domingo, 27 de diciembre de 2009

"No figura en los planes de Brasil convertirse en potencia hegemónica". Reportaje a Lula


Brasil es visto hoy por los medios como un país exitoso. ¿Se trata de un entusiasmo pasajero?
En absoluto. Hace tiempo que Brasil merece tener más peso en el mundo. Pero en el pasado desaprovechamos muchas oportunidades. Cada vez estábamaos por despegar, terminábamos enredándonos en nuestros propios errores. Las consecuencias eran caos económico, altas tasas de inflación y elevado endeudamiento. Hoy, en cambio, la economía brasileña se encuentra fortalecida y la crisis no nos afectó demasiado.

¿Por qué, entonces, todo el mundo mira a China como el país del milagro económico, en tanto que Brasil parece estar siempre entre "los demás"?
China tiene 1.300 millones de habitantes: 12 veces la población de Brasil. Es natural que concentre todas las miradas. Pero en China reinan condiciones muy diferentes. En Brasil tenemos una prensa libre, sindicatos libres, nuestro Congreso puede aprobar o rechazar los proyectos de ley que envía el Ejecutivos. Alcanzar logros es mucho más difícil en un país democrático que en un país en el que el gobierno central concentra mucho poder.

¿Tiene envidia del éxito chino?
No. China siempre será uno de los grandes jugadores. Pero si el país sigue creciendo y logra incrementar el poder adquisitivo de su pueblo, eso es motivo de alegría para alemanes y brasileños por igual: China es un mercado muy importante para nosotros.

¿El éxito de Brasil se debe a las exportaciones de materia prima y alimentos a zonas industriales de Asia que están en expansión?
Y con el hecho de que nuestras relaciones comerciales están mucho más diversificadas: Estados Unidos y Europa, pero también América del Sur y Central, África, los países árabes, Asia. Eso nos da estabilidad. Imagínese: si EE.UU. hubiera sufrido esta gran crisis diez años atrás, cuando le exportábamos el 30 % de nuestra mercadería, qué hubiera sido de nosotros. Hoy le exportamos apenas un 13%, por lo que los perjuicios fueron menores. Para nosotros el diálogo Sur-Sur es tan importante como las reuniones del G-20. La dirigencia brasileña tuvo un problema de percepción, sólo podía mirar a Europa o EE.UU.

China ayuda mucho al desarrollo de Africa, para asegurarse la provisión de materias primas estratégicas. ¿Brasil tiene esa intención?
No está en nuestros planes convertirnos en potencia hegemónica. No queremos saquear a Africa. Queremos comprar materia prima, pero también impulsar una transformación que permita que Africa genere riqueza y empleo. La gente simplemente no comprende que tenemos que crear más consumidores en el mundo.

Es natural que lo diga usted porque Brasil es uno de los principales agroexportadores del mundo.

Cuantos más alimentos compren chinos, indios y africanos, tanto más agroindustria, fábricas y comercio necesitará el mundo. Al final ganan todos. ¿Recuerda usted cuánto dinero acaban de desembolsar los tesoreros de los países ricos para socorrer a sus bancos? ¿Puede imaginarse lo hermoso que sería el mundo, si todo este dinero hubiera sido invertido en el desarrollo de los países pobres? Durante mucho tiempo los gobiernos no se asumieron como verdaderos dirigentes y dejaron todo librado a los mercados. Ahora, la crisis les ha recordado que tienen que volver a hacer política.

Usted implementó una política económica ortodoxa que no se esperaba de un líder obrero.
La inflación golpea sobre todo a los más pobres. Lo sufrí en carne propia siendo obrero cuando una vez que la inflación llegó al 80%. A partir de esa experiencia para mí fue sagrado hacer una política económica que permitiese crecimiento económico sin depreciación de la moneda. Esa cultura era la que le faltaba a Brasil.

¿Usted debió actuar con especial dureza para ser creíble por el hecho der ser un líder obrero socialista?
Eso fue algo que me preocupó mucho. Conmigo asumía por primera vez un obrero metalúrgico como presidente. No podía fracasar como Lech Walesa en Polonia, porque de hacerlo pasarían otros 200 años hasta que un metalúrgico pudiera volver a ser presidente. Tenía que ser exitoso para demostrarle a la sociedad que todos, independientemente de su origen, pueden llegar a ser presidente.

¿Qué hizo ante la actual crisis?
En diciembre del año pasado, cuando estaba en su apogeo, hablé por televisión a toda la ciudadanía. Los medios anunciaban una inminente catástrofe y la gente dejaba de comprar porque tenía miedo. Entonces les dije que la economía era como una rueda gigantesca que no se podía parar. Es cierto que si la gente compraba, se endeudaba y luego perdía su empleo, se vería en problemas. Pero también era cierto que perderían más fácilmente su trabajo si dejaban de comprar. En definitiva fue el consumo de los sectores de menores ingresos lo que mantuvo a la economía andando.

¿Usted aconsejó a los más humildes, en medio de la crisis, a que siguieran gastando?
La fortaleza del mercado doméstico y nuestra política económica anticíclica salvaron a la economía brasileña. Durante un siglo la cuestión social mereció poca atención en Brasil. La economía era fuerte, pero había todo un ejército de hombres y mujeres marginados. Ahora tenemos que reparar esos errores. Le doy un ejemplo. Tenemos un programa. "Electricidad para todos", que conectó, gratis, a los lugares más remotos del país a la red eléctrica. Llegamos a 2.200.000 de hogares. Son 906.000 kilómetros de cables, suficiente para dar 20 veces la vuelta al mundo. Con ese programa creamos gran cantidad de empleos. Y la gente que ahora tiene electricidad compró 1.600.000 televisores, 1.500.000 heladeras y 998.000 aparatos como ventiladores o reproductores de CD.

La pobreza engendra violencia. ¿Pueden garantizar la seguridad de los Juegos Olímpicos 2016?
Usted no puede relacionar tan sencillamente la violencia con la pobreza. En Brasil hay violencia en las ciudades, producto del narcotráfico, el crimen organizado y los problemas sociales. El 99% de los brasileños desean la paz. Por otra parte, en 2008 se creó la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) entre cuyos objetivos figura combatir el narcotráfico. Tenemos que asumir nuestra responsabilidad y poner orden en nuestra casa. Para eso también necesitamos a Estados Unidos. Washington no deberían instalar bases militares en Colombia sino preocuparse por sus drogadictos al igual que los europeos. Pero no queremos echarle la culpa a nadie. Los sudamericanos asumimos nuestra responsabilidad.

Brasil se pronunció a favor de la lucha contra el cambio climático.
Voy a viajar a Copenhague para decir que Brasil está dispuesto a hacer su aporte. Pero los países ricos hablan mucho y hacen poco. Tenemos que evitar que EE.UU. le eche la culpa a China y viceversa. Ambos países usan esa estrategia para soslayar responsabilidades. Brasil se comprometerá. Y quiero saber si mi buena amiga Angela Merkel, si Gordon Brown y mis amigos europeos también están dispuestos a hacerl el suyo. Juntos podemos presionar a China y EE.UU. No queremos que se repita la experiencia de Kioto.


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