sábado, 30 de julio de 2011

Fantasmas K: peronismo, campo y opinión pública. Por Jorge Raventos

La ola polar que clausura meteorológicamente el mes de julio es casi una metáfora del frío que este mes invadió las filas del gobierno. Más allá de los discursos de de oportunidad, queda poco de la arrogancia triunfal que, pocas semanas atrás, proclamaba que “Cristina ya ganó”. Hoy los lenguaraces del oficialismo se dedican, más bien, a tranquilizar a la tropa propia y a explicar que las sucesivas derrotas padecidas en Capital Federal y Santa Fe no son el anticipo de catástrofes mayores. Por si acaso, con el objetivo de evitar que un triunfo de José De la Sota en Córdoba el domingo próximo sea interpretado como una nueva caída oficialista, la señora de Kirchner ha ordenado a sus menguantes fuerzas mediterráneas que proclamen su apoyo al candidato peronista. Se trata, en rigor, de un retroceso táctico de la Casa Rosada, forzado por las circunstancias: encrespada cuando De la Sota no permitió que le digitaran las candidaturas provinciales desde el poder central, la misma Presidente había dispuesto que su nombre no apareciera en las boletas del peronismo cordobés al que ahora, tardíamente, busca abrazarse.

Sería una buena noticia para el oficialismo que se acabe de una vez el mes de julio (dolorosamente sellado con la nueva derrota en la Ciudad de Buenos Aires) si no fuese porque ahora empieza el temido mes de agosto. Primero –el domingo 7- Córdoba, donde el kirchnerismo quedó al margen y obligado a respaldar al eje De la Sota-Schiaretti. Después, las primarias obligatorias del día 14, en las que, según encuestadores que se animan a decirles la verdad a sus clientes oficiales, la señora de Kirchner no llegará al ansiado 40 por ciento de los sufragios y, por consiguiente, quedará en evidencia que un candidato del arco opositor puede ganarle en octubre.

Cambio de clima
A finales de octubre del año último, con la muerte de Néstor Kirchner, se abrió una etapa singular para el oficialismo: al mismo tiempo que perdía a su forjador, jefe y estratega, la imagen de la Presidente, su viuda, recuperaba espacio y trepaba en las encuestas, impulsada por una ráfaga de luto y empatía. El gobierno parecía fortalecido en sus perspectivas electorales, aunque –como no tardaría en observarse- se encontraba más débil en lo político.
La señora de Kirchner se fue refugiando en un círculo cada vez más estrecho de antiguas y nuevas incondicionalidades, tomando distancia de algunos viejos colaboradores de su esposo y, sobre todo, evidenciando su añeja desconfianza de los liderazgos territoriales y sectoriales del peronismo. Desde esta postura afrontó la confección de las listas de candidatos del Frente para la Victoria ignoró arraigos y representaciones, consagró a personas y sectores de escasa trayectoria y produjo heridas y resentimientos.
En las elecciones de la Ciudad Autónoma y, sobre todo, de Santa Fe se manifestaron algunas consecuencias de esa conducta. El candidato oficialista a jefe de gobierno porteño, Daniel Filmus, nunca fue dueño de su campaña electoral y lo pagó con una doble caída sin atenuantes. Pero mucho peor que a él les fue a los sectores preferidos de la Presidente, expresados en el grupo La Cámpora: su candidato porteño a la Legislatura, Juan Cabandié, obtuvo la mitad de los votos de Filmus.
En Santa Fé, entretanto, el 78 por ciento de los votantes se expresó en contra del candidato a gobernador del oficialismo, apenas unos días después de que la señora de Kirchner lo subiera a un acto institucional en el que volvió a destratar a las autoridades socialistas de la provincia. Resulta significativo, sin embargo, que paralelamente el peronismo santafesino consiguiera triunfar por las diputaciones provinciales hasta el punto de asegurarse la mayoría en la próxima Legislatura.
Ese “corte de boleta” santafesino (facilitado por la boleta única que se aplica en la provincia) fue sumamente revelador. María Eugenia Bielsa, que fuera vicegobernadora de Jorge Obeid (distanciado del kirchnerismo), encabezó la lista peronista de legisladores y obtuvo el 34 por ciento de los votos, más de 13 puntos por encima del candidato a gobernador, Agustín Rossi. Muchos medios le han dado el crédito a la señora Bielsa pero, por vale la pena mirar más allá de los méritos de ella.
Esa diferencia –que sectores de La Cámpora aliados a Rossi atribuyeron a una “traición” del peronismo territorial- muestra que las estructuras políticas y buena parte del electorado peronista de la provincia decidieron un voto castigo específico, destinado a Rossi y a la Casa de Gobierno a través del voto a Del Sel. Los peronistas votaron candidatos peronistas y diferenciaron, en los términos sugeridos por Carlos Reutemann: “sí al peronismo, no al kirchnerismo”. Cabe recordar que Rossi fue vocero principal de la política anti-campo de la Casa Rosada en los enfrentamientos de 2008.
El dato del voto castigo peronista de Santa Fé inquieta al gobierno por la posibilidad de que se repita en las primarias del 14 de agosto en el conurbano bonaerense. Se sabe que el justicialismo territorial del Gran Buenos Aires se encuentra en estado de rebeldía potencial tras el manejo que hizo la Presidenta de las candidaturas nacionales y locales.
La pérdida de la conducción política de Néstor Kirchner se observa en términos electorales. Los instrumentos ya registran el giro de los vientos.
Los amigos ya no vienen
Una evidencia de ese cambio ha sido la carta que Alberto Fernández le dirigió la última semana a la señora de Kirchner.
Fernández acompañó como jefe de gabinete a Néstor Kirchner durante toda su presidencia y siguió en el mismo puesto con la señora de Kirchner hasta el año 2008.
Desde que renunció, Fernández intentó expresar sus pedidos de corrección del rumbo del gobierno como una suerte de kirchnerista de la diáspora, con críticas cordiales y a menudo llenas de palabras de afecto, sobre todo hacia Néstor con quien, sin embargo, dejó de hablarse.
Ese intento de ocupar un espacio de “kirchnerismo crítico”, antes que mantenerlo próximo al oficialismo generó más bien un resentimiento mayor en la Casa Rosada. En ese ámbito las críticas sólo se aprecian si se dirigen a otros.
De cualquier modo, pese a que sus divergencias se ensancharon (particularmente alrededor de la relación del gobierno con los medios), debe admitirse que Fernández se esforzó por no dinamitar los puentes.
Esta semana, sin embargo, después de enterarse de ciertos conceptos que la señora de Kirchner vierte sobre él en una biografía recién publicada, Alberto Fernández decidió decir algunas cosas (quizás reserva muchas otras para el libro que viene escribiendo desde su dimisión).
"Leí sus expresiones con pesar –le dice en un párrafo- . Se trata exactamente del pesar que provoca descubrir la mentira en boca de una persona con quien se ha compartido una etapa central de la vida del país".
Una y otra vez el ex jefe de gabinete vincula a la señora de Kirchner con los conceptos de mentira, fabulación y simulación: “Créame que no hace falta fabular batallas para parecer heroica", le señala. Y evoca el 1984 de George Orwell y su “'Ministerio de la Verdad' dedicado a manipular o destruir los documentos históricos, para que las evidencias del pasado coincidan con la versión que de la historia quiere imponer el gobierno en cada coyuntura”. En fin, Fernández sostiene que la señora de Kirchner propone una “historia novelada como verdad absoluta" y "construye un relato propio sobre la realidad que ampare el mundo dual en el que vive".
El tono de la misiva, la jerarquía que invistió el firmante en los gobiernos kirchneristas y la cercanía que mantuvo con el matrimonio presidencial le otorgan una envergadura inédita a ese documento, que testimonia con claridad cómo se está modificando el paisaje político.
La pelota pinchada
Como si algo faltara para complicar la situación del gobierno, la Casa Rosada decidió incrementar su apuesta intervencionista en el fútbol argentino. Para ello decidió actuar un a vez más a través del presidente de la AFA que, con más de 30 años ininterrumpidos de ejercicio de esas funciones (y a punto de hacerse reelegir en octubre) compite en materia de popularidad e imagen pública con Hugo Moyano.
El gobierno calculó que, con la promesa de duplicar la suma que el Estado dedica hoy al “fútbol para todos” y con la zanahoria de un virtual ascenso de una decena de equipos que hoy militan en la B nacional (incluyendo a River Plate, a Rosario Central, al Quilmes de Aníbal Fernández y al Gimnasia Esgrima La Plata de la Presidente y su señora madre) podrían concretar una bella carambola: ensanchar su vía de propaganda a través del deporte, golpear al grupo Clarín (quitándole la televisación de la B nacional) y colonizar más efectivamente al sistema de clubes de fútbol.
El cálculo dejó de lado un factor: la opinión pública. Que actualmente, a través de Internet y las redes sociales puede hacerse oír masiva y velozmente. Esa opinión pública que, obviamente, incluye a decenas de miles de simpatizantes del fútbol, a hinchas (y también a dirigentes) repudió rápidamente el nuevo intento de intervención de la política en el fútbol, así como la idea misma de hacer un campeonato con 40 equipos (a contramano de las grandes ligas del mundo) y decidir ascensos por decreto y no en el campo de juego. Sumados a esos factores el hecho de seguir derivando recursos públicos (de jubilados, de la educación, de la acción social, de las obras públicas) a un objetivo que sólo usa al deporte como una plataforma de propaganda.
Resultado: la fuerza coaligada del gobierno y del grondonismo futbolístico debió replegarse sin demasiado orden y prometer una postergación para el proyecto. La idea de aprobarlo en octubre, en la asamblea de la AFA, ya fue descartada.
La opinión pública se está rebelando frente a los caprichos de los poderosos. El campo expresa su rebelión en las urnas. El peronismo muestra que puede triunfar y al mismo tiempo castigar a los que lo maltratan.
Con ese clima se avanza hacia las primarias de agosto.

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