienen que, efectivamente, así es otorgada. Pero los que miran de afuera contraargumentan: “Mentira; es algo que se paga de manera automática.

Te tienen que encontrar saboteando un distribuidor para que no te la paguen”. Algo de eso hay. De hecho, el monto global que tiene que liquidar la empresa parece darles la razón a los segundos.
Con la BAE y el aguinaldo, los empleados de Epec consiguen la ventaja de cobrar más de 16 sueldos al año. Y los salarios de por sí son altos: 11.200 pesos al mes en promedio, contra 3.463 que fue el sueldo promedio en el sector privado formal en todo el país en abril del año pasado (es el dato más nuevo que publican el Ministerio de Trabajo de la Nación y la Administración Nacional de la Seguridad Social, que, dicho sea de paso, tienen estadísticas cada vez más atrasadas).
Premio al corte. Lo cierto es que, este lunes, la empresa empezó a liquidar, en tres cuotas, 138 millones de pesos, un esfuerzo financiero descomunal, para saldar un premio a la eficiencia que los usuarios de Epec no alcanzan a apreciar.
Antes de enumerar inconvenientes, vale aclarar algo: algunos de los problemas que muestra el servicio eléctrico son comunes a todo el país, por efecto de la política energética nacional, algo que los gremios lucifuercistas no suelen decir. En definitiva, algunos de las cucardas que se ganó Epec este año fueron:
El último ejercicio empezó con el megaapagón del verano de 2010.
Siguió con cambios en el directorio de la empresa, derivados de esos y otros inconvenientes.
Terminó con el pago de millonarias indemnizaciones por parte de Epec a sus clientes por las fallas en el servicio, a través de descuentos en las facturas y reposición de aparatos eléctricos dañados.
Este año empezó con accidentes mortales en Córdoba capital causados por ventarrones fuertes, pero no extraordinarios, que dejaron a la vista lo fácil que se caen los cables de la empresa, algo que, junto a otras cuestiones, la oposición política atribuye a falta de inversiones.
¿Cuál fue la eficiencia? ¿Es mucho 138 millones de pesos para premiar ese desempeño?
Para darse una idea, para construir la Central de Pilar, la empresa se endeuda en un bono por 567 millones de dólares. El plan original es que ese bono sea a ocho años y se pague gracias a dos cosas:
Por un lado, un cargo fijo a los usuarios del servicio.
Por otro lado, el sistema eléctrico nacional pagará a Epec por la energía que salga de la usina de Pilar precios mucho mayores que al resto de los generadores térmicos del esquema que administra la compañía mixta Cammesa. Los privilegios que brinda a veces la política no son lo más importante. Pero ¡cómo ayudan!
De todos modos, el bono viene lento. Requiere una garantía de coparticipación por parte de la Provincia que, a su vez, precisa de un aval del Ministerio de Economía de la Nación. Ese aval no termina de aparecer.
El hecho que los prestamistas estén exigiendo la garantía de coparticipación indica que al menos ellos desconfían de que la situación financiera y económica de Epec le permita cancelar esa deuda.
También permite suponer que, si eso es cierto, probablemente al bono lo termine cancelando, en forma parcial o total, el Estado provincial o, lo que es lo mismo, sus ciudadanos. Llegado ese punto, habrán pagado el cargo fijo, pero también el bono. Claro que esas son especulaciones y tal vez Epec pague la inversión, como corresponde.
La cuestión es que, en los mismos ocho años en que supuestamente se irá saldando la inversión de la Central, la BAE insumirá, a valores de hoy y si se sigue pagando como ahora, 276 millones de dólares. La mitad de la mayor inversión encarada por Epec en 20 ó 30 años.Regalarla al gremio. La situación de Epec siempre ha sido discutida entre dos posturas irreconciliables: estatistas y privatistas. Pero no estaría mal pensar en una alternativa, como la de traspasar a título gratuito la propiedad de la empresa directamente a sus empleados o al gremio. Que ellos sean los dueños de una sociedad comercial que, a su vez, sea la propietaria de las acciones. Para ser claro, no estaría mal regalarles la empresa.
Por un lado, no estarían las eternas sospechas de corrupción que siempre, con razón o no, ensucian cualquier privatización.Por otro lado, el Ente Regulador de Servicios Públicos (Ersep) podría cumplir su rol de ente regulador, controlador del servicio y autorizador de aumentos tarifarios, como lo hace con cualquiera de las concesiones privadas. Y los ciudadanos podríamos protestar más o menos como lo hacemos hoy en esos casos.
Finalmente, el cantito de los lucifuercistas (“Epec, de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode, se jode”) se cumpliría formalmente.
Hace añares que la empresa es, de hecho, del gremio. Sólo que la máscara de ser una empresa pública sirve de excusa para que, de vez en vez, todos tengamos que salir a poner recursos extraordinarios para sostenerla o bancarnos sus defectos. Privatizada al gremio, esta soga cíclica dejaría de existir.
Con la propiedad blanqueada, la empresa podría, si quisiera, seguir como hoy básicamente al servicio de sus propios empleados, con los empleos hereditarios, la BAE y otras cosas. Si les fuera mal, bueno, simplemente se transferiría la propiedad a alguien más y quedaría probado que, como muchos creen, Epec, así, no es muy viable. Y, si les fuera bien, sería espectacular para todos. Los usuarios sólo pagarían su tarifa y los empleados de Epec, se supone, estarían chochos.

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