lunes, 30 de mayo de 2011

El kirchnerista que faltaba: Carlos Menem. Por Daniel V. González

Finalmente, Carlos Menem confesó algo que ya sospechábamos: en octubre votará por Cristina Kirchner.
Al momento de concurrir a votar en las elecciones de La Rioja, y al ser consultado por los periodistas, el ex presidente puso especial empeño en que los medios de todo el país registraran lo que él estaba deseoso de comunicarles: que en octubre su voto será para Cristina a quien, además, colmó de halagos respecto de su aptitud para gobernar.

De este modo, el jefe político de las profundas transformaciones de la última década del siglo pasado, abdica de su lugar en la política y en la historia y se entrega a la evidencia que propone las encuestadoras: que Cristina Kirchner será la triunfadora en octubre. “No hay con qué darle”, había dicho el riojano hace algunos días, en referencia a las posibilidades electorales de la actual presidenta.
¿Menem percibe acaso que este gobierno significa la profundización de los cambios introducidos por él en los noventa? Ciertamente sería un ejercicio de complicada alquimia política encontrar puntos de continuidad entre uno y otro período de gobierno.
¿Piensa Menem que, después de todo, sus políticas fueron equivocadas y éstas, las de Néstor y Cristina Kirchner, son “más peronistas” y, por lo tanto deben ser apoyadas?
Menem no ha dado ninguna explicación de su cambio de humor político. Pero su adhesión casi silenciosa y mendicante al kirchnerismo en cierto modo significa una abdicación de su ciclo de gobierno, la renuncia a las ideas y argumentos políticos que presidieron esas transformaciones, tan denostadas por quienes ahora ejercen el poder y ante quienes ahora, silenciosamente, Menem se rinde.
Por más que uno se esfuerce, es muy difícil encontrar puntos de contacto entre uno y otro gobierno, al menos en los asuntos más sustanciales.
En Derechos Humanos, tema central para este gobierno, Menem prefirió intentar cicatrizar las heridas que habían dejado los años de plomo, indultando a unos y otros.
Iglesia y Fuerzas Armadas fueron tratados con respeto y con el reconocimiento que merecen esas dos instituciones.
En esos años existió una irrestricta libertad de prensa, a punto tal que los canales de aire, hasta entonces estatales, fueron privatizados.
Los cambios más importantes y perdurables correspondieron al área de la política económica, donde se libró una batalla a muerte contra la inflación, eliminando así uno de los principales flagelos que atenta contra el bolsillo de los más pobres. Se recuperó el presupuesto como instrumento de planificación económica y el estado recuperó el poder que había perdido en medio del caos económico creado por la hiperinflación. Las privatizaciones pusieron racionalidad en el uso de los recursos públicos y permitieron sostener la estabilidad, pieza clave para la recuperación económica en tiempos en que la bendición china aún no había llegado.
En cierto modo, podría decirse que este gobierno, en aspectos sustanciales, está en las antípodas del de Carlos Menem. Claro que cuenta con una ventaja: parece invencible y poderoso, imposible de derrotar. Como dice Menem, existe la sensación de que “no hay con qué darle”. Tiene los recursos, la razón y la pasión. Llega al corazón y al bolsillo de los argentinos.
Claro que ésta es una percepción que no compartimos con Menem.
Néstor y Cristina Kirchner, han gobernado en un período en que el país ha contado, por razones que no tienen que ver con sus actos, con recursos extraordinarios, que se están despilfarrando. Pero además, ha mercantilizado los Derechos Humanos y los ha reducido a la reivindicación de los grupos armados de izquierda que asolaron el país en los setenta. Ha salpicado la economía de trabas y subsidios que anuncian severos inconvenientes económicos en un futuro no lejano y agrede en forma sistemática a los empresarios nacionales y extranjeros, del campo y de la industria.
Nos negamos a pensar que la casi postrera adhesión de Menem al kirchnerismo provenga de algún mezquino cálculo personal o de un pacto que suponga para el ex presidente un trato preferencial por parte de la justicia en las causas judiciales que protagoniza.
De todos modos, si así fuera, se trataría de un final de carrera ignominioso y deplorable. Y además, muy triste: lejos de recibirlo con los brazos abiertos, sus nuevos compañeros de ruta lo desprecian y maldicen.
Pero es ése y no otro el lugar que Menem ha elegido para finalizar su carrera política.
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miércoles, 25 de mayo de 2011

La hipótesis de una candidatura testimonial a la presidencia. Por Jorge Raventos

El jueves 19, en La Plata, el pejota (palabreja a la que el kirchnerismo redujo el clásico Partido Justicialista) intentó su módico operativo clamor, destinado a demandar a la señora de Kirchner que se decida a ser candidata presidencial. Esa plana mayor del partido del gobierno “resolvió sus rencillas –según un periódico oficialista-
en una reunión breve y calma”. El trámite sólo les tomó a los 74 miembros presentes una hora y media, lapso durante el cual -aclaró el mismo medio-, “no hubo tensiones con los representantes del movimiento obrero organizado”. Sucede que, en rigor “la confección de listas y fórmulas no fue parte del debate”, y la reunión sólo se edicó a formalizar el apoyo (naturalmente unánime) a la candidatura de la presidente.

Hugo Moyano había llegado al mitin después de congregar a sus mosqueteros en la CGT; allí decidieron reservarse por el momento los ásperos términos que emplean diariamente para quejarse de la “ingratitud” presidencial, postergar una ofensiva conjunta y avanzar desde la puja salarial gremio por gremio. La CGT no ha arriado su reclamo de participación protagónica en las listas de candidatos, pero tiene tiempo para concretarlo: recién el 25 de junio vence el plazo para la presentación de la lista de precandidatos, y restarán entonces dos días más para oficializar esa nómina. Es probable que las rencillas eludidas el jueves en La Plata aparezcan en el tránsito de cinco semanas hasta arribar a aquella fecha. Por ahora nadie quiere ser culpado de presionar o “extorsionar” a la Presidente.
Después del discurso de José C. Paz, donde la señora de Kirchner, emocionalmente desbordada, puso de manifiesto que “ya dio todo” como Presidente y dejó en claro que intentar un nuevo período supone para ella un alto costo físico y personal (esto es, psicológico y hasta familiar), un temblor recorrió las diferentes tribus del oficialismo: ¿estaban acaso ante el riesgo de quedarse sin la “candidata inevitable”?
Los mejor informados ya estaban preocupados desde antes de aquellos párrafos sintomáticos: sabían que la señora debe hacer esfuerzos notables para superar algunos momentos de stress o angustia que pueden disparar problemas de presión y hasta paralizarla al punto de suspender actividades importantes. Como la invitación del presidente Fernando Lugo a la celebración del bicentenario paraguayo. La salud y el ánimo de la Presidente fueron incorporados a los análisis de las distintas corrientes internas.
El pejota no constituye hoy, en verdad, un partido en el sentido clásico. Es básicamente un club de funcionarios estatales (o de clientes del Estado); sus órganos de dirección debaten poquísimo y nada y en general se congregan para consagrar treguas o para suscribir pronunciamientos unánimes, negociados previamente en otros ámbitos. La presidente no encuentra en esos órganos una red de contención por la sencilla razón de que esas instancias no constituyen cuerpos verdaderamente orgánicos y también porque el estilo establecido por Néstor Kirchner (que su viuda no modificó) impuso una comunicación “radial” –nunca conjunta y estructurada- tanto con la dirección partidaria como con el gabinete de ministros. En esas condiciones, la hipótesis (la amenaza o, si se quiere, el riesgo) de que la señora de Kirchner decida (o se sienta forzada a) dejar de lado la candidatura es algo de lo que todos hablan, pero en voz baja y cada sector por su lado. Públicamente la hipótesis se asordina. Y la Presidente, ya sin la presencia de Néstor Kirchner, no cuenta hoy con ámbito político alguno donde sopesar políticamente los costos y los beneficios de la decisión más sensible que debe asumir.
Una conjetura que ha ido ganando sigilosamente espacio en los distintos círculos jerárquicos del oficialismo reside en considerar la candidatura de la señora como una candidatura testimonial sui generis.
Así, se especula que la Presidente, aún si considera difícil de sobrellevar un nuevo mandato y aun si “no muere por ser candidata”, podría llegar a admitir la necesidad de postularse para evitarle a su fuerza una crisis y una derrota (en tal caso ineludible, ya que sólo ella preserva la unidad entre los sectores enfrentados).
Cumplida esa tarea, en caso de triunfar en el comicio la señora –si confirma sus temores y la exigencia se le torna desmedida- podría elegir el momento para tomar una licencia o, eventualmente, dejar la función y replegarse a un rol de conducción partidaria y albacea de la herencia kirchnerista.
Aunque la hipótesis pueda sonar alambicada o rocambolesca, es desde esa perspectiva que se observa ahora con mucha ansiedad y detalle el perfil más adecuado para el acompañante de la señora Kirchner (si ella acepta la postulación) en el binomio oficialista. Si el papel de la dama puede terminar siendo puramente testimonial, el número dos de la fórmula se vuelve decisivo. Esta constatación convierte ese puesto en un codiciado botín. No en vano Hugo Moyano fue el primero en insistir en que sea el movimiento sindical el que llene ese asiento.
La digitación de la fórmula porteña estuvo en parte teñida por el dilema de la candidatura vicepresidencial. Se ha señalado que, pese a los lazos ideológicos que pueden vincularlo con la línea que representa el senador Daniel Filmus, cierto sedicente entorno progresista de la Presidente prefería que el candidato a la Jefatura de Gobierno porteña fuese Amado Boudou porque, conociendo que hay simpatía de la señora por el ministro de Economía de origen ucedeísta, preferían empujarlo a una pelea que probablemente perdiera en la Capital para evitar así que su figura quedara vacante para ocupar el segundo lugar de la boleta presidencial. Si esas eran las intenciones, la señora las eludió amparada por la objetividad matemática: Filmus está mejor ubicado que Boudou en las encuestas porteñas. El ministro de Economía perdió la dudosa posibilidad de acceder a la Jefatura de la ciudad de Buenos Aires pero quizás obtenga un premio más apetecible.
Las fuerzas de la oposición, entretanto, tejen y destejen sus posibles acuerdos. Este domingo se atraviesa una de las fronteras que han puesto límite a las negociaciones: las internas abiertas de la provincia de Santa Fé determinarán con qué cartas podrá jugar Hermes Binner, el gobernador socialista de aquella provincia, en sus conversaciones con Ricardo Alfonsín. El candidato radical quisiera tener a Binner en el Frente Progresista con el que aspira a dar la batalla electoral, de ser posible, como candidato a vice; sin embargo, en el socialismo hay corrientes que resisten a la UCR o, mejor dicho, a la decisión con que Alfonsín quiere ir más allá del principismo abstracto para pelear por el poder con el gobierno.
Después de que los santafesinos se cuenten las costillas en el comicio de hoy, las cosas van a aclararse un poco más en el costado de las fuerzas alternativas. Y se empezará a ver mejor si la oposición juega en serio o es, también ella, solamente testimonial.
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martes, 17 de mayo de 2011

La izquierda neurótica y el gobierno. Por Abel Posse

Las izquierdas argentinas se atomizan por compromisos electorales, por dependencia interesada y venal del poder de turno y, sobre todo, por carencia de autocrítica y de un balance adecuado del fin mundial de las izquierdas no capitalistas. Carecen de respuestas estratégicas y repiten una agresividad sin destino, sin comprender que China garantizó los bonos de Estados Unidos y que de alguna manera ejercita un callado Plan Marshall con los países europeos y africanos en crisis. Invierte en los emergentes y en el grupo Brics, ese motor nuevo de a economía mundial (que ahora agrega la S de Sudáfrica que ocupa el lugar ese que la Argentina no supo aprovechar).

Para alegría de la izquierda barrial antimperialista, la Argentina está en mala posición en el grupo de los veinte. La tontería del Gobierno y de las izquierdas es no comprender que la Argentina forma parte de los países ricos del inmediato futuro. Es el emergente que se prefiere entre paréntesis y sin recibir las enormes inversiones que se le destinaría. Estaría a la cabeza de los exportadores agroalimentarios, tiene agua, la mejor tecnología agraria y agroindustrial, y el cheque en blanco de los mercados orientales y, sin embargo, se sienta ante el grupo de los veinte, con críticas o reservas de chico díscolo. Con prejuicios y puritanismo pequeñoburgués, como se decía.
En realidad, la izquierda desde el Partido Obrero hasta Pino Solanas, la Cámpora o el trotzkismo callejero de Quebracho, pasó de la política al folclorismo nostálgico de la boina derrotada del gran Guevara y del rencor al capitalismo, sin advertir que los dos imperios marxistas-leninistas no fueron derrotados en alguna atroz guerra mundial, sino que implosionaron con sus partidos marxistas-leninistas en el poder, precisamente por haber fracasado en el centro de todo el edificio materialista-dialéctico, cuyo ladrillo fundamental era la economía como sostén de todas las superestructuras.
Las izquierdas ya no pueden hacer la revolución, sino jugar a la revolución. El progresismo es la sustitución de la revolución por modificaciones cosméticas que no cambian el extremo rigor de la estructura capitalista mundial, en actual superación de la crisis financiera mundial de 2008 y con voluntad de extender la anonadadora globalización.
Se dice que muchos sectores que presionan las decisiones de nuestra Presidenta descubrieron a Carl Schmitt, pero lo leyeron mal. Se quedaron con la famosa confrontación de amigo-enemigo, pero olvidaron un aparte fundamental, que es su realismo ante la etapa de tremendo desarrollo industrial-tecnológico y la necesidad de no negar el ingreso de los países al juego del poder real del mundo. Escribió: “No hay que cegarse ante las necesidades objetivas del desarrollo económico, pero tampoco debemos cegarnos ante ellas como los mexicanos que creyeron en los ‘dioses’ blancos que vinieron del mar”. Aceptar el signo del enriquecimiento y el equilibrio de los grandes espacios. “Entonces se verá qué naciones y pueblos perdieron su faz, su idiosincrasia por haber sacrificado su individualidad nacional, su cultura, al ídolo de una tierra tecnificada.” Schmitt, con Ernst y Fiedrich Jünger, con el economista social Niekisch, comprendió ya en 1920 que sólo con riqueza y aprovechamiento táctico de las posibilidades de la realidad económica de cada tiempo se podrá acumular capital para construir desde el enriquecimiento la preservación cultural y la justicia social. Arrancar desde la noción de justicia, frenando el enriquecimiento nacional, era para Schmitt un gravísimo error, cuyo ejemplo sería Cuba: miseria con dignidad.
Los jóvenes de la Cámpora, el Gobierno y esa izquierda que parece despreciar el capitalismo internacional deberían comprender que están en un error puritano sin aprovechar entregadamente el camino de China o Brasil, que ingresando en el juego económico mundial lograron absorber marginalidad y miseria (hambre cero, escolaridad, el reciclado social del campesinado chino).Sólo desde el poder económico podremos desalienarnos de la subcultura mundializada. El capitalismo es una etapa y el mercantilismo actual, su crisis posiblemente terminal. Una nueva socialidad debe ser pensada en relación con la particularidad nacional.
La Argentina tiene la oportunidad de no anularse, de no quedarse al margen con el garrote en mano de Quebracho, ni con el socialismo nacional, rosado y sentimental.Parafraseando a los sabios jesuitas: “Hoy hay que entrar por la de ellos para salir con la nuestra”.
*Escritor y diplomático.
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domingo, 15 de mayo de 2011

¿Quién se queda con la renta petrolera? Por Daniel Montamat

Si las cámaras pudieran filmar el subsuelo petrolero argentino la sociedad advertiría que su realidad es mucho más complicada que la de la superficie. Hemos estado consumiendo las reservas de petróleo y gas, sobreexplotando lo que estaba en producción y reduciendo al mínimo la inversión exploratoria para descubrir y desarrollar nuevas reservas. Entre 2003 y 2010 las reservas comprobadas de petróleo cayeron 11% con producción anual declinante, y las de gas natural 43%, con producción declinante desde 2005. En la década de los 80 se perforó un promedio de 102 pozos exploratorios, en la de los 90, 98 pozos. En la década pasada el promedio cayó a 48 pozos, pero en el 2010 la actividad se redujo a sólo 24 pozos exploratorios.


La exploración es la actividad más riesgosa de la industria petrolera y su constante declinación condena a la Argentina a depender de crecientes importaciones de hidrocarburos con fuerte impacto en las cuentas externas y en las cuentas públicas. No habrá más exploración si no hay un replanteo fundamental de la política petrolera.
Se subraya con razón que la Argentina no ha desarrollado todo su potencial petrolero y gasífero. La producción declina no porque no haya más petróleo y gas para descubrir y desarrollar, si no porque el sector ha sido sometido a reglas e intervenciones discrecionales.
En el negocio petrolero se analiza y discute la apropiación y distribución de la renta (diferencia entre precios y costos), más que la propiedad. Aún con una empresa estatal, los fundamentos que presiden el negocio petrolero dependen del reparto de la renta. Petrobras no podría haber asumido el riesgo de la exploración en alta mar cuyo éxito convirtió a Brasil en potencia petrolera, con las reglas que rigen la apropiación y el reparto de la renta en el país. ENARSA fracasó en conseguir socios para explorar las perspectivas que ofrece el Mar Argentino (sobretodo en el talud continental) no sólo por su ineptitud: el alto riesgo de la exploración off-shore no tiene correlato con el reparto de la renta a que está sometido el barril a descubrirse.
Con la política petrolera actual y el nivel de actividad exploratoria resultante nunca sabremos tampoco qué parte de los recursos potenciales de gas no convencional al que aluden algunos estudios pueden convertirse en reservas probadas.
La renta petrolera argentina promedio del trienio 2002-2004 fue de US$ 6.178 millones por año (gas y petróleo). Subió a 12.798 millones en promedio por año en el trienio 2005-2007, y a 18.678 millones en promedio por año en el trienio 2008-2010. La intuición lleva a presumir que el aumento de la renta debió traducirse en mayor nivel exploratorio. Y sucedió lo contrario. Si se analiza cómo se distribuyó esa renta se despeja la paradoja.
La renta promedio año creció al compás de la suba de los precios del petróleo y su incidencia en los precios del gas natural. El precio promedio del barril en el trienio 2002-2004 fue de US$ 32,9; subió a 64,8 entre 2005-2007 y promedió 80,4 entre 2008 y 2010.
Pero la Argentina está divorciada de esas referencias internacionales de precios por retenciones, congelamientos y controles. Esto determina que la mayor parte de esa renta no fue a parar al bolsillo de las empresas que exploran y explotan el petróleo y el gas; fue a los bolsillos de los consumidores de productos petroleros y sobretodo de gas natural, favorecidos con bajos precios (subsidio económico).
En el trienio 2002-2004 un 30% de la renta fue a las empresas, un 35% al gobierno (Nación y Provincias productoras) y un 34% a los consumidores. En el segundo trienio los consumidores recibieron el 50%, el Gobierno el 31% y las empresas el 19%. De la renta del período 2008-2010 un 71% fue a los consumidores, un 25% al Gobierno (regalías, retenciones, impuestos) y un 4% a las empresas.
Sí, en la medida que los precios del petróleo fueron aumentando en el mundo, la transferencia de renta petrolera a los consumidores fue creciendo. Alguien podrá alegar que se logró el objetivo de apropiación de renta para el Estado y los consumidores, reduciéndose a un mínimo la renta que va a las empresas. También puede sostenerse que aún con esos niveles de renta las empresas petroleras que operan en la Argentina siguen dando utilidades.
Pero lo que no puede dejar de reconocerse es que esta política alienta la sobreexplotación de los yacimientos que están en producción con productividad declinante y desalienta los esfuerzos para descubrir nuevos recursos. El “pan para hoy y hambre para mañana” del populismo energético.
El desaliento exploratorio derivado de las reglas que rigen la apropiación y el reparto de la renta (reglas que además han ido cambiando y retroalimentando incertidumbre) frustró la exploración del mar argentino, hizo fracasar la convocatoria a explorar lanzada por esta administración años atrás, y ha tenido secuelas adicionales en los esfuerzos provinciales de interesar nuevos exploradores.
Un 50% de las áreas exploratorias licitadas por las provincias fue a parar a manos de empresas amigas del poder con más vocación de intermediar para vender sus derechos a terceros que cumplir con sus compromisos de inversión.
El subsuelo petrolero en el on-shore provincial tiene muchos nuevos ocupantes que carecen de antecedentes técnicos y aptitud para asumir riesgos en la actividad.
Una nueva política petrolera debe tener como eje una nueva política exploratoria. La nueva política exploratoria debe plantear otra distribución de la renta tomando en cuenta los antecedentes comparados que existen en la propia región (Brasil, Perú, Colombia).
Cuanto mayor es el riesgo exploratorio mayor debe ser la participación en la renta ofrecida al inversor. En las cuencas no productivas y en el Mar Argentino hay que otorgar condiciones más ventajosas. Con reglas transparentes y sin estar sujetas a la discreción de la administración de turno.
Hay mecanismos para dar previsibilidad y certidumbre a la apropiación y reparto de la renta durante toda la vida de la exploración y la explotación. Por ejemplo, utilizando como referencia de adjudicación un canon básico con una fórmula que aumente o baje ese canon en función de cómo evoluciona el valor de las reservas recuperables del yacimiento descubierto y puesto en producción. La nueva exploración será un punto de inflexión a la decadencia petrolera y permitirá apuntalar una estrategia de desarrollo económico y social.
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Las dudas sobre el plan oficial. Por Rodolfo Terragno

Si el gobierno fuera reelecto, se produciría -según algunos de sus más calificados voceros- la acentuación del populismo. El viceministro de Economía, Roberto Feletti, lo ha dicho sin ambages: “El populismo, al que muchos critican, debería radicalizarse” (Debate, 6.5.2011).
A su juicio, hasta ahora sólo hubo un populismo tenue porque el Estado “no podía apropiarse de factores de renta importantes”. En caso de reelección, “el proceso no tendrá límites” .
Ernesto Laclau coincide en la necesidad de “profundizar” el populismo , que hasta ahora habría sido sólo “un populismo a medias” (Clarín, 29.10.10). El gobierno -al cual apoya- habría querido ir más allá, pero una trama de intereses frenaba la marcha .


El calificativo “populista” suele ser peyorativo; pero el gobierno lo asume sin complejos . Laclau ofrece fundamentos para el populismo: si las instituciones no satisfacen las demandas sociales, se requiere “un mecanismo no institucional”, construído “desde fuera del Estado”, que represente a la sociedad insatisfecha . “Se puede tener populismo de derecha o de izquierda, pero siempre hay una interrupción del sistema institucional del poder”, concluye.
Feletti es el encargado de aplicar esa doctrina al planeamiento económico . Sus objetivos (que, cabe suponer, son los del gobierno todo) se sintetizan en los puntos siguientes; pero se los puede ver desarrollados por el propio funcionario en el sitio www.robertofeletti.com.ar : 1.
Cambio de las relaciones de fuerza entre el Estado y el poder económico . El gobierno juzga que, tradicionalmente, las corporaciones han influido de forma impropia sobre el sistema político. La idea es reducir la influencia.
2.
Revisión de la matriz de negocios . Esto implica que el Estado analice y compare empresas, según los indicadores que juzgue relevantes (por ejemplo, rentabilidad) para luego establecer rangos. Es el paso previo a tomar decisiones de política económica aplicables a uno o más sectores.
3.
Restricciones al libre mercado . Se anticipa que las decisiones no pueden seguir tomándose “de manera “libremercadista”.
4.
“Mayor control sobre la renta indebida” . Lo indebido sería “apropiarse de excedentes rápidos”. Es lo que harían los sectores financiero y exportador. En forma explícita, el viceministro anuncia una nueva “regulación de la renta exportadora del sector agropecuario”.
5.
Lucha contra los monopolios . Se enfatiza que las corporaciones “no pueden hacer lo que quieran y quedarse con el ingreso de los argentinos”. En los últimos años “se logró una autonomía nacional que ahora necesita profundizarse”.
6.
Las estadísticas del actual INDEC como guía . El gobierno estima que, antes, el INDEC operaba a favor de la “patria financiera”. “Eso se acabó”.
7.
Promoción del consumo, aunque esto produzca cierto grado de inflación . Feletti dice: “El gobierno admite que hay subas de precios, pero de ninguna manera aplicará un programa de ajuste. Creemos que es mejor que haya consumo, aunque se produzcan [nuevas] subas”.
8.
Ampliación de la oferta . La interpretación es que la inflación, en el caso de los alimentos, obedece a una “insuficiencia de oferta”.
9.
“Aumento del gasto público” . “Al aumentar la demanda interna, la expansión del gasto público es autofinanciable”. Se mantendrían los subsidios. Los que abaratan el transporte, se subraya, “son de enorme trascendencia para los trabajadores que se movilizan del Gran Buenos Aires”. Además, se cree que “los subsidios no presentan un obstáculo a la inversión pública”.
10.
Utilización de reservas para no recurrir a préstamos internacionales . Las divisas acumuladas sobrepasan el monto necesario “para defender el peso de cualquier ataque especulativo”. En principio, el “excedente” seguiría usándose para pagar deuda, pero también “podría utilizarse para fondear proyectos de infraestructura a largo plazo”.
El programa es claro pero deja muchas dudas , que sus impulsores harían bien en despejar: ¿Hasta dónde llegaría la radicalización del populismo? ¿Harían falta, para eso, “mecanismos no institucionales”? ¿Cómo revisaría el Estado las matrices de negocios? ¿Hay una definición de “renta indebida” que impida la arbitrariedad? ¿Se puede desconocer la ley de la oferta y la demanda? ¿De qué modo se lucharía contra los monopolios, que sin duda merecen ser combatidos? ¿Hay una razón para no constituir el Tribunal Nacional de Defensa de la Competencia, previsto por la Ley Antimonopolios, cuya misión es evitar que se disminuya, restrinja o se distorsione la competencia? ¿ No correspondería a la justicia decidir si una o más empresas abusan de una posición dominante en perjuicio de la economía nacional? Siendo que -como bien señala el viceministro- la competitividad no depende sólo de “un tipo de cambio alto”, y es inadmisible lograrla mediante “salarios bajos”, ¿Cuáles serían los modos de aumentar la productividad , condición sine qua non para tener una economía más competitiva? ¿Es posible aumentar la oferta sin mayor inversión? ¿O el Estado produciría los bienes y proveería los servicios necesarios para superar la “insuficiencia de oferta”? ¿Se podría revisar las matrices de negocios y regular la renta sin afectar la inversión privada ? ¿Podría el sector público, por sí solo, encargarse de la inversión adicional que se necesita para tener crecimiento sostenido? ¿Cuál sería el límite al gasto público? Y, finalmente: ¿Los subsidios benefician sólo a los sectores más necesitados? ¿Qué pasaría si los no indispensables y, en general, el gasto público acabaran con el superávit fiscal ? ¿La inflación no sería contraproducente, a los fines de elevar la condición de los asalariados? ¿Es injusto decir que esta política tiene lagunas y contradicciones que, de no resolverse, podrían llevarla al fracaso?
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La dama avisa: ella no quiere morir por la candidatura. Por Jorge Raventos

Las recriminaciones y confesiones que la Presidente Cristina de Kirchner administró el último jueves desde un acto en José C. Paz cayeron sobre sus propias fuerzas como un rayo en cielo sereno.
En apenas una semana, la coalición oficialista debió despojarse del seguro triunfalismo que teñía sus pronósticos electorales para admitir resignadamente los rasgos explosivos de las tensiones que la atraviesan y hasta la incertidumbre su futuro. El jefe de gabinete, Aníbal Fernández, que siete días antes caracterizaba la candidatura de Cristina de Kirchner como “inevitable”, pasó a reconocer que “ella no tiene ninguna vocación de repetir. Todo lo que tenía que dar ya lo dio”.
Que el baño de perplejidad al que se vio sometido el oficialismo resultara sorpresivo para la mayoría de sus voceros y lenguaraces responde quizás al hecho de que terminaron consumiendo el “relato” que propagandizan, un cuento idílico según el cual no hay fisura alguna en la “alianza estratégica” que se propone en octubre reelegir el modelo kirchnerista.


En esta columna se ha insistido en el deterioro notorio de esa “alianza estratégica”. El 26 de marzo, por caso, se señalaba aquí: “Quizás, más que de una alianza estratégica para caracterizar el estado actual del arreglo entre el moyanismo y el cristinismo habría que hablar de tregua. O de pacto, si se lo compara, por caso, con el célebre pacto Molotov-Von Ribbentrop, por el cual la Unión Soviética de Stalin y la Alemania de Hitler se comprometieron en agosto de 1939 a no agredirse, a proveerse mutua ayuda mientras acordaban un reparto de esferas de influencia en Europa central y oriental. Bajo el imperio de ese acuerdo fue invadida Polonia y la URSS se anexó los países bálticos e invadió Finlandia. De todos modos, pocos meses después del pacto Alemanía tomaba la decisión de invadir la Unión Soviética y la guerra quedaba al descubierto”.
Y una semana atrás, al observar que la candidatura de CFK no era tan “inevitable” como sostenía Aníbal Fernández, se enumeraban aquí los “motivos para el titubeo” de la señora: “Ella sabe que, ya mismo, antes aún de aceptar la candidatura y antes de que eventualmente sea reelecta, se ha iniciado una dura pelea por la sucesión en 2015. Ve avanzar a Hugo Moyano, observa cómo desde su propio entorno se procura esmerilar al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli. No necesita mucho para imaginar adónde pueden conducir esas peleas, especialmente en el marco de presiones inflacionarias que no ceden y de una puja redistributiva sin contención. Un mes después de firmar un convenio que parecía ser moderado y en la misma semana en que pidió sensatez en los reclamos, los camioneros de Moyano se lanzan a exigir un nuevo aumento al sector petrolero y amenazan con parar y dejar al país sin combustible”.
El jueves 12, desde un tinglado montado por el intendente de José C. Paz, Mario Ishii, la señora de Kirchner disparó por los micrófonos de la cadena nacional: “Estoy cansada de los que dicen ayudar y al otro día hacen exactamente todo lo contrario para que esto se derrumbe”, y –omitiendo por obvio el nombre de Hugo Moyano- apuntó contra los sindicatos “que terminan perjudicando a la sociedad” a los que les imputó “dejar de ser un sindicato para transformarse en una corporación". Agregó que está cansada de "extorsiones" de quienes “creen que tienen tanto poder como para torcer voluntades”.
Fue en ese contexto, echando una luz impiadosa sobre la crítica situación de la coalición que gobierna, que la señora de Kirchner abrió su corazón para revelar que ella no está interesada en la candidatura presidencial del Frente para la Victoria: "Ya di todo lo que tenía que dar –dijo, con la voz trémula-. Estoy haciendo un enorme esfuerzo personal y físico para seguir adelante. No me muero por volver a ser presidenta".
Fue, sin duda, un momento de alto impacto. La presidente estaba poniendo en la vidriera las enormes dificultades –políticas, personales y hasta físicas- que sobrelleva para gobernar su propia fuerza, el conglomerado que hasta hace siete meses regía y administraba (aun él con crecientes problemas) su esposo.
La desaparición de Néstor Kirchner, si por un lado le redituaba a su viuda una tendencia empáticamente favorable de la opinión pública, por otro desataba los nudos de la coalición atada por el muerto. La señora, sin socio y conductor, buscó refugiarse detrás de un puñadito de funcionarios de genética pingüina, de un grupito de personas a las que les reconoce jerarquía de ideólogos, intelectuales u hombres de inteligencia, y de la red de jóvenes funcionarios muy bien remunerados de La Cámpora, una suerte de prelatura personal de la Presidente. Entretanto, otros miembros de la sociedad oficialista, los jefes territoriales, se sentían desvalorizados; y el sector sindical, con Moyano a la cabeza, decidía rediscutir el contrato de la “alianza estratégica”: ya no estaba satisfecho con las franquicias que hasta entonces le había garantizado el kirchnerismo. “Queremos el poder”, franqueó el jefe de la CGT.
Cuando la presidente declaró que sufría una “extorsión”, estaba confesando que no se siente con fuerza para poner en caja los fragmentos de sociedad que Néstor Kirchner le dejó en herencia. No sabe o no puede hacerlo.
Por cierto, aunque su sensible reacción pública haya sido un gesto de franqueza, no fue un acto ingenuo: la señora es bien conciente de que pelearse con Moyano (uno de los personajes de peor imagen pública en la Argentina) paga bien en la opinión de sectores de las clases medias. No obstante, ese beneficio, si puede cobrarlo (esos sectores de clase media no olvidan, que Moyano se fortaleció merced al régimen K) será, en cualquier caso, consecuencia de una clara manifestación de debilidad.
Paradójicamente: la fragilidad confesada por la señora también lo afecta a Moyano: para el conjunto del Frente para la Victoria está claro que no hay otro candidato que CFK que pueda mantener la unidad (precaria y todo) de la coalición. Al exhibir al camionero como eventual causante del retiro de su postulación, la señora amenaza con arrastrarlo también a él fuera de la cancha.
Las advertencias y operaciones van y vienen. Uno de los dirigentes que más hablan por Moyano, Julio Piumato, escribió que la Presidente no se alejará de la CGT porque “nadie se suicida y menos la Jefa”. El moyanismo es conciente de que las cuotas de poder que no consiga en estos meses que restan hasta el comicio, en los que pueda exprimir mejor su capacidad de daño, más tarde serán esquivas. Y esas cuotas se miden en candidaturas, pero también en “crédito judicial” (una cuotaparte de la benevolencia que según el jefe camionero obtuvo la familia Kirchner en Tribunales), en fondos para las organizaciones y sus obras sociales, en legislación que consolide a “la corporación”. En la calle Azopardo están muy informados, además, del estímulo que el gobierno está ofreciendo a una liga de gremios antimoyanistas para auspiciar con ellos un golpe en el seno mismo de la central sindical.
Desde el entorno de la Presidente, superado el estupor ante la explosión emocional de ella, se trató de disimular el aspecto de debilidad de sus declaraciones. Sin embargo, conviene no despreciar el valor explícito de las palabras. Puede ser que Piumato haya mentado con trivialidad el “suicidio”, pero cuando la propia señora afirma que ella “no se muere por la presidencia” quizás haya que escuchar con seriedad su mensaje y no atribuirle un sentido figurado sino textual: la persona que iba a ocupar la candidatura que ahora insisten en atribuirle a ella era su esposo y ahora está muerto. Ella avisa que no quiere pagar ese precio. Y ella misma expone emotivamente el desgaste físico al que se siente sometida. Su sensibilidad la desborda.
En el gobierno no ignoran el agobio presidencial: ella está tratando de administrarse mejor, está menos en la Casa Rosada e inclusive está menos en Olivos, ya que prefiere permanecer en Calafate y tratarse allí. Saben también que padece de un insomnio a prueba de somníferos: algunos ministros –como Amado Boudou- reciben llamados o consultas de la Presidente en horas desusadas, muy tarde a la noche o a la madrugada.
Así, la advertencia sobre la posibilidad de no asumir la “inevitable” carga de la candidatura que le arrogan ha penetrado ahora con alarma en los cuadros del oficialismo. “Hoy analiza en serio si se presenta o no a la reelección –registra el diario La Nación de una fuente cercana a la Presidente-. Hay un 50 y 50 de probabilidades para cada opción”.
El que avisa no es traidor.
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Así, la Unión Iberoamericana no se realiza. Por Claudio Chaves

Sabido es, a esta altura del siglo XXI, que no hubo nada más hostil a la unión iberoamericana que los nacionalismos de mitad del siglo XX.
Si bien su retórica era la hermandad a la hora de ejecutarla, miles de inconvenientes la impedían. Es que básicamente aquellas economías estaban dinamizadas por el mercado interno y esta política de encierro necesitaba un relato que justificase la autarquía, haciendo prevalecer el modelo de sustitución de importaciones que no admitía políticas de libre comercio, que en última instancia hubiera alentado la unidad. El relato del encierro era el nacionalismo en cualquiera de sus variantes.

Sorprendentemente fue Perón quién con más vigor intentó este movimiento de unidad y al hacerlo buscó refugio en un sistema de ideas ajeno al que él había impulsado o mejor dicho que lo había elevado al gobierno.
El peronismo se había subido a la ola mundial de los nacionalismos en vigencia por aquellos años, sin embargo el General Perón comprendió que por ahí se iba al fracaso, razón por la cual cambió a Miranda por Gomez Morales, que tenía una concepción económica muy distinta al primero; a Bramuglia por Hipólito Paz como canciller y luego a Remorino por Paz nuevamente, como embajador en los Estados Unidos y le dijo en ambos casos que lo hacía para normalizar las relaciones con los EE. UU. (Paz Hipólito: Memorias. Pág 146 y 208). Tomó distancia de Mercante, adalid del nacionalismo industrialista. Invitó al país a Eisenhower (vino su hermano) promovió una ley de inversiones extranjeras y planteó la extracción extranjera del petróleo por medio de un acuerdo con la California. En esa dirección política promovió el ABC. En síntesis, al alejarse del nacionalismo militante y acercarse a posiciones más liberales encontró el camino de la unidad latinoamericana. Decía Perón “Yo estoy por la constitución inmediata de una unión aduanera sudamericana y si para lograrlo hay que suprimir las fronteras hagámoslo si es preciso. Nosotros con ello no tenemos ningún problema, en el que estamos pronto a decirles: son ustedes más grandes, más lindos y mejores que nosotros; no tenemos ningún inconveniente. (Archibaldo Lanús. De Chapultepec al Beagle)
Tan es así que la idea del ABC arranca en nuestro país de una propuesta que el Barón de Río Branco le planteó al enviado del Presidente Roque Saenz Peña, Ramón Cárcano para concluir con los conflictos y las desconfianzas existentes entre Brasil y la Argentina. En su libro “Mis Primeros Ochenta Años”, trabajo que Perón había leído además de conocer personalmente al político cordobés de quién decía que era su “cofrade”, desarrolla ampliamente el tema.
La vertiente liberal es quizás la que plantee con más realismo la unidad iberoamericana. Federico Pinedo, político detestado por el nacionalismo en cualquiera de sus vertientes tiene un escrito en donde manifiesta:
“El Brasil y la Argentina dentro de la comunidad americana, deben hacer lo necesario para estar en condiciones de organizar su vida y asegurar su futuro. Pronto para marchar asociados. Asociados íntimamente en materia económica.” (Pinedo, Federico: La Argentina en la Vorágine. Pág 111.)
Fundaba esta necesidad en las “dimensiones relativamente chicas de nuestros establecimientos fabriles, y es imposible que los tengamos mayores si estamos limitados a servir nuestro mercado, porque nadie puede pensar en establecer aquí grandes fábricas como las que hay en otras partes que producirían en unas pocas semanas el consumo argentino de un año” (Ob Cit Pág: 76)
“Somos apenas catorce millones de argentinos y hay ciento treinta millones de norteamericanos. Cuarenta y ocho Estados norteamericanos ocupan un continente y comercian libremente entre si y nosotros, sudamericanos, estorbamos nuestra producción y nuestro comercio con barreras entre naciones, muchas veces más chicas que un Estado norteamericano” (Ob. Cit. Pág 62)
Cárcano, Sarobe, Pinedo son algunos de los expositores liberales de la unidad.
Perón no hace otra cosa que tomar estas ideas que flotan en la atmósfera de la época, hacerlas suyas e impulsarlas.

Hay que decir también que dentro del modelo liberal de 1860-1930 la élite gobernante fue refractaria a una política latinoamericanista puesto que nuestros lazos eran con Gran Bretaña.
“Todo nuestro progreso y engrandecimiento se relaciona solo con los pueblos que baña el Atlántico. Para las repúblicas sudamericanas no puede existir política continental. Es que no es posible crear vínculos artificiales entre pueblos que no tienen intercambio comercial; tenemos que vivir en nuestra época” (Carlos Pellegrini en Gustavo Ferrari: Conflicto y Paz con Chile (1898-1903. Pág. 100)
Cuando Inglaterra se desbarrancó luego de la crisis del 30 y se planteó en Latinoamérica la autarquía y la sustitución en el marco de la nueva realidad mundial; la ruptura con Europa brotó de los hechos mismos. El nacionalismo hizo de estos acontecimientos un cuerpo de doctrina: intervención estatal, planificación, autarquía, sustitución, cultura nacional.
Con esas ideas se hacía muy complicada la unidad latinoamericana. Pinedo y Perón cada uno a su manera y desde sectores políticos distintos saltaron por encima de la ideología reinante.


CRISTINISMO Y UNIDAD DE IBEROAMERICA

El discurso del kirchnerismo responde a la retórica de la unidad. Se alimenta de aquellas proclamas vacías sin vínculos con la realidad material, sin crear las condiciones económicas capaces de solidificar lo que solo queda en el firmamento de las palabras. La relación con Brasil dentro del Mercosur, que todos los argentinos esperábamos fuera el embrión de algo mayor, hoy se encuentra empantanada, mejor dicho desde que el kirchnerismo está en el poder las tensiones crecieron exponencialmente y nada se ha avanzado. A simple vista se observa un empeoramiento. Dejando de lado el negocio de las automotrices, que no está mal, nada se ha hecho.
El conflicto con Uruguay por Botnia tiene pocos ejemplos en la historia argentina. Solo superadas por la conducta de Mitre con el Paraguay o el Proceso Militar con Chile.
El inefable Aníbal Fernandez (El Doctor Merengue) llegó a hablar del imperialismo uruguayo. El dos marzo de 2006, por radio 10, enojado con Gonzalez Oro porque este lo increpaba acerca del maltrato que el Gobierno nacional mantenía con su par uruguayo. Aníbal, “el jauretchano”, replicó al Negro Oro que se ubicaba del lado uruguayo y “yo le voy a contar estimado Gonzalez Oro, como aseveraba Jauretche en su Manual de Zonceras, que el peor defecto de los argentinos es el que proviene de aceptar, sin más trámite, la falsa ecuación Civilización o Barbarie (sic). Don Arturo observaba que el sistema cultural argentino se sustentaba en sobrevalorar todo aquello que provenía del exterior tal cual hace usted al defender a Uruguay” ¡Tomá mate!

En esto días una imponente fila de camiones brasileros se hallan parados en la frontera (esto ocurre cada vez con mayor frecuencia) sin que el gobierno nacional los deje entrar. Razones, seguramente varias, disminuir el déficit fiscal por un lado y por otro la política berreta de la sustitución paleolítica de importaciones.
La Federación de Industrias de San Pablo ha manifestado: “Nuestro límite de tolerancia explotó” (La Nación 6/5/11) y el Gobierno Argentino se defiende diciendo que del mismo modo algunas PYMES de nuestro país tienen problemas para ingresar al mercado brasileño. Es decir, así no hay unidad. Excepto que el gobierno argentino y el brasileño crean solo en la unidad de las palabras o de las inclinaciones políticas aquí y bajo estos gobernantes no hay ni habrá unidad en el sentido que la planteaban nuestros próceres de comienzos del siglo XIX y que los actuales repiten como loros barranqueros
Tanto San Martín, Bolivar, O’Higgins o Artigas, entre otros, tan evocados por nuestros actuales gobernantes, se aferraban a doctrinas políticas y económicas de libertad y unión. Si esta no se dio, fue por los intereses de las ciudades puertos que perdían con la unidad.
Al igual que ayer, los mezquinos intereses de la sustitución paleolítica de nuestros días hacen imposible, con estos gobernantes, la unidad económica al servicio del futuro. Habrá que esperar tiempos mejores.
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viernes, 6 de mayo de 2011

La misión de la Corte Suprema. Por Roberto Gargarella

En uno de los libros más influyentes en la historia del constitucionalismo, El Federalista , se defiende una idea muy importante acerca del diseño constitucional. Se dice allí que al momento de crear instituciones no podemos presumir que las personas que vayan a ocupar los cargos que creamos se comporten como "ángeles" una vez que lleguen a sus puestos. Más bien lo contrario: tenemos que diseñar instituciones presumiendo que quienes ocuparán esas plazas serán funcionarios preparados para actuar como demonios. Si las personas fueran ángeles -se dice en el libro-, las instituciones serían simplemente innecesarias. Por eso, porque no es previsible que las personas sean ángeles, es que necesitamos instituciones capaces de reaccionar frente a los inevitables excesos del poder. De allí que se crearan, en toda América, Constituciones firmes en el establecimiento de límites y controles al poder.

En nuestro país, y con el paso de los años, los gobiernos han ido reforzando su carácter concentrado: se han caracterizado por los excesos y abusos, que comienzan apenas se hacen cargo de las palancas del poder. El gobierno kirchnerista no es la excepción, sino más bien un caso extremo dentro de esta regla: sus desafíos al derecho son permanentes. Por supuesto, muchas veces, acuciada por problemas más urgentes, la ciudadanía no pone "el grito en el cielo" en nombre del derecho. Se entiende: el derecho suena aburrido y pesado, y parece capturado por inalcanzables e incomprensibles especialistas.
Es claro, además, que para muchos oficialistas, los reclamos hechos en nombre del derecho son ridículos, casi graciosos; ocuparse del derecho es, para ellos, un modo de perder el tiempo en "detalles", de aceptar que se les "embarre la cancha" con "legalismos" sin importancia.
Para todos ellos, es bueno recordar cuáles son las razones que pueden moverlo a uno a reivindicar al derecho: el no respeto del aburridísimo "debido proceso" explica en nuestro país, por ejemplo, la extendida práctica (claramente en vigor en estos últimos ocho años) de "criminalización de la pobreza" (hecho que se advierte, por caso, en nuestras cárceles llenas de pobres). El desdén por los "inverosímiles" derechos de las "futuras generaciones" va de la mano del aliento que el Gobierno le ha dado a la megaminería contaminante. La burla frente a la exigencia constitucional de una "organización sindical libre y democrática" es consistente con los pactos que el Gobierno establece con sectores del sindicalismo acusados por crímenes gravísimos. En definitiva, el derecho puede ser complicado y denso, aburridísimo, pero mejor que nos lo tomemos en serio, porque nuestra falta de interés frente a las violaciones del derecho tienen consecuencias trágicas para todos los asuntos públicos que nos interesan.
En esta tarea de tomarse en serio al derecho, el papel que puede jugar la Justicia, y la Corte Suprema en particular, es decisivo. Como se decía en El Federalista , cada rama del poder está dotada de "armas defensivas", por utilizar frente a los "ataques" o "abusos" de las demás ramas del poder. Y la Corte, por tanto, tiene la obligación de utilizar las herramientas de control que maneja. Por supuesto, alguien podría alegar, frente al reclamo anterior, que la Corte argentina ha "disparado" contra los abusos del poder en muchos casos importantes. En efecto, nuestra Corte les ordenó a las autoridades públicas el saneamiento inmediato del Riachuelo; exigió, contra la voluntad del Gobierno, los pagos debidos y atrasados a los jubilados; demandó a las autoridades pertinentes la restitución del procurador de Santa Cruz; le ordenó al poder nacional y provincial el fin de una política de sistemáticos e inaceptables abusos en la distribución de las pautas publicitarias. Es decir, en buena medida, la Corte cumplió con su tarea, diciendo en cada uno de los casos citados aquello que le correspondía decir para frenar los abusos respectivos.
Sin embargo, lo dicho es sólo parcialmente cierto. La Corte pudo tomar la decisión correcta, en cada caso, pero eso es tan verdadero como que cada uno de los problemas citados lo sigue siendo: el Riachuelo sigue contaminado de modo escandaloso; los jubilados -que sufren colectivamente un mismo problema- deben peregrinar a la Justicia de uno en uno y durante años para ser escuchados; el procurador de Santa Cruz no ha sido repuesto en su cargo; las pautas publicitarias siguen siendo distribuidas a partir de criterios no públicos, vergonzosos.
El hecho es que los tribunales activistas de todo el mundo -los que se han tomado en serio la tarea de hacer efectivas sus decisiones (incluidos los de Colombia, Costa Rica o la India)- han mostrado que cuentan con la legitimidad, capacidad, poder, recursos y medios materiales como para hacer efectivas sus decisiones procedimentales más básicas, si es que realmente quieren hacerlo.
En momentos como éste, en que el Gobierno (este gobierno, como podría serlo cualquier otro) muestra su musculatura, triunfalista, y se ríe de la Justicia y las órdenes judiciales, los tribunales -y la Corte en particular- tienen una responsabilidad muy especial frente a toda la sociedad. Ellos representan, en estos casos, una última y fundamental barrera contra la arbitrariedad del poder, de todo poder. Dada esta misión, la Corte no cumple con su tarea de modo apropiado si se contenta, meramente, con la proclama de decisiones formalmente correctas que, al final, nadie ve aplicadas.
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miércoles, 4 de mayo de 2011

Puricelli se enojó. Por Claudio Chaves

Parece que al Ministro de Defensa no le gustó la excesiva cobertura que los canales de televisión abierta hicieron de la boda del Príncipe Guillermo con Chaterine Middelton. Y al compararla con el poco espacio que le dedicaron al bautismo de fuego de la Fuerza Aérea -aquel 1 de mayo de 1982- o al hundimiento del General Belgrano, advirtió que estas ninguneadas se deben al espíritu colonizado de la prensa argentina.
Es posible que algo de esto sea cierto y también que Puricelli, un hombre del sur de nuestro país, sea un defensor honesto de aquella patriada que salió mal.



También son justas las apreciaciones que hace respecto de que Malvinas es una causa popular y no solo una cuestión que atañe a las Fuerzas Armadas.
¿Ahora bien, desde que espacio político-ideológico lanza estas ideas osadas?
Lo hace, en realidad, desde un gobierno cuyo aparato cultural se encuentra en manos de un grupo de intelectuales que desde siempre y de diversas maneras han condenado la Guerra de Malvinas. Utiliza el término cipayos para castigar a los argentinos pidiéndonos que no lo seamos tanto. No está mal el ruego.
Ahora bien, ¿conoce Puricelli la opinión de pensadores “nacionales” como Forster, Feinmann, Anguita, Tristán Bauer, Horacio Gonzalez, Página 12, Miradas al Sur y toda la runfla del progresismo tilingo de la ciudad portuaria respecto de la Guerra de Malvinas.
Para ellos fue una guerra absurda, manotazo de ahogado de una dictadura sangrienta. Asesinos de chicos enviados a las islas sin sentido y arrancados a las faldas de sus madres para satisfacer la sed de poder de una tiranía agonizante. ¿Quién entonces ha contribuido a desmalvinizar el alma argentina? ¿La prensa privada o estos exégetas de la revolución inconclusa?
Puricelli antes de pedirles a los canales privados y al pueblo argentino que recapaciten y piensen más en la patria debería dirigir su mirada a los ideólogos que forman con su gobierno.
Y ya que hablamos de las Fuerzas Armadas a las que Puricelli conduce y pareciera reconocerles su valor e importancia. Le cuento que no fue Malvinas la única guerra que emprendieron en estos últimos años.
Por orden de un gobierno democrático llevaron adelante el combate contra el terrorismo guerrillero. Lid que ganaron. Si Puricelli fuera un hombre libre y se permitiera toda la honestidad que el caso amerita debiera reconocer este triunfo. En síntesis así como valora la Guerra que perdimos homenajeando a sus héroes y eventualmente castigando o enjuiciando el mal desempeño de algunos pésimos oficiales. Del mismo modo debería proceder respecto de la Guerra contra la subversión.
En definitiva, conmemorar el triunfo de las FF. AA. y luego castigar la violación de las leyes que toda guerra debe respetar.
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Pensando el futuro del gasoil. Por Alieto Aldo Guadagni

Nuestra economía ha crecido nada menos que un 55 por ciento por encima del nivel del 2003, pero sin embargo la producción de petróleo es hoy un 22 por ciento inferior a la de mayo de ese año, ya que cae mes a mes desde hace ya varios ciclos.
Esta tendencia negativa se agravará en el futuro por la caída en la exploración y la consiguiente reducción en las reservas. Hacia el 2003, más de la cuarta parte de la producción de petróleo era exportada, mientras que actualmente comenzamos a ser importadores, no de petróleo crudo, sino de sus derivados, particularmente gasoil.

Esto se explica fácilmente, pues hace décadas que no se amplía la capacidad de nuestras refinerías. Este insumo energético es muy importante para el sector agropecuario, ya que el costo del gasoil incide en los costos de las labores agrícolas.
Pero, además, como tampoco se ha modernizado el ferrocarril de cargas y la inmensa mayoría del transporte de los productos del campo se hace mediante camiones, el gasoil también es un elemento gravitante en los costos de comercialización.
Esta dependencia de la rentabilidad agropecuaria del costo de los fletes camioneros, especialmente en las zonas más alejadas de los puertos de embarque, hace oportuna una reflexión acerca del futuro en el abastecimiento de gasoil.
Hacia el 2004 se producían anualmente alrededor de 12 millones de metros cúbicos de gasoil, se consumían 11,3 millones y, por lo tanto, las exportaciones netas llegaban a los 0,7 millones de metros cúbicos. Desde entonces el país creció y el consumo trepó en el año 2010 a 16 millones de metros cúbicos, es decir, un 41 por ciento más, pero la producción de gasoil apenas subió un 7,5 por ciento, ubicándose el año pasado en 12,9 millones de metros cúbicos.
El déficit de producción nacional fue cubierto con nada menos que 3,1 millones de metros cúbicos de gasoil importado a precios internacionales, valores superiores a los vigentes en el mercado interno.
En el 2004 éramos exportadores de gasoil, pero como cayó la producción de petróleo y, a pesar de las declaraciones de Comercio, Guillermo Moreno, hacia el año 2006, la anunciada gran refinería de petróleo a ser instalada en Comodoro Rivadavia nunca se concretó, y la producción nacional de gasoil está, de hecho, estancada.
En síntesis, en estos últimos años pasamos de ser exportadores de gasoil a ser fuertes importadores. En estos momentos, la quinta parte del consumo de gasoil es cubierto con importaciones. Esta proporción, en el caso de que se mantenga la actual política energética sin inversiones ni en producción de petróleo ni en nuevas refinerías, crecerá considerablemente en los próximos años, ya que el 100 por ciento del incremento del consumo interno tendrá que ser cubierto por nuevas importaciones.
El escenario se complica porque, además, como también cae la producción de gas natural por la acelerada caída en la exploración y las reservas, las centrales eléctricas tienen que consumir más gasoil (un insumo muy caro para ser lamentablemente quemado en unidades de generación), permitiendo así liberar gas para compensar la declinante oferta de gas orientada al consumo de las familias.
En el mundo se producen y consumen por cada litro de nafta un poco más de gasoil (1,1 litros), con grandes diferencias entre Estados Unidos-Japón (se consume más nafta que gasoil) y Europa (donde se consume más gasoil que nafta).
En la Argentina, hace cuarenta años se consumía un 50 por ciento más de nafta que de gasoil, pero en la actualidad somos uno de los países con mayor consumo relativo de gasoil en el mundo: más de dos litros de gasoil por cada litro de nafta (sin contar el gasoil que queman las centrales eléctricas).
Por esta razón somos un país “gasoil dependiente”, ya que, por décadas, los impuestos a los combustibles fueron más altos para las naftas, lo cual produjo una modificación estructural en nuestro parque automotriz. El menor impuesto al gasoil fue, en su momento, justificado por su utilización en las tareas agrícolas y en el transporte carretero, pero a la larga impulsó a la industria automotriz a promover los autos gasoleros, (cosa que no ocurrió en Brasil, que sencillamente prohibió el patentamiento de autos gasoleros).
Con la actual política energética que avanza sin cesar desde hace siete años a la pérdida del autoabastecimiento, tanto en petróleo como en gas, en el próximo trienio el gasoil importado llegará a representar alrededor de la tercera parte del consumo total interno.
En este nuevo escenario, los precios internacionales comenzarán a pesar más fuertemente en nuestros valores internos que los subsidios fiscales; la creciente dependencia externa presionará sobre los precios actuales y tenderá a achicar la actual diferencia a nuestro favor cuando nos comparamos con nuestros vecinos del Cono Sur, donde los precios del gasoil superan a los nuestros de acuerdo a estos porcentajes: Brasil 45%, Chile 40%, Perú 36%, Paraguay 27% y Uruguay 90%.
La situación más difícil se encuentra en el transporte de pasajeros, ya que por la gravitación de los subsidios las diferencias son aquí mucho más grandes. Un vehículo de pasajeros en Paraguay paga por el gasoil casi cinco veces más que uno nuestro, y en el Uruguay paga siete veces más.
El dato nuevo a tener en cuenta en este futuro escenario es que en los últimos años se ha instalado nueva capacidad para procesar 2,6 millones de toneladas de biodiesel. Habrá entonces que prever un crecimiento en la importancia de los biocombustibles.
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La duda contiene a Moyano mientras se perfila una alternativa. Por Jorge Raventos

En una semana en la que todo hacía prever que las principales noticias políticas surgirían desde el rincón oficialista, movilizado por la manifestación de fuerza que preparaba Hugo Moyano en la avenida Nueve de Julio, los hechos más relevantes ocurrieron, sin embargo, en el terreno de la oposición.
Es probable que en los últimos siete días haya quedado perfilada la que será la candidatura central del frente alternativo, un conglomerado que todavía no termina de trazar sus límites pero que sin duda empieza a tomar cuerpo, por obra de tejedores pacientes y de una creciente lucidez de los protagonistas.



Tal como los hechos se insinúan, es improbable que la oposición constituya ante el comicio de octubre una gran coalición, de la que formen parte, igualitaria y horizontalmente asociados, todos los partidos intervinientes. Lo que en cambio empieza entreverse es una gran articulación de fuerzas, candidaturas y adhesiones que operarían en red para converger en apoyo de una candidatura presidencial común. Nodos esenciales de esa red serían la candidatura a gobernador bonaerense de Francisco De Narváez y la decisión de Mauricio Macri de no competir por la presidencia, sino por la reelección en la ciudad de Buenos Aires.
El beneficiario de esa sofisticada ingeniería seguramente será Ricardo Alfonsín quien ya ha conseguido transformarse en candidato único e indiscutido del radicalismo, lo que no es poca cosa. Primero Julio Cobos y ahora Ernesto Sanz han decidido dar un paso al costado en sus aspiraciones de ser candidatos por la UCR y se han encolumnado tras la postulación de Alfonsín. Ese gesto que permite concentrar fuerzas partidarias ha sido compensado por la constitución de una Comisión de Acción Política de seis miembros, en la que habrá cuatro (dos y dos) provenientes de las líneas internas de Cobos y de Sanz, junto a los dos que pondrá la línea de Alfonsín. Esos seis rodearán (y seguramente moderarán) al chaqueño Angel Rozas, que ejerce con estilo levemente rústico la presidencia del partido por alejamiento temporario de Sanz.
La composición de ese núcleo de acción política es reveladora: tanto Cobos como Sanz venían proponiendo que las alianzas del radicalismo fueran más allá del Frente Progresista que la UCR ha constituido con el socialismo y el GEN de Margarita Stolbizer. Es evidente que si Alfonsín aspira a que su candidatura no naufrague en lo puramente testimonial sino en una opción vigorosamente competitiva, debe transformarse en candidato de un arco que no se agote ni en la UCR ni en el Frente Progresista: debe abrirle la puerta a la adhesión del peronismo disidente y también al centro democrático y a formaciones de centro derecha como el Pro.
Hasta ahora Alfonsín venía calafateando esa opción, tanto con declaraciones propias poco afortunadas (esas en las que definía a ciertas fuerzas como “mi límite”) o tercerizando esa tarea en Margarita Stolbizer, de pronto convertida en una suerte de aduana sanitaria en la que ejercía el pasa- no pasa de los eventuales aliados de la UCR. Esa situación empezó a modificarse esta semana.
El (los) candidatos a vice
La elección del acompañante de Ricardo Alfonsín es otra prueba que el candidato debe atravesar para adquirir envergadura. La mayoría de los analistas especula con la fórmula Alfonsín-Binner, que sin duda reflejaría muy adecuadamente al Frente Progresista, pero no cubriría el conjunto de adhesiones que la oposición debe conseguir si pretende jugar a ganador.
En el radicalismo hay gente que ya analiza cómo resolver el tema. Una opción sería emplear un mecanismo que el partido ya usó en una elección presidencial: que el candidato forme parte de dos fórmulas. Eso hizo en 1989 Eduardo Angeloz, que fue escoltado por Juan Manuel Casella en la boleta UCR y por María Cristina Guzmán en la de la Confederación Federalista Independiente.
Con un procedimiento similar, Alfonsín podría ahora cumplir con Binner en un binomio y armar otro ticket, que tendiera puentes hacia el electorado peronista e inclusive a otros que también resisten al kirchnerismo y alientan un cambio de rumbo. Los hombres sabios de la UCR sabrán encontrar los procedimientos legales para concretar la hipótesis de las dos fórmulas, si se inclinan por ella. En cualquier caso, parece claro que el propio candidato presidencial encarna ya una representación adecuada de progresismo, y si se la opción final fuera la de tener una única boleta, lo que necesita en términos electorales es sumar aquello de lo que carece. Esto implicaría seleccionar un candidato a vice que permeabilice al electorado peronista e independiente. Hay que pensar en el nombre adecuado.
Algunos mencionan a Felipe Solá. Pero lo cierto es que, si bien el perfil de Solá puede coincidir en parte con aquella búsqueda, las encuestas no le acreditan un puntaje atendible.
Es probable que alguien en la UCR observe finalmente a un personaje que calzaría a la perfección en sus necesidades, que mantiene una imagen sólida en la opinión pública y que, siendo un hombre nacido y criado en el peronismo, ha acreditado una extensa colaboración con la UCR y hasta llegó a ser su candidato presidencial cuatro años atrás. Se trata de Roberto Lavagna, obviamente.
El economista que acompañó la ardua gestión de Eduardo Duhalde en un momento realmente crítico y que manejó el Palacio de Hacienda en los primeros, más prolijos años del propio Néstor Kirchner, ingresó en 2007 al terreno político electoral. Su candidatura presidencial llegó ese año, por ejemplo, primera en la provincia de Córdoba.
Una fórmula Alfonsín-Lavagna, con la candidatura de Francisco De Narváez en la provincia de Buenos Aires, el respaldo del Pro en la Capital Federal, y el del peronismo disidente, todo sumado a una acción protagónica del radicalismo y el Frente Progresista en el conjunto del país establecería en el paisaje de las elecciones de octubre una atmósfera de auténtica competencia, que la opinión pública agradecería.
Si esta alternativa (o algo de la misma especie) llegara a concretarse, rápidamente se notaría un cambio en los números de los estudios demoscópicos. El aparente paseo oficialista que hoy pintan las encuestas se emparejaría. No es improbable que el optimismo que ha reinado en las últimas semanas en las filas kirchneristas, donde se llegó a fantasear con una segura victoria en primera vuelta, dé paso a una mayor preocupación. Las vacilaciones que se asignan a la Presidente en cuanto a aceptar o no la candidatura a la reelección tal vez se ahonden al reparar en que la presidencia requerirá llegar a una riesgosa segunda vuelta.
Moyano: inflación y lifting
Las dudas que muchos adjudican a la Presidente en cuanto a su candidatura estuvieron sin duda presentes en el discurso que Hugo Moyano pronunció el viernes desde un poblado palco montado junto al ministerio de Desarrollo Social.
Originalmente esa manifestación estuvo pensada como demostración de fuerza e instrumento de presión sobre el gobierno, destinada a convencer a la Casa Rosada de que abriera más generosamente las listas electorales al aparato gremial y también de que usara su eventual influencia en los estrados judiciales para aliviar la situación de varios dirigentes de la CGT, empezando por el propio Moyano.
Sin embargo, con el paso de los días, Moyano fue persuadido de que debía moderar su discurso: le explicaron que mientras no esté explícitamente definida la voluntad presidencial de encabezar la boleta oficialista, toda presión puede convertirse en un bumerán. O en un argumento para que la señora justifique un paso atrás.
Así, Moyano habló en trono pausado y suave (hasta parece haber suavizado sus rasgos con algún lifting), todo en él se volvió “reflexivo” el viernes: argumentó el derecho de la rama gremial a pedir mayor participación en las candidaturas (pero no lo reclamó), esgrimió el proyecto de participación en las utilidades empresarias y lo apuntaló con una idea parecida del presidente francés Nicolás Sarkozy; y, sobre todo, dedicó más de la mitad de sus 40 minutos de oratoria a defender a capa y espada la gestión K en sus dos etapas, poniendo el acento en rasgos expropiatorios y confiscatorios que consideró emblemáticos del “modelo”. Mensaje destinado a CFK: está todo bien.
La única frase de su discurso que evocó una presión fue la última, y es revelador el punto en el que decidió ejercerla: dirigiéndose a Cristina Kirchner, le dijo que tres figuras que “lo dieron todo por la patria” – las nombró: Juan y Eva Perón y el propio Néstor Kirchner- sólo “descansarán en paz” si ella acepta ser candidata. Es evidente que la demora en la decisión de la Presidente provoca auténtica incertidumbre en algunos de sus seguidores. Y que ese estado termina funcionando como un elemento de contención. Al menos así ocurrió en el caso de Moyano.
Donde el líder de la CGT y los voceros del acto estuvieron menos retenidos fue en la descripción del imponente acto: insistieron en que habían congregado medio millón de personas. Para que el debate sobre la cifra tenga alguna objetividad, conviene hacer un cálculo sencillo: cada cuadra sobre la Avenida Nueve de Julio equivale a unos 10.000 metros cuadrados; cuando una manifestación es muy compacta (no fue el caso del viernes) entran 4 personas por metro cuadrado, es decir, unas 40.000 por cuadra. Para reunir medio millón de personas, la manifestación debía haber llegado –muy apretada- hasta la Avenida Caseros. Y sólo llegó, con creciente dispersión, hasta la calle Carlos Calvo, a seis cuadros del palco.
Esta a la vista que la inflación de alguna forma se hace presente.
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