La presión sobre
Daniel Scioli no cesa. De un lado, las operaciones para ahogar financieramente a
la provincia de Buenos Aires, sea negándole el apoyo que reclama, sea
bloqueándole los caminos hacia el endeudamiento en el mercado. A esos
dispositivos se suman las huelgas sistemáticas de gremios afines al gobierno K,
algunas ramas de los estatales y, sobre todo, los docentes.
Como frutilla del
postre, los picaneos verbales de voceros del poder central. Florencio Randazzo
cuestionó la manera en que Scioli maneja el conflicto docente; el vicegobernador
Mariotto le imputa mala gestión y “proyectos personales”; en fin, Julio De Vido
le dispara parabólicamente: “la lealtad declamada no sirve para nada; no sirve
estar acá y a los 5 minutos, sacarse una foto con el peor detractor del modelo”
(no está claro si el “peor detractor” aludía al ex vicepresidente de Cristina
Kirchner, Julio Cobos, o a su ex jefe de gabinete, Alberto Fernández, con
quienes el gobernador se ha reunido).
Antes de estos
golpes hubo otros. A principios de año, nada menos que Amado Boudou había
hablado de “cobardía” e “hipocresía” para referirse al comportamiento político
de Scioli. Da la impresión de que el poder central está desafiando a Scioli y
quiere empujarlo a una lucha en el barro.
El gobernador
elude por ahora ese desafío: “No me van a hacer pisar el palito con
provocaciones”, dice.
Pese a que estaba
visiblemente molesto con las medidas de fuerza gremiales tras el aumento
salarial decretado del 22,6 por ciento, el mandatario bonaerense se reunió
durante tres horas el miércoles 27 con los sindicatos en la sede del ministerio
de educación bonaerense. Scioli trató de moderarlos: “Sigamos la conversación
con los chicos en las escuelas”, les propuso Pero ellos hicieron saber que
insistirán con las huelgas.: ratificaron otras 72 horas de paro después del
receso oficial que dura hasta el 3 de abril, con lo que se consumarían once días
de huelga desde el inicio de clases, un mes atrás. “Los principales afectados
son cuatro millones y medio de chicos que pierden sus clases y sus familias”,
insiste el gobernador, que ya había definido la seguidilla de huelgas como
“salvajes” e “intimidatorias”. Alberto Pérez, su jefe de gabinete, había
caracterizado las medidas de fuerza como “destituyentes”.
Desde el
cristinismo más virulento, la diputada Diana Conti corrigió: “No queremos echar
a Scioli, sino alinearlo. Debe acatar las órdenes de Cristina Kirchner, que es
quien conduce”.
El gobernador
consiguió el martes una declaración de apoyo de 89 intendentes de la provincia ,
que reclamaron que las clases se desarrollen con normalidad. El gobierno
central contestó el miércoles: el ministro De Vido reunió a treinta intendentes
que no firmaron aquella declaración y les prometió fondos y obras. Para la
provincia, ni un peso.
La tensión entre
el poder central y la provincia tiene un motivo evidente: Scioli, que consigue
óptimas marcas en la opinión pública, declaró oportunamente que quiere ser
candidato a presidente en 2015. Y el cristinismo pretende –pero hasta ahora no
puede- sacarlo de la cancha, forzarlo inclusive a dejar la gobernación para
encabezar este año la lista de diputados oficialistas. “Voy a cumplir con mi
mandato hasta el final - responde a Scioli-. No soy un improvisado, soy el
gobernador más votado de la provincia".
El tono del
gobernador empieza a cambiar, se vuelve más ostensiblemente enérgico, pero
todavía evita culpar de sus males a la Presidente aunque es desde las filas del
gobierno central que lo hostigan y lo acusan de “jugar para el enemigo”:
cuestionan que se entreviste con Julio Cobos, que juegue al fútbol con Mauricio
Macri, que haya hablado bien del Papa Francisco antes de que la Casa Rosada
adoptara ese temperamento y, hasta denuncian (lo reiteró esta semana Diana
Conti) que “juega encubiertamente por la línea de De Narváez”.
.Aunque la
política parezca en la superficie impregnada por las brisas de paz que
soplan a partir de la consagración del cardenal Jorge Bergoglio como Papa
Francisco, llega desde sus sótanos la agitación que precede a las grandes
batallas.
Mientras la
Presidente habla y tuitea repartiendo mensajes piadosos como estampitas, sus
funcionarios trenzan incansablemente para limpiar la Justicia (empezando por la
Corte Suprema) de elementos “hostiles”, contabilizan argumentos irrefutables
ante intendentes y gobernadores para que apoyen la re-reelección de La Señora y
le hagan el vacío a Scioli, y operan sobre todo el escenario estimulando
divisiones en las fuerzas opositoras, procurando disciplinar las propias (y
también algunas otras que preferirían ser neutrales).
Pero los sordos
ruidos no se dejan oír sólo en los campamentos del oficialismo. Las corrientes
que resisten al kirchnerismo también se preparan para momentos decisivos.
Empezando por el peronismo.
Se lanza el
peronismo bonaerense
La semana próxima
se pondrá de manifiesto el tejido que las corrientes del peronismo no-K están
preparando para encarar la madre de todas las batallas: la elección en la
provincia de Buenos Aires.
Ya parece claro
que el oficialismo será derrotado en octubre en cuatro de los cinco distritos
mayores: Capital, Córdoba, Santa Fé y Mendoza. De ahí que el gobierno apueste
todas sus fichas en la provincia de Buenos Aires, el distrito que alberga el 40
por ciento de los votos. Allí necesita imprescindiblemente una victoria rotunda
para mantener viva la idea de la reelección de la señora de Kirchner. El
peronismo ortodoxo hace los mismos cálculos que el gobierno y está produciendo
un esfuerzo para unir bajo el mismo techo todas sus expresiones
bonaerenses.
Después de la
comida en casa de Hugo Moyano que diez días atrás reunió al anfitrión, a Roberto
Lavagna y al gobernador de Córdoba José Manuel De la Sota, los tres comensales
se dedicaron a trabajar sobre la provincia de Buenos Aires. Aunque ninguno de
ellos excluye a priori a los dos jugadores peronistas más cotizados del distrito
(Daniel Scioli y Sergio Massa), son concientes de que estos se mueven con
tiempos propios y que aún no han madurado su decisión de actuar por fuera del
oficialismo. Intuyen, sin embargo, que por lo menos contarán con ayuda de ambos
por detrás de las líneas para conseguir el objetivo de todos, que Roberto
Lavagna sintetizó en la frase “Hasta aquí llegaron”: frenar la ofensiva
oficialista para cambiar la Constitución y permitirse la re-reelección de la
Presidente.
Scioli y
Massa: todavía no
Aunque Massa y
Scioli no estarán, pues, en el tejido que se presentará a principios de abril,
es probable que haya amigos de ellos sentados a la mesa que tenderá el trío que
comió cordero patagónico en lo de Moyano. Y también habrá allí otros actores
fundamentales: gremialistas de peso, intendentes, parlamentarios, dirigentes
(mujeres y hombres) del conurbano y del interior bonaerense.
Tanto el gobierno
como el peronismo que se posiciona frente a él conocen las últimas encuestas,
según las cuales la candidata a encabezar la lista oficialista bonaerense
–Alicia Kirchner, portadora de apellido- aparece cabeza a cabeza con Francisco
De Narváez (en algunas encuestas unos puntitos arriba, en otras, unos puntitos
abajo). El peronismo ortodoxo no necesita esperar a que Scioli o Massa decidan
jugarse abiertamente en esta elección: ya tienen un candidato en condiciones de
dar la pelea y ganarla.
Especialmente
porque esta vez la victoria ni siquiera consiste en salir primero (algo que De
Narváez ya consiguió en 2009 enfrentando a un Kirchner que no era Alicia), sino
simplemente en minimizar la cosecha de diputados y legisladores que puede
conseguir el oficialismo en la provincia. Con eso basta para ponerle punto final
a la etapa kirchnerista: el Frente para la Victoria ha confesado –en este caso
con sinceridad- que no tiene otro candidato viable para la presidencia.
Ciertamente, si la coalición oficialista se encuentra ya en estado de
centrifugación, no lograr el objetivo que buscará en las urnas no hará más que
acelerar ese proceso.
¿Qué hará
Macri?
Es probable que
otras fuerzas se sumen al esfuerzo del peronismo no-K por derrotar al gobierno
en su frágil ciudadela bonaerense. El Pro de Mauricio Macri, que quiere llegar
a 2015 como una fuerza estructurada, si no en todos, al menos en los principales
distritos, evalúa si no le conviene asociarse a la empresa que tejen De la Sota,
Lavagna y Moyano. El Pro no tiene candidatos bonaerenses de gran arrastre como
para entreverarse en una elección que seguramente se polarizará. ¿No le
resultaría más redituable compartir con el peronismo el triunfo de frustrar los
planes rereeleccionistas de la Presidente?
Macri podría
sospechar que ese triunfo beneficiará a posibles competidores suyos en 2015 (De
la Sota, el propio Lavagna; Scioli, que sin duda se vería muy aliviado si se
clausuran las ilusiones del entorno K). Pero el 2015 está lejos y la
eventualidad de aquella competencia no limita las acciones o las estrategias
actuales de los otros jugadores de esa carrera. Sucede que todos ellos
comprenden que la elección de 2013 más que el primer tiempo de la de 2015 es
la condición para que dentro de dos años haya una verdadera competencia, haya
cancha, reglamentos y fair play garantizados. “Esta es una elección de poner
límites, no de poner presidentes”, como resumió un cuadro intelectual del
peronismo. “El 2013 es de sacar, más que de poner”
Radicales,
socialistas, centroizquierda
Si bien puede
preverse que el peronismo y el kirchnerismo sean los protagonistas excluyentes
del encuentro electoral de este año, en modo alguno son ellos los únicos
jugadores. Los terceros no son de palo.
El radicalismo
probablemente será el triunfador en la elección mendocina, el socialismo es
gobierno en Santa Fé y, gane o no gane en su provincia, su caudal electoral
contribuirá a morderle parte del electorado de centroizquierda al oficialismo.
Radicales y
socialistas trabajan para construir un espacio común, lo cual es menos sencillo
de lo que podría preverse: el socialismo ya cuenta con socios en el FAP (Frente
Amplio Progresista) que se resisten a una alianza con la UCR: el partido de
Binner se debate entre tejer por un lado y no destejer por otro. En la Capital,
otro agrupamiento peleará por un lugar: el que están edificando Fernando Solanas
y Lilita Carrió. Solanas también es un candidato que le arañará votos al
oficialismo capitalino, que parece condenado a repetir la candidatura de Daniel
Filmus (que no deja de ser una postulación digna pero esmerilada por las
reiteradas derrotas) o a tentar suerte con Martín Sabatella: ni uno ni otro
candidato potencial del gobierno tiene historia peronista; ambos comparten un
pasado en las juventudes comunistas.
En fin, si en
abril, con la música de fondo del hostigamiento cristinista a Scioli, se pone
en marcha el armado del peronismo alternativo, todo el vasto planeta anti-K se
sentirá estimulado a perfeccionar su performance y quizás pueda empezar a
hablarse de oposición.
Será un milagro.
Muchos se sentirán tentados de atribuirlo a Francisco.
Francisco
En rigor, la
consagración del Papa argentino, un acontecimiento de alcance global que excede
largamente la escena doméstica, empezó ya a irradiar su influencia en el terreno
local. Su convocatoria al diálogo sincero y a la reconciliación es
especialmente escuchada en un país agotado por la confrontación sistemática y
hastiado de presiones, escraches, agresión y hostigamientos.
La
Iglesia argentina, como
un eco del mensaje papal, exhorta al diálogo. Su presencia y testimonio
constituyen , objetivamente, un límite a esas conductas. El nuevo arzobispo de
Buenos Aires, sucesor de Jorge Bergoglio en la diócesis, monseñor Mario Poli,
advirtió que la relación con el gobierno nacional se planteará con
respeto, pero también con la “debida distancia y diferencia”. Al César, lo del
César y a Dios lo que es de Dios.
El Papa vendrá al
país en diciembre, a observar los primeros resultados de esta siembra. El es el
guía espiritual de los cientos de millones de católicos del mundo y también
una referencia insoslayable para los otros cientos de millones de seres humanos
de otras creencias y modos de pensar pero. en cualquier caso, Argentina sigue
siendo su hogar y América Latina su casa grande.
En su misión de
alcance universal mirará seguramente un poco más esos espacios de sus afectos y
preocupaciones primeras; y probablemente buscará la ayuda de hombres de ese
origen. Uno de ellos quizás sea otro rioplatense, el oriental Guzmán Carriquiri,
uno de los pensadores católicos más influyentes en la Iglesia latinoamericana
(otro, de pareja importancia, su amigo Alberto Methol Ferré, también uruguayo,
murió cuatro años atrás). Carriquiri se convirtió en 2011 en el primer laico
elevado a la condición de Secretario de la Comisión Pontificia para América
Latina. Hoy hay quienes conjeturan que el Papa argentino puede llegar a
concretar con él otro nombramiento inédito y transformarlo en secretario de
Estado de la Santa Sede. En cualquier caso, Francisco tendrá sin duda muy cerca
a Carriquiri en su pontificado.
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