sábado, 27 de noviembre de 2010

Leyendas, verdades y discos rígidos. Por Jorge Raventos



Apenas se ha cumplido un mes de la desaparición de Néstor Kirchner y ya se observan divergencias asombrosas en torno a la interpretación de su trayectoria y su herencia. Desde el oficialismo se dibuja una dudosa historia heroica, que convierte al muerto en un abnegado combatiente de los años setenta, un luchador constante por los derechos humanos que, al parecer, atravesó inmaculadamente varias décadas de peripecias políticas para convertirse al fin en un redentor; un personaje providencial resumido en una frase que con ojo clínico descubrió y citó el filósofo Tomás Abraham: “un flaco y desgarbado muchachito de Santa Cruz (que) vino a catalizar fuerzas visibles y subterráneas de una realidad en estado de intemperie”.


El gobierno bendice, claro, tal construcción mítica, y ha cedido la tarea de erigir ese altar patriótico a una legión de intelectuales, comentaristas y polígrafos vocacionales y profesionales, provenientes en general de las filas del sedicente progresismo. En un artículo reciente, Beatriz Sarlo aludió a los motivos que alegan esos intelectuales para su opción por la hagiografía : “una síntesis de estas razones –dice Sarlo- puede leerse en los documentos de Carta Abierta y sus principales cabezas, que son textos sencillos en los que se desarrollan tres temas: el regreso de la política después de la crisis; el carácter popular de la gestión social de la pobreza; el restablecimiento de una noción de soberanía nacional. Esos tres puntos obviamente no incluyen ni la corrupción institucional, ni las presiones sobre la Justicia, ni los delitos económicos, ni el gerenciamiento clientelístico de la miseria, ni el acuerdo con los representantes más típicos del caudillismo provincial o municipal y el sindicalismo mafioso (los apellidos pueden variar).”
Cuando al disciplinado coro de los propagandistas se les insinúan estos asuntos, suele ocurrir, como escribió Abraham, que “en seguida salte la recriminación condenatoria en nombre de la muerte, del martirio, de los desaparecidos, de los torturados”. Ese sector considera que enarbolar los derechos humanos funciona como un talismán mágico o un detergente, que todo lo permite o todo lo limpiua.
De los discos rígidos que la Justicia incautó en las computadoras de un asesor de Ricardo Jaime -el ex secretario de Transporte que tenía línea directa con Kirchner- comienzan a emerger detalles de una historia diferente, más equívoca que mítica, decididamente lejana de la leyenda oficial.
Por el momento lo que surge son fragmentos de un diseño incompleto, pero en el que ya se perfilan situaciones, relaciones y personajes reconocibles. Lo que empezó como una investigación sobre enriquecimiento ilícito del ex secretario, amante de los yates y los jets privados, parece concretarse ahora como una matriz de recaudación en la que surge, a veces tácita, a veces invocada, la figura del “número 1”. Esa matriz de recaudación luce calcada de la que ya se entreveía en el caso de Venezuela: en uno y otro caso hay una “embajada paralela” destinada a pilotear negocios importantes con el Estado Argentino. Claudio Uberti (cuyo cargo formal era la titularidad del órgano de concesiones viales) era el eje discreto de los negocios paralelos con el régimen de Hugo Chávez que pivoteaban alrededor del petróleo y del fideicomiso que abría parcialmente puertas para vender productos argentinos a Venezuela. La consultora encabezada por Manuel Vásquez, el asesor ad honorem de Ricardo Jaime, se ocupaba en España, en Portugal y en Chile (quizás los discos rígidos iluminen otros puntos) de trámites relacionados con el transporte (desde compra de material ferroviario hasta negociaciones por Aerolíneas Argentinas o gestiones de habilitación de otras líneas aéreas) y hasta de “apurar” a empresas que tenían negocios en Argentina para que hicieran caudalosos “aportes de campaña” al oficialismo, en los que “el número 1” sugería la cifra a aportar.
Que el ministro Julio De Vido fuera superior jerárquico tanto de Uberti como de Jaime puede ser significativo, pero conviene no detenerse en el escalón equivocado. Tanto Uberti como Jaime (y muy especialmente éste) tenían conexión directa con Kirchner. Ricardo Cirielli, que fue varios años segundo de Jaime en la secretaría de Transporte, declaró que “cada noche Jaime le llevaba una valija a Kirchner ”. No lo dijo metafórica sino descriptivamente: “Nos quedábamos hasta tarde y él cruzaba y le llevaba una valija. Era como un portafolio grande, especial”.
Convendría, quizás, demorar el monumento a Kirchner hasta que verificar que el terreno está firme, darle tiempo al tiempo, dejar que la historia pueda madurar un juicio que contenga todos los elementos. Tanto los que aún están ocultos – quedan varios gigabytes de los discos de Vásquez y vaya uno a saber cuántos otros discos aperecerán con el paso de las semanas y los meses- como los que están tan iluminados por la propaganda que encandilan a quien quiere examinarlos detenidamente.
De hecho, el propio gobierno, paradójicamente y cual Penélope, al tiempo que promueve la escultura recordatoria de Kirchner, se dedica a revisar aspectos nada secundarios de su política. El acuerdo alcanzado en Washington con el Fondo Monetario Internacional para que la entidad contribuya (“con su prestigio”, dijo el ministro de Economía Amado Boudu) a la reconstrucción del INDEC supone una doble autocrítica de hecho. Apenas una semana después de anunciar con bombos y platillos un acuerdo con el Club de París (en verdad, tal acuerdo no existe aún, más allá del “vengan y hablemos”) que se producía “sin la participación del FMI”, el gobierno acude al Fondo a pedir ayuda. Y, segundo aspecto, al hacerlo deja claro que las fábulas del Instituto de Estadística piloteado por Guillermo Moreno y sus acólitos ya no resisten más y deben ser abandonadas. La convergencia de las correcciones es relevante: el gobierno podría haber encarado la reconversión del INDEC atendiendo al informe (que él mismo solicitó) producido por la Universidad, que está elaborado desde hace meses y que el ministro de Economía se resistía (hasta la última semana) a recibir. Hacerlo vía el Fondo Monetario Internacional implica un viraje nada desdeñable en relación a los rumbos que había orientado Néstor Kirchner.
Habrá que ver si llega a concretarse la pretensión de construir un Consejo Económico Social en el que convivan, junto al Estado, empresarios y gremios: en esta materia siempre hubo más palabras que hechos. Pero así sea en el grado de intención, esa iniciativa implica también una admisión: la inflación no es un tema que “está fuera de nuestra preocupaciones”, como hasta hace semanas predicaba el ministro de Economía. El acuerdo se busca para intentar ponerle freno a una previsible aceleración de la puja distributiva (y es probable que ese freno se pretenda, principalmente, del lado sindical). Además de representar una suerte de sinceramiento in rectore del peligro inflacionario, la búsqueda del Consejo tripartito es otra vía para enmendar la plana de Kirchner. Uno de sus preferidos traductores mediáticos, Horacio Verbitski, recordó en su columna de Página 12 que el ex presidente había expuesto sus dudas sobre la conformación del Consejo “que no llegaron a analizarse por su internación y su muerte en octubre”.
Algunos kirchneristas emblemáticos –obvio: nunca más emblemáticos que su viuda- empiezan a ponerse nerviosos, si no con las revelaciones de los discos rígidos, sí con la proyección de los últimos movimientos de la Casa Rosada, y con algunos de sus silencios. Hebe de Bonafini y Luis D’Elía le reclamaron a la señora de Kirchner que promoviera la intervención de Formosa después de los enfrentamientos de la policía provincial con aborígenes tobas que terminaron con la muerte de uno de ellos y de un agente del orden. La presidente, entretanto, se reunió con el gobernador Insfran y su ministro de Interior descartó la idea de la intervención.
Si en materia de inflación se observan criterios menos negadores de la realidad que los que han venido imperando, ¿podrá esperarse que haya giros en el terreno de la seguridad, que es junto con el tema precios, la mayor inquietud de la ciudadanía? La proximidad de Brasil sin duda influye sobre la óptica de la sociedad argentina. Lo que se observa allá es un gobierno -el de Lula- que ha decidido tomar el toro por las astas y está empleando con decisión los recursos legítimos del Estado para ganar lo que un funcionario del país vecino definió como “una guerra no convencional”, que implica “restablecer el poder del Estado sobre fragmentos del territorio que había perdido”.
En muchos rincones de la Argentina –particularmente en las barriadas más humildes- podrían escucharse palabras como las que Clarín recogió de una vecina de una favela de Río de Janeiro que aplaudía la acción de la Policía y las Fuerzas Armadas: “Hace 15 años que estamos presos de los traficantes, de los delincuentes. Fue mucho tiempo de miedo”.

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