lunes, 7 de marzo de 2011

Estrategias exitosas para frenar el fundamentalismo. Por Jorge Castro


Tan importante como la ola insurreccional que recorre el mundo árabe es el hecho de que algo esencial en ella no ocurrió.
El dato estratégico central de la movilización de la sociedad civil que transformó irreversiblemente el statu-quo en Oriente Medio y el Norte de África es que no fue desatada ni liderada por el fundamentalismo islámico o Al Qaeda.
La clave del misterio de la obra de Arthur Conan Doyle (“Silver Blaze”) es -en los términos de Sherlock Holmes- “el curioso incidente de por qué el perro no ladró” y la razón del acertijo es que omitió hacerlo. Se pregunta Heidegger: “¿Por qué existe algo y no mejor nada?” Todo indica que Al Qaeda (Osama Bin Laden) -exactamente como Barack Obama- fue sorprendido por los acontecimientos. Los sucesos en Egipto fijan el signo político de la región, a través de mediaciones específicas de cada país, pero en forma irreversible.


Se podría inferir que lo sucedido en los últimos dos meses es una derrota estratégica de Al Qaeda y el fundamentalismo islámico, probablemente decisiva. Algo esencial de la historia del siglo XXI quedó atrás.
No hay pasado ni futuro en la política mundial, sólo un eterno presente; lo verdadero no es de ayer, ni de mañana, sino ahora. Y el hecho central es que a la cabeza de las manifestaciones de la plaza Tahrir no estuvo Ayman al-Zawahiri, el médico egipcio, mano derecha de Osama Bin Laden, sino Wael Ghorim, el joven ejecutivo de Google para Oriente Medio y África del Norte.
La creación de Mark Zuckerberg (Facebook) ha sido más efectiva en la derrota estratégica de Al Qaeda que los 9 años de campaña del ejército de EE.UU. en Afganistán.
Se trata de un hecho político de envergadura mundial, que cierra el ciclo iniciado el 11 de septiembre de 2001 y también las dos guerras de la primera década del siglo XXI (Irak, Afganistán).
Lo que queda no es la paz -situación provisoria, fugaz, de la política mundial-, sino un nuevo tipo de conflicto, de otra naturaleza.
Lo nuevo se revela en los acontecimientos de Egipto. Lo que aparece es un movimiento insurreccional de la sociedad civil, encabezado por una juventud virtualmente organizada en forma horizontal a través de Internet y las redes sociales , que reclaman por conflictos muchas veces de carácter local o individual y que obliga a intervenir al eje del sistema que cuestionan: el ejército en el caso de Egipto. Lo virtual es real como lo actual; lo que puede ser surge del núcleo central del presente.
Quizás sea conveniente fijar la atención sobre la relación entre China/Internet.
Los usuarios de Internet en China ascendieron a 457 millones en diciembre de 2010: 50% más que la población de EE.UU. El año pasado crecieron 19% (73,3 millones) y los bloggers activos son 53,1 millones.
De ese total, el número de los que tienen acceso a la red por telefonía móvil aumentó 29,6% y llegó a 303 millones de personas. El número de usuarios en 1997 era 620.000. Dijo el premier Wen Jiabao el sábado pasado en una discusión on line: “la lucha contra la corrupción es la tarea primaria del gobierno” y para eso es necesario que la opinión pública (usuarios de Internet) pueda supervisar a todos los funcionarios, sin distinción de jerarquías, del partido y del Estado, ante todo obligándolos a informar sobre sus ingresos y activos y el de los miembros de sus familias.
En el espacio político virtual de Internet en China -el mayor del mundo- el eje del sistema, el Partido Comunista, goza de una profunda legitimidad, porque su política de apertura, reformas e integración al mundo ha realizado la transformación social y económica más grande de su historia en los últimos 30 años.
Por eso, una reedición de la Plaza de Tiananmen (1989) es de baja probabilidad. Pero también el sistema político virtual creado por el Partido Comunista chino lo obliga a dialogar, a explicar y a actuar de acuerdo a la nueva realidad , cada vez más de abajo hacia arriba.

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