viernes, 25 de marzo de 2011

No quiero recordar como quiere el gobierno. ¿Puedo? Por Carlos Santander


Sufrí y vi sufrir. No quiero ver las caras del odio todos los días y a toda hora.
Aunque los condenen cien veces no me alegra. No quiero alegrarme.
Todos estos años traté de olvidar para no odiar. Apenas pude.
El gobierno fomenta el odio. Se regodea con la memoria del horror. Es perverso. No me sumo.
Lucra políticamente con el dolor del ayer. Me repugna. Tiene una versión de los hechos del pasado y guay del que no la comparta. Impone su versión, la única, incluso a los niños en las escuelas. Verdad a medias, veneno. En eso es igual a la dictadura. La justicia actúa bajo apriete. En esto es también igual a la dictadura. El apriete sirve para perseguir a los enemigos políticos de hoy y salvar a los funcionarios ladrones. La patota sindical-oficialista también presiona para que no juzguen sus delitos. Como ayer la independencia judicial es una quimera. Cada vez más lejana.


En el gobierno hay asesinos de aquel entonces no arrepentidos, al contrario. Y están los oportunistas, los revolucionarios tardíos, los que aparecen hoy con riesgo cero. Son los que cuentan la historia oficial. Los que construyen el relato como se dice ahora. Son las caras de la hipocresía que se muestran también todos los días y a toda hora. Son los que juzgan antes que los jueces. No solo a sus enemigos del pasado, también a sus adversarios del presente.
No quiero recordar como ellos quieren que se recuerde la tragedia. Es memoria obligada. Y parcial.
Me niego a recordar las violaciones de los derechos humanos de ayer junto a los bandidos de un gobierno indiferente a la violencia actual que mata a diestra y siniestra todos los días, complacientes (cómplices) con el narcotráfico y la trata de personas, tan genocidas como la dictadura.
La dictadura del proceso que asumió el 24 de marzo de 1976 continúa vigente hoy en muchos aspectos, no es recuerdo superado, es presente fundamentalmente en la prepotencia, en el veneno del odio, en la imposición de un relato histórico único y en el afán de perpetuarse en el poder.

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