sábado, 13 de agosto de 2011

Primarias decisivas, aunque no se elija nada. Por Jorge Raventos

Finalmente, con las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) del domingo 14 llega la hora de la verdad para los candidatos y también para los encuestadores. Las PASO no cumplirán la función para la que fueron previstas (que sean los ciudadanos con su voto y no los aparatos o los jefazos a puro dedo los que definan las fórmulas presidenciales y las listas de candidatos al Congreso de los partidos políticos), pero al menos servirán como un índice objetivo de las tendencias de la opinión pública, descriptas hasta aquí de manera errática (o sospechosa) por la abrumadora mayoría de las consultoras.
aime Durán Barba, el gurú ecuatoriano que actúa como consejero de Mauricio Macri, diagnosticó el fenómeno en su muro de Facebook: “Las encuestas fallaron ampliamente en Santa Fé, fallaron en Córdoba. Todas. Algo ocurre que no se puede trabajar como es debido. Sobre el próximo fin de semana es difícil creerle a nadie.”

Todas las firmas que venden estudios demoscópicos dan por triunfadora clarísima a la Presidente de la República. Casi todas le atribuyen una cosecha que superaría el 40 por ciento de los sufragios y una distancia del perseguidor inmediato de más de 20 puntos. Algunas consultoras juran haber registrado entre 45 y 50 puntos electorales a favor de la Presidente y, por lo tanto, diferencias superiores a los 25 puntos del segundo candidato más votado. La identidad de ese segundo es otro motivo de controversia: hay quienes afirman que ese lugar lo ocupará Ricardo Alfonsín, otros aseguran que será Eduardo Duhalde. Se llega a vacilar sobre el tercer puesto, donde varios apuestan unos boletos a Hermes Binner. ¿Acaso encuestan en países diferentes? Como dice Durán Barba, “algo ocurre…”

Las urnas como correctivo
Por eso, las urnas de hoy (como antes las de Capital, Santa Fe y Córdoba) actuarán a manera de correctivo. Si hubo quienes imaginaron que los pronósticos de las encuestadoras sugiriendo resultados y aventurando ganadores torcerían la voluntad de los ciudadanos, las últimas elecciones de distrito se encargaron de pincharles esa ilusión. En la Ciudad Autónoma, en Santa Fe y en Córdoba la gente rebatió impiadosamente con su voto los presagios erróneos (o intencionados).
Así como es difícil orientarse en la economía si las estadísticas no son confiables, el manejo chapucero o interesado de las encuestas electorales no confunde a los ciudadanos convencidos, pero enloquece la brújula de los analistas. Para colmo, a esa turbulencia de las mediciones se agrega el domingo 14 el probable vendaval de los cortes de boleta y los votos cruzados, un fenómeno que obligará a refinar la interpretación de los datos.
Además de comparar las performances de los diversos candidatos a la misma categoría (digamos: a presidente), tendrá mucho interés evaluar las de los postulantes del mismo partido a cargos distintos (por caso, votos a presidente y votos a diputados o a gobernador). La elección de distrito en Santa Fe mostró, por ejemplo, que el candidato oficialista a gobernador (Agustín Rossi) quedaba tercero, mientras sus compañeros de la boleta de legisladores provinciales obtenían el primer puesto y recaudaban casi un 30 por ciento (200.000 votos) más que él. De ese hecho se pueden extraer conclusiones; por ejemplo, que el peronismo santafesino tomó distancia de un hombre más pegado al poder central que a las bases locales y que el campo no olvidó el compromiso de Rossi con la política antirrural que la Casa Rosada esgrimió a partir del año 2008.

Comparaciones odiosas
En Córdoba, por ejemplo, tras su triunfo del último domingo, José Manuel De la Sota, diferenció al peronismo del kirchnerismo (algo que en Santa Fe ya había planteado Carlos Reutemann) y proclamó también la libertad de acción del justicialismo de la provincia en materia de elección presidencial. Allí será interesante contar los votos y evaluar por cuál de los postulantes a la primera magistratura optó el peronismo cordobés al final de la jornada.
Aunque a algunos les resulte odioso, también será interesante comparar los votos que obtenga la lista (corta, sin tramo presidencial en la boleta) de diputados peronistas de Córdoba con los que reciba la señora de Kirchner: ese balance ofrecerá un dato sobre los respectivos apoyos que consiguen en la provincia el poder central y el “cordobesismo peronista” que postula De la Sota. Síntoma de una relación de fuerza.
En la provincia de Buenos Aires, aunque el gobernador Daniel Scioli considera que "no está en el análisis del gobierno nacional ni en el mío estar evaluando quién saca más o menos votos”, lo cierto es que el gobierno y el peronismo estarán atentos a ese cálculo. Es un secreto a voces que el cristinismo trabajó (por izquierda y por derecha) para que, a través de colectoras como la de Martín Sabatella o vía la línea interna de Mario Ishii, el controvertido alcalde de José C. Paz, se sumarán votos a la señora de Kirchner restándolos a Scioli. En esas condiciones, si el gobernador terminara obteniendo más sufragios que la candidata presidencial, habría un síntoma claro de que en la provincia se estaría produciendo, con rasgos propios, un fenómeno paralelo al que se observó en Santa Fe y Córdoba. De hecho, se llegaba a este decisivo fin de semana con fuertes rumores de que importantes jefes territoriales peronistas estaban tutelando un corte de boleta “controlado” entre sus seguidores, destinado a devolver al poder central el castigo recibido en el proceso de confección de listas.

El corte castigo
Esos cortes de boleta no serán monopolio bonaerense ni afectarán únicamente a la candidata presidencial. En la Capital el oficialismo se ha escandalizado al enterarse de que un gremialista muy caracterizado de sus filas gestionó boletas (cortas, sólo diputados) del Pro, dispuesto a promover el voto a Federico Pinedo para castigar a Roberto Feletti, cabeza de la lista del FPV impuesto por la Casa Rosada.
Más allá de las boletas, habrá mucha tela para cortar cuando, desde la madrugada del lunes, se conozcan los resultados de estas primarias convertidas en una gran encuesta a cielo abierto.
¿Se las podrá considerar, entonces, un presagio de los resultados de octubre? Difícilmente. Al menos por dos motivos. Uno: habrá que ver cuál es el índice de presentismo en esta elección sui generis en la que, de hecho, no se elige nada. Una participación baja (de 60 por ciento o menos) le restaría consistencia a los datos como para estimar tendencias. Segundo, y más importante: una vez que se conozcan las cifras que arrojan las urnas, la ciudadanía modificará su comportamiento electoral con vistas a octubre. Las opciones escasamente acompañadas derivarán votos hacia las más competitivas cuando se juegue la primera vuelta y cuando la decisión electoral no tenga sólo el peso de una opinión, como el 14, sino la contundencia de una decisión.
En cualquier caso, desde el domingo 14 se podrá contar con una instantánea de la realidad, con datos ciertos sobre el estado actual de la opinión pública. Más vale no especular en las vísperas.




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