El
episodio ocurrido hace un par de días en Renault Argentina, al momento de
presentarse un nuevo modelo de automóvil, le pone sazón y colorido a la
política local pero, además, tiene un alto contenido simbólico. Y sintomático.
El
vídeo del cruce de palabras y de gestos de disgusto entre el gobernador de
Córdoba y la Ministro de Industria ya circula profusamente en las redes
sociales. Y en los medios “caceroleros” (independientes que no gustan del gobierno
nacional), la actitud de José Manuel de la Sota fue valorada como un gesto de
valentía, simpático para esa masa indiscernible de opositores al actual
gobierno.
Varios
funcionarios nacionales e intelectuales oficialistas han cuestionado la
oportunidad para ese intercambio. Se discute si resultó correcto o impropio que
se planteara públicamente un diferendo en un acto que tenía otro significado.
Curioso reclamo, si tenemos en cuenta que el gobierno nacional no ha trepidado
en transformar incluso festejos patrios relevantes en simples reuniones de
comité, teñidas de contenido faccioso y autobombo. Siendo una asidua
concurrente a los actos presidenciales, Débora Giorgi ha de estar habituada a
las discusiones públicas ya que la presidenta increpa regularmente a
empresarios y funcionarios.
La
actitud de De la Sota constituye una fuerte apuesta y todo hace pensar que el
enfrentamiento entre el gobierno de Córdoba y la Nación se profundizará con
gestos similares, en las próximas semanas. En un horizonte que se vislumbra
como cada vez más difícil para el logro de la modificación de la Constitución
Nacional y la re-reelección de Cristina Kirchner, la batalla por la sucesión es
inminente. Y De la Sota se ha lanzado a ella sin pudores, apostando todas las
fichas, con claros gestos de desafío. En otras palabras: De la Sota ha quemado
las naves, ha dado pasos de enfrentamiento desde los cuales le resultará
imposible el retorno a una actitud complaciente o amistosa.
Claro
que el cese de las remesas a Córdoba en concepto de compensación por el déficit
de la Caja de Jubilaciones, tiene intención política. Pero, además, es un
reflejo del creciente deterioro de las finanzas nacionales, cuyos tiempos
dorados han terminado para siempre.
De
la Sota no es un recién llegado a la política y hace rato ha arribado a la
conclusión de que el gobierno nacional quiere pulverizarlo, hacer con él algo
parecido a lo que hizo Cavallo con Angeloz: asfixiarlo y llevarlo a una
situación financieramente complicada.
Pero
el gobernador parece haber decidido morir con las botas puestas, dar batalla
frontal. Y ésta es una decisión obligada pues de cualquier modo, aunque Córdoba
se comporte dócilmente, recibiría fuego graneado desde la Nación. Su actitud
es, pues, la única posible y en defensa propia. Pero el modo en que ha encarado
este enfrentamiento es lo que marca la diferencia. En efecto, ningún gobernador
se ha mostrado tan crítico hacia la política nacional como lo está haciendo el
de Córdoba en estos días.
Ha
tenido que arriar la bandera de su primera campaña electoral. La reducción de
los impuestos provinciales en un 30% está a punto de pasar a la historia. Pero
la culpa –conforme al discurso que intenta imponer el gobernador- será del
gobierno nacional, por no cumplir la palabra empeñada y los convenios firmados.
El
peronismo de Córdoba, que desde hace ya varios años obtiene un fuerte apoyo en
un sector que históricamente le ha sido adverso, como es el campo, ahora se ve
en la necesidad de aumentarle los impuestos tras un regresivo congelamiento que lleva ya 12 años.
Los daños para el peronismo de Córdoba pueden ser, en ese sentido,
irreparables.
Dadas
las circunstancias, el enfrentamiento era inevitable. Pero el tono, el nivel y
los condimentos, los ha elegido De la Sota, con los ojos puestos en una
contienda futura por el poder nacional. En un momento en que Daniel Scioli
todavía se muestra kirchnerista y aún ferviente partidario de esperar que
Cristina resigne su postulación re reeleccionista y que Mauricio Macri realiza
acuerdos con el gobierno nacional, De la Sota emerge como el único peronista
importante que se anima a desafiar a Cristina, a mojarle la oreja y a mostrarse
con pretensiones de construir una alternativa de poder para los años que
vienen.
¿Es
acertada la decisión belicista de De la Sota? Esta es una pregunta
improcedente. Es la única posibilidad que tiene, dadas las circunstancias.
Primero mostró su perfil dialoguista. Negoció, reclamó e intimó el pago. Llegó
hasta la Corte Suprema. No obtuvo lo que solicitaba. Y entonces, sólo entonces,
decidió enfrentar al gobierno.
Esta
situación deja en posición incómoda a los radicales de Córdoba, que tendrán que
hacer malabarismos para continuar siendo anti-K sin mostrar un grado de
solidaridad provinciana que fortalezca a De la Sota. Pero, sobre todo, deja en
una situación sumamente apretada a Luis Juez que, por su estilo, sus vaivenes, su
rumbo errático y voluble, tendrá que ampliar su repertorio humorístico para
esquivar preguntas directas acerca de su posición ante un conflicto que irá in
crecendo.
¿Cuál
es la previsible evolución de estos hechos? Es difícil decirlo. Pero la
dinámica de los acontecimientos empujará al gobernador de Córdoba a cuestionar,
en defensa propia, los lineamientos generales del gobierno nacional. Con su
traje de pre-candidato puesto deberá apuntar a las grandes líneas de la
política kircnerista pues la evolución previsible de la economía y la política
nacionales hacen presagiar que los mejores años K ya han pasado y los que vienen
demandarán la construcción de una nueva propuesta.
En
el conflicto entablado jugarán, como en ningún otro, los tiempos. Quien pueda
controlar más prolongadamente sus respectivas situaciones, podrá adjudicarse la
victoria. Es un combate duro, lleno de ingredientes y situaciones
imprevisibles. Y con el fantasma de Pirro sobrevolando el campo de batalla.
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