martes, 10 de febrero de 2009

La reina del botox. Por Raúl del Pozo


Publicado en El Mundo (Madrid)

Ha llegado a Madrid la reina del botox, heroína anti-age. Viva Argentina, la tierra que más se parece al paraíso, con minas y malevos. Cuando yo estuve de corresponsal las chicas del télex eran Greta Garbo. Cristina Kirchner, sin patas de gallo, con la cara planchada, hoy hablará en el Congreso, en el día de la reanudación de las sesiones. Trae como buena peronista un sindicalista en la maleta llamado Hugo Moya, el que organizó el alboroto contra los gallegos cuando la expropiación de Aerolíneas. Ya dijo Borges, al que no leyeron los argentinos hasta que no lo tradujeron al francés, que el vicio más destacado de sus paisanos es el nacionalismo, una manía de primates.
Están acojonados el Rey y el presidente con razón, porque la Evita posmoderna no viene a traernos trigo, a pesar de los comedores de mendigos, sino a amenazarnos con la viveza criolla de las nacionalizaciones mientras sus oligarcas, como siempre, se llevan la plata a Suiza. A Cristina le dicen la Urraca de la Pampa, pero desde el otro lado del mar la verán como la patriota de Aerolíneas Argentinas.
Llega cuando el botox se extingue. Parece que el exceso de esa toxina puede ser mortal. Reducía los socavones de la piel y daba a la cara un falso frescor de manzana, pero como arma química provoca efectos colaterales.
No era verdad que los políticos se metieran garlopa; se englobaban con botox. He ahí Berlusconi, Sarkozy, gigolós de la toxina botulínica.Para ganar elecciones tienen que comer zanahoria como los conejos.En vez de tirarle el tintero al diablo firman con él pactos fáusticos para conservarse jóvenes; los chufas se pintan el pelo y van en secreto a los talleres de belleza para operarse de las cejas y darse estirones en el miembro. El peligro es que el botox se traslade al cerebro. Me dice Rubalcaba que los políticos de más de 45 años están en fase terminal, por eso se estercolan con botox y se dañan las neuronas; ésa puede ser la explicación de la ruina que nos han montado.
Las antiguas damas tenían al lado las arquillas de medicamentos para pintarse las mejillas de color escarlata, darse cera en los labios y grasa de cerdo en las manos. Cuenta la baronesa Madame d'Aulnoy que las señoras de guardainfante, pollera, verdugado y basquilla, para usar la colonia a falta de pulverizador, se servían de una criada que aspirando el líquido aromático lo proyectaba después en gotitas, a través de sus dientes, sobre la cara y el cuerpo del ama.
Aquellas damas tenían luego tetas y culos resplandecientes. Ahora todo se arregla con botox y falsos labios; como Marlene Dietrich, son capaces de sacarse las muelas para resaltar los pómulos.Pero, por lo menos, no se han desterrado los bellos senos panes dorados, aunque sean de silicona.

No hay comentarios: