lunes, 22 de agosto de 2011

Razones de una ratificación. Por Daniel V. González

El amplio y extendido triunfo obtenido por Cristina Kirchner el pasado 14 de agosto no era esperado, en su magnitud, ni por los derrotados ni por los vencedores.
Aunque se trató de comicios internos, sus especiales características hacían de ella una elección antes de la elección, con resultados reveladores acerca de las preferencias de la opinión pública en materia de candidatos presidenciales, a dos meses de la elección propiamente dicha. Y estos resultados equivalen lisa y llanamente a una reelección virtual que hacen de la elección general un mero trámite.
La candidata oficial triunfó en casi todo el país por un amplio margen y salió victoriosa incluso en ciudades y provincias que, hasta ahora le habían sido manifiestamente esquivas u hostiles. Más allá de algunos errores y picardías cometidas en el recuento de los votos y que en estos momentos son motivos de investigación periodística, lo cierto es que la victoria presidencial ha sido contundente y no deja lugar a dudas acerca de cuál es la voluntad mayoritaria del pueblo argentino en estos momentos.

Cuando Perón obtuvo su reelección en 1951, muchos dijeron que el pueblo argentino le ratificaba su respaldo en razón del “pan dulce y la sidra” que el oficialismo repartía para las fiestas de fin de año. De igual modo, cuando Menem obtuvo un nuevo período en 1995, el sociólogo Carlos “Chacho” Álvarez explicó su derrota diciendo que se trató de un “voto licuadora”, refiriéndose de ese modo despectivo a la bonanza económica y altos niveles de consumo logrados por amplios sectores del país gracias a que la inflación había sido derrotada durante los años del primer gobierno del riojano.



¿Es la economía?

No cometeremos el error de juzgar con liviandad y menosprecio el justificado valor que los sectores más pobres de la sociedad le conceden a los beneficios directos que reciben por parte de éste o de cualquier gobierno. Muchas veces la asistencia estatal es decisiva para que los más pobres y postergados afronten con éxito el duro combate de la mera subsistencia. El voto con el que respaldan a quienes lo benefician de un modo directo forma parte de la lógica política en éste y en cualquier país del mundo. Votar “con el bolsillo” alude de un modo un tanto despectivo a quienes, se pretende, piensan en su bienestar inmediato y postergan cualquier otro tipo de consideración pretendidamente patriótica o beneficiosa para el país.

Hace pocos días, contrariado por el voto mayoritario adverso, el presidente de la Sociedad Rural, Hugo Biolcati, se quejó de que sus conciudadanos “miran a Tinelli y sólo piensan en pagar el plasma”. Ignoramos cuáles son las preferencias artísticas o intelectuales del ruralista pero sin duda su enojo con el gobierno tiene también mucho que ver con lo económico, salvando las diferencias: su queja proviene de la mengua a sus ingresos, que considera elevada, por las altas retenciones a la producción agropecuaria.

En definitiva, la famosa frase atribuida a Bill Clinton en plena campaña electoral contra Bush padre (“Es la economía, estúpido”) no sólo cobra valor en esta elección sino que tiene un peso decisivo en cualquier circunstancia, al momento de escrutar el pensamiento de los votantes en cualquier país y en cualquier momento. Pretender que unos votan pensando en sus estrechos intereses económicos inmediatos y otros lo hacen por valores abstractos, teniendo en cuenta el “bienestar general” y la “grandeza de la patria”, aún a costa de sus propios intereses, es ponerse a un paso del reclamo de voto calificado.

Todos los argentinos, de un modo u otro, en mayor o menor medida, estamos siendo beneficiados por la bonanza económica de los últimos años. El crecimiento económico se ha aplacado en los países más desarrollados, agobiados por largos años de presupuestos insostenibles y una deuda pública y privada aplastantes. Es en los países emergentes donde, gracias al impulso inicial de China, el crecimiento tiene lugar desde 2002, al amparo de los crecientes precios de los comodities agrarios y de otras materias primas.



Y Argentina, gracias al silencioso y permanente desarrollo tecnológico de su sector agropecuario, que se encuentra en la cúspide de la productividad mundial, ha podido aprovechar de un modo incomparable este momento histórico cuya duración en el tiempo es incierta.



Las prioridades

Ya hemos dicho que no estamos de acuerdo con la denominación “viento de cola”, con la cual se intenta definir este momento económico. Preferimos hablar de una viga maestra que sostiene toda la estructura productiva nacional en su versión kirchnerista, el mentado modelo, que no es otra cosa que la utilización de un modo dispendioso y poco inteligente de recursos abundantes, probablemente extraordinarios.

Argentina gasta anualmente unos 65.000 millones de pesos en subsidios. Se subsidia desde el consumo de energía hasta el transporte urbano e interurbano. Amplias franjas de la población son beneficiadas por el precio del gas, de la energía eléctrica, del boleto del colectivo y subterráneo, sin contar los difundidos programas tales como “Fútbol para todos”, “merluza para todos” o “milanesas para todos”. El gobierno llega a amplios sectores de la población con decodificadores, jubilaciones para el ama de casa (sin aportes) y asignaciones para hijos. El reparto de dinero público hacia los más pobres y hacia los no tan pobres (caso del gas por redes y de varios subsidios en la Capital Federal), alcanza niveles nunca vistos en la historia económica nacional y es lógico y razonable que ello produzca, en los ciudadanos, un gesto de agradecimiento y lealtad al momento de votar.

Porque es evidente que el gobierno no ha recibido apoyo por su transparencia, por su decencia, por su aporte a la mejora de la calidad institucional, por el manejo del INDEC, por su eficiencia en la construcción de viviendas a través de las Madres de Plaza de Mayo y Sergio Schoklender. En todo caso, estos aspectos del gobierno hieren la sensibilidad de una franja de la población, los sectores medios, pero le resultan indiferentes a anchas lonjas de votantes que se encuentran en un nivel de subsistencia y para los cuales estos temas no se cuentan entre sus prioridades al momento de decidir el voto.

¿La inflación? Tiene una importancia relativa ya que, hasta el momento, los salarios de convenio han acompañado el aumento de los precios.



La oposición

En este marco, a la oposición le resultaba sumamente complicado elaborar un discurso convincente. Además, sólo podemos llamarla así, en modo genérico, a los fines de simplificar. Porque, tengamos presente, los partidos que no participan del gobierno tienen, entre ellos, grandes y poderosas diferencias en sus posiciones políticas y conceptos. Hay algunos partidos, como el socialismo y parte del radicalismo, que han apoyado en el parlamento las leyes más importantes impulsadas por el gobierno, tales como la de Medios, la estatización de las AFJP y de Aerolíneas Argentinas.

El peronismo no kirchnerita, que tiene un 20% de los votos, concurrió a las urnas dividido en dos partidos, reduciendo así sus posibilidades de peso electoral.

Pero ninguno de ellos estuvo cerca de articular un discurso que pudiera competir con los beneficios que cada día el gobierno derrama sobre los votantes. Cualquier advertencia sobre las inconsistencias y peligros que encierra el programa económico era tomada como la posibilidad de una rectificación que supone el abandono del nivel actual de subsidios y, en consecuencia, un peligro inminente para los bolsillos de quienes se benefician con ellos.

Cualquier aviso sobre la posibilidad de una crisis futura por un manejo inadecuado de este presente venturoso, era tapado por la euforia de estos días de gloria y confort.

¿Quién abandona una fiesta porque se le advierta sobre la jaqueca y malestares que puede sobrevenir al día siguiente, por los excesos de hoy?



El relato y la viudez

Se ha hablado mucho acerca del manejo inteligente que el gobierno habría hecho de lo comunicacional. Aquella imagen de la viuda desolada acariciando el cajón que encierra a su amado, el abuso del negro en la vestimenta, la comunicación con el más allá, las invocaciones al sacrificio personal en pos del bienestar de la patria… pero toda la inteligencia volcada en el cuidado de la imagen de una viudez causada por la entrega y asumida como propio sacrificio hubieran naufragado sin más de no ser por la bonanza económica internacional, que es la que mantiene toda esta estructura conceptual exitosa.

Es ello lo que ha permitido al gobierno sostener, como engranajes necesarios del proyecto global, episodios que cuando cambien los vientos tornarán desfavorables, tales como el grotesco del periodismo modelo 6, 7, 8, las mentiras del INDEC, el robo y el despilfarro en la construcción de viviendas, los escándalos de un ministro de la Corte Suprema y tantos más.

El relato oficial muestra al gobierno como heredero de las luchas del pueblo contra el imperio. Un matrimonio que se vislumbra como continuador no tanto de Perón como de la lucha de los grupos armados de los años setenta, que fueron vencidos por el ejército regular y muchos de ellos masacrados fuera de la ley. Críticos tardíos de las privatizaciones de Menem en los noventa no sólo lograron derrotarlo en las urnas, por abandono, sino que además consiguieron hacerlo desertar de las propias ideas que el riojano había defendido durante su gobierno. La victoria no podría ser más completa.

El progresismo y la izquierda, o lo que queda de ella, vive un sueño increíble: ocupar o influir en el poder, certificando que sus ideas –desdén de los modos democráticos, abundancia de estado en la economía, subsidios múltiples- tienen plena vigencia con sólo encontrar alguien decidido a llevarlas adelante.

Y, además, cuentan con el respaldo mayoritario de los votantes.

Cabe preguntarse si esta construcción es sólida o cuenta con grandes baches de consistencia que terminarán por hacerla sucumbir en un futuro no muy lejano.

Lo más probable es que sea el kirchnerismo, en su desarrollo, el que encierre las claves de su propia crisis.





Córdoba, 21/08/2011

@danielvicente



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