lunes, 8 de agosto de 2011

El "cordobesismo", etapa superior del "delasotismo". Por Daniel V. González

Los comicios de Córdoba fueron fecundos en ratificaciones.

Primero, de la fortaleza del Justicialismo local, que pudo recuperarse del atípico voto de dos años atrás cuando la ira contra el gobierno nacional le propinó algunos coletazos relegándolo al tercer lugar en las elecciones para diputados y senadores nacionales.
En segundo lugar, el desgranamiento del juecismo que, a medida que pasan los años, se desdibuja como fuerza política y pone en evidencia sus falencias estructurales y las limitaciones de su discurso político.
Finalmente, el estancamiento del radicalismo que no ha podido sobreponerse a la derrota de Ramón Mestre en 1998 ni al referenciamiento con la hecatombe de 2001, con la dupla De la Rúa – Chacho Álvarez.


El dato más relevante ha sido la impensada distancia que José Manuel de la Sota logró sobre Luis Juez (43 a 29%), que ni los cálculos más optimistas de entorno delasotista esperaban.

Tal como analizábamos en los días previos a las elecciones, la tendencia de los votos en los últimos años, ha revertido lo que históricamente ha sido habitual en la provincia, esto es que el peronismo obtenía votos en los centros urbanos más industrializados, (especialmente la ciudad capital) y el radicalismo lo hacía en el interior, en “el campo”.

Los comicios de ayer confirmaron también la inversión de esta tendencia histórica. Ahora el peronismo es muy fuerte en el interior provincial y pierde en la ciudad capital, aunque esta vez logró recuperar muchos votos allí ya que la elección resultó bastante pareja: 34% para De la Sota, 38% para Juez.

En el interior, en cambio, la victoria del peronismo fue aplastante, conforme al siguiente detalle:

a. Departamento General San Martín, cuya ciudad cabecera el Villa María, el triunfo del peronismo fue 52 a 23%.

b. En San Justo (San Francisco), 51 a 22%

c. En Río Cuarto (Río Cuarto), 55 a 17%.

La elección fue más pareja en otros departamentos más cercanos a la ciudad de Córdoba, aunque siempre favorable al peronismo:

• Colón (Jesús María): 39 a 36%.

• Punilla (Carlos Paz): 39 a 31%.



La diferencia sustancial
El gran dato de ayer ha sido la distancia, la solvencia numérica con la cual De la Sota ganó los comicios. Si su triunfo hubiera sido ajustado, “a lo Schiaretti”, su posicionamiento nacional sería dudoso. Si hubiera ganado como ganó Binner en Santa Fe, en forma ajustada y con gran pérdida de votos, su elección hubiera sido para el olvido.
Pero al arañar los 14 puntos de diferencia, De la Sota se transforma en un referente nacional del peronismo, parado frente a Cristina Kirchner y transitando un carril distinto del suyo.
Esta situación le permite, de salida, mantener su propia lista de diputados nacionales para octubre, distinta de la de Cristina Kirchner. Y, aunque la decisión se tomará recién en los próximos días, el resultado electoral pone al peronismo de Córdoba en inmejorable situación para dejar en libertad de acción a los afiliados del PJ en relación con las elecciones internas del domingo 14 de agosto. ¿Se animará De la Sota a hacerlo? ¿O lo considerará una audacia excesiva teniendo en cuenta que, probablemente, le toquen algunos años de relación gobernador-presidenta con varios problemas a resolver?
En cualquier caso, si De la Sota tiene aspiraciones presidenciales para 2015, y el resultado electoral sin duda se las conceden, deberá repetir a nivel nacional el juego de cintura que le acaba de resultar exitoso en Córdoba: respeto al peronismo K pero distancia de él. Un juego de atracción y rechazo que le permita aspirar, llegado el momento, a ser el reemplazo natural de un gobierno que cumplió su ciclo.
Una provincia especial
Otra singularidad significativa de la elección de Córdoba ha sido que esta provincia es el único lugar del país donde la presidenta no tuvo un candidato propio. De la Sota logró su objetivo: mantener una neutralidad acerca de la disputa nacional entre los peronistas y, de ese modo evitar irritar al sector kirchnerista del PJ para convocar su voto, algo que sin duda logró.
Eduardo Accastello no negó su apoyo a De la Sota, entre otras cosas porque su propia base electoral no lo hubiera acompañado en una actitud de esa naturaleza. Apenas los muchachos de La Cámpora y los pequeños grupos kirchneristas de la izquierda (Heller, Humanistas, socialistas sueltos, restos del Partido Comunista) que aborrecen a De la Sota tanto como al peronismo tradicional, intentaron la aventura electoral con resultados esperables: ninguno llegó al 1% de los votos. Lo mismo ocurrió con los candidatos de Rodríguez Sáa y de Carrió: fueron inexistentes al momento del escrutinio.
¿Dónde están entonces los votos de Cristina Kirchner en Córdoba? ¿Cómo se expresaron en los comicios de ayer 7 de agosto? Aparte de los grupúsculos de la izquierda tradicionalmente antiperonista, que hoy apoyan al gobierno nacional, hay votantes de De la Sota y de Juez que apoyarán a la presidenta en las internas y en octubre. Cifras que manejan en la Casa Rosada estiman en un 35% el caudal electoral cristinista en Córdoba. Otros números indican que la aceptación del gobierno nacional redondea, entre los votantes de De la Sota, el 70%.
La vocación de mantener un equilibrio que le permita acumular fuerzas, se notó claramente al momento del discurso tras la victoria. Resultó curioso verlo al gobernador electo leer su discurso. Deseaba ser muy preciso en sus palabras, no dejarse llevar por la euforia momentánea, ni decir frases inconvenientes que luego, impresas o filmadas, le trajeran dolores de cabeza.
Allí nació la trinchera cordobesa (¡una más!), que De la Sota llamó “cordobesismo”. Y convocó a todos: peronistas, radicales, socialistas y… ¡kirchneristas! Esta sutileza en distinguir peronismo de kirchnerismo no fue producto, claro está, de una enumeración desordenada y reiterativa, al fragor de su victoria electoral. No: estaba anotada en un papel, meditada, conversada y decidida como parte de su lanzamiento nacional.
La denominación “cordobesismo” no podría ser más engañosa: se propone mostrar al país un núcleo de poder peronista opuesto al cristinismo en el momento de su declive nacional y más allá del resultado de octubre.
Diferencias con Santa Fé
Córdoba y Santa Fe son dos provincias parecidas en muchos aspectos: superficie territorial, población, características económicas agro-industriales, etc. ¿Por qué allá el peronismo (kirchnerista) tuvo una elección decepcionante y aquí el peronismo (no kirchnerista) triunfó con holgura?
La explicación está en los votos del campo. Allá, ese sector le pasó una factura tanto al peronismo como a la alianza socialista-radical y cedió la mayoría de sus votos a Miguel del Sel. Las broncas de la crisis de 2008 no se habían apagado y Rossi fue quien recibió el golpe electoral.
En Córdoba, al contrario, Juan Schiaretti y José Manuel de la Sota, sentaron, apenas desencadenado el conflicto, una posición a favor de los productores agrarios, sustento electoral del peronismo durante los últimos años. Y ahora, ese sector le ratificó la confianza y le dio el triunfo en toda la provincia.
Esto nos hace pensar que, tanto en Santa Fé como en Córdoba y Buenos Aires, ese sector no volverá sino muy parcialmente a votar a Cristina Kirchner. Se trata de una parte importante de la Argentina productiva de comienzos de siglo. Lo que no sabemos es si alcanzará para lograr un gobierno que rectifique el rumbo actual.
Y esto comienza a resolverse el próximo domingo.



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