sábado, 9 de febrero de 2013

El gobierno ya piensa en las "solución Putin". Por Jorge Raventos


En un clima de desasosiego enmarcado por la inflación y los abucheos a las estrellas del cristinismo, cada vez parece más improbable que el gobierno consiga su objetivo de máxima, que es crear las condiciones para reformar la Constitución y habilitar la reelección de la señora de Kirchner. Algunos cerebros del entorno presidencial empiezan a trabajar sobre una hipótesis diferente para obtener fines parecidos. Se habla de la "solución Putin". 

Para las consultoras privadas que miden regularmente el costo de vida la inflación del mes de enero fue de 3,16 por ciento: la marca mensual más alta del ciclo K y casi un tercio del aumento que el INDEC atribuyó a todo el año 2012. Es tan obvio que nadie cree en las cifras que difunde el Instituto de Estadísticas oficial, que a principios de semana la secretaría de Comercio salió a anunciar un acuerdo con los principales supermercadistas que promete mantener congelados los precios de todos los productos. Si la inflación real fuera la que mide el INDEC, ¿qué sentido tendría reincidir en el recurso desesperado del congelamiento, que la propia Presidente había caracterizado pocos días antes como "inservibles"?
Quizás para no subrayar la discordancia con la palabra presidencial, el logro fue presentado como una decisión voluntaria de las cadenas privadas. Guillermo Moreno trabajo a su estilo la voluntad de los siupermercadistas y, modestamente, no quiso exhibir sus méritos en público: el congelamiento quedó como un compromiso puramente verbal, sin papeles ni textos oficiales. Después de conversar con Moreno, la voluntad espontánea de las cadenas fue más lejos aún y decidieron abstenerse durante dos meses de invertir en publicidad en los diarios porteños (que, por pura casualidad, son principalmente Clarín, La Nación y Perfil, es decir, los que irritan al Secretario y a su jefa). Como recompensa por tanto afán acuerdista, las cadenas tuvieron la intuición de que durante estos 60 días no recibirán inspecciones de la AFIP, ni tendrán impedimentos para importar productos ni sufrirán ninguna expropiación. Pura voluntad, pura intuición: sin obligaciones escritas, sin reglas escritas. Sin amenazas.  "El gobierno nacional va a controlar que los acuerdos se cumplan, nada más", sintetizó la tucumana María Lucila "Pimpi" Colombo, la número dos de Moreno para estos menesteres.

Un curanderó acá

El gobierno decidió apelar a la curandería de urgencia para disimular la inflación que públicamente niega, pero pretende eludir las consecuencias. Las que sobrevendrán el temido día 61, cuando se extinga el "acuerdo voluntario", y muy probablemente antes de ese momento, si -como suele ocurrir con este tipo de medidas- el congelamiento se frustra porque los productos que no pueden aumentar empiezan a faltar de las góndolas (y así el aumento de precios es reemplazado por el desaprovisionamiento), o simultáneamente aparecen nuevos productos, análogos a los de precio congelado pero con otro nombre de fantasía, otro envase... y otro precio. O cualquiera de los otros, innumerables recursos que surgen para eludir los precios máximos, como muestra la historia a la que aludió la propia señora de Kirchner cuando se refirió al fracaso de estos procedimientos.
El dólar blue es un espejo en el que estos acuerdos podrían mirarse: el gobierno quiso ponerle un cepo a la demanda de dólares de los particulares y, en ese caso, fijó reglas muy estrictas para impedir su compra. Como los procedimientos normales no fueron suficientes,diseño un  sistema en el cual, como lo describió inclusive Mario Wainfeld, el columnista político de Página 12, un diario oficialista, " el otorgamiento o negativa de divisas para viajar no se funda en norma escrita alguna. El Estado republicano fija sus reglas por escrito, para que los ciudadanos las conozcan y sepan a qué atenerse. La AFIP (...) no explica, cuáles son los parámetros reglamentados y publicitados con antelación que utiliza" para entregar o no los dólares que los particulares requieren. 
Ese cepo, rígido y opaco, generó, como suele ocurrir, un mercado paralelo (el blue) que en los últimos días ofreció hasta 8 pesos por cada dólar que, en el mercado oficial (al que sólo algunos, por arbitrio oficial, pueden acceder) tiene un precio que ronda los 5 pesos. Hoy hay privilegiados que hacen enormes diferencias comprando en el mercado "legal" y vendiendo en el paralelo. Y si el gobierno quisiera terminar con el mercado blue eliminando el cepo que él mismo creó, sufriría una avalancha de demanda que llevaría la cotización a un nivel que el gobierno no desea y le costaría en el medio el sacrificio de buena parte de las reservas. Venezuela, que ha venido practicando sistemáticamente una política de mercado oficial y mercado paralelo (una de las fuentes de enriquecimiento de funcionarios y del "capitalismo de amigos") acaba de ceder con una devaluación de casi 50 por ciento. Conviene recordar la frase sobre las barbas del vecino... 

Gobierno gordo y Estado en ruinas

El cepo cambiario y el congelamiento de precios surgen de la misma matriz. Ambos son rodeos para no tomar el toro por las astas. Y ese toro es la inflación. Si los precios suben (entre ellos, el del dólar) es porque el valor de la moneda argentina se derrumba. Y esto ocurre porque el gobierno no detiene la expansión monetaria ni la expansión del gasto del Estado central: actúa así  vampirizando la economía real, succionando recursos del salario, de la rentabilidad empresaria (y, por lo tanto, de la inversión), de los ingresos de provincias y municipios. 
Hace todo eso con las excusas argumentales de mejorar la distribución (pero pretende techar las paritarias, se resiste a elevar el tope del impuesto a las ganancias, no cumple con los juicios de los jubilados ni con las instrucciones de actualización que impartió la Corte Suprema) y de fortalecer el Estado (pero los trenes que subsidia chocan y matan; la mayoría de los ciudadanos experimentan la vehemente sensación de vivir rodeados de inseguridad; el sistema de defensa hace agua en las fronteras, por donde penetra el narcotráfico, y ve hacer agua y hasta hundirse a sus barcos, mientras las instituciones armadas ni siquiera pueden ejercitarse adecuadamente; el sistema educativo no cumple sus objetivos y el gobierno los reinaugura, como ocurre con tanta obra pública inconclusa).
Hablando  de los precios, la Presidente pronunció diez días atrás una frase reveladora que, por provenir precisamente de la máxima autoridad del país, fue una dramática confesión de la impotencia creciente del Estado. Les dijo a los ciudadanos: “Si no te defendés vos, no te defiende nadie”. 
Muchos argentinos de a pie ya habían llegado, en rigor,  a una conclusión parecida y actúan de acuerdo a ella: enrejan sus domicilios, alambran y custodian particularmente sus vecindarios, compran armas. Se defienden, también, cuando tratan de ahorrar en alguna moneda que mantenga su valor cuando las autoridades erosionan con su política el valor de la moneda nacional; también lo hacen cuando, como los productores rurales estos días, están alertas en custodia de sus patrimonios, que presienten codiciados por poderes voraces; o cuando reclaman por sus salarios, carcomidos por la inflación.
En Brasil, convertido hoy en una potencia de rango mundial, el gobierno de Dilma Rousseff (ex guerrillera de verdad, ex presa política, líder del Partido de los Trabajadores) preocuparse por la inflación no es  “de derecha” y gobernar con metas de inflación no es “reaccionario”.  Después de finalizar 2012 con una tasa  del 5,8 por ciento (las estadísticas brasileras son veraces) Roussef planea seguir peleando  para bajarla.. Y no lo hace controlando precios, ni ajustando sobre terceros sectores (sean ellos los asalariados, la clase media o las empresas). Ella ajusta sobre el Estado central, implementa programas de reducción de impuestos para contener  la inflación y acaba de anunciar que estudia eliminar todos los impuestos federales sobre  los alimentos básicos. Es otro camino. Y no les ha ido mal. 


Abucheos y desasosiego

Tras una década en que Argentina (en ese sentido, igual que Brasil) se vió formidablemente beneficiada por una demanda mundial creciente de los productos que elabora con mayor eficiencia y por precios internacionales inéditos, aquel mensaje de la señora de Kirchner que vuelca sobre los ciudadanos la responsabilidad de defenderse, mientras el gobierno presume de estatismo e inspiración social, el Estado central  bombea y bombea recursos hacia su propia Tesorería (y algunos de sus funcionarios aparecen salpicados por pesadas sospechas de, digamos,  incorrección administrativa) coincide con una atmósfera de ascendente impaciencia en la sociedad. 
Los abucheos y censuras públicas masivas sufridos últimamente por el vicepresidente Amado Boudou y el viceministro de Economía, Axel Kicilof (dos validos de la presidente) son signos de esa exasperación. No hace falta insistir en que la agresividad no es buena consejera ni genera las mejores condiciones para la convivencia. Lo que, sin embargo, resulta novedoso de estos hechos es que el blanco de la agresividad hayan sido sectores del poder. En general, durante estos años, eran  los grupos militantes oficialistas los que aplicaban la presión o la agresión asectores o figuras que consideraban adversarios o enemigos: políticos de la oposición, periodistas, etc. Ahora es  la opinión pública la que actúa y le reserva las imprecaciones  a las estrellas del kirchnerismo. La nueva situación es una variante de la pérdida de la iniciativa en la calle del oficialismo. A partir de estos hechos, cuesta imaginar que los altos funcionarios y dirigentes más caracterizados  del oficialismo transiten tranquilamente por las ciudades o usen (eventualmente) medios públicos de transporte. La violencia y la confrontación permanente terminan respondiendo al efecto bumerán.
Las clases medias parecen estar sellando el divorcio con un gobierno por el que de a ratos se dejaron seducir. Algo análogo le sucede a la colectividad judía, que esta semana manifestó su rechazo al  vidrioso (que no cristalino) acuerdo sobre el caso AMIA que el canciller Héctor Timerman firmó con el gobierno de Irán. Timerman terminó enojándose con las instituciones cuando estas demandaron un “anexo” al acuerdo en el que se explicitaran aquellos puntos que el propio canciller desarrolló o aceptó en  reunión con ellas.El acuerdo firmado con Irán es “inmodificable”, les dijo. Y evidentemente no contemplaba los aspectos que Timerman prometió. La señora de Kirchner anunció por cadena nacional que enviaría al Congreso el pacto tal y como estaba originalmente redactado.

De la presidencia conyugal a la Solución Putin

En este clima de desasosiego, cada vez parece más improbable que el gobierno consiga su objetivo de máxima, que es crear las condiciones para reformar la Constitución y habilitar la reelección de la señora de Kirchner. Algunos cerebros del entorno presidencial empiezan a trabajar sobre una hipótesis diferente para obtener fines parecidos. Se habla de la "solución Putin". 
El actual presidente ruso dejó por un período su cargo, que fue ocupado por un personaje de su propio sistema de poder mientras él asumía la condición de primer ministro y, de hecho, gobernaba desde ese puesto hasta que, concluida esa impasse obligada por la Constitución, Putin volvió a la presidencia. La "solución Putin" tiene, si bien se mira, un aire de familia con el sistema de sucesión intramatrimonial imaginado por Néstor Kirchner y que permitió tres mandatos dentro de la misma progenie. Pero no alcanza con la voluntad de armar un dispositivo de esa naturaleza: hay que poder hacerlo.
La señora de Kirchner no tiene a mano a nadie que pueda ser candidato a Presidente, ganar y cumplir el papel de "presidente testimonial" que requiere la "solución Putin". Primero, le costaría encontrar a alguien confiable y con condiciones competitivas. ¿Scioli no es, acaso, competitivo? Claro que lo es. Pero ni es confiable para la mayor parte del entorno presidencial (para el kirchnerismo puro y duro), ni parece alguien que, llegado a esa situación, se conforme con una ocupación puramente testimonial de la Presidencia.
En cualquier caso, la perspectiva electoral no es hoy satisfactoria para la señora de Kirchner y sus fans. Ella tiene un techo muy claro en la opinión negativa que exhiben las encuestas, que supera la imagen positiva. 
Lo que sesostiene y crece, con distintos matices, tiene un estilodiferente a la confrontación kirchnerista: Daniel Scioli, Sergio Massa, Mauricio Macri, Hermes Binner, por citar algunas de las figuras que cuentan con mejor opinión, tienen en común un a actitud de diálogo que las pone en las antípodas del estilo dominante.
El caso de Sergio Massa, un hombre joven que dirige un municipio (no ha pasado por la experiencia ejecutiva provincial, aunque sí estuvo en el Ejecutivo nacional como Jefe de Gabinete) es una de las incógnitas políticas de este año. 
Massa teje su futuro político dentro del peronismo y también afuera. Muchos esperan que este año presente su candidatura encabezando una lista “renovadora”, con eje en el provincialismo (a la De la Sota) y en la gestión (como Macri). También en su pertenencia peronista. ¿Sepresentará “adentro” de un PJ copado por las brigadas K o irá por fuera, independientemente? Quizás ni él mismo sepa aún cuál será el camino. En cualquier caso, es difícil que el aparato oficialista le permita jugar en las internas abiertas con el abanico de  fuerzas que hoy lo sostiene y tomando en cuenta  su descollante performance en las encuestas: ¿se arriesgaría acaso el oficialismo a perder antes de la elección general, en las internas abiertas obligatorias?
Massa no necesita avanzar demasiado en las definiciones políticas por ahora, porque el kirchnerismo le ahorra el trabajo: no lo quieren, sospechan de sus ideas y de su estilo. Tampoco olvidan las palabras que, según Weakyleaks, le dedicó a Néstor Kirchner en la embajada de los Estados Unidos. El arma una fuerza transpartidaria centrada en el peronismo tal y como él lo encarna. 
Algunos hombres de la Presidente lo tratan y lo tientan a jugar con la Casa Rosada. Astuto como es, Massa sabe lo que dictan las encuestas en cuanto a la popularidad presidencial. Y, buen administrador de un municipio holgado, no depende de la caja cdentral, lo que le permite autonomía. Por otra parte, tampoco parece un personaje apropiado para la "solución Putin".
Año difícil para el oficialismo. Entre el frío y el descongelamiento.

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