miércoles, 4 de mayo de 2011

La duda contiene a Moyano mientras se perfila una alternativa. Por Jorge Raventos

En una semana en la que todo hacía prever que las principales noticias políticas surgirían desde el rincón oficialista, movilizado por la manifestación de fuerza que preparaba Hugo Moyano en la avenida Nueve de Julio, los hechos más relevantes ocurrieron, sin embargo, en el terreno de la oposición.
Es probable que en los últimos siete días haya quedado perfilada la que será la candidatura central del frente alternativo, un conglomerado que todavía no termina de trazar sus límites pero que sin duda empieza a tomar cuerpo, por obra de tejedores pacientes y de una creciente lucidez de los protagonistas.



Tal como los hechos se insinúan, es improbable que la oposición constituya ante el comicio de octubre una gran coalición, de la que formen parte, igualitaria y horizontalmente asociados, todos los partidos intervinientes. Lo que en cambio empieza entreverse es una gran articulación de fuerzas, candidaturas y adhesiones que operarían en red para converger en apoyo de una candidatura presidencial común. Nodos esenciales de esa red serían la candidatura a gobernador bonaerense de Francisco De Narváez y la decisión de Mauricio Macri de no competir por la presidencia, sino por la reelección en la ciudad de Buenos Aires.
El beneficiario de esa sofisticada ingeniería seguramente será Ricardo Alfonsín quien ya ha conseguido transformarse en candidato único e indiscutido del radicalismo, lo que no es poca cosa. Primero Julio Cobos y ahora Ernesto Sanz han decidido dar un paso al costado en sus aspiraciones de ser candidatos por la UCR y se han encolumnado tras la postulación de Alfonsín. Ese gesto que permite concentrar fuerzas partidarias ha sido compensado por la constitución de una Comisión de Acción Política de seis miembros, en la que habrá cuatro (dos y dos) provenientes de las líneas internas de Cobos y de Sanz, junto a los dos que pondrá la línea de Alfonsín. Esos seis rodearán (y seguramente moderarán) al chaqueño Angel Rozas, que ejerce con estilo levemente rústico la presidencia del partido por alejamiento temporario de Sanz.
La composición de ese núcleo de acción política es reveladora: tanto Cobos como Sanz venían proponiendo que las alianzas del radicalismo fueran más allá del Frente Progresista que la UCR ha constituido con el socialismo y el GEN de Margarita Stolbizer. Es evidente que si Alfonsín aspira a que su candidatura no naufrague en lo puramente testimonial sino en una opción vigorosamente competitiva, debe transformarse en candidato de un arco que no se agote ni en la UCR ni en el Frente Progresista: debe abrirle la puerta a la adhesión del peronismo disidente y también al centro democrático y a formaciones de centro derecha como el Pro.
Hasta ahora Alfonsín venía calafateando esa opción, tanto con declaraciones propias poco afortunadas (esas en las que definía a ciertas fuerzas como “mi límite”) o tercerizando esa tarea en Margarita Stolbizer, de pronto convertida en una suerte de aduana sanitaria en la que ejercía el pasa- no pasa de los eventuales aliados de la UCR. Esa situación empezó a modificarse esta semana.
El (los) candidatos a vice
La elección del acompañante de Ricardo Alfonsín es otra prueba que el candidato debe atravesar para adquirir envergadura. La mayoría de los analistas especula con la fórmula Alfonsín-Binner, que sin duda reflejaría muy adecuadamente al Frente Progresista, pero no cubriría el conjunto de adhesiones que la oposición debe conseguir si pretende jugar a ganador.
En el radicalismo hay gente que ya analiza cómo resolver el tema. Una opción sería emplear un mecanismo que el partido ya usó en una elección presidencial: que el candidato forme parte de dos fórmulas. Eso hizo en 1989 Eduardo Angeloz, que fue escoltado por Juan Manuel Casella en la boleta UCR y por María Cristina Guzmán en la de la Confederación Federalista Independiente.
Con un procedimiento similar, Alfonsín podría ahora cumplir con Binner en un binomio y armar otro ticket, que tendiera puentes hacia el electorado peronista e inclusive a otros que también resisten al kirchnerismo y alientan un cambio de rumbo. Los hombres sabios de la UCR sabrán encontrar los procedimientos legales para concretar la hipótesis de las dos fórmulas, si se inclinan por ella. En cualquier caso, parece claro que el propio candidato presidencial encarna ya una representación adecuada de progresismo, y si se la opción final fuera la de tener una única boleta, lo que necesita en términos electorales es sumar aquello de lo que carece. Esto implicaría seleccionar un candidato a vice que permeabilice al electorado peronista e independiente. Hay que pensar en el nombre adecuado.
Algunos mencionan a Felipe Solá. Pero lo cierto es que, si bien el perfil de Solá puede coincidir en parte con aquella búsqueda, las encuestas no le acreditan un puntaje atendible.
Es probable que alguien en la UCR observe finalmente a un personaje que calzaría a la perfección en sus necesidades, que mantiene una imagen sólida en la opinión pública y que, siendo un hombre nacido y criado en el peronismo, ha acreditado una extensa colaboración con la UCR y hasta llegó a ser su candidato presidencial cuatro años atrás. Se trata de Roberto Lavagna, obviamente.
El economista que acompañó la ardua gestión de Eduardo Duhalde en un momento realmente crítico y que manejó el Palacio de Hacienda en los primeros, más prolijos años del propio Néstor Kirchner, ingresó en 2007 al terreno político electoral. Su candidatura presidencial llegó ese año, por ejemplo, primera en la provincia de Córdoba.
Una fórmula Alfonsín-Lavagna, con la candidatura de Francisco De Narváez en la provincia de Buenos Aires, el respaldo del Pro en la Capital Federal, y el del peronismo disidente, todo sumado a una acción protagónica del radicalismo y el Frente Progresista en el conjunto del país establecería en el paisaje de las elecciones de octubre una atmósfera de auténtica competencia, que la opinión pública agradecería.
Si esta alternativa (o algo de la misma especie) llegara a concretarse, rápidamente se notaría un cambio en los números de los estudios demoscópicos. El aparente paseo oficialista que hoy pintan las encuestas se emparejaría. No es improbable que el optimismo que ha reinado en las últimas semanas en las filas kirchneristas, donde se llegó a fantasear con una segura victoria en primera vuelta, dé paso a una mayor preocupación. Las vacilaciones que se asignan a la Presidente en cuanto a aceptar o no la candidatura a la reelección tal vez se ahonden al reparar en que la presidencia requerirá llegar a una riesgosa segunda vuelta.
Moyano: inflación y lifting
Las dudas que muchos adjudican a la Presidente en cuanto a su candidatura estuvieron sin duda presentes en el discurso que Hugo Moyano pronunció el viernes desde un poblado palco montado junto al ministerio de Desarrollo Social.
Originalmente esa manifestación estuvo pensada como demostración de fuerza e instrumento de presión sobre el gobierno, destinada a convencer a la Casa Rosada de que abriera más generosamente las listas electorales al aparato gremial y también de que usara su eventual influencia en los estrados judiciales para aliviar la situación de varios dirigentes de la CGT, empezando por el propio Moyano.
Sin embargo, con el paso de los días, Moyano fue persuadido de que debía moderar su discurso: le explicaron que mientras no esté explícitamente definida la voluntad presidencial de encabezar la boleta oficialista, toda presión puede convertirse en un bumerán. O en un argumento para que la señora justifique un paso atrás.
Así, Moyano habló en trono pausado y suave (hasta parece haber suavizado sus rasgos con algún lifting), todo en él se volvió “reflexivo” el viernes: argumentó el derecho de la rama gremial a pedir mayor participación en las candidaturas (pero no lo reclamó), esgrimió el proyecto de participación en las utilidades empresarias y lo apuntaló con una idea parecida del presidente francés Nicolás Sarkozy; y, sobre todo, dedicó más de la mitad de sus 40 minutos de oratoria a defender a capa y espada la gestión K en sus dos etapas, poniendo el acento en rasgos expropiatorios y confiscatorios que consideró emblemáticos del “modelo”. Mensaje destinado a CFK: está todo bien.
La única frase de su discurso que evocó una presión fue la última, y es revelador el punto en el que decidió ejercerla: dirigiéndose a Cristina Kirchner, le dijo que tres figuras que “lo dieron todo por la patria” – las nombró: Juan y Eva Perón y el propio Néstor Kirchner- sólo “descansarán en paz” si ella acepta ser candidata. Es evidente que la demora en la decisión de la Presidente provoca auténtica incertidumbre en algunos de sus seguidores. Y que ese estado termina funcionando como un elemento de contención. Al menos así ocurrió en el caso de Moyano.
Donde el líder de la CGT y los voceros del acto estuvieron menos retenidos fue en la descripción del imponente acto: insistieron en que habían congregado medio millón de personas. Para que el debate sobre la cifra tenga alguna objetividad, conviene hacer un cálculo sencillo: cada cuadra sobre la Avenida Nueve de Julio equivale a unos 10.000 metros cuadrados; cuando una manifestación es muy compacta (no fue el caso del viernes) entran 4 personas por metro cuadrado, es decir, unas 40.000 por cuadra. Para reunir medio millón de personas, la manifestación debía haber llegado –muy apretada- hasta la Avenida Caseros. Y sólo llegó, con creciente dispersión, hasta la calle Carlos Calvo, a seis cuadros del palco.
Esta a la vista que la inflación de alguna forma se hace presente.

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