domingo, 16 de octubre de 2011

Cuando la verdad hiere a la política. Por Claudio Chaves

Que los políticos uruguayos critiquen a Tabaré Vázquez por sus resonantes declaraciones, acerca de que el conflicto con la Argentina  podía haber  desembocado en una guerra,   es, si se quiere, comprensible. Mujica como buen político, al asumir la presidencia,  apartó de su agenda los malos momentos que el gobierno de Kirchner y Gualeguaychú, particularmente,  le hicieron pasar a su país. ¿Qué otra cosa podía hacer esta nación hermana ante la prepotencia del gobierno argentino? Y con un fallo a su favor de La Haya.
Por su lado el Partido Blanco no debiera sacar beneficios de estas declaraciones y menos con los argumentos ideológicos con que lo hace. Observa como negativo el pedido de apoyo a los EE.UU. puesto que al imperialismo no se va por ayuda, incluso dicho esto en sorna.




BREVE REPASO



La historia de Uruguay tan vinculada a la nuestra estuvo signada por una cadena de malos tratos, inflingidos arbitrariamente por distintos gobiernos en los últimos doscientos años.

Desde el inescrupuloso accionar del Directorio de Balcarce, Pueyrredón y Rondeau para aplastar a la figura de Artigas y doblegarlo a la prepotencia porteña, (al punto de ser cómplices de la invasión portuguesa a la Banda Oriental). Pasando por el sitio de Oribe a Montevideo, azuzado por el cerril porteñismo de Rosas, hasta la invasión de Venancio Flores pagada por el Presidente Mitre, los uruguayos han tenido una enorme paciencia para con nosotros. Claro, ¿Qué otra cosa podían hacer?

El siglo XX transitó más sereno. Algunos chispazos en la década del 50’ cuando gobernaba Perón, pero nada preocupante. Hasta que finalmente el Presidente Menem clausura la etapa anterior firmando los acuerdos del Mercosur, en 1991.

A este país que muchos argentinos buscamos como refugio vacacional o eventual residencia jubilatoria por la paz y tranquilidad que se respira en su tierra fue al que el kirchnerismo atacó sin miramientos.

A este pueblo manso y tranquilo, que nos observa con cierta admiración de hermano menor; sufrido y laborioso, fue al que prepotencia xenófoba del kirchnerismo, incluido el peronismo, agredió sin reparos ni modales, escondiéndose detrás del malón gualeguaychense y sin cumplir con la responsabilidad de gobierno nacional. Esto es, calmar los ánimos y aquietar las aguas. Por el contrario aguijonearon el desacuerdo y le dieron manija.

¿Acaso nos hemos olvidado de la burrada del Ministro del Interior Aníbal Fernández cuando por radio citó a Jauretche como autoridad intelectual justificatoria de la prepotencia patriotera de su gobierno?

Vale la pena recordarlo para medir la ignorancia barrial de un gobierno mediocre.

Jauretche nos ha enseñado, decía el Ministro, a pensar desde nosotros, dado que el sistema cultural argentino siempre valoró exageradamente todo aquello que provine del exterior. Este esquema se repite hasta nuestros días y se sustenta en el famoso libro de Sarmiento: Civilización y Barbarie.

El periodista, que no era otro que el “Negro” Gonzalez Oro, no salía de su asombro y al decir la verdad aún no caía en la cuenta de lo que el Ministro quería decirle, hasta que Fernandez remató:

“Tal cual lo hace usted, Oro, al ponerse del lado uruguayo (sic) fundando una nueva escuela revisionista: el antiimperialismo uruguayo.

Ignorando el Ministro que Don Arturo se “refugió” en el Uruguay los cuatro últimos años del peronismo, cuando Mercante cayó en desgracia ante el General Perón.

Por los mismos días el Presidente Kirchner convocaba, el viernes 5 de mayo de 2006, a funcionarios nacionales, gobernadores y militantes políticos a Gualeguaychú a una desafortunada manifestación de nacionalismo berreta. Ante esa circunstancia de un Ejecutivo Nacional que empujaba las cosas hasta ese extremo ¿Qué podía pensar Tabaré Vazquez?

En ese contexto el Gobernador de Tucumán, Alperovich exclamaba respecto de la convocatoria presidencial:

“Este es un compromiso público y patriótico que espero asuman todos los gobernadores”

Diecinueve de ellos asistieron a Gualecuaychú, los que no lo hicieron vale recordar sus nombres: Sobisch, Romero, Del Moral, Nikish, Rodriguez Saa. Esta patoteada salvaje contó además con el apoyo logístico de dos intendentes del gran Buenos Aires que pusieron micros y hombres, Otacehe de Merlo y Vivona de Malvinas Argentinas. Fueron de la partida “nacionalista” Moyano, Palacios y Cobos.

Al mismo tiempo el diputado Arguello, del Frente para la Victoria y Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores marchó a los EE.UU. con el objetivo de frenar e impedir el otorgamiento de créditos al país hermano.

Por su lado el ex presidente, Jorge Batlle afirmaba al diario La Nación

“Uruguay ya no es una provincia de la Argentina”

Oportuna declaración, pues el kirchnerismo parecía tener una opinión distinta.

Este era el clima que se vivía al que hay que adicionarle las declaraciones de ciertos fanáticos de Gualeguaychú que amenazaban con atacar a Botnia o hacerla volar por los aires.

Y a todo esto, ¿el Presidente del Uruguay debía quedarse de brazos cruzados?

En nuestro país muchos prefieren creer que Tabaré exageró, pues de esta manera aligeran la responsabilidad de un gobierno provocador y atrabiliario como el de Nestor Kirchner.

Es posible que para los políticos uruguayos no haya sido prudente la declaración de Tabaré en la medida que recuerda lo peor del kirchnerismo que se apresta a gobernar por cuatro años más. Sin embargo a los argentinos nos obliga a reflexionar porque a cinco años vista de aquella bravuconada debiera darnos vergüenza de haber llevado a ese punto el enfrentamiento.

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