lunes, 1 de abril de 2013

"La" provincia, madre de todas las batallas. Por Jorge Raventos


La presión sobre Daniel Scioli no cesa. De un lado, las operaciones para ahogar financieramente a la provincia de Buenos Aires, sea negándole el apoyo que reclama, sea bloqueándole los caminos hacia  el endeudamiento en el mercado. A esos dispositivos se suman las huelgas sistemáticas de gremios afines al gobierno K, algunas ramas de los estatales y, sobre todo, los docentes.
Como frutilla del postre, los picaneos verbales de voceros del poder central. Florencio Randazzo cuestionó la manera en que Scioli maneja el conflicto docente; el vicegobernador Mariotto le imputa mala gestión y “proyectos personales”; en fin, Julio De Vido le dispara parabólicamente: “la lealtad declamada no sirve para nada; no sirve estar acá y a los 5 minutos, sacarse una foto con el peor detractor del modelo” (no está claro si el “peor detractor” aludía al ex vicepresidente de Cristina Kirchner, Julio Cobos, o a su ex jefe de gabinete,  Alberto Fernández, con quienes el gobernador se  ha reunido).
Antes de estos golpes hubo otros. A principios de año, nada menos que Amado Boudou había hablado de “cobardía” e “hipocresía” para referirse al comportamiento político de Scioli. Da la impresión de que el  poder central está desafiando a Scioli y quiere empujarlo a una lucha en el barro. 
El gobernador elude por ahora ese desafío: “No me van a hacer pisar el palito con provocaciones”, dice. 
Pese a que estaba visiblemente molesto con las medidas de fuerza gremiales tras el aumento salarial decretado del 22,6 por ciento, el mandatario bonaerense se reunió durante tres horas el miércoles 27 con los sindicatos en la sede del ministerio de educación bonaerense. Scioli trató de moderarlos: “Sigamos la conversación con los chicos en las escuelas”, les propuso Pero ellos hicieron saber que insistirán con las huelgas.: ratificaron otras 72 horas de paro después del receso oficial que dura hasta el 3 de abril, con lo que se consumarían once días de huelga desde el inicio de clases, un mes atrás. “Los principales afectados son cuatro millones y medio de chicos que pierden sus clases y sus familias”, insiste el gobernador, que ya había definido la seguidilla de huelgas como “salvajes” e “intimidatorias”.    Alberto Pérez, su jefe de gabinete, había caracterizado las medidas de fuerza como “destituyentes”.
Desde el cristinismo más virulento, la diputada Diana Conti corrigió: “No queremos echar a Scioli, sino alinearlo. Debe acatar las órdenes de Cristina Kirchner, que es quien conduce”.
El gobernador consiguió el martes una declaración de apoyo de 89 intendentes de la provincia , que reclamaron que las clases se desarrollen con normalidad. El  gobierno central contestó el miércoles: el ministro De Vido reunió a treinta intendentes que no  firmaron aquella declaración y les prometió fondos y obras. Para la provincia, ni un peso.
La tensión entre el poder central y la provincia tiene un motivo evidente: Scioli, que consigue óptimas marcas en la opinión pública, declaró oportunamente que quiere ser candidato a presidente en 2015.  Y el cristinismo pretende –pero hasta ahora no puede- sacarlo de la cancha, forzarlo inclusive a dejar la gobernación para encabezar este año la lista de diputados oficialistas. “Voy a cumplir con mi mandato hasta el final - responde a Scioli-. No soy un improvisado, soy el gobernador más votado de la provincia".
El tono del gobernador empieza a cambiar, se vuelve más ostensiblemente enérgico, pero todavía  evita culpar de sus males a la Presidente aunque es desde las filas del gobierno central que lo hostigan y  lo acusan de “jugar para el enemigo”: cuestionan que se entreviste con Julio Cobos, que juegue al fútbol con Mauricio Macri, que haya hablado bien del Papa Francisco antes de que la Casa Rosada adoptara ese temperamento y,  hasta denuncian (lo reiteró esta semana Diana Conti) que “juega encubiertamente por la línea de De Narváez”.
.Aunque la política  parezca en la superficie impregnada por las brisas de paz  que  soplan  a partir de la consagración del cardenal Jorge Bergoglio  como Papa Francisco,  llega desde sus sótanos la agitación que precede a las grandes batallas.
Mientras la Presidente habla y tuitea repartiendo mensajes piadosos como estampitas,  sus funcionarios  trenzan incansablemente para limpiar la Justicia (empezando por la Corte Suprema) de elementos  “hostiles”, contabilizan argumentos irrefutables ante intendentes y gobernadores para que apoyen la re-reelección de La Señora y le hagan el vacío a Scioli, y operan sobre todo el escenario estimulando divisiones en las fuerzas opositoras, procurando disciplinar las propias (y también algunas otras que preferirían ser neutrales).
Pero los sordos ruidos no se dejan oír sólo en los campamentos del oficialismo. Las corrientes que resisten al kirchnerismo también se preparan para momentos decisivos. Empezando por el peronismo.
 Se lanza el peronismo bonaerense
 La semana próxima se pondrá de manifiesto el tejido que las corrientes del peronismo no-K están preparando para encarar la madre de todas las batallas: la elección en la provincia de Buenos Aires.
Ya parece claro que el  oficialismo será derrotado en octubre en cuatro de los cinco distritos mayores: Capital, Córdoba, Santa Fé y Mendoza. De ahí que el gobierno apueste todas sus fichas en la provincia de Buenos Aires, el distrito que alberga  el 40 por ciento de los votos. Allí necesita imprescindiblemente  una victoria rotunda para mantener viva la idea de la reelección de la señora de Kirchner. El peronismo ortodoxo hace los mismos cálculos que el gobierno y está produciendo un esfuerzo para unir bajo el mismo techo  todas sus expresiones bonaerenses.
Después de la comida en casa de Hugo Moyano que diez días atrás reunió al anfitrión, a Roberto Lavagna y al gobernador de Córdoba José Manuel De la Sota,  los tres comensales se dedicaron a trabajar sobre la provincia de Buenos Aires. Aunque ninguno de ellos excluye a priori a los dos jugadores peronistas más cotizados del distrito (Daniel Scioli y Sergio Massa), son concientes de que estos se mueven con tiempos propios y que aún no han madurado su decisión de actuar por fuera del oficialismo. Intuyen, sin embargo, que por lo menos contarán con  ayuda de ambos por detrás de las líneas para conseguir el objetivo de todos, que Roberto Lavagna sintetizó en la frase “Hasta aquí llegaron”: frenar la ofensiva oficialista para cambiar la Constitución y permitirse la re-reelección de la Presidente.
 Scioli y Massa: todavía no
Aunque Massa y Scioli no estarán, pues, en el tejido que se presentará a principios de abril, es probable que  haya amigos de ellos sentados a la mesa que tenderá el trío que comió cordero patagónico en lo de Moyano. Y también habrá allí otros actores fundamentales: gremialistas de peso, intendentes, parlamentarios, dirigentes (mujeres y hombres) del conurbano y del interior bonaerense.
Tanto el gobierno como el peronismo que se posiciona frente a él conocen las últimas encuestas, según las cuales la candidata a encabezar la lista oficialista bonaerense –Alicia Kirchner, portadora de apellido- aparece cabeza a cabeza con Francisco De Narváez (en algunas encuestas unos puntitos arriba, en otras, unos puntitos abajo). El peronismo ortodoxo no necesita esperar a que Scioli o Massa decidan jugarse abiertamente en esta elección: ya tienen un candidato en condiciones de dar la pelea y ganarla.
Especialmente porque esta vez la victoria ni siquiera consiste en salir primero (algo que De Narváez ya consiguió en 2009 enfrentando a un Kirchner que no era Alicia), sino simplemente en minimizar la cosecha de diputados y legisladores que puede conseguir el oficialismo en la provincia. Con eso basta para ponerle punto final a la etapa kirchnerista: el Frente para la Victoria ha confesado –en este caso con sinceridad- que no tiene otro candidato viable para la presidencia. Ciertamente, si la coalición oficialista se encuentra ya en estado de centrifugación, no lograr el objetivo que buscará en las urnas no hará más que acelerar ese proceso.
 ¿Qué hará Macri?
 Es probable que otras fuerzas se sumen al esfuerzo del peronismo no-K por  derrotar al gobierno en su frágil ciudadela bonaerense. El Pro de Mauricio Macri, que quiere  llegar a 2015 como una fuerza estructurada, si no en todos, al menos en los principales distritos, evalúa si no le conviene asociarse a la empresa que tejen De la Sota, Lavagna y Moyano. El Pro no tiene candidatos bonaerenses de gran arrastre como para entreverarse en una elección que seguramente se polarizará. ¿No le resultaría más redituable  compartir con el peronismo el triunfo de frustrar los planes rereeleccionistas de la Presidente?
Macri podría sospechar que ese triunfo beneficiará  a posibles competidores suyos en 2015 (De la Sota, el propio Lavagna; Scioli, que sin duda se vería muy aliviado si se clausuran las ilusiones del entorno K). Pero el 2015 está lejos y la eventualidad de aquella competencia no limita las acciones o las estrategias actuales  de los otros jugadores de esa carrera. Sucede que todos ellos comprenden que la elección de 2013  más que el primer tiempo de la de 2015  es la condición para que  dentro de dos años haya una verdadera competencia, haya cancha, reglamentos y fair play  garantizados. “Esta es una elección de poner límites, no de poner presidentes”, como resumió un cuadro intelectual del peronismo. “El 2013 es de sacar, más que de poner”
 Radicales, socialistas, centroizquierda
 Si bien puede preverse que el peronismo y el kirchnerismo sean  los protagonistas excluyentes del encuentro electoral de este año, en modo alguno son ellos los únicos jugadores. Los terceros no son de palo.
El radicalismo probablemente será el triunfador en la elección mendocina, el socialismo es gobierno en Santa Fé y, gane o no gane en su provincia, su caudal electoral contribuirá a morderle parte del electorado de centroizquierda al oficialismo.
Radicales y socialistas trabajan para construir un espacio común, lo cual es menos sencillo de lo que podría  preverse: el socialismo ya cuenta con socios en el FAP (Frente Amplio Progresista) que se resisten a una alianza con la UCR: el partido de Binner se debate entre tejer por un lado y no destejer por otro. En la Capital, otro agrupamiento peleará por un lugar: el que están edificando Fernando Solanas y Lilita Carrió. Solanas también es un candidato que le arañará votos al oficialismo capitalino, que parece condenado a repetir la candidatura de Daniel Filmus (que no deja de ser una postulación digna pero esmerilada por las reiteradas derrotas) o a tentar suerte con Martín Sabatella: ni uno ni otro candidato potencial del gobierno tiene historia peronista; ambos comparten  un pasado en las juventudes comunistas.
En fin, si en abril, con la música de fondo del hostigamiento cristinista a Scioli,  se pone en marcha el armado del peronismo alternativo, todo el vasto planeta anti-K se sentirá estimulado a perfeccionar su performance y quizás pueda empezar a hablarse de oposición.
Será un milagro. Muchos se sentirán tentados de atribuirlo a Francisco.
Francisco
En rigor, la consagración del Papa argentino, un acontecimiento de alcance global que excede largamente la escena doméstica, empezó ya a irradiar su influencia en el terreno local. Su convocatoria al diálogo sincero  y a la reconciliación es especialmente escuchada en un país agotado por la confrontación  sistemática  y hastiado de presiones, escraches, agresión y hostigamientos.
La Iglesia argentina, como un eco del mensaje papal, exhorta al diálogo. Su presencia y testimonio constituyen , objetivamente, un límite a esas conductas. El nuevo arzobispo de Buenos Aires, sucesor de Jorge Bergoglio en la diócesis, monseñor Mario Poli, advirtió que la relación con el gobierno nacional se planteará con respeto, pero también con la “debida distancia y diferencia”. Al César, lo del César y a Dios lo que es de Dios.
El Papa vendrá al país en diciembre, a observar los primeros resultados de esta siembra. El es el  guía espiritual de  los  cientos de millones de católicos del mundo y también  una referencia insoslayable para los otros cientos de millones de seres humanos de otras creencias y  modos de pensar pero. en cualquier caso, Argentina sigue siendo su hogar y América Latina su casa grande.
En su misión de alcance universal mirará seguramente un poco más esos espacios de sus afectos y preocupaciones primeras; y probablemente buscará la ayuda de hombres de ese origen. Uno de ellos quizás sea otro rioplatense, el oriental Guzmán Carriquiri, uno de los pensadores católicos más influyentes en la Iglesia latinoamericana (otro, de pareja importancia, su amigo Alberto Methol Ferré, también uruguayo, murió cuatro años atrás). Carriquiri  se convirtió en 2011 en el primer laico elevado a la condición de Secretario de la Comisión Pontificia para América Latina. Hoy hay quienes conjeturan que el Papa argentino puede llegar a  concretar con él otro nombramiento inédito y transformarlo en secretario de Estado de la Santa Sede.  En cualquier caso, Francisco tendrá sin duda muy cerca  a Carriquiri en su pontificado. 

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