lunes, 25 de febrero de 2013

Lo que viene después del verano. Por Jorge Raventos


Unas veinte mil almas se congregaron el viernes último al atardecer en la Plaza de Mayo  al cumplirse un año de la masacre ferroviaria de la Estación Once, para recordar a las víctimas (52 muertos, 800 heridos). Y para reclamar justicia. Ni una figura del gobierno, ni un representante de la fuerza política oficialista se hizo presente.

Las evocaciones habían comenzado, en verdad, en la propia terminal de la línea Sarmiento a las 8.32 de la mañana, la hora exacta en que un año atrás se produjo la catástrofe y siguieron más tarde en la Catedral Metropolitana. 
Silencio y ausencia oficiales.


“Asesinos de escritorio”


Cuando la tragedia se produjo, la Presidencia de la Nación se tomó cinco días antes de hablar del tema (mientras mantenía en sus cargos a los responsables políticos y administrativos del área de transportes). En vísperas de cumplirse el primer aniversario, la señora de Kirchner se refirió al asunto por segunda vez. Lo hizo como forzada, en el marco de  un acto de atmósfera deportiva, y habló con palabras frías y distantes que los familiares de las víctimas censuraron con amargura: “Las palabras de la Presidente hirieron más que su silencio”, resumió uno de ellos.  

Los familiares no olvidan que la propia Presidente, semanas antes de la masacre y ante los empresarios subsidiados que administraban la línea Sarmiento, se envanecía en un discurso de los “enormes avances” alcanzados en el ferrocarril; también recuerdan que el secretario de Transporte de un año atrás, Juan Pablo Schiavi, fue sostenido por el gobierno aun  pese a que a la responsabilidad por la mala gestión le sumó declaraciones que culpaban a las víctimas por las dimensiones de la tragedia: “se 
amontonan en el primer vagón”, apuntó insensatamente; los familiares tampoco olvidan que Schiavi dejó su cargo aclamado por  la claque que asistía al acto que  marcó su partida.

Los carteles, los discursos y las consignas registrados el viernes en Plaza de Mayo exigían “justicia” y "fin de la impunidad", definían la catástrofe de hace un año como “una emboscada”, porque los responsables privados y públicos del transporte ferroviario habían sido advertidos reiteradamente  de los riesgos que se corría si los trenes seguía corriendo en las condiciones en que lo hacían (y en que, lamentablemente, lo siguen haciendo). Y culpaban a los “asesinos de escritorio”, los  empresarios 
codiciosos, los funcionarios corruptos y negligentes, las autoridades que “miran para otro lado”.

El acto de Plaza de Mayo tuvo menos asistentes que aquellos que, durante  la presidencia de Néstor Kirchner, convocaba Juan Carlos Blumberg reclamando justicia por la muerte de su hijo Axel. Pero este acto, que de todos modos reunió a miles de personas, mostró una energía y una densidad más alta que aquellos. Los familiares de las víctimas de la línea Sarmiento consiguieron una convergencia significativamente más amplia que la que lograba Blumberg: las presencias, por caso, de Nora Cortiñas,  presidente de Madres de Plaza de Mayo  Línea Fundadora (que por otra parte subrayó su desacuerdo con las palabras dela señora de Kirchner) o del Premio Nobel de la Paz  Adolfo Pérez Esquivel, así como de figuras políticas del centroizquierda destacan un aporte que no se veía en las marchas de Blumberg. El hecho de que otras entidades que testimonian la inseguridad de todo tipo que sufren los ciudadanos (Madres del Dolor, familiares de las víctimas de Cromagnon o de la tragedia de Lapa) hayan participado solidariamente, evidencia probablemente que alrededor de las familias de las víctimas de Once se está diseñando un  agrupamiento que plantea un relato más abarcativo, actual y acuciante sobre los derechos humanos  que el que habitualmente esgrimen, con mirada parcial y carga ideológica facciosa, el gobierno central y las organizaciones y personalidades que comen de su presupuesto y sus subsidios.

En cualquier caso, la huella de la masacre de Once ha abierto, en términos políticos, otra herida honda  en la narrativa del gobierno y el perplejo mutismo de sus voceros lo pone claramente en evidencia.

Vienen meses movidos


Esa herida se suma a otras, que se van acumulando y que proyectan para después del verano,  los dos o tres meses venideros, momentos de sobresalto para el oficialismo. La semana próxima la Cámara de Apelaciones de Nueva York se pronunciará sobre la apelación del gobierno argentina al fallo del juez Thomas Griesa que reconoció el derecho a cobrar sus acreencias a los tenedores de bonos argentinos que rechazaron los canjes con quita que el gobierno ofreció en 2004 y 2007. La  mayoría de los analistas estima que la Cámara ratificará sustancialmente el punto de vista  de Griesa y que una eventual apelación del gobierno  argentino a la Corte será rechazada. Los efectos prácticos de esa secuencia judicial podrían experimentarse a fines de 2013 o en el curso de 2014 e implicarían la aparición en la superficie de una  deuda enorme que el gobierno daba por resuelta y no computaba.

Cabe esperar, si ese es el curso de las cosas, fuertes campañas de tono nacionalista contra los llamados “fondos buitres”  (y de paso, contra “el capitalismo sin alma” y contra el Fondo Monetario Internacional) en un intento de extraer rédito político  de ese formidable revés jurídico-financiero. Esa deriva  no hará más que profundizar el aislamiento ya existente y la búsqueda de amigos igualmente heréticos en el mundo. Clave para interpretar el acuerdo con Irán y las nuevas contradanzas  que elucubra el 
pequeño entorno dela señora de Kirchner..

El gobierno tendrá que vérselas en marzo y abril con medidas de fuerza convergentes de sindicatos (tanto de los que se contabilizan como opositores cuanto de muchos de los que revistan como “propia tropa” del oficialismo) y del campo, que ya ha empezado a debatir en asambleas en distintos puntos del país. Los productores, mientras puedan aguantar, retendrán la venta de la soja, y así restarán al gobierno divisas y recursos.

La inflación y la voracidad fiscal (manifestada en impuestos sobre el salario y la reducción de beneficiarios del salario familiar) empujan a los gremios; los productores agregan a la lista reclamos el creciente intervencionismo del gobierno.



Comisiones y camellos

Aunque la procesión todavía va por dentro, el gobierno empieza a comprender los peligros que supone  la inflación que niega sistemáticamente desde hace seis años.  

En el pequeño entorno de que se rodea la señora Cristina de Kirchner crece la inquietud por ese mal  innombrado.  El INDEC se permitió publicar como dato de enero una marca superior al 1 por ciento, algo que no ocurría desde la intervención del organismo. La desviación del registro del Instituto con relación a la cifra que proporcionan las consultoras privadas no fue, como en meses anteriores 1 a 3, sino menor: casi 1 a 2, como si el empezara a desplazarse en dirección a la realidad.

Junto con ese (por el momento, leve) viraje, parecen haber movimientos oficiales destinados a diseñar una estrategia que vaya más allá de los golpes de efecto que maquina Guillermo Moreno cuando el agua alcanza el cuello del gobierno.

El martes 20 y el miércoles 21 una comisión ad hoc, cuyas cabezas son las autoridades formales de la cartera económica, Hernán Lorenzino y Axel Kicillof, ha estado trabajando en la preparación de una serie de medidas (¿un “plan”?) destinadas a desacelerar la inflación y a abordar el tema de la brecha cambiaria (blue versus dólar oficial).

El miércoles la comisión convocó a algunos ministros y a los responsables del Banco Central. Se verá qué sale de todo eso. Juan Domingo Perón, escéptico en cuanto a las comisiones,
advertía que “un camello es un caballo hecho por una comisión”.

El objetivo principal -si se quiere, bastante inasible- de esta es “modificar las expectativas sociales” en torno a la inflación. Esta semana se conoció un estudio del Instituto Torcuato Di Tella en el que se dice que la expectativa inflacionaria de los argentinos ronda el 33 por ciento para este año. Eduardo Curia, un economista que milita en el peronismo y suele ser consultado por algunas figuras influyentes de la Casa Rosada, reitera que “se necesita dar señales claras, un rumbo y un programa para cambiar las expectativas”.

Hay tres problemas en este momento que –según algunos economistas próximos al gobierno-  deberían atacarse simultáneamente para tener resultados: el mercado cambiario, la inflación y el aumento del gasto (en particular, los subsidios).

El dólar oficial ha perdido competitividad  y habría decisión de acelerar una devaluación, algo que ya empezó a percibirse en el mercado cambiario, donde la divisa para el turismo cerró por primera vez a comienzos de este mes por encima de los 5 pesos. 
Se debate si seguir ajustando de manera minimalista la cotización oficial del dólar o si aplicar una devaluación parcial más marcada acompañada por un desdoblamiento del tipo de cambio. El martes anterior al feriado el dólar “blue” dio otro salto hasta 
ubicarse por encima de los $7,80. No subió más porque entidades públicas vendieron casi 120 millones de dólares para enfriar la demanda, que antes del feriado presionó fuerte.



Inflación y conflicto político

El “camello” que preparan Lorenzino y Kicillof (atentamente observados por Moreno, subordinado a ellos sólo teóricamente) incluiría la extensión del congelamiento de precios por más tiempo y a un mayor número de actividades. El contexto político general respecto de la inflación es malo. Hasta la CGT oficialista se queja. Las entidades de Defensa del Consumidor denuncian que los precios han seguido subiendo a pesar del congelamiento “sui generis” que impuso el gobierno.

La inflación real es coincidente con una caída en actividades muy fuertes como la construcción y la inmobiliaria, y con la perspectiva que incorpora la amenaza de las entidades del campo de no vender la soja y privar al gobierno de la liquidación de miles de millones de dólares por retención a las exportaciones.

Emisión récord, cepo, sequía de dólares, paritarias durísimas por encima del 20 %, inicio de clases en peligro por las paritarias, inflación, caída de actividad en rubros sensibles, economías regionales jaqueadas, con provincias o con déficits altos. Ese es el panorama y en ese contexto trabaja la comisión. El gobierno está finalmente preocupado por la inflación. Mejor dicho: por sus efectos electorales.

Porque lo cierto es que las elecciones están más próximas de lo que suele pensarse. Es cierto, las generales ocurrirán en octubre. Pero el cronograma legal incluye ahora las llamadas “PASO” (primarias abiertas simultáneas y obligatorias”) que tendrán más importancia este año que en la oportunidad anterior, cuando fueron inauguradas. En esta ocasión es muy probable que haya primarias que excedan los límites de un partido, para permitir la competencia entre candidatos  de distintas fuerzas que componen un mismo “espacio” (por caso, radicales y socialistas podrían coincidir  algunas voces sugirieron que el peronismo disidente y el PRO podrían hacerlo en otro espacio). Así, esos espacios funcionarían como frentes electorales que seleccionarían en las urnas sus listas de candidatos y simplificarían el paisaje electoral de  las generales de octubre.

Pero para esas primarias de agosto las listas de candidatos y la articulación de los espacios deben presentarse a la Justicia en junio. Es decir, estarán en discusión en el seno de partidos y espacios en abril y mayo. Que es como decir mañana.

 La atmósfera preelectoral, combinada con la agenda económica y social, las dificultades de gestión y la crisis del relato del oficialismo y el espíritu de confrontación permanente que éste ha impuesto como política dominante signarán 2013. Será un año interesante, como dirían los chinos. Empezando por un otoño muy interesante.

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