En un clima de desasosiego enmarcado por la inflación y los
abucheos a las estrellas del cristinismo, cada vez parece más improbable que el
gobierno consiga su objetivo de máxima, que es crear las condiciones para
reformar la Constitución y habilitar la reelección de la señora de Kirchner.
Algunos cerebros del entorno presidencial empiezan a trabajar sobre una
hipótesis diferente para obtener fines parecidos. Se habla de la "solución
Putin".
Para las consultoras privadas que miden regularmente el costo
de vida la inflación del mes de enero fue de 3,16 por ciento: la marca mensual
más alta del ciclo K y casi un tercio del aumento que el INDEC atribuyó a todo
el año 2012. Es tan obvio que nadie cree en las cifras que difunde el Instituto
de Estadísticas oficial, que a principios de semana la secretaría de Comercio
salió a anunciar un acuerdo con los principales supermercadistas que promete
mantener congelados los precios de todos los productos. Si la inflación real
fuera la que mide el INDEC, ¿qué sentido tendría reincidir en el recurso
desesperado del congelamiento, que la propia Presidente había caracterizado
pocos días antes como "inservibles"?
Quizás para no subrayar la discordancia con la palabra
presidencial, el logro fue presentado como una decisión voluntaria de las
cadenas privadas. Guillermo Moreno trabajo a su estilo la voluntad de los
siupermercadistas y, modestamente, no quiso exhibir sus méritos en público: el
congelamiento quedó como un compromiso puramente verbal, sin papeles ni textos
oficiales. Después de conversar con Moreno, la voluntad espontánea de las
cadenas fue más lejos aún y decidieron abstenerse durante dos meses de invertir
en publicidad en los diarios porteños (que, por pura casualidad, son
principalmente Clarín, La Nación y Perfil, es decir, los que irritan al
Secretario y a su jefa). Como recompensa por tanto afán acuerdista, las cadenas
tuvieron la intuición de que durante estos 60 días no recibirán inspecciones de
la AFIP, ni tendrán impedimentos para importar productos ni sufrirán ninguna
expropiación. Pura voluntad, pura intuición: sin obligaciones escritas, sin
reglas escritas. Sin amenazas. "El gobierno nacional va a controlar que los
acuerdos se cumplan, nada más", sintetizó la tucumana María Lucila "Pimpi"
Colombo, la número dos de Moreno para estos menesteres.
Un curanderó acá
El gobierno decidió apelar a la curandería de urgencia para
disimular la inflación que públicamente niega, pero pretende eludir las
consecuencias. Las que sobrevendrán el temido día 61, cuando se extinga el
"acuerdo voluntario", y muy probablemente antes de ese momento, si -como suele
ocurrir con este tipo de medidas- el congelamiento se frustra porque los
productos que no pueden aumentar empiezan a faltar de las góndolas (y así el
aumento de precios es reemplazado por el desaprovisionamiento), o
simultáneamente aparecen nuevos productos, análogos a los de precio congelado
pero con otro nombre de fantasía, otro envase... y otro precio. O cualquiera de
los otros, innumerables recursos que surgen para eludir los precios máximos,
como muestra la historia a la que aludió la propia señora de Kirchner cuando se
refirió al fracaso de estos procedimientos.
El dólar blue es un espejo en el que estos acuerdos podrían
mirarse: el gobierno quiso ponerle un cepo a la demanda de dólares de los
particulares y, en ese caso, fijó reglas muy estrictas para impedir su compra.
Como los procedimientos normales no fueron suficientes,diseño un sistema en el
cual, como lo describió inclusive Mario Wainfeld, el columnista político de
Página 12, un diario oficialista, " el otorgamiento o negativa de divisas para
viajar no se funda en norma escrita alguna. El Estado republicano fija sus
reglas por escrito, para que los ciudadanos las conozcan y sepan a qué atenerse.
La AFIP (...) no explica, cuáles son los parámetros reglamentados y publicitados
con antelación que utiliza" para entregar o no los dólares que los particulares
requieren.
Ese cepo, rígido y opaco, generó, como suele ocurrir, un
mercado paralelo (el blue) que en los últimos días ofreció hasta 8 pesos por
cada dólar que, en el mercado oficial (al que sólo algunos, por arbitrio
oficial, pueden acceder) tiene un precio que ronda los 5 pesos. Hoy hay
privilegiados que hacen enormes diferencias comprando en el mercado "legal" y
vendiendo en el paralelo. Y si el gobierno quisiera terminar con el mercado blue
eliminando el cepo que él mismo creó, sufriría una avalancha de demanda que
llevaría la cotización a un nivel que el gobierno no desea y le costaría en el
medio el sacrificio de buena parte de las reservas. Venezuela, que ha venido
practicando sistemáticamente una política de mercado oficial y mercado paralelo
(una de las fuentes de enriquecimiento de funcionarios y del "capitalismo de
amigos") acaba de ceder con una devaluación de casi 50 por ciento. Conviene
recordar la frase sobre las barbas del vecino...
Gobierno gordo y Estado en ruinas
El cepo cambiario y el congelamiento de precios surgen de la
misma matriz. Ambos son rodeos para no tomar el toro por las astas. Y ese toro
es la inflación. Si los precios suben (entre ellos, el del dólar) es porque el
valor de la moneda argentina se derrumba. Y esto ocurre porque el gobierno no
detiene la expansión monetaria ni la expansión del gasto del Estado central:
actúa así vampirizando la economía real, succionando recursos del salario, de
la rentabilidad empresaria (y, por lo tanto, de la inversión), de los ingresos
de provincias y municipios.
Hace todo eso con las excusas argumentales de mejorar la
distribución (pero pretende techar las paritarias, se resiste a elevar el tope
del impuesto a las ganancias, no cumple con los juicios de los jubilados ni con
las instrucciones de actualización que impartió la Corte Suprema) y de
fortalecer el Estado (pero los trenes que subsidia chocan y matan; la mayoría de
los ciudadanos experimentan la vehemente sensación de vivir rodeados de
inseguridad; el sistema de defensa hace agua en las fronteras, por donde penetra
el narcotráfico, y ve hacer agua y hasta hundirse a sus barcos, mientras las
instituciones armadas ni siquiera pueden ejercitarse adecuadamente; el sistema
educativo no cumple sus objetivos y el gobierno los reinaugura, como ocurre con
tanta obra pública inconclusa).
Hablando de los precios, la Presidente pronunció diez días
atrás una frase reveladora que, por provenir precisamente de la máxima autoridad
del país, fue una dramática confesión de la impotencia creciente del Estado. Les
dijo a los ciudadanos: “Si no te defendés vos, no te defiende
nadie”.
Muchos argentinos de a pie ya habían llegado, en rigor, a una
conclusión parecida y actúan de acuerdo a ella: enrejan sus domicilios, alambran
y custodian particularmente sus vecindarios, compran armas. Se defienden,
también, cuando tratan de ahorrar en alguna moneda que mantenga su valor cuando
las autoridades erosionan con su política el valor de la moneda nacional;
también lo hacen cuando, como los productores rurales estos días, están alertas
en custodia de sus patrimonios, que presienten codiciados por poderes voraces; o
cuando reclaman por sus salarios, carcomidos por la inflación.
En Brasil, convertido hoy en una potencia de rango mundial, el
gobierno de Dilma Rousseff (ex guerrillera de verdad, ex presa política, líder
del Partido de los Trabajadores) preocuparse por la inflación no es “de
derecha” y gobernar con metas de inflación no es “reaccionario”. Después de
finalizar 2012 con una tasa del 5,8 por ciento (las estadísticas brasileras son
veraces) Roussef planea seguir peleando para bajarla.. Y no lo hace controlando
precios, ni ajustando sobre terceros sectores (sean ellos los asalariados, la
clase media o las empresas). Ella ajusta sobre el Estado central, implementa
programas de reducción de impuestos para contener la inflación y acaba de
anunciar que estudia eliminar todos los impuestos federales sobre los alimentos
básicos. Es otro camino. Y no les ha ido mal.
Abucheos y desasosiego
Tras una década en que Argentina (en ese sentido, igual que
Brasil) se vió formidablemente beneficiada por una demanda mundial creciente de
los productos que elabora con mayor eficiencia y por precios internacionales
inéditos, aquel mensaje de la señora de Kirchner que vuelca sobre los ciudadanos
la responsabilidad de defenderse, mientras el gobierno presume de estatismo e
inspiración social, el Estado central bombea y bombea recursos hacia su propia
Tesorería (y algunos de sus funcionarios aparecen salpicados por pesadas
sospechas de, digamos, incorrección administrativa) coincide con una atmósfera
de ascendente impaciencia en la sociedad.
Los abucheos y censuras públicas masivas sufridos últimamente
por el vicepresidente Amado Boudou y el viceministro de Economía, Axel Kicilof
(dos validos de la presidente) son signos de esa exasperación. No hace falta
insistir en que la agresividad no es buena consejera ni genera las mejores
condiciones para la convivencia. Lo que, sin embargo, resulta novedoso de estos
hechos es que el blanco de la agresividad hayan sido sectores del poder. En
general, durante estos años, eran los grupos militantes oficialistas los que
aplicaban la presión o la agresión asectores o figuras que consideraban
adversarios o enemigos: políticos de la oposición, periodistas, etc. Ahora es
la opinión pública la que actúa y le reserva las imprecaciones a las estrellas
del kirchnerismo. La nueva situación es una variante de la pérdida de la
iniciativa en la calle del oficialismo. A partir de estos hechos, cuesta
imaginar que los altos funcionarios y dirigentes más caracterizados del
oficialismo transiten tranquilamente por las ciudades o usen (eventualmente)
medios públicos de transporte. La violencia y la confrontación permanente
terminan respondiendo al efecto bumerán.
Las clases medias parecen estar sellando el divorcio con un
gobierno por el que de a ratos se dejaron seducir. Algo análogo le sucede a la
colectividad judía, que esta semana manifestó su rechazo al vidrioso (que no
cristalino) acuerdo sobre el caso AMIA que el canciller Héctor Timerman firmó
con el gobierno de Irán. Timerman terminó enojándose con las instituciones
cuando estas demandaron un “anexo” al acuerdo en el que se explicitaran aquellos
puntos que el propio canciller desarrolló o aceptó en reunión con ellas.El
acuerdo firmado con Irán es “inmodificable”, les dijo. Y evidentemente no
contemplaba los aspectos que Timerman prometió. La señora de Kirchner anunció
por cadena nacional que enviaría al Congreso el pacto tal y como estaba
originalmente redactado.
De la presidencia conyugal a la Solución
Putin
En este clima de desasosiego, cada vez parece más improbable
que el gobierno consiga su objetivo de máxima, que es crear las condiciones para
reformar la Constitución y habilitar la reelección de la señora de Kirchner.
Algunos cerebros del entorno presidencial empiezan a trabajar sobre una
hipótesis diferente para obtener fines parecidos. Se habla de la "solución
Putin".
El actual presidente ruso dejó por un período su cargo, que
fue ocupado por un personaje de su propio sistema de poder mientras él asumía la
condición de primer ministro y, de hecho, gobernaba desde ese puesto hasta que,
concluida esa impasse obligada por la Constitución, Putin volvió a la
presidencia. La "solución Putin" tiene, si bien se mira, un aire de familia con
el sistema de sucesión intramatrimonial imaginado por Néstor Kirchner y que
permitió tres mandatos dentro de la misma progenie. Pero no alcanza con la
voluntad de armar un dispositivo de esa naturaleza: hay que poder
hacerlo.
La señora de Kirchner no tiene a mano a nadie que pueda ser
candidato a Presidente, ganar y cumplir el papel de "presidente testimonial" que
requiere la "solución Putin". Primero, le costaría encontrar a alguien confiable
y con condiciones competitivas. ¿Scioli no es, acaso, competitivo? Claro que lo
es. Pero ni es confiable para la mayor parte del entorno presidencial (para el
kirchnerismo puro y duro), ni parece alguien que, llegado a esa situación, se
conforme con una ocupación puramente testimonial de la Presidencia.
En cualquier caso, la perspectiva electoral no es hoy
satisfactoria para la señora de Kirchner y sus fans. Ella tiene un techo muy
claro en la opinión negativa que exhiben las encuestas, que supera la imagen
positiva.
Lo que sesostiene y crece, con distintos matices, tiene un
estilodiferente a la confrontación kirchnerista: Daniel Scioli, Sergio Massa,
Mauricio Macri, Hermes Binner, por citar algunas de las figuras que cuentan con
mejor opinión, tienen en común un a actitud de diálogo que las pone en las
antípodas del estilo dominante.
El caso de Sergio Massa, un hombre joven que dirige un
municipio (no ha pasado por la experiencia ejecutiva provincial, aunque sí
estuvo en el Ejecutivo nacional como Jefe de Gabinete) es una de las incógnitas
políticas de este año.
Massa teje su futuro político dentro del peronismo y también
afuera. Muchos esperan que este año presente su candidatura encabezando una
lista “renovadora”, con eje en el provincialismo (a la De la Sota) y en la
gestión (como Macri). También en su pertenencia peronista. ¿Sepresentará
“adentro” de un PJ copado por las brigadas K o irá por fuera,
independientemente? Quizás ni él mismo sepa aún cuál será el camino. En
cualquier caso, es difícil que el aparato oficialista le permita jugar en las
internas abiertas con el abanico de fuerzas que hoy lo sostiene y tomando en
cuenta su descollante performance en las encuestas: ¿se arriesgaría acaso el
oficialismo a perder antes de la elección general, en las internas abiertas
obligatorias?
Massa no necesita avanzar demasiado en las definiciones
políticas por ahora, porque el kirchnerismo le ahorra el trabajo: no lo quieren,
sospechan de sus ideas y de su estilo. Tampoco olvidan las palabras que, según
Weakyleaks, le dedicó a Néstor Kirchner en la embajada de los Estados Unidos. El
arma una fuerza transpartidaria centrada en el peronismo tal y como él lo
encarna.
Algunos hombres de la Presidente lo tratan y lo tientan a
jugar con la Casa Rosada. Astuto como es, Massa sabe lo que dictan las encuestas
en cuanto a la popularidad presidencial. Y, buen administrador de un municipio
holgado, no depende de la caja cdentral, lo que le permite autonomía. Por otra
parte, tampoco parece un personaje apropiado para la "solución
Putin".
Año difícil para el oficialismo. Entre el frío y el
descongelamiento.
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