domingo, 14 de octubre de 2012

Roca, Perón y la construcción de la unidad social y del estado nacional


En octubre de 1878 el Presidente Avellaneda promulgó la ley que daba inicio a la ocupación de la Patagonia. Había en ella dos objetivos claros: expulsar o incorporar a la vida social a los indígenas maloneros que asolaban poblaciones y estancias, y garantizar la soberanía nacional y territorial de aquella región, codiciada por Chile.
Tan exitosa fue esta acción que rápidamente fueron integradas al patrimonio argentino sesenta millones de hectáreas de tierras óptimas para el laboreo, así como la totalidad de la Patagonia y Tierra del Fuego.
La seguridad estratégica y pública quedaba garantizada por la rápida y eficaz acción del Ejército Nacional. Como resultado de estos logros el General Roca fue elegido Presidente, dando inicio a unas de las actuaciones políticas más relevantes de nuestra historia.
La federalización de la ciudad de Buenos Aires y el control de la Aduana dio al presidente un territorio y un poder que permitió que el Estado Nacional y la República  Argentina se subsumieran, identificándose uno con otro de manera plena y definitiva. La Constitución del 53 empezaba a cumplirse. El país estaba pacificado.
Resueltos estos dos grandes temas, Roca se dispuso a gobernar.

PRESIDENCIAS DE ROCA

Concluida la Campaña al Desierto, el General Roca cierra el litigio con Chile por la soberanía del territorio reconquistado. En 1881 se  firman los tratados que aseguraron definitivamente la autoridad  del país sobre la Patagonia y Tierra del Fuego. Inmediatamente se incorporan  los territorios del Chaco y Formosa. Para gobernar el  país ampliado al doble de su extensión, sanciona la ley 1532 de Territorios Nacionales, creándose las siguientes jurisdicciones: La Pampa, Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego, Chaco, Formosa y Misiones que bajo la Presidencia de Perón serán convertidas en Estados Provinciales.
La ley 1133 de creación de moneda nacional garantizó la unificación del  mercado interno, posibilitando un mismo equivalente general en asuntos financieros y  transacciones comerciales.
Se creó la ciudad de La Plata, para darle una capital a la provincia de Buenos Aires. Se fundó el Municipio de la Capital Federal, volcándose en él un enorme volumen de dinero. De esta manera, la ciudad dejó de ser una aldea de una provincia para ser la Capital de la República. Fueron orientadas ingentes inversiones al interior del país que, ahora, se  beneficiaba con la unidad política.
Puentes, canales, vías férreas, escuelas, caminos, todo floreció como jamás se había visto.
Como el General Roca fue un político de síntesis, su presidencia se caracterizó por ser un tiempo de paz y armonía. Ese clima favoreció la gran obra geopolítica y administrativa.
Pero la gran decisión fue, sin  duda, la ley 1420 de educación común, obligatoria y pública (en este caso gratuita) que garantizaba, al mismo tiempo, la libertad de enseñanza en escuelas particulares, con supervisión estatal. Instituyó el Consejo General de Educación con el objeto de masificar y mejorar la calidad educativa  federal. En aquel tiempo solo un tercio de los niños en edad escolar primaria asistían a escuelas. La ley modificó esta ecuación.
Simultáneamente y con el enorme crecimiento de la inmigración, la ley de educación contribuyó a la argentinización del extranjero. La historia, la lengua, la geografía y los símbolos patrios ingresaban a los hogares inmigrantes de la mano de los niños de guardapolvo blanco. Emergía sincréticamente la identidad argentina.
La creación del Registro Civil fue otra demostración que el Estado Nacional ejercía su poder sobre temas tan importantes como nacimientos, matrimonios y defunciones. Un estado que se precie de tal no puede desconocer la realidad de su población.
Finalmente la Generación del ’80, esa formidable galería de artistas,  científicos, historiadores y periodistas, acompañó con su talento este período de esplendor en todos los órdenes de la creación humana. Tan potente fue esta revolución, tan argentina, tan nuestra, que es posible que su influjo haya contribuido a la confusión al célebre científico Florentino Ameghino, cuando afirmó que el origen de la humanidad debía hallarse en la Argentina, más precisamente en nuestra pampa ubérrima.
La segunda presidencia fue también gloriosa. El general Roca contrató a Bialet Massé, que había trabajado en la dirección del personal en la construcción del dique San Roque, para que realizara un informe completo sobre la situación de la clase obrera argentina, las comunidades indígenas y los sectores marginales. Monumental obra pagada por el Estado, que fue el prólogo  de una ley de trabajo.
El Ministro González convocó, entonces, a dirigentes socialistas para la elaboración del digesto. El resultado fue un moderno tratado que contemplaba la jornada laboral de ocho horas, la supresión del trabajo nocturno, el sábado inglés, prohibición del trabajo de menores de catorce años, salario mínimo para trabajadores del estado, preaviso, licencia con goce de sueldos, reconocimiento de las organizaciones obreras y -quizá lo más importante- tribunales de trabajo. En el capítulo referente al problema social de los indios, prohibía los vales y bonos con que se pagaba en las zonas rurales afirmando que “ocurre esta expoliación en grado máximo con los indios del norte, que a millares son empleados en la cosecha y elaboración de la caña de azúcar”. El proyecto nunca se  trató y fue rápidamente olvidado. El país y los postergados debieron esperar hasta la llegada de Perón para terminar con estas injusticias.
Completó esta segunda presidencia el proyecto educativo del Doctor Magnasco, igualmente fallido.
Se aprobó el servicio militar obligatorio, con el que se evitó una guerra y en política exterior la Doctrina Drago, del Ministro homónimo, legó al mundo el principio de no intervención militar por deudas.
En síntesis, estas dos presidencias  constituyeron y consolidaron el Estado nacional.  

PRESIDENCIAS DEL GENERAL PERÓN

Al igual que en el Gobierno del General Roca, el Ejército asumió un papel decisivo en la  Presidencia del General  Perón,  dándose una virtuosa  síntesis entre pueblo y FF. AA., que abrió el camino a profundos cambios que caracterizaron  su gobierno.
Perón fue el artífice y el creador  del estado social que nos debíamos. Desde la Secretaría de Trabajo retomó el camino  abierto por Roca y encaró con firmeza las grandes  reformas.
Su acción fue vertiginosa. La más formidable transformación social de la Argentina se produjo a lo largo del año 44’ y 45’.
El Estado Nacional a instancias del Coronel del pueblo asumió la responsabilidad de sanar viejas heridas sociales. Pero quizás lo más trascendente de esta tarea haya sido incorporar a los trabajadores a la vida política del país. A una dignidad  de la que jamás habían gozado.
Sería muy largo enumerar las múltiples leyes promovidas en ese tiempo; apuntamos  solamente las más significativas. Ocho horas de trabajo, vacaciones pagas, licencia por enfermedad remunerada hasta seis meses, licencia por maternidad, feriados pagos, aguinaldo, jubilaciones para todos los trabajadores, licencia paga por accidentes de trabajo, indemnización por despido o fallecimiento, reconocimiento de las organizaciones gremiales para negociar aumentos salariales y condiciones de trabajo en convenciones colectivas (Decreto-Ley de Asociaciones Profesionales) y, fundamentalmente, tribunales del trabajo sin los cuales ninguna de las leyes enumeradas se hubieran cumplido.  
La integración de los obreros, un nuevo y numeroso sector social consecuencia de la industrialización, en igualdad de condiciones al resto de los sectores, fue un paso más en la construcción política de la unidad  nacional.
La ampliación de los derechos políticos y autonomía de gestión  alcanzó a los habitantes de los Territorios Nacionales al ser  convertidos en Estados Provinciales. En 1951, La Pampa y Chaco. En 1953, Misiones. Y en 1955, Neuquén, Río Negro, Formosa, Chubut y Santa Cruz.
En reconocimiento y valoración del General Roca, Perón bautizó con el nombre del tucumano al viejo Ferrocarril del Sur. Ambos compartían un fuerte arraigo proveniente de sus hogares y una visión moderna de la civilización en curso, adquiridas en su formación.
Los derechos políticos de la mujer al sancionarse el voto femenino coronaron en los sectores humildes  su pasaje de mucamas a obreras.
Otro aspecto fundamental del peronismo, además de la dignidad social, fue que esta se alcanzó abrazada a un sistema de ideas de origen vernáculo. El peronismo surgió como un relámpago en un cielo inmutable. En términos históricos podría decirse que fue de un día para el otro. En ese vértigo, Perón buscó, como Roca,  en nuestras tradiciones y en nuestra historia la justificación y explicación de su gobierno. No requirió ni apeló a construcciones ideológicas foráneas. Abrevó en distintas fuentes de tradición criolla. Una dosis de liberalismo, una pizca de nacionalismo mechada con aportes del socialismo, pero atravesadas todas por la tradición cultural de los sectores populares de la Argentina profunda.
Perón intentó construir una sociedad armónica, en donde la lucha de clases  -expresión suprema del egoísmo, según sus propias palabras- fuera superada en el marco de la Comunidad Organizada.
El desarrollo de la industria sustitutiva, central en aquellos años y los inicios de la industria pesada, fueron otros aspectos notables de aquel mandato.
En la línea de Roca, que cerró heridas con Chile y Brasil, Perón encaró sin éxito pero con enormes esperanzas, que fundaron escuela, la integración política del ABC.
En síntesis: las Presidencias del General Roca y del General Perón fueron los dos grandes momentos de nuestra historia donde se delineó con mayor fuerza y eficacia el camino del Estado Nacional, sin mengua de otros momentos o espacios políticos.


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