domingo, 2 de octubre de 2011

La victoria de CFK y el Teorema de Evo. Por Jorge Raventos

A tres semanas del domingo de elecciones presidenciales, en Argentina tanto la pasión como la intriga parecen flores marchitas, resecas por la previsibilidad del resultado. Los encuestadores casi no reciben consultas: se da por sentado por que la señora de Kirchner recibirá, votos más, votos menos, un caudal semejante al que cosechó en la primaria del 14 de agosto. Es decir, uno de cada dos sufragios: la mitad del padrón.

La otra mitad –“los contreras”, se hubiera dicho en otro tiempo- se reparte en diversas ofertas, lo que le garantiza a la señora la sensación de triunfo arrollador, pues le permite exhibir una muy considerable distancia con el candidato que ocupe el segundo puesto.
Las únicas dudas de cierto interés que las urnas deberán evacuar el 23 se refieren, una, a la competencia interna en el arco opositor (quién se ubicará mejor que quién y con qué cifras) y, la otra, al balance de las fuerzas parlamentarias: ¿conseguirá el oficialismo mayorías especiales en el Congreso, como para imponer proyectos que las requieren (la reforma constitucional, por caso)?


Del seguro triunfo de la señora de Kirchner no habría que deducir, sin embargo, que de allí en más a la coalición oficialista se le hará el campo orégano. Así como al arco opositor las cosas se le volvieron más difíciles tras la muerte de Néstor Kirchner (que, por el contrario, vigorizó la por esos días languideciente figura presidencial), a la viuda de Kirchner le puede resultar complicado:

(a) administrar la victoria y poner disciplina y motivación en el seno de sus fuerzas (que no son homogéneas precisamente); y

(b) sostener erguido y equilibrado lo que llama su “modelo”, en cuyas columnas (los superávits gemelos) ya hay inocultables signos de erosión (empiezan a transformarse en déficits gemelos), cuyas reservas vuelan succionadas por la corrida al dólar y por las siempre crecientes necesidades fiscales, cuyo Deus ex machina (“el yuyo”, es decir, la soja) aparece herido en su precio por la crisis de la que nos creíamos indemnes (que, para peor, también ataca al principal socio comercial y comprador, Brasil).

En cuanto al orden interno de la coalición, la señora de Kirchner tiene mucho que trabajar. Aunque con anteojos que le suavizan la mirada y gestos corteses (aconsejado por su hijo Facundo y por profesionales de las relaciones públicas), Hugo Moyano no deja pasar ninguna ocasión sin recordar que “las cuestiones del movimiento obrero se resuelven en el seno del movimiento obrero”, una transcripción del código que instruye sobre dónde lavar los trapos sucios. El jefe de la CGT advierte que está dispuesto a negociar su cargo (y el momento de dejarlo) con sus pares gremiales, pero que ese tema “no se decide en la Presidencia de la República”. Moyano también señaló que las discusiones salariales deben ser “libres, sin techo impuesto”: es una respuesta a las llamados a “contener la nominalidad” de la economía, un eufemismo para aludir a la inflación (de la que un sector del gobierno y la conducción de la UIA culpan a los incrementos salariales).

En verdad, el dirigente camionero (que viene de ratificar su liderazgo con el voto del 75 por ciento del padrón de su gremio) anticipa que el sector dará batalla si alguien quiere usarlo como chivo expiatorio de problemas que atraviesa el oficialismo (desde las sospechas de corrupción a la inflación) o si a alguien se le ocurre manotear espacio conquistado por el sindicalismo, como el de las obras sociales.

La dirección gremial observa que, proclamando el “diálogo social”, el astuto José Ignacio De Mendiguren y la conducción de la UIA procuran rodear al gobierno y darle letra para recuperar “competitividad” con ayuda oficial.

Los problemas de la coalición oficialista no se agotan con el sindicalismo ni con las pujas de la burguesía nacional que busca la tutela del Estado . Ante la combinación dificultades que atraviesa el gobierno, todos los días se pone de manifiesto la falta de coordinación de la cúpula del gobierno, que por momentos ni siquiera parece acordar sus discursos. Para defender de las graves acusaciones de Sergio Schocklender al secretario de Obras Públicas José López (un hombre que siempre estuvo directamente ligado a Néstor Kirchner), el ministro Julio De Vido declaró que en su cartera se conocía que en la Fundación Madres de Plaza de Mayo había “una defraudación”. El ministro admitió que “nosotros en su momento vimos esa situación y por eso esa reacción que ha tenido Schoklender”. De Vido tuvo que salir un día más tarde a desdecirse, pero no se libró de varias denuncias ante la Justicia: sus palabras habían desmentido al ministerio, que decía ignorar los hechos. Si no los ignoraba “en su momento” debió presentarse ante la Justicia. Con sus palabras, precipitadas en el afán de cubrir a José López (un hombre que sabe muchas cosas), De Vido tiró de la colcha y quedó expuesto, al tiempo que expuso a dos de sus colaboradores, que habían dado una versión divergente ante el Congreso. “Nadie sabía”, salió a argumentar el Jefe de Gabinete. Tarde piaste.
Fernández también habla a veces más allá de las conveniencias del gobierno. Después de que esta semana un juez hizo detener por personal de civil a dos gremialistas ferroviarios opositores de José Pedraza, Fernández creyó indispensable defender la decisión del magistrado.: “En el expediente hay pruebas más que suficientes para detenerlos por asociación ilícita”, afirmó sin vacilaciones. Piedra libre: el juez había decretado secreto del sumario, ¿cómo se enteró Fernández de lo que aseguraba? Al hacerlo, ofreció un argumento fuerte a quienes sospechan que el gobierno consigue muchos favores de algunos jueces, desde acceder ilegítimamente a determinados expedientes hasta dictar tramos esenciales de sus pronunciamientos.
¿Conseguirá la Presidente más orden, coordinación y eficacia con un nuevo gabinete después de que gane en octubre? Necesitaría hacerlo. El actual canciller, Héctor Timerman, un experto en twiteos, no le adelantó a tiempo que Estados Unidos decidió ponerle la proa a los pedidos de crédito o de ayuda económica del gobierno argentino. Considera que el gobierno “no cumple con sus obligaciones internacionales”. Timerman fue el que elevó a la dimensión del grotesco un incidente con Estados Unidos que derivó en el temporario secuestro del aparato, que estaba en territorio nacional en cumplimiento de un acuerdo de cooperación. Quizás en aquella ocasión Timerman tampoco le advirtió a la Presidente las consecuencias potenciales de ese acto. En cualquier caso, en el mundo, aunque lo disimulen, no suelen tomar en serio que los Presidentes ignoren las acciones de sus ministros.
Con los laureles de su victoria electoral garantizados, con una oposición desconcertada, con jefaturas sectoriales y territoriales que observan los acontecimientos y por el momento prefieren no sacar los pies del plato, la señora de Kirchner quizás tiene tiempo para meditar sobre las peripecias de algunos colegas cercanos. Por caso, Evo Morales. El presidente boliviano, después de un inicio difícil, consiguió imponerse a una oposición frontal que se había hecho fuerte en algunos territorios, como Santa Cruz de la Sierra. Hoy vuelve a estar en dificultades, pero esta vez son más complicadas de superar, porque provienen del seno mismo de las fuerzas que lo llevaron a la Presidencia: pretenden su desplazamiento fuerzas indígenas, campesinas, indiferentes a las proclamas étnicas del Presidente aymara. Esa rebelión indígena, en marcha hacia La Paz, obtiene el respaldo de la Centra Unica de Trabajadores, la CGT boliviana, con los mineros como columna vertebral, y también de estudiantes y sectores progresistas y ambientalistas que hasta ahora respaldaban al gobierno de Morales. La vieja oposición territorial por el momento balconea el conflicto, que ya se cobró la renuncia de varios ministros.
El teorema de Evo tiene un corolario: cuando no hay una oposición política de envergadura los conflictos sociales tienden a expresarse a través de sectores de la fuerza hegemónica.
Eso sí: los teoremas suelen tener validez en todo el planeta, no exclusivamente en Bolivia.

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