lunes, 7 de marzo de 2011

Una Universidad para el Siglo XXI. Por Alieto Guadagni


El último año de la escuela secundaria en Brasil y Chile es distinto al nuestro. La preocupación de los adolescentes es enfrentar una valla que debe ser superada para ingresar a la Universidad, y tener acceso en el futuro a un título que les permita incorporarse capacitados al competitivo escenario laboral del mundo globalizado. Por el contrario, nuestros adolescentes están liberados de tamaño esfuerzo, muchos de ellos pueden concentrar su tiempo en actividades más gratificantes como el viaje de egresados, sin olvidar la activa vida nocturna.


Es así como en diciembre pasado 3,3 millones de jóvenes brasileros tuvieron que rendir el Exame Nacional do Ensino Medio (ENEM), esta prueba escrita se tomo en 1600 ciudades durante dos días (mañana y tarde y cinco horas diarias); los estudiantes fueron examinados en Lenguaje, Matemática, Ciencias y Ciencias Sociales. Aprobar el ENEM es requisito para ingresar al ciclo universitario público o privado, pero además es un indicador de la situación educativa de cada una de las miles de escuelas secundarias porque sus resultados, agrupados por cada escuela, son de libre acceso por internet. También existe el Programa Universidad para Todos que, sobre la base del ENEM y la situación social de los alumnos, otorga anualmente alrededor de 250.000 becas. Algo similar ocurrió en diciembre en Chile, ya que alrededor de 300.000 adolescentes rindieron un examen en 556 locales. Fueron también dos días de pruebas escritas de Lengua, Matemática, Historia, Ciencias Sociales y Ciencias. Este examen, conocido como Prueba de Selección Universitaria sirve además para otorgar becas a los estudiantes de pocos recursos que hayan obtenido buenas calificaciones. Los resultados por escuelas (públicas y privadas) también son publicados para conocimiento público, especialmente de los padres de familia que son informados sobre los resultados de la enseñanza en la escuela de su elección. Todo esto no es nuevo, hace tiempo que estos exámenes existen en países donde la educación es preocupación de la sociedad (como el Abitur en Alemania y el Baccalaureat en Francia).Nosotros hemos escogido otro camino, sin examen de graduación secundaria como requisito para ingresar a la Universidad y al mismo tiempo somos una curiosidad mundial, ya que el artículo 97 de la Ley de Educación prohíbe difundir los resultados de la evaluación de calidad educativa por escuela que realiza el gobierno. Esto viola el derecho a la información que tiene cada ciudadano. Nuestros adolescentes están liberados de este esfuerzo que se exige en Brasil y en Chile y nadie está preocupado porque se reflexione sobre el nivel de cada colegio. Uno podría pensar que esto sirve para tener más graduados, pero no es así, nuestros vecinos tienen requisitos estrictos para ingresar a la Universidad pública o privada, pero gradúan muchos más profesionales que nosotros. La explicación es que Brasil y Chile gradúan más del 60 por ciento de los ingresantes a primer año de la Universidad, mientras que nuestras Universidades públicas gradúan apenas 22. Brasil gradúa 800.000 universitarios, nosotros 95.000 y Chile 60.000; esto significa que en proporción a la población Brasil gradúa 75 % más y Chile nos supera en un 50 %. En Brasil y en Chile hay preocupación por ayudar a los adolescentes a tener un futuro con trabajo digno potenciado por mejores escuelas. Las evaluaciones internacionales ponen ahora (cosa que no ocurría antes) no sólo a Brasil y Chile sino también a Uruguay, México y Colombia, para no hablar de Finlandia o los asiáticos, por encima de nosotros. Cada uno cosecha lo que siembra, los países latinoamericanos tienen calendarios exigentes con jornada escolar doble (Chile), o llegan a los 205 días como Costa Rica. Nosotros seguimos con apenas 180 días y con jornada de 4 horas para la mayoría de los alumnos, especialmente los pobres que no pueden pagar una matrícula privada, y además el calendario de 180 días no se cumplió nunca. No sorprenderse entonces que en la prueba Pisa sobre 65 naciones nos ubiquemos abajo, en el lugar 55 en Matemática, el 57 en Ciencias y el 58 en Lengua. Tampoco debe sorprender que entre el 2000 y el 2009 Brasil y Chile hayan progresado, mientras que nosotros ocupamos el segundo lugar entre las naciones con mayor retroceso. Podría argumentarse que sacrificamos calidad para ganar en inclusión social, la fórmula que se presenta como eficaz para lograr este meritorio objetivo es ausencia de limitaciones de exámenes al finalizar el ciclo secundario. Pero nuestra receta no sirve; de cada 100 niños que ingresan a primer grado se graduaran en la Universidad 12 y 8 de ellos vienen de escuelas privadas. Esto es así porque de cada 100 niños que ingresan a la escuela pública apenas 5 se graduaran en la Universidad, mientras que de los que pasan por la escuela privada se graduarán 30. La igualdad de oportunidades no se logra suprimiendo exigencias. La Universidad no debe discriminar en función del nivel socioeconómico pero el ingreso debe comprometer el esfuerzo de los aspirantes. Este es el sendero para tener más y mejores graduados universitarios en el siglo XXI.

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