jueves, 11 de noviembre de 2010

Las falencias del "modelo". Por Alieto Guadagni

Pocos presidentes han ejercido el poder con el vigor y la intensidad de Néstor Kirchner, no sólo en las áreas de la política exterior, sino también en todos los aspectos de la política interna, particularmente la política económica. Por esto, no ha sorprendido que dentro de los núcleos del peronismo vinculados al gobierno nacional (gobiernos provinciales y municipales) comience a debatirse la necesidad de "profundizar" el denominado "modelo de acumulación y distribución del ingreso". Más allá de enunciados retóricos, partamos de la afirmación de Perón, quien siempre insistía en que "la única verdad es la realidad". Nos concentraremos entonces en las cosas tal cual vienen ocurriendo.

La base de la acumulación de capital productivo se genera en el proceso ahorro-inversión, y lo que se observa es que este proceso está siendo orientado hacia la fuga del ahorro hacia el exterior. Un régimen que expulsa ahorro al exterior desacumula capital productivo. Es decir, "los otros viven ahora con lo nuestro". Destaquemos que las inversiones directas externas productivas son hoy en Brasil diez veces superiores a las nuestras. En la década anterior, la diferencia a favor de Brasil era mínima. Hoy la confianza sobre el futuro es distinta: en los últimos cuatro años ingresaron en Brasil 60.000 millones de dólares y se fueron del nuestro, vía fuga de ahorros privados, más de 40.000 millones. Las inversiones productivas en Brasil tienen asegurado financiamiento a largo plazo y bajo interés, cosa que no ocurre entre nosotros. Influye el hecho de que Brasil tiene un riesgo país menor a la tercera parte del nuestro, a pesar de que su endeudamiento público es mayor.
La explicación a esta paradoja se encuentra en el primitivismo de persistir, por ejemplo, en presentar cifras estadísticas oficiales que no reflejan la realidad. También influye negativamente que nuestra inflación sea cinco veces superior a la de Brasil. Tenemos la segunda inflación en el mundo, superada únicamente por Venezuela. Con una inflación creciente no será fácil sustentar un proceso de inversiones sostenidas.
El sector productivo debe estar asentado sobre un sector energético sólido, y lamentablemente se nos evaporan mes tras mes las reservas de petróleo y gas por falta de inversiones. El capitalismo competitivo le ha permitido a Brasil expandir en esta década sus reservas de gas, mientras que las nuestras cayeron 55%; además, ellos incrementaron sus reservas de petróleo y las nuestras cayeron 20%. Por eso Brasil cada vez produce más gas y petróleo, mientras que nuestra producción cae y cada vez se explora menos. La razón es la reforma constitucional de 1995 de Fernando Henrique Cardoso, que abolió el tradicional monopolio de Petrobras, la convirtió en una empresa abierta a la inversión de accionistas privados y al mismo tiempo convocó, a través de licitaciones competitivas e internacionales, a las empresas líderes en el mundo para explorar más de 130 millones de hectáreas marítimas. En cambio, nuestro capitalismo de amigos tiene como exponente la irregular adjudicación de más de siete millones de hectáreas potencialmente petroleras en Santa Cruz a dos conocidos empresarios vinculados al poder.
Algo similar está ocurriendo con el stock ganadero, que ha disminuido en varios millones de cabezas y ya viene comprometiendo el abastecimiento interno, además de impulsar una inflación de costos vía aumento de precios de la carne por escasez en la oferta interna. La versión vigente del "modelo" no entiende la revolución de los alimentos del siglo XXI, impulsada por el 80% de la población mundial, que sigue demandando proteínas animales y lo seguirá haciendo por las próximas décadas; además, es incapaz de diseñar una política que promueva la transformación de proteínas vegetales en proteínas animales, fortaleciendo la cadena agroindustrial. De esta manera nos condenan a exportar pocas materias primas agrícolas, profundizando la primarización sojera. El desarrollo de una vasta red de unidades industriales en las zonas productoras del interior dedicadas a incorporar valor agregado a estas materias primas sería la mejor receta para tener un país federal y regionalmente equilibrado gracias a estas nuevas actividades.
Se insiste en gravar con retenciones a todas las exportaciones, incluso de manufacturas industriales (caso único en América latina). Esto contribuye a que apenas ocupemos el 11° lugar en América latina en crecimiento de las exportaciones. En esta década, nuestras exportaciones más que se duplicaron y eso es una buena noticia, pero el caso es que las brasileñas más que se triplicaron. La principal explicación de este distinto comportamiento se encuentra en el hecho de que a nadie en Brasil se le ocurriría desalentar y ponerle obstáculos a la difícil tarea de ganar nuevos mercados con impuestos antiproductivos propios del Imperio Romano (diezmos antes, hoy retenciones). Nuestros impuestos al comercio exterior son siete veces mayores a los brasileños.
El "modelo" vigente invierte mal los recursos públicos dedicados a la inversión. Utiliza mecanismos oscuros para ejecutar las obras públicas, mecanismos que son compatibles con un aumento injustificado en los sobrecostos. No puede "acumular" un modelo que desalienta la inversión de riesgo y sólo ampara las que encuadran en el denominado "capitalismo de amigos". La ausencia de inversiones debilitará en el futuro nuestro crecimiento porque aparecerán estrangulamientos de capacidad en sectores estratégicos. En el mundo moderno, las inversiones productivas a largo plazo requieren normas que pueden ser estrictas y rigurosas, pero deben ser transparentes y estables. Un "modelo" que utiliza indicadores falseados por el Indec como termómetro básico de todas las actividades económicas no puede promover la acumulación de capital productivo.
Finalmente, el modelo no "acumula" con sentido federal porque no asegura una adecuada coparticipación de impuestos, ya que transfiere automáticamente a las provincias por debajo del mínimo legal del 34%. Es el valor más bajo de los últimos 50 años, incluso menor a la época de la última dictadura militar. Recordemos que la ley negociada por Alfonsín-Cafiero en 1988 establecía una coparticipación automática a favor de las provincias del 56,6%.
Sin federalismo fiscal no hay federalismo político y los gobernadores son meros delegados del Ejecutivo Nacional. El modelo vigente no puede ser muy inclusivo porque ignora la pobreza que afecta hoy a uno de cada cuatro argentinos.
Pero como se manipulan las estadísticas, el "modelo" cree que ha reducido la pobreza, sin advertir que la inflación de los últimos años ha creado más de tres millones de nuevos pobres. Si el Gobierno cree en sus propias cifras no podrá tener nunca una política social inclusiva en serio. El modelo vigente no es realmente inclusivo porque ha concentrado enormes subsidios, principalmente en el sector energético, en los sectores medios altos de la sociedad, en lugar de implementar una verdadera tarifa social que asegure el consumo de los más pobres.
Hoy más de la mitad de los pobres son niños y más de la mitad de los niños son pobres. Pero el "modelo" no tiene hasta ahora propuestas efectivas para mejorar no sólo la cobertura, sino también la calidad de la escuela pública, que es la única chance que tienen los núcleos humildes de quebrar la "reproducción intergeneracional de la pobreza".
Por todo esto es urgente fortalecer un verdadero modelo de acumulación y distribución. Este es el desafío que enfrenta hoy el peronismo.

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